Oseas: el profeta del Dios Esposo (4)



Habiéndonos introducido ya en lo más medular de su profecía, donde se compara su propia vida matrimonial con la relación de Dios con su pueblo, veamos algunas otras características de su ministerio.

 

Temas recurrentes:

 

Podríamos identificar algunas temáticas como más relevantes.

a) Desposorio de Dios con su Pueblo (Alianza) e infidelidad de Israel (prostitución-idolatría).

b) Amor paterno de Dios: una mirada al pasado y recuerdo del éxodo-desierto.

c) El desierto como lugar de encuentro-seducción, del amor primero, de la Alianza fundante de la identidad.

d) Santidad de Dios.

 

Estructura literaria:

 

El libro de la profecía de Oseas podría ser subdividido del siguiente modo:

a) Caps. 1-3 Núcleo biográfico-histórico.

b) Caps. 4-10 Descripción de los crímenes y anuncio del castigo (substanciación del juicio).

c) Cap. 11 Oráculo de salvación.

d) Cap. 12-14,1 Oráculos de juicio-castigo.

e) Cap. 14,2 Oráculo de salvación.

El esquema de fondo es una pelea de enamorados (querella-reconciliación); un gran canto del amante empedernido (Dios) que busca motivos para seguir amando a su esposa infiel (Israel). Un amante que mira al pasado, al tiempo del matrimonio (Alianza en el Sinaí) y no puede sostener el juicio de condena sino prometer un futuro de conversión.

 

Substanciación del juicio o los crímenes de Israel

 

Los Caps. 4-10 pueden ser leídos como la enumeración de las acusaciones que el Dios-Esposo tiene contra el pueblo-esposa infiel.

La primera mirada da cuenta de una corrupción generalizada con sus consecuencias. El pecado del pueblo arruina la tierra prometida e introduce en ella la esterilidad y la muerte.

 

“Escuchen la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre. Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita…” (Os 4,1-3ª)

 

Cultos paganos, idolatría y mal desempeño del ministerio sacerdotal

 

Una acusación grave se dirige a la casta sacerdotal por el mal desempeño de su ministerio.

 

“¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote, es mi pleito! En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la noche, y yo haré perecer a tu madre. Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.” (Os 4,4-6)

 

La madre que perece es el pueblo, del cual sacerdote y profeta son hijos. La falta que se denuncia es que no han anunciado ni enseñado la Palabra del Señor, se han olvidado de sus mandatos. Se insinúa lo que yo llamaría “demagogia pastoral”. El pueblo se inclina hacia los cultos paganos que lo fascinan y atraen. La casta sacerdotal, en lugar de corregirlos y reeducarlos en la verdadera fe, termina convalidando y acompañando sus prácticas idolátricas con tal de garantizar su manutención. En este sentido la prostitución consiste en el culto a los ídolos que celebra el pueblo; pero también es prostitución este mal uso del ministerio sacerdotal, priorizando el beneficio propio por sobre la misión de celebrar el culto al Dios verdadero y único, omitiendo enseñar su Ley.

 

“Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria por la Ignominia. Del pecado de mi pueblo comen y hacia su culpa llevan su avidez. Mas será del sacerdote lo que sea del pueblo: yo le visitaré por su conducta y sus obras le devolveré. Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no proliferarán, porque han abandonado a Yahveh para dedicarse a la prostitución.” (Os 4,7-11ª)

 

El profeta Oseas describe una situación que no es para nada nueva. Ya el profeta Elías había combatido la idolatría, intentando que el pueblo volviera al Dios único y verdadero que los había liberado de Egipto. La realidad histórica es que el pueblo asentado en la tierra prometida rápidamente se desvía hacia los cultos paganos. Podríamos afirmar que la devoción religiosa popular se inclinaba masivamente hacia los baales –con complicidad sacerdotal y monárquica-, mientras que la fe yavista se conservaba pura en el movimiento profético auténtico y vocacional –no en los profetas falsos de corte atados a la paga del rey-.

 

“Mi pueblo consulta a su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios. En las cimas de los montes sacrifican, en las colinas queman incienso, bajo la encina, el chopo o el terebinto, ¡porque es buena su sombra! Por eso, si se prostituyen sus hijas y sus nueras cometen adulterio, no visitaré yo a sus hijas porque se prostituyan ni a sus nueras porque cometan adulterio, pues que ellos también se retiran con esas prostitutas y sacrifican con las consagradas a la prostitución; ¡y el pueblo, insensato, se pierde!” (Os 4,12-14)

 

Se alude a los ritos de “orgía sagrada” y se denuncia que el mal espíritu de la prostitución idolátrica se ha instalado en el pueblo. Se hace especialmente responsable de esta desviación religiosa a la monarquía y al sacerdocio. Una sentencia final sobre este tema:

 

“No les permiten sus obras volver a su Dios, pues un espíritu de prostitución hay dentro de ellos, y no conocen a Yahveh.” (Os 5,4)

 

¿Piedad popular sincretista y sacerdocio corrompido?

