PROVERBIOS CON LUZ DE AMOR Contemplar

 




CONTEMPLAR

 

1.      Contemplar  es desatarse en uno un profundo y ardiente deseo de amor.

 

2.      Contemplar es buscar en todo y tras de todo el Rostro luminoso de Cristo.

 

3.      Contemplar es entrar el alma en comunicación viva e intensa con su Amado. Comunicación que engendra comunión, un vínculo cada vez más indisoluble.

 

4.      Contemplar es un ilimitado y gratuito intercambio en el amor.

 

5.      Contemplar es el encuentro de dos que buscan ser uno en el amor.

 

6.      Contemplar es ir alumbrando un latir al unísono con el Señor Amado.

 

7.      Contemplar es ser ya el contemplador de su Amador.

 

8.      Contemplar es despertarse amorosamente el corazón a la voluntad de Dios.

 

9.      Contemplar es despertarse al amor. Y quien despierta al amor ya no quiere dormir de nuevo el sueño de la ausencia del Amado. Quien despierta a la  contemplación, despierta al amor unitivo con Cristo; “despierta a Dios”.

 

10.  Contemplar significa que el alma, enamorada e inquieta, sólo halla reposo y sosiego en presencia de su Señor.

 

11.  Contemplar es desear el alma, simple pero radicalmente, ser de su Señor.

 

12.  Contemplar es lanzarse confiado a los brazos amorosos del Señor y así, abrazado, reconocer y saborear su Señorío sobre toda la vida y aún sobre la muerte.

 

13.  Contemplar es de tanto ser amada el alma llegar a participar del mismo Amor que la ama. Llegar a ser del Amor y desde el Amor es el camino del alma.

 

14.  Contemplar es búsqueda y hallazgo en amor. Búsqueda de dos que quieren hallarse para donarse uno al otro.

 

15.  El contemplador busca encontrarse gratuitamente en amor con su Amado y Señor, quien sabe lo está buscando para encontrarse gratuitamente en amor.

 

16.  Amor que va detrás de amor, el del Señor siempre primero en dar y recibir, es el contemplar.

 

17.  Contemplar es el maravilloso encuentro de dos que se buscan para amarse gratis.

 

18.  Contemplar es vivir para el encuentro con el Amado y nada más.

 

19.  Contemplar es llevar el contemplador en sí las huellas vivas del trato con su Amado.

 

20.  Contemplar es desear ser uno y participar en cuanto criatura de la correntada infinita de amor y vida del Amado.

 

21.  Contemplar es querer ser desbordado por el amor de Dios.

 

22.  Contemplar es querer recibir al Señor de modo desbordante; entrar en comunión con el Amado hasta ser alcanzado “en arras y primicia” por esa intensa y sobreabundante comunión solo propia de la Bienaventuranza eterna.

 

23.  Contemplar es mirarse en el espejo del Amado.

 

24.  Contempla el Espejo donde se muestra el rostro Trinitario, la perfecta e infinita comunión de las tres Personas divinas.

 

25.  Contempla el Espejo donde el rostro de Cristo Señor transparenta el rostro del Padre Dios. Espejo que ilumina y enceguece y abre el panorama al misterio de una comunión indecible.

 

26.  Contempla el Espejo divino que invita a la participación y nos regala primicias por el don del Espíritu Santo. ¡Oh Espejo irrechazable!

 

27.  Tú mira el Espejo donde puede contemplarse la centralidad de la Cruz.

 

28.  Cruz, siempre la Cruz. El Espejo nos devuelve la Cruz para despejarnos el itinerario del contemplar.

 

29.  La unión con Dios no se realiza sino por la Cruz y solo por la Cruz.

 

30.  Pasar la vida entera por la Cruz por amor al Amado es verdadera contemplación.

 

31.  La oración contemplativa es un regalo que se nos da para aprender a ver en toda circunstancia y en todo rostro al Amado en Cruz y amarlo allí con todas nuestras fuerzas.

 

32.  Contempla quien ora viviendo y vive orando a los pies del Amado en Cruz.

 

33.  ¡Oh Santa Cruz¡ Imagen central del Espejo que atrae al contemplador con fuerza irresistible y lo invita a participar del Amor Eterno.

 

34.  Contemplar es tener la vista fija en el eterno Espejo de Amor y dejarse modelar a su imagen.

 

35.  Contemplar es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.

 

36.  Contemplar es un llamado a la unión que suena desproporcionado y se agradece.

 

37.  Dejar que el Amado lo sea todo porque verdaderamente lo es. Dejarse el contemplador ser nada porque verdaderamente lo es. Nada de la nada del contemplador es el Amado y nada sin el Amado es el contemplador.

 

38.  Por el ofrecerse absoluto del Amado  -que mueve al contemplador a un ofrecimiento cada vez más crecido- se le regala el milagro de la comunión a quien nada merece ni debiera aspirar.

 

39.  Contemplar es lanzarse a los brazos del Amado, reconociendo su absolutez, a la vez  que reconociendo la inabsolutez  absoluta del contemplador sin el Amado.

