PARÁBOLA DEL REGENTE

 



El presente relato es una construcción simbólica que puede dar cuenta de los mismos problemas de siempre, nada novedosos. También puede ser interpretado específicamente acerca de circunstancias actuales o antiguas, tal vez incluso futuras. O ser releído en tal ambiente o en tantos otros. Cada quien que escuche lo que oiga. Pues lo que oímos depende de la apertura de nuestra escucha. Aunque nuestra escucha no hace que la Sabiduría sea menos verdadera.

 

Había una vez un Reino fundado por su Único Rey, quien le ha erigido y dotado con todo el legado necesario para su ulterior desarrollo. De su inigualable Sabiduría ha comunicado criterios, normativas y leyes perennes. También ha dejado claramente manifestada su Inteligencia y Voluntad acerca de la identidad del Reino que le pertenece. Lo ha organizado nombrando Servidores y les ha delegado su Poder. Obviamente ha dotado al Reino con amplios recursos y abundantes tesoros para su subsistencia. Por tanto a este Reino no le hace falta absolutamente nada para su auto-comprensión y realización. El proyecto brotado del Corazón de su Rey es perfecto. En el concierto de la realidad que lo circunda y atraviesa el papel de este Reino está claro, solo debe receptar y ejecutar fielmente el legado de su Único Rey.

Pero un día el Rey ha partido para prepararles por Amor a todos sus súbditos un Reino mejor y definitivo. En su lugar ha dejado a los Servidores que ha elegido y de entre ellos ha colocado un Regente que presida. Los Regentes se han sucedido uno tras otro en el tiempo, elegidos por el Cuerpo de Servidores. Todos ellos han recibido el oficio, el poder y la sabiduría participados por el legado de su Único Rey. Porque lo propio de un buen Regente es permanecer unido al Corazón y Mente, Inteligencia y Voluntad de su Único Rey. De esa forma es el mismo Rey quien sigue gobernando, animando y conduciendo el Reino a través del Regente y el Cuerpo de Servidores que legítimamente lo representan.

Pero también ha llegado el día en el cual este Reino ha elegido un nuevo Regente que resultaría significativo en su historia. Como todos sus predecesores debía gobernar el Reino en el nombre y según la autoridad del Único Rey. Sin embargo, él ha iniciado su ejercicio de un modo singular: lo primero que ha hecho es auto-publicitarse. Entonces con gestos y palabras, con signos y símbolos y construyendo parábolas pareció querer rápidamente diferenciarse de quienes habían sido sus pares en el Cuerpo de Servidores. Ha quedado sugerido en el aire que el nuevo Regente es el bueno y que quienes hasta hace poco eran sus pares quizás no lo son tanto. Así el nuevo Regente exhibe una imagen de austeridad en contraposición con sus pares no tan austeros o directamente opulentos. Él surge sincero y cercano en un ámbito donde -acusa indirectamente- rige la falta de transparencia, el hábito de esconder la verdad, la excesiva diplomacia, el afán voraz por hacer carrera e incluso la mentira o la arrogante mirada de quien se considera superior a los demás. Pero el nuevo Regente no es así y así lo publicita.

Su primer dinamismo resultó por tanto en separarse del Cuerpo, encumbrándose él y denostando a los que fueron sus pares. Al principio nadie lo notó demasiado, tal vez algunos sí, pero se halla en el comienzo de su ejercicio y prima en todo el Reino el respeto y el silencio. Con el paso de los días, ya bastante adentrado en su tiempo de ministerio, la estrategia de romper y diferenciarse auto-publicitándose se dirige directamente a sus predecesores en el cargo. Los anteriores Regentes quedan retratados peyorativamente frente al nuevo Regente que encarna la novedad y lo verdaderamente acertado. Él, el único iluminado frente a tantos oscurecidos. Él, el único intérprete fiel del Rey frente a otros que no lo entendían o que no deseaban servirlo rectamente. Él es como el Regente superador de todos y todo parece comenzar con él.

A veces su discurso y sus gestos parecen remontarse a una pureza original perdida. Allí encuentra unos primitivos fundamentos del Reino que otros Regentes y Cuerpo de Servidores no han conocido, o han olvidado, incluso ocultado. No dice nunca el Regente que el Reino comienza con él, sino que con él se recupera la pureza de la identidad primitiva, una suerte de refundación mítica. Gran parte de la historia del Reino consecuentemente queda cubierta por sombras, un vasto período de tiempo donde se ha vivido desconociendo o contradiciendo el origen. Pero con el nuevo Regente ha vuelto la luz y hay un redescubrimiento de la identidad perdida del Reino.

No puede descartarse la posibilidad que anteriormente se haya actuado con perversidad y malicia, mas con él se recupera el auténtico fundamento de todo, transformándose en un nuevo fundador –al menos reformador- o en el agraciado descubridor de la verdad. “¡Salve el Regente que nos ha devuelto al camino!”, vitorearán los disciplinados adeptos y las volubles multitudes.