 

Esta parece ser una clave emergente de la temática de esta apartado. Como siempre intentaré actualizarla trayéndola al presente. Arranco advirtiendo de un modo especial su filosa complejidad. Esto dado a que he convivido un tiempo de mi vida con el pueblo mapuche en el Sur Chileno y tengo experiencia en la misión llamada “de frontera” en el Norte y Litoral Argentino. Yo mismo conozco esa delgada línea que separa la inculturación del Evangelio de la convalidación del sincretismo. He visto a miembros de los pueblos originarios bautizar a sus niños, celebrar la Eucaristía y acudir al sacramento de la Reconciliación; y al mismo tiempo seguir recurriendo a sus representantes religiosos (chamanes, machis, brujos, etc) frente a situaciones de enfermedad, de sequía o pestilencia y obviamente para celebrar antiquísimos rituales religiosos y rogativas en trance como en el Guillatún o el culto a la Pachamama. ¿Dónde se fija el límite para la paciencia del evangelizador que respeta caritativamente los procesos de maduración de la fe, que además tiene que llegar a expresarse inhiriendo transformadoramente en la cultura propia? ¿Cuándo se debe anunciar y solicitar dejar atrás costumbres y prácticas religiosas incompatibles para abrazar radicalmente una Vida Nueva en Cristo? Supongo que cada misionero sabe en su interior las motivaciones que lo llevan a actuar como lo hace: una sana caridad con su pedagogía, una convalidación de una fe mixturada para no entrar en conflictos y tantas posibilidades más. La actividad misionera, allí donde poco o nada se ha anunciado el Evangelio y aún no se ha podido implantar la Iglesia, es un desafío fascinante y complejo.

Pero es más fácil creo realizar esta actualización del mensaje profético. A fines del siglo XX, con la llamada “New Age”, se ha inaugurado creo un renovado paganismo mundial. El fenómeno de la primera ola globalizadora coincidió con la conciencia del fenómeno posmoderno y su proclama del fin de la historia como de los grandes relatos.  En ese humus creció un “nuevo mercado de las religiones” y la posmodernidad con su “vida a la carta” se tradujo al ámbito de la fe como un “sírvase ud. mismo lo que más le apetezca”. Hasta nuestros días se ha tornado habitual que una misma persona solicite a la Iglesia los Sacramentos, pero acuda al culto evangelista porque “le llega más”, a la vez que consulte a la tarotista y viva pendiente de las predicciones astrológicas. Lo mágico como lo esotérico oscuro y extraordinario ejercieron una antigua atracción en vastos períodos históricos; atracción reeditada ahora con fuerza entre nuestros contemporáneos. Lo religioso se ha vuelto pues por un lado “funcional” por así decir: “tomo lo que más me sirva”; además “mixturado”, pues que todo va medio batido y mezclado como en un alucinante cóctel de deidades extravagantemente convivientes.

Claramente los grupos religiosos más dogmáticos plantean la exclusividad y unicidad de la fe junto a la ruptura con todo lo demás que es falso e idolátrico. ¿O alguien piensa que un imán musulmán o un rabino judío ortodoxos tendrán dificultad en resolver la situación pidiendo la conversión total a sus fieles? ¿Un pastor evangélico vehemente no dudará de acusar de idolatría a los católicos por su culto a las imágenes de la Virgen y de los Santos?

¿Y los cristianos católicos? He aquí nuestro problema. La ambigüedad parece ser un mal de los últimos tiempos. Por ser demasiado tolerantes y dialoguistas a veces parecemos convalidar lo que debe ser purificado. Bajo pretexto de caridad y respeto en la misión evangelizadora a veces escondemos otra motivación: haremos lo que haga falta para evitar los conflictos y para adaptarnos con tal de ser admitidos en el concierto del mundo y de sus agendas culturales. El más grande peligro para mí se encuentra en ese “buenismo pastoral” que promedia siempre para abajo, que sacrifica la santidad en el ara de una falsa misericordia y que simplemente quisiera erigir una religiosidad del bienestar humano sin Cruz. Se intenta bendecir todo lo que tenga cierta popularidad. Se olvida la predicación sobre la santidad y la Vida Eterna. A veces parece que nuestro Dios ya no exigiera ser creído como el único y Verdadero fuera del cual no hay otros dioses. La piedad popular no es educada, sino más bien sobre-elevada y priorizada por encima de la lex orandi, lex credendi celebrada en la Liturgia de la Iglesia. Y por estos lados del mundo resuena aún aquella sentencia de un tiempo de la formación sacerdotal: "la teología es una cosa y la pastoral es otra”, y obviamente la pastoral es buena porque se acomoda al mundo y es práctica y la teología es para puros debates estériles de la academia. En definitiva hemos perdido la noción de Misterio y con ello ya no percibimos lo Sagrado en toda su Bondad, Belleza y Verdad. ¿Quién animará y educará al Pueblo de Dios cuando quienes han sido constituidos pastores por diversas razones ya no ejercen su misión?

 


Abba Montaña 2

 



"Apotegmas contemplativos" (2021)


Se quejó el discípulo amargamente

y casi a punto del sollozo:

-Todo tú eres áspero, duro y cortante.

Me lastimo y sangro en este ascenso.

Ver tu cima y estar aún distante

no deja de romper mi corazón.