 

40.   Reconociendo e implorando, suplicando amor, mendigando misericordia, contemplar es dejarse regalar la comunión gratuita con Aquel a quien no mueve más que la gratuidad.

 

41.  Contemplar es experimentar el más grande milagro de misericordia.

 

42.  Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.

 

43.  El contemplador, ya encaminado al encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa que moverse, vivir y existir en el amor de su Amado, depender de Él.

 

44.  Contempla quien quiere darse todo por entero a su Amado, lograr que todo le pertenezca a Él y nada ya se reserve a uno mismo. Llegar a ser totalmente y sin reserva del Amado Jesús.

 

45.  Ser cristiano es algo simple pero que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser cristiano es ir haciéndose semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él crezca, morir en su muerte y que Él viva en uno. Y esto es contemplar.

 

46.  La contemplación auténtica moviliza una real y concreta transformación de la vida para pertenecerle al Amado.

 

47.  Contemplar es entonces pertenecer al Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero se nos ofrece.

 

48.  Contemplar es andar en amor.

 

49.  Contemplar es un andar vagabundo tras de amor como quien nacido de lo alto escucha aquel viento que sopla donde quiere, sin saber de dónde viene ni a dónde va.

 

50.  Contemplar es un andar herido de amor, que inflamado por ardores indescriptibles que le llegan de más allá de sí, se ve animado, impulsado y llevado.

 

51.  Contemplar es un andar enloquecido de amor.

 

52.  Este andar en amor encendido e incendiado que es la contemplación, va engendrando amor por donde pasa.

 

53.  Por su testimonio de andar en amor, el Señor va regalando a otros, el enamoramiento de amor que ya ha infundido en el contemplador.

 

54.  El contemplativo anda en amor, provocando el llamado a vivir y andar en amor del Amado.

 

55.  Este andar en amor encuentra su vocación en darse más a su Amado para que su Amado lo convierta en rostro y presencia viva de su amor para el mundo.

 

56.  Contemplar es andar en amor provocando amor por un amor tan encendido.

 

57.  Contemplar es entrelazar la vida con la Vida del Amado.

 

58.  Amadores, el Señor y el contemplador, que se buscan y se encuentran y se unen.

 

59.  Se van entrelazando, entretejiendo estos dos bien distintos y por la gracia de uno van alcanzando la unidad y la armonía en el amor.

 

60.  La vida del contemplativo va siendo transformada a imagen y semejanza de la Vida Nueva del Amado; imagen y semejanza sembrada desde siempre y desde siempre llamada a crecer hasta alcanzar la plenitud.

 

61.  La vida contemplativa se va llenando hasta la excedencia de aquella plenitud regalada por el amor fecundo del Señor Jesús que se da sin medida.

 

62.  Contemplar es lanzarse a la fecundidad del amor en el encuentro unitivo con Jesús Amado que viene y no deja de venir.

 


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (9)

 

 

Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte III)

 

Concluyamos este importante oráculo contenido en el capítulo 34 del libro de la profecía de Ezequiel.

 

“Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor. Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado. Concluiré con ellos una alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán en seguridad en el desierto y dormirán en los bosques. Yo los asentaré en los alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia de bendición. El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando despedace las barras de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados. No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad y no se les turbará más. Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo del Señor Yahveh. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh.” (Ez 34,23-31)

 

Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará. Obviamente el personaje profetizado es el Mesías, el Servidor que brotará del tronco de David y que levantará el cetro real para siempre. Apoyado sobre profecías precedentes, ahora Ezequiel también anuncia un Mesías y en este caso un Mesías-Pastor. Esto no es novedoso, pues ya Miqueas le había presentado así, jugando con la doble realidad de David, también pastor y rey.

La consecuencia de ese Pastoreo será como un nuevo estado paradisíaco que nos recuerda ciertas semblanzas de Isaías acerca de la paz mesiánica que reinará sobre toda la Montaña Santa, trayendo concordia entre las creaturas por obra del Emanuel.  Además claro este oráculo ya plantea la vuelta a la tierra prometida y el fin del exilio babilónico como resultado del Pastoreo de Dios sobre su pueblo.

Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios. ¿Qué mayor motivo de alegría y esperanza que éste anuncio, verdad? ¡Que lleguen pronto esos días!

 

Volvamos al único Pastor Jesucristo

 

Obviamente los cristianos creemos que es el Señor Jesús el Buen Pastor que el Padre nos da. Permítanme un par de citas tan estimadas por mi corazón.

 

“Y el Dios de la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna, os disponga con toda clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Heb 13,20-21)

 

“El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia;  el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.” (1 Pe 2,22-25)

 

Dos pasajes neotestamentarios preciosos acerca de Jesucristo Pastor no tan citados. Ambos remiten como fuente del Pastoreo a la Pascua.