Por supuesto que va concentrando centralidad y poder. Un poder y centralidad que se construyen en ruptura con lo anterior y en detrimento de los pares. Esto podría haber resultado muy traumático pero el nuevo Regente es extremadamente hábil. (A esta altura de la historia algunos piensan que es muy hábil, otros que padece una personalidad enfermiza y los detractores -que van surgiendo- le adjudican una oscura intencionalidad moral.) Aunque este peligro de conflictividad desde el comienzo de su gobierno lo minimiza y amortigua con una efectiva estrategia: parece decirle que “sí” a todos. Que todos salgan contentos del encuentro y el diálogo con el nuevo Regente es la política cotidiana. Que así su popularidad crezca. Para todos habrá escucha, comprensión y bonhomía. Aparentemente no hay tensiones y todos contentos creen poder decir: “Afortunadamente el nuevo Regente piensa como yo o piensa como mi grupo”.

Con el tiempo la repetición de este recurso introducirá la dificultad: hay cuestiones, intereses, resoluciones, afirmaciones y acciones que no son fácilmente compatibles, sino a veces contradictorias. En los pasillos del Reino se oyen disputas: “¿Pero cómo?, si me dijo que “sí” a mí no pudo decirte que “sí” a ti, estamos parados en orillas opuestas”. ¿Entre los antagonistas alguno estará mintiendo, mal interpretando o forzando impropiamente los argumentos? Un halo de sospecha comienza a tocar la figura del nuevo Regente: “¿Acaso nos estará manipulando?”. ¿Quién es quién en esta renovada versión del Reino ahora? Sobre todo se comienza a observar con recelo que el nuevo Regente le dice sistemática y generosamente que “sí” a quienes le resultan más funcionales: obedientes vasallos, ya por fanatismo ya por conveniencia.

En este ánimo de conducción no faltan las promesas aunque pocas son las concreciones. Resulta que lo importante es abrir y transitar procesos, andar caminos. Algunos sostienen que esta falta o ausencia de finalidad está al servicio de un ejercicio de liderazgo que intenta contener a todos y entretenerlos caminando hacia ningún lado, pues fijar un objetivo traería disensiones y polémicas. Lo absoluto excluye, lo relativo incluye. Quizás por eso el nuevo Regente acostumbra que sus comunicaciones sean ambiguas, imprecisas y equívocas. Expresiones genialmente útiles para darlas vuelta de un lado o de otro; palabras fluidas, versátiles y adaptables para que cada quien oiga cuanto quiere escuchar. Titulares tan grandilocuentes como reversibles y ciertamente invalorables a la hora de desmarcarse y adjudicar toda la responsabilidad al intérprete. Un retorno a los sofismas engañosos y a las palabras vacías, ecos de sonidos sin sustrato. Todo un laberinto semántico o un castillo con murallas de pura verba donde esconderse, parapetarse, excusarse y protegerse si hace falta.

Además el nuevo Regente cree ser un hábil político y diplomático. Sabe pues que este constante auto-encumbramiento puede ser traumático sino genera un clima de participación -no real pues resultaría un debilitamiento de su centralidad-, pero al menos una apariencia de participación que a sus adeptos los ilusione y entusiasme. Entonces se volverán apasionados publicistas y férreos defensores de un nuevo modo de ser Reino.

Esto supone implementar una cadena vertiginosa de nombramientos, desplazamientos y reubicaciones de funcionarios. Junto a ello la creación de comités y procedimientos como la revisión de órganos y metodologías. Todo parece estar siempre en movimiento y vivaz, efervescente y chispeante. (Dicen que los prestidigitadores hacen todo delante de nuestros ojos pero atrayendo nuestra mirada solo hacia lo que debemos ver, mientras lo que realmente quieren hacer se introduce delante de nosotros inadvertidamente.) “Bajo la digitada participación se escabulle un autoritarismo que no deja que nada se escape de su mano. Todo siempre queda bajo su tenaz control.” Es lo que algunos empiezan a comentar tímidamente.