Abba Montaña lo miró desafiante.

-¿Acaso pensaste en ascender sin sacrificio?

Agradece la roca filosa, quien te recuerda

que sino te aferras te espera la caída.

Agradece la distancia que separa

y a la vez excita el deseo.

No harás cumbre sin ser atravesado

por la agonía propia del amor.

 

 

            La subida al monte de la perfección no encuentra más que un camino para hacer cumbre: el camino escondido de la Cruz.

            He visto tristemente, cuántos discípulos se extravían o se caen, buscando otros senderos. ¡Qué reacios somos todos al lenguaje de la purificación! ¡Cuánta resistencia y rebeldía experimenta el alma que aún camina sin entregarse; el alma que aún evita encontrarse con la única y sólida realidad del Sacrificio Redentor!

            La resistencia a la Cruz en nosotros, se apoya en el pecado que aún nos tiene sujetos. Porque la Cruz como proyecto y realidad de la comunión entre Dios y los hombres; la Cruz digo es hermosa y llena de luz. Nuestra naturaleza aún lastimada por el pecado no puede ver la Cruz en su esplendor y quedamos cegados o a medio ver a tientas. Porque la Cruz manifiesta plenamente al Dios que es Amor y hace enteramente Don de Sí. Y el llamado del Maestro a sus discípulos a renunciar a sí mismos, a cargar la propia cruz y seguirlo, no es más que una invitación maravillosa a la plenitud de vida en Él.

            ¿Sufrimiento? Sí, lo habrá. Pero el sufrimiento es solo una consecuencia de una coyuntura, diría de una circunstancia de la historia introducida por la libertad humana, aunque una circunstancia gravísima: el pecado. El pecado de los hombres es sufrimiento para Cristo, como el pecado personal y colectivo es sufrimiento para nosotros. “Lo hizo pecado por nosotros”. En el contexto del pecado –introducido por Adán-, el Amor de Comunión debe asumir por parte del Hijo el sufrimiento para sanarnos y rescatarnos. El Cordero de Dios debe llevar sobre sí nuestros males y liberarnos mediante su propia inmolación. “Por sus llagas hemos sido curados”.  Pero también de parte nuestra será inevitable el sufrimiento de la purificación. Necesitaremos de renuncia, de entrega y de abandono para poder ser arrancados del pecado, para ser sacados de la oscuridad a la Luz admirable, para morirnos hacia una vida nueva. Habrá que transitar este parto pascual para ser alcanzados y permanecer en la Alianza.

Me gusta personalmente hablar de la agonía propia del amor. La agonía del parto pascual por el cual también se podrá decir: vivo yo, ya no yo, es Cristo quien vive en mí. Ahora es cuando lo que sacramentalmente acaeció en el bautismo, esa semilla sembrada, alcanza madurez y florece: es la agonía de ser sumergidos en la muerte del Señor para renacer gloriosos junto con Él.

El camino del calvario, la pasión en cruz, la muerte, el sepulcro y el descenso. He allí el camino hacia la cumbre de la unión con Dios. Y el alma requiere ser introducida en esta realidad áspera, dura y cortante. Solo allí el Santo Santo Santo, entendido como “separado y totalmente Otro”, podrá “consagrarnos para ser de su propiedad”. Insisto que se trata de la más exquisita muestra de su Amor y solo porque aún el pecado nubla nuestra mirada no podemos estallar en alabanza por su maravillosa obra en nosotros.

Herida, sí, pero herida de amor. La purificación que ha sido propuesta bajo la simbología del flechazo que atraviesa o transverbera, o el hierro incandescente que cauteriza y sella,  es también agonía por la disparidad y el contraste.

 Así la teología espiritual de forma clásica, para alcanzar la cumbre del monte de la perfección, ha elaborado el paradigma de las tres vías: purgativa, iluminativa e unitiva. Evidentemente las tres vías tienen una sola finalidad que es el pleno encuentro con Dios, tanto como se pueda en esta vida, ya en primicias de Gloria. Muchos las han presentado como si de tal siguiera cual, correlativamente digamos. Algunos han visto un orden más simultáneo o incluso aleatorio. Pero siempre, sean cual sean los acentos y matices de la antropología cristiana subyacente, la purgación es insoslayable.  Se haga de modo más activo a través de la penitencia y vida ascética, o sea el alma agraciada por las purificaciones infusas propias de la experiencia mística, la extirpación de todo lo que no es de Dios y no puede sino obstaculizar o limitar el encuentro, deberá hacerse. Pero para no entenderlo de modo solamente privativo o negativo, digamos que lo desemejante no puede entrar en comunión, por tanto estas purificaciones al final son expresión del Amor Misericordioso de Dios que es Santo y santifica, un llamado a vivir según nuestra vocación creatural, a imagen y semejanza Suya.

Por tanto en la vía purgativa el amoroso sufrimiento purificador es consecuencia de ser quitado todo gusto, disfrute y apetencia por algo, por cualquiera realidad que se guste, disfrute y apetezca sin Dios. No puede quedar en la memoria ni seguir ejerciendo atracción lo que distrae postergando y seduce confundiendo el rumbo. Ni el deleite religioso debe ser apetecido pues nos remitiría al autogoce y no a la obra del Señor. Pero el sufrimiento del desarraigo da paso a una sana apatía pacificadora, una serena indolencia por las cosas del mundo cuya escena simplemente pasa. La hesychía debe ganar el alma. La esperanza debe esperar enteramente en el Señor. Una esperanza desnuda y ampliamente disponible para el Adviniente. Todo en Dios y nada sin Él.

Y en la vía iluminativa debe ser purgada toda concepción del mundo y del propio proyecto de vida que pretenda fundarse con autonomía rupturista respecto al Creador. No hay sentido verdadero, tanto cuanto significado cuanto orientación, sin la fuente y el horizonte en Dios. La fe debe ser introducida en el Misterio para ser rectamente fe, de lo contrario permanecerá fetiche y magia. El amoroso sufrimiento purificador es conexo a ser arrancado todo de nuestro pretendido dominio controlador y ser arrojados nosotros mismos a una santa incertidumbre y a un creciente abandono en Dios. El amoroso sufrimiento purificador debe extirpar toda humana presunción de sabiduría omnipotente y debe acrecentar la escucha obediencial. La humildad permite hacer cumbre en la experiencia de fe, solo entonces se escucha a quien se revela por Amor y se presta una filial receptividad. Una fe enteramente dispuesta a descubrir y configurarse a la Voluntad Santa sin resquicio alguno de rebelión. Todo en Dios y nada sin Él.

Finalmente por la vía unitiva la voluntad se encamina a abrazarse solamente a Él y abrazarlo todo en Él. Un largo camino de renuncias jalona el ascenso. Nada puede ser abrazado si no se abraza con Él y para Él. El amoroso sufrimiento purificador instala una soledad radical y transformante. El hombre frente a Dios y nada más. Crece el deseo óntico por Aquel que puede saciar la sed del alma y se gime por la insuficiente dicha que ha dejado todo aquello en lo que se ha perdido tiempo. Se llora el retraso y se enfervoriza el andar. El alma se halla en fuga hacia el desierto y la noche. Solo allí, de cara a Dios y a nada más, todo podrá ser reconectado en un proyecto de comunión santificadora. Exorcizados los demonios y destruidos los ídolos, en el desierto anochecido se produce el desposorio y se funda la Alianza siempre nueva y definitiva. Allí brota la fecundidad verdadera del amor. Todo en Dios y nada sin Él.

¡Pero se debe atravesar la agonía propia del amor!

 

Vida y regla para un presbiterado contemplativo (1)



"Vida y Regla para un Presbiterado Contemplativo" (2021)

 VIDA Y REGLA

 

La fórmula profesada

 

En alabanza y gloria de la Santísima Trinidad,

yo, Silvio Dante Pereira Carro,

presbítero del clero diocesano

de Avellaneda-Lanús

en mi servicio de párroco,

hago voto a Dios de vivir

el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo

como mi única Vida y Regla.

Confieso que el Espíritu Santo

me mueve a llevar una vida mixta

fundando, sosteniendo y proyectando

el ejercicio ministerial

desde la dimensión contemplativa;

configurando la vida sacerdotal

a la espiritualidad del desierto

y a la tradición eremítica.

Y para madurar la unión con Dios

y su Santa Voluntad

cultivaré el espíritu de oración

en pastoral y fraterna

 soledad, silencio y penitencia

bajo el soplo del Espíritu

con vida escondida

en la Santa Iglesia. Amén.

  

Y lo pongo en sencillas palabras

 

1.      En alabanza y gloria de la Santísima Trinidad.

 

Personalmente no sabría iniciar de otro modo. Se trata del testimonio más propio del camino contemplativo: la singular experiencia mística de la inhabitación Trinitaria, el gozo infuso por la participación del alma en la comunional perijóresis, la silente degustación en Gracia del Misterio del Dios Amor.

He aquí la fuente y la patria de todo caminar humano, la Santísima Trinidad. “Porque no está lejos de nosotros, ya que en él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hch 19,28) Y como sacerdote la gran y cotidiana certeza teologal que impregna toda mi vida de oración como la celebración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía: ¡La Trinidad en uno y uno en la Trinidad!

 

¡Oh cómo circula el amor

Tan rico de luz y gloria

Es un amor en tres que toca,

Un amor que toca y abre herida,

Una herida en tres de amor unida!

 

¡Oh cuánta unidad que da el amor

Tan comunicativo en procedencia eterna

Y en relación eterna unida llama

Que abre el alma a la divina gloria

Quedando herida de quietud tan viva!

 

¡Oh cuánta vivacidad canta el amor

Fuente perenne de oblación y gozo,

Es todo recepción abierta y donación sin mengua,

Comunicación de amor en tres salidas

Que al darse sin reserva se tienen sin medida!

 

¡Oh cuánta salida en amor provoca herida

Y tanta recepción da tenencia y dicha,

Al toque repica el alma que enunciada

En silente comunión se levanta en gracia,

La humana vida a la divina vida!

 

¡Oh cuánto exceso el amor eterno

Que visita al alma rasgando tela,

La secreta y delgada tela que separa

La interior morada de la esponsal recámara

Que lleva en sí secretamente y a la espera!