Hay una nota discordante y brutal que solo algunos pocos pueden registrar; creo que otros también la ven pero no quieren aceptar la crasa realidad. ¡Por el Reino se extiende el terror! Porque a los adversarios que osan  criticarlo o contradecirlo, que plantean objeciones o presentan dudas y sobre todo que intentan corregirlo, simplemente se los censura, silencia o cancela. Se trata de imponer sobre el Cuerpo de Servidores un clima de miedo. Hay una amenaza latente y ya actuada a modo ejemplificador: ¡habrá decapitaciones y rodarán cabezas! Crece a la par una apasionada narrativa de la participación, de la escucha de la voz de todos, junto a criterios selectivos de interlocución y por detrás el silencio del temor, de la complicidad o la omisión. Casi nadie se atreve a admitir que la praxis del Regente se parece tanto a la tiranía y al nepotismo. Fanáticos intempestivos, sumisos vasallos, funcionarios cobardes, simpáticos bufones y mercenarios oportunistas van rodeando el trono. Tras la publicidad incesante de una enunciada pluralidad, colegialidad y cogobierno, solo se verifica y ejecuta una monarquía absoluta. La escasísima y perseguida resistencia se pregunta: “¿Cómo es posible que el Regente mantenga a la inmensa población del Reino anestesiada? ¿Cómo despertarlos?”

Para sostener al Regente y dar fundamento a su obra no falta la propaganda y los ideólogos capaces de inventar cuanto sea necesario para justificar su poder. (Siempre ha habido cortesanos dedicados a legitimar a quien se siente en el trono y provisoriamente empuñe el cetro.) El ensalzamiento de la figura del Regente, la inflación de su persona es la diaria ocupación de gran parte de la maquinaria institucional. Pues el Regente detenta virtudes extraordinarias, carismas insospechados y capacidades enteramente únicas. La glorificación está a la vuelta de la esquina en el relato. Se va cimentando el sueño del Hiper-Regentialismo presente y futuro. El Reino se torna macro-cefálico: desproporcionada cabeza y diminuto cuerpo.

Es verdad que hacia el final del prolongado mandato del Regente crece la rebeldía y no pocos seguidores se saben defraudados. Obviamente hay quienes permanecen inamovibles en sus huestes sabiendo que cuando el Regente caiga también caerán ellos. Para los brazos ejecutores del plan solo queda matar o morir antes que se queden sin tiempo. Solo queda la desesperación de ver cómo le darán continuidad a la mítica refundación del Reino que ha reencontrado con este Regente un misterioso fundamento perdido. Conforme el Regente inexorablemente envejece y se encamina a la muerte surgen acciones gubernamentales cada vez más extremas como estertores de agonizante. Y así entre irritaciones y decepciones el Reino amenaza fractura (aunque hay quienes piensan que de hecho ya está profunda e irremediablemente dividido). Entonces surge de a poco y crecientemente la pregunta: “¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Rey?”

Porque ha ido fomentándose el olvido del Rey durante todo este período de Regencia. Algunos se interrogan aterrorizados: “¿Cómo nos ha sucedido?, ¿ha sido azaroso o planeado? ¿Acaso el Regente ha dado el último y atrevido paso en su lógica de poder? ¿Quiso escalar hasta la cima y al final solo se ha tratado de un camuflado impostor? ¿En verdad tenía intenciones de desplazar y cual usurpador suplantar al Rey?”

Es cierto que el Regente ha hablado del Rey y recordado su patrimonio pero de modo tan distinto a sus predecesores. Casi en el trasfondo uno sospecha que del Rey trae solo aquello que le resulta funcional y conveniente a su auto-justificación. ¿O no lo han sorprendido repetidamente citando al Rey de modo parcial, recortado y fragmentario? ¿Ha presentado el legado del Rey con fiel integralidad o aquel legado ha sido direccionado interesadamente a su Regencia?

¿Dónde está el Rey y dónde ha quedado su legado? ¿Alguien lo ha conservado? ¿Todavía hay al menos un Resto que espera fervientemente su retorno?

Mientras tanto el Reino se debate entre tensiones desgastantes. Algún día –muy pronto- el Regente morirá, es ineludible. ¿Cómo se elegirá su sucesor? ¿Habrá posibilidad de elegir entre el Cuerpo de Servidores a un súbdito fiel que solo busque desaparecer él mismo para representar al Rey en toda su magnitud? ¿La población será capaz de reencontrarse con una mística del Regente que controle que sea un oportuno instrumento para que el mismísimo Rey los siga gobernando? ¿O la multitud prefiere facilista una figura a la vez demagógica como autoritaria que le permita puerilmente excusarse y cobijarse en algún pliegue paternalista? ¿Quieren las masas que vuelva el Rey con toda su prístina claridad o ya se han acostumbrado a una luz a medias donde transitar ambiguamente entre las sombras? ¿Al fin el proceso comenzado por el último Regente se deslizará hacia un tobogán sombrío de decadencia, purgación y rompimiento del Reino? ¿Quién lo sabe sino el Rey?