 

¡Oh cuánta fruición en el amor que excede,

Un solo amante en tres caricias,

Un solo huésped en tres visitas,

Y se sabe el amor infinito en su valía

Más parece que siempre más amor habría!

 

¡Oh cómo circula el amor

Tan rico de luz y gloria

Es un amor en tres que toca,

Un amor que toca y abre herida,

Una herida en tres de amor unida!

 


ABBA MONTAÑA 1

 

 "Apotegmas contemplativos" (2021)

 

Le dijo el discípulo:

-Abba Montaña, es tan largo e intrincado

este camino de subida

que me parece se me irá en él la vida;

no sé si me será posible un tal ascenso.

Se le respondió tranquilamente:

-Solo no le quites la mirada a la cima

que atrae con fuerza irresistible.

 

 

            La vida contemplativa claramente es un camino de ascenso. De hecho son numerosas las obras espirituales bajo el leimotiv del ascenso al monte. Frente a cualquier macizo rocoso supongo, que la experiencia común humana, es tanto la curiosidad y fascinación que provoca hacer cumbre como la percepción de lo esforzada y peligrosa que será la subida. ¿Qué pesará más: el deseo por la gloria o el desaliento por el sacrificio?

            No sé si estamos acostumbrados a ascender. Dudo de que vivamos en una cultura verdaderamente aspiracional. Al menos los ejemplos más habituales de encumbramiento personal o comunitario suelen girar en torno a valores materiales y la obtención de centralidad, fama y poder. Se trata de una subida a la cúspide del narcisismo, la dinámica de un egocentrismo profundamente avaro. Y esa subida al éxito mundano –que seguramente tendrá también su precio a pagar- parece un sendero tan plagado de violencia, mentira e injusticia. Paradójicamente quien termina en lo más alto, al mismo tiempo desciende a las regiones inferiores perdiendo en aquella empresa gran parte de su humanidad. Mas bien parece que sube a sus infiernos.

            Por otro lado también vivimos una cultura del conformismo y la comodidad. Los procesos de crecimiento y maduración parecen ralentizados y con techos cada vez menos elevados. Se nivela o promedia para abajo y la gente se acostumbra a esa zona de confort donde subsiste con bastante frivolidad sin darse cuenta que esa forma de sobrevivencia pondrá en riesgo toda su existencia. Vuelos cortos y al ras del suelo, nada de desplegar alas y alcanzar las alturas. El espíritu de los hombres parece encadenado a un sinfín de espejismos y esclavitudes de las cuales o no tiene conciencia o la tiene anestesiada.

            Justamente una de las clásicas distinciones sobre la Gracia de Dios desde el punto de vista de su efecto salvífico y santificante, nos enseñaba que la Gracia interna es sanante y elevante. Dios que nos ama, justamente porque nos ama, no nos deja iguales. Repara la naturaleza humana debilitada por el pecado pero también la eleva a la participación de la Vida Divina. Y sin embargo cuán demorados parecen tantos cristianos en su proceso de maduración discipular.

            A veces decimos metafóricamente que siendo adultos aún siguen viviendo la fe con su “traje o vestido de primera Comunión”. ¡Cuántos adultos he encontrado rezando por ejemplo como niños: un Padre Nuestro, tres Ave María y un Gloria por la noche antes de acostarse a dormir! Tal evidencia de desnutrición espiritual me golpea y moviliza.

            Las razones de una extensa chatura del cristianismo contemporáneo son varias y no es el momento de tratarlas. Pero claramente el demonio de la mediocridad –la más peligrosa de las tentaciones- nos ha infestado masivamente. La más peligrosa porque nos convence que no estamos tan bien pero tampoco tan mal y que en definitiva la mayoría está como nosotros. Así engendra la auto-justificación y la complicidad solidaria en el estancamiento. Nos detiene y ya no caminamos.

Y por supuesto que habrá pecados eclesiales por purgar, sobre todo la insignificante prédica y educación sobre la vocación a la santidad como la pérdida del horizonte escatológico. Ha ganado espacio un buenismo pastoral de falsa y demoníaca misericordia, que hace lo contrario a la obra de Dios: nos contiene y convalida pero nos deja iguales, inmersos en el pus de nuestras heridas y enlodados hasta el cuello en el pecado. Así también una falsa evangelización que a fuer de diálogo con el mundo y de pretendida actualización eclesial para estar más adaptados a los tiempos que corren, termina provocando no la apertura del mundo a Dios, sino la cerrazón de la Iglesia a la Verdad revelada por Dios y una entrega idolátrica al mundo. Una fe que no aspira a la Gloria del Cielo por la vía de la santidad termina inmanentizada y mundanizada sin trascendencia ni identidad. Asi a expensas del relativismo tarde o temprano será descimentada.

La vida contemplativa es para la unión con Dios y esto supone un largo camino de ascenso en el Espíritu. No se podrá hacer este trayecto sin la mirada puesta en el Amor de Dios que convoca, seduce y atrae, que enlaza y cautiva en Amor. Pero para ello es necesario dejar de mirarse a sí mismo y renunciar a las fatídicas elevaciones que nos propone el mundo y que nos estrellarán en el abismo del vacío. Para ello es necesario aceptar la noche de la purificación que nos sane de raíz. Para ello debe amanecer la Cruz que pone incandescente la belleza de la entrega de la propia vida.

¿Quién quiere subir conmigo?

 

Oseas: el profeta del Dios Esposo (3)

 


 

Contemplando una historia matrimonial que es símbolo

 

“¡Pleiteen con su madre, pleiteen, porque ella ya no es mi mujer, y yo no soy su marido! ¡Que quite de su rostro sus prostituciones y de entre sus pechos sus adulterios; no sea que yo la desnude toda entera, y la deje como el día en que nació, la ponga hecha un desierto, la reduzca a tierra árida, y la haga morir de sed! Ni de sus hijos me compadeceré, porque son hijos de prostitución.” (Os 2,4-6)

 

En el comienzo de su libro profético, Oseas explicita su ruptura matrimonial, dada la infidelidad de su esposa. Pero ya sabemos que sirve su derrotero personal como símbolo de la relación entre Dios y su pueblo. Dios entra en pleito contra su esposa Israel. Ella será juzgada por su Esposo y por las futuras generaciones. El Señor está dispuesto a devolverla a Egipto, es decir al destierro y esclavitud por parte ahora del Imperio Asirio. “Ponerla desnuda” y hacer de Israel “un desierto” son expresiones que aluden a que le es necesario recordar dónde había caído y quien la rescató. Se trata de una instancia purificadora que le permitirá al pueblo arrepentirse de sus idolatrías, recuperar la humildad original y volver a su Esposo para renovar la Alianza.

 

“Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los concibió, cuando decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.» Por eso, yo cercaré su camino con espinos, la cercaré con seto y no encontrará más sus senderos; perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los hallará. Entonces dirá: «Voy a volver a mi primer marido, que entonces me iba mejor que ahora.» No había conocido ella que era yo quien le daba el trigo, el mosto y el aceite virgen, ¡la plata yo se la multiplicaba, y el oro lo empleaban en Baal! Por eso volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi mosto a su estación, retiraré mi lana y mi lino que habían de cubrir su desnudez. Y ahora descubriré su vergüenza a los ojos de sus amantes, y nadie la librará de mi mano.” (Os 2,7-12)

 

Dolorosamente para Oseas se ha producido la reincidencia en la prostitución por parte de su esposa. El profeta la ha desposado pero ella, tras darle hijos, ha vuelto a la infidelidad, ya sea comerciando con su sexualidad o retornando como profetisa-sacerdotisa a la práctica de los cultos baálicos.

A su pueblo, Dios lo acusa de irse tras de sus amantes, los ídolos paganos. El Señor es presentado literariamente como un amante bueno y fiel que le ha dado todo a su esposa, quien no solo no ha reconocido su amor con todos sus detalles de solicitud, sino que además lo ha traicionado lanzándose a los brazos de otros dioses. Como amantes rechazados, el profeta y Dios, abandonan entonces a la esposa infiel a su propia suerte, sabiendo que el camino que ha elegido no tiene ni destino ni bienestar. Pero este retirarse del vínculo no es falta de amor, todo lo contrario, Dios y el profeta esperan que entre en razón, que el camino que ha tomado la haga darse cuenta de su fatal error, que se termine de una vez de desencantar de aquellos amantes que no le darán nada, solo vergüenza y desnudez.

En este sentido la profecía de Oseas insiste en el castigo del exilio como el instrumento didáctico que Dios ha elegido para que el pueblo recupere su memoria, comprenda que su identidad está en el Señor que lo rescató de la opresión y que lo bendijo, llamándolo a celebrar una Alianza.

 

“Haré cesar todo su regocijo, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados, y todas sus solemnidades. La visitaré por los días de los Baales, cuando les quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí, - oráculo de Yahveh -.  Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón.  Y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto.” (Os 2,13.15-16.17b)

 

Obviamente Dios se queja, tanto de sus cultos idolátricos como de la hipocresía con la cual le rinden culto a Él. Pero increíblemente, el esposo-Dios, la sigue amando y quiere volver a ganarle el corazón, seduciéndola como en su juventud, re-enamorándola para que vuelva a Él. La profecía de Oseas canta dramática y bellamente que la Alianza se sostiene por la fidelidad inquebrantable del Dios amante. Si el pueblo alcanza salvación es porque el Señor lo sigue eligiendo a pesar de todas sus caídas e infidelidades. Resulta conmovedor este amor inmenso que no piensa en sí mismo, en la afrenta recibida, sino solo en el bien de su esposa.

 

“Y sucederá aquel día - oráculo de Yahveh - que ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío.» Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán más por su nombre.   Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión,  te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh.  Yo la sembraré para mí en esta tierra, me compadeceré de «Nocompadecida», y diré a «Nomipueblo»: Tú «Mi pueblo», y él dirá: «¡Mi Dios!»” (Os 2,18-19.21-22.25)

 

Dios con su amor victorioso logrará pues reconquistar al pueblo para vivir la Alianza en fidelidad. Pero ya es inevitable que para poder recuperarla la entregue a la amargura del destino que ha elegido al alejarse de su Señor e irse detrás de falsos dioses.