Tal vez oigamos en el futuro inesperadas y tardías voces acalladas: “¡Ha muerto el tirano! ¡Ha finalizado su usurpación! ¡Acabaron ya los días del impostor!” Quizás solo entonces por todos lados rugirá como en agonía un gemido estridente: “¡Por favor que vuelva el Rey!”. O tal vez no y habrá continuidad en el sopor, en la comodidad que ofrecen los procesos donde siga ausente la Luz siempre viva del Único Rey. Habrá que esperar la respuesta que dará el futuro: o estas gentes se escabullirán en las tinieblas o se animarán a pararse bajo la Luz. Sin embargo en el futuro hay algo totalmente seguro, lo único seguro que tiene el Reino hacia delante: ¡Volverá el Rey y todos quedarán en evidencia bajo su eterna e inextinguible Claridad!

 

DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 36

 




LA IGLESIA ES EDIFICACIÓN DE DIOS (I)

 

“Porque, mientras haya entre ustedes envidia y discordia ¿no es verdad que son carnales y viven a lo humano? Cuando dice uno «Yo soy de Pablo», y otro «Yo soy de Apolo», ¿no proceden al modo humano?  ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales han creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios y ustedes, campo de Dios, edificación de Dios.” 1 Cor 3,3b-9

 

Augusto hermano Pablo, ahora explicitas la situación puntual que anticipabas al decirnos anteriormente: “no pude hablarles como a espirituales”. Problemáticas comunitarias y desajustes en el trato fraterno: envidias y discordias, supongo podríamos sumar competencias, resentimientos, heridas abiertas que empañan la mirada, prejuicios y fantasmas, inseguridades y acomplejamientos, dificultades para dialogar en libertad y con verdad, inmadureces y aspiraciones no tan evangélicas y todo lo que también nosotros hoy experimentamos al interior de la vida eclesial.

Más aún, aparece el tema de los personalismos. Por diversos motivos que ahora no puedo detallar existe en todos una búsqueda de centralidad, protagonismo y encumbramiento. De querer engañarnos y no aceptar esta pulsión escondida, ¡con cuán tambaleante paso iniciaremos un trayecto comunitario! Dañaremos y nos dañaremos con seguridad si no podemos asumir esta tendencia y buscar purificarla como sanarla al fin. ¡Es una batalla constante contra nosotros mismos la convivencia fraterna! Debemos permanecer vigilantes para discernir las motivaciones que nos animan.

¡Qué actual y siempre vigente resulta el tema para los ministros de la Iglesia! Porque es propio de nuestro servicio estar exhibidos y expuestos. ¡Y es tan tentador y al alcance de la mano aprovecharnos del ministerio para proponer el culto a nuestra persona! De muchos modos nos sucede que terminamos poniéndonos en el centro y en lugar de señalar a Cristo hasta sin quererlo le opacamos o aún peor, incluso traicioneramente le suplantamos en vez de representarlo. ¡Cuánta humildad le hace falta cultivar al ministro ordenado para permanecer en su eje como un simple servidor del Señor!

A veces pienso y tiemblo y rezo por mis superiores: ¡cuánto más encumbrados más en peligro! Yo que apenas he accedido a “bajos rangos” y que he visto –a veces después de pisarlas- las numerosas trampas tendidas por el Adversario con astucia por doquier, me digo: “Pobrecitos los Obispos e inmensamente desdichado el Papa, pues si han accedido a ese puesto de guardia, a esa atalaya de máxima responsabilidad sin la madurez en virtud necesaria, ¡qué terribles las tribulaciones interiores, qué inmensas oleadas de tentación demoníaca, que fácil enajenar el alma!”. Por eso todo ministro ordenado debe aspirar seriamente a santidad para no perderse ni perder al rebaño que le ha sido confiado.

Y aunque los ministros estuviesen firmes y claros aún queda ver qué pasa con el resto del Pueblo de Dios. ¡Porque allí también deben librarse fuertes combates por la unidad! ¡Que yo soy de éste o yo de aquel! ¡Que mi bandera es ésta o mi camiseta aquella! Y transformamos afinidades subjetivas y sintonías afectivas casi en dogmas sagrados. Y hacemos de un don o carisma –que no es más que un sendero entre tantos- la panacea que debe extenderse necesariamente a todos. ¡Presuntuosos y totalitarios nos volvemos! Si no eres de mi grupo no eres de los puros, si no rezas en mi movimiento seguro no conoces al Espíritu, si no realizas un servicio en mi institución seguro eres alguien que no quiere comprometerse; y así hasta la locura de proclamar que si no te integras a esta porción y no te alineas en esta columna, no tendrás quizás salvación. ¿Pero eso es la Iglesia o una secta? ¿Y acaso lo que tenemos y somos y en lo cual nos gloriamos no lo hemos recibido? ¿Dónde ha sido relegado Cristo?

Los ministros sagrados deben recordarse siempre que son humildes colaboradores, solo ayudantes. La Iglesia entera debe recordar siempre que no se pertenece, que tiene Dueño, que es campo donde Dios siembra y da el crecimiento, que es edificación en Cristo, el Señor.

 

EVANGELIO DE FUEGO 18 de Junio de 2025