 

“Yahveh me dijo: «Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y comete adulterio, como ama Yahveh a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses.» Yo me la compré por quince siclos de plata y carga y media de cebada. Y le dije: «Durante muchos días te me quedarás quieta sin prostituirte ni ser de ningún hombre, y yo haré lo mismo contigo.» Porque durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin rey ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim. Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios y a David, su rey, y acudirán con temor a Yahveh y a sus bienes en los días venideros.” (Os 3,1-5)

 

La historia matrimonial de Oseas se entrelaza con la historia de Dios con su pueblo. La mujer le da hijos pero le es infiel; sufre la esclavitud tras su infidelidad y el Esposo que la ama y está dispuesto a perdonarla, sale a buscarla y reconquistarla. Pero ella debe hacer penitencia para volver a su Esposo. Tanto Dios como el profeta no aman por que los reciben o les devuelven el amor, aman por ellos mismos, aman gratis hasta la locura.

 

El desprecio a un Dios enamorado

 

Nunca sé si llorar de alegría o llorar por dolor, y seguramente con ambas motivaciones deba hacerlo. Aquí está el drama de toda la historia de la Salvación. Dios ama con fidelidad y la humanidad desprecia ese Amor, no lo conoce y elige entregarse a tantas idolatrías vacías de sentido y cargadas de muerte. Pero no nos excusemos. Quien actúa de ese modo no es solo el género humano, es también su Pueblo –la Iglesia-, quién actúa así soy yo mismo. ¿Estamos todos locos? ¿O tan hinchados de vanidad y ciegos de egocentrismo? ¿Cómo entender que no amemos a Dios quien es el Amor?

Por un lado se levanta majestuosa la Fidelidad de Dios por su Pueblo, a quien elige y ama ofreciéndose enteramente y sin reservas a Si mismo. Por otro lado nuestra mezquindad, porque desaprovechamos semejante Amor, porque nos amamos más a nosotros mismos y nuestros intereses que a Quien nos ama libérrima y gratuitamente. Aquí el drama que se explicitará total y acabadamente en la Cruz de Jesucristo, el Esposo fiel que da la Vida por Amor.

 


Oseas: el profeta del Dios Esposo (2)

 



Contenido general

 

A grandes y primeros rasgos adelantamos que Oseas critica a los cultos baalistas (dios de las cosechas y de la fecundidad) a favor de Yahvéh. En este sentido desarrollará toda su teología espiritual de la Alianza como bodas o nupcias entre Dios y su pueblo.

En medio de las alianzas políticas recuerda la Alianza anterior que sigue vigente y nunca caduca, Alianza fundante que es superior y está por encima, la única Alianza en la que el pueblo puede apoyarse para hallar salvación, la Alianza con su Dios. Podríamos decir que en cierto sentido hace teología política.

 

Profecía y vida personal

 

En Oseas se mezclan dramáticamente las peripecias de su vida con el mensaje de Dios a su pueblo. Al comienzo del libro, en los caps. 1-3, se narra ese momento clave de su vida que es signo de la profecía que Dios le encarga predicar.

 

Comienzo de lo que habla Yahveh por Oseas. Dijo Yahveh a Oseas: «Ve, tómate una mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh.»”  (Os 1,2)

 

Debemos notar que lo que “habla Dios por Oseas” no se trata de un oráculo pronunciado en palabras, se trata de un signo realizado con su propia vida. La vida del profeta con su esposa es símbolo del vínculo de Dios con su pueblo. El Señor le manda tomar por esposa a una prostituta.

Esta “mujer dada a la prostitución” parece que puede entenderse de dos maneras. Por sorprendente que parezca la opción menos escandalosa, la primera que con sentido común se deduce del texto, sería que fuese una mujer dedicada al comercio sexual de su cuerpo. ¿Y Dios le manda que la despose?

La segunda opción es más escandalosa aún. Se trataría de una “hieródula”, una servidora de lo sagrado en los cultos baálicos. Vayamos despacio…

Los cultos religiosos cananeos, ligados a la fecundidad en una economía netamente agrícola-ganadera, suplicaban a sus dioses por la lluvia que garantizaba buenas cosechas y pastizales que les permitían alimentar al ganado como incrementar su reproducción. Dependían del clima benéfico para su tarea. Y baal –que se puede traducir por dueño, propietario, esposo, amo- es una divinidad localizada en un territorio y vinculada a la naturaleza. De hecho se habla de los baales en plural, como las divinidades dominantes de las regiones. Pero además, con mixtura de diversos acentos de religiosidad cananea, baal es también un principio masculino y femenino. En cuanto masculino simbolizado por la lluvia fecundante y en cuanto femenino por la tierra fecundada. Por eso en los ritos sagrados, las profetizas-sacerdotisas tras entrar en trance extático, se unían sexualmente a los varones en orgías sagradas como forma de transmitir la fecundidad que donaba baal a sus fieles y a sus campos. Somos adultos y podemos hablar de estas cosas, ya entendemos en parte la gran atracción que ejercían estos cultos.

Pues la segunda opción es entonces que Dios mandara al profeta tomar por esposa a una de estas profetizas sagradas de los cultos cananeos.

Como vemos ambas posibilidades de interpretación del símbolo que Dios manda actuar en la vida de Oseas son tremendamente escandalosas. Oseas representa a Dios, el esposo amante y fiel; en tanto Gomer señala a Israel, el pueblo prostituido e infiel.

Y como si esto ya no fuera inquietante en extremo, el símbolo avanza sobre los frutos de esa fecundidad corrompida.

 

“Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo. Yahveh le dijo: «Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel. Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.» Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas: «Ponle el nombre de "No-compadecida", porque yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía. (Pero de la casa de Judá me compadeceré y los salvaré por Yahveh su Dios. No los salvaré con arco ni espada ni guerra, ni con caballos ni jinetes.)» Después de destetar a «No-compadecida», concibió otra vez y dio a luz un hijo. Y dijo Yahveh: «Ponle el nombre de "No-mi-pueblo", porque ustedes no son mi pueblo ni yo soy para ustedes El-Que-Soy.»” (Os 1,3-9)

 

Se evidencia pues una ruptura creciente entre Dios y su pueblo, una Alianza matrimonial que se fractura.

El nombre del primer hijo es una condenación de la matanza llevada a cabo por Jehú contra la casa de Ajab; un pecado que pesa sobre la historia de Israel, que aun cuando intenta obrar lo que Dios quiere lo realiza de un modo que el Señor no aprueba. El valle de Yizreel, símbolo de fertilidad y locación bíblica del combate escatológico definitivo, ahora sirve de contra-signo, como profecía de esterilidad futura pues se han arruinado sus campos y juicio condenatorio sobre el pueblo por la sangre derramada.

La segunda hija expresa con su nombre que el pueblo ya no goza de la compasión de Dios, que el Señor ya no está dispuesto a soportar los pecados de Israel, que sobrevienen tiempos de juicio. Y finalmente el tercer hijo declara que la Alianza se ha roto; que Dios ya no puede ser Aquel que se reveló y los liberó de Egipto, que los educó e hizo Alianza con el pueblo en el Desierto. Ahora simplemente han dejado de elegirlo yéndose tras la prostitución de los baales. Se han auto-excluido de la Salvación por sus idolatrías, se han apartado del Señor y puesto a distancia de su acción benéfica. Esta traición es la causa de sus males presentes y tendrá consecuencias en el futuro.

 

La Misericordia no excluye las consecuencias del pecado

 

Nuestras acciones libres y responsables tienen consecuencias que hay que aceptar y asumir. El perdón dado por Dios y el arrepentimiento de sus hijos abren la posibilidad de nuevos caminos, pero las heridas del mal a veces no cierran tan fácilmente y el peso de la oscuridad se puede seguir cargando sobre sí algún tiempo. Parece ser parte de la pedagogía del Dios Santo y Misericordioso dejar que el pueblo mastique y saboree la hiel de sus malas decisiones, de tal forma que recuerde de Quien se ha apartado y quede grabada en su paladar la amargura del pecado.

A veces me parece que hay entre los creyentes una imagen pueril y desencarnada de la Misericordia divina. Algo así como un “vale todo que al final igual habrá Misericordia”. Pero el pecado lastima y nos lastima, deja huellas y afea todo lo que toca. No es gratis el pecado, impone su precio. Salir del pecado no es algo automático, se trata de un proceso de conversión a veces duro y sufrido. La purificación que Dios obra, aunque sostenida y animada por el Amor, no está para nada exenta de sufrimientos como de parto y de exigentes renuncias. En conclusión: mejor no apartarse de Dios y perseverar en santidad de vida según nos lo posibilita la gracia de su Espíritu.

 


TRINITARIAS







¡Oh cómo circula el amor

Tan rico de luz y gloria

Es un amor en tres que toca,

Un amor que toca y abre herida,

Una herida en tres de amor unida!

 

¡Oh cuánta unidad que da el amor

Tan comunicativo en procedencia eterna

Y en relación eterna unida llama

Que abre el alma a la divina gloria

Quedando herida de quietud tan viva!

 

¡Oh cuánta vivacidad canta el amor

Fuente perenne de oblación y gozo,

Es todo recepción abierta y donación sin mengua,

Comunicación de amor en tres salidas

Que al darse sin reserva se tienen sin medida!

 

¡Oh cuánta salida en amor provoca herida

Y tanta recepción da tenencia y dicha,

Al toque repica el alma que enunciada

En silente comunión se levanta en gracia,

La humana vida a la divina vida!

 

¡Oh cuánto exceso el amor eterno

Que visita al alma rasgando tela,

La secreta y delgada tela que separa

La interior morada de la esponsal recámara

Que lleva en sí secretamente y a la espera!

 

¡Oh cuánta fruición en el amor que excede,

Un solo amante en tres caricias,

Un solo huésped en tres visitas,

Y se sabe el amor infinito en su valía

Más parece que siempre más amor habría!

 

¡Oh cómo circula el amor

Tan rico de luz y gloria

Es un amor en tres que toca,

Un amor que toca y abre herida,

Una herida en tres de amor unida!

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...