En Hebreos se afirma que el Padre, “Dios de la paz”, suscitó al Hijo resurgido de la muerte, victorioso por su Sangre derramada que abre y sella la Alianza Eterna, como el Gran Pastor de las ovejas. La misión del Jesús Señor y Pastor será derramar en su Pueblo los bienes salvíficos que le sean necesarios para bien disponerse y orientarse a vivir siempre según la voluntad santa del Padre Dios. ¡Tremendo anuncio!

El Apóstol Pedro, sobre el canto de Servidor de Isaías que se proclama el Viernes Santo, nos presenta un Pastor Crucificado, un Servidor manso y humilde que nos sana mediante sus heridas y vence nuestro pecado cargándolo sobre sí. Este Jesús sufriente por Amor, que triunfa mediante el Sacrificio de su propia Vida, es el Pastor al que deben volver las ovejas descarriadas. ¡Y Él será entonces el Guardián de sus almas!

¡Cuánto me pesan entonces estos tiempos donde la Persona Divina de Jesucristo es silenciada y abandonada hasta el olvido! No hablo solamente del proyecto cultural relativista, en todo caso ese nuevo paganismo profundamente anti-cristiano, que parece extenderse con pretensión de alcanzar un status globalizado. No, lamentablemente también hablo de nosotros, el Pueblo de Dios. ¿O no nos damos cuenta que cada vez hablamos menos de Jesucristo en la Iglesia y siempre más de nosotros mismos y de nuestras cosas? ¿En serio no tomamos conciencia que diversos aspectos del Misterio de Jesucristo, van siendo por nuestros discursos y nuestras nuevas prácticas adaptadas al mundo, cercenados y escondidos? Hay un mal olor a negación de la Divinidad de Cristo que como humo de Satanás, como un nuevo arrianismo de la nueva era del tercer milenio, se ha ido colando por los corredores y pasillos de la comunidad de la fe. Y creo que no tardará en mostrarse en toda su envergadura.

Probablemente como en el exilio, la Iglesia en el futuro próximo también sienta el golpe de la dispersión. La única Salvación será volver al Gran Pastor de las ovejas y Guardián de nuestras almas: Jesucristo.

 


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (8)

 



Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte II)

 

Continuemos masticando y digiriendo el gran capítulo 34.

 

“Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas. Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra.  Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh. Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminaré: las pastorearé con justicia.” (Ez 34,12-16)

 

Un gran consuelo, ciertamente, que el Señor mismo se haga cargo del Rebaño-Pueblo que se eligió y que considera su heredad. Aunque el oráculo profético aún no explicita cómo realizará Dios esta obra de su propio pastoreo, se anticipan claramente unas notas salutíferas:

  1. Vigilancia amorosa y solícita del Dios Pastor que sigue pendiente de sus ovejas
  2. Las recobrará desde la dispersión y las reintegrará a la unidad de la Alianza-Comunión.
  3. Las sacará de la confusión y desorientación que viven en medio de otros pueblos y las devolverá a la clara identidad de ser el Pueblo de Dios, el Pueblo de las Promesas.
  4. Las pastoreará y apacentará conduciéndolas y guiándoles de nuevo por los caminos de la historia y retomará con ellas el proyecto de la Alianza.
  5. Reposarán entonces en saciedad, gozando de los bienes salvíficos que provienen del Señor y que son consecuencia de permanecer fieles a su Palabra.

 

Finalmente se describen unas acciones específicas: buscará a la perdida y descarriada, sanará y confortará a la enferma y herida; pero inquietantemente se dirá que va a exterminar a la gorda y robusta y esto en virtud de hacer justicia. ¿Qué significa? Veamos.

 

“En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.  ¿Os parece poco pacer en buenos pastos, para que pisoteéis con los pies el resto de vuestros pastos? ¿Os parece poco beber en agua limpia, para que enturbiéis el resto con los pies? ¡Mis ovejas tienen que pastar lo que vuestros pies han pisoteado y beber lo que vuestros pies han enturbiado! Por eso, así les dice el Señor Yahveh: Yo mismo voy a juzgar entre la oveja gorda y la flaca. Puesto que vosotras habéis empujado con el flanco y con el lomo y habéis topado con los cuernos a todas las ovejas más débiles hasta dispersarlas fuera, yo vendré a salvar a mis ovejas para que no estén más expuestas al pillaje; voy a juzgar entre oveja y oveja.”  (Ez 34,17-22)

 

Voy a juzgar entre oveja y oveja. Y ahora nos venimos a enterar  que en el rebaño de ovejas no todas son rosas. El Señor que ha sido contundente y preciso al hablar a los pastores también tiene reclamos hacia sus ovejas. No todas son dóciles, justas y bien intencionadas. El Pueblo tiene dificultades fraternas, algunos hermanos se aprovechan de otros, especialmente de los más débiles. Más allá del pecado de los pastores también los fieles han dado lugar a la injusticia, al engaño, a la búsqueda desmedida de poder y a la avaricia por las posesiones. De ese modo enturbian el manantial de la Alianza y lo contaminan con su pecado. La falta de conversión de algunos provoca que ni ellos aprovechan el alimento que Dios les da para todos y además lo arruinan para el resto que va quedando desnutrido en gracia.

Por detrás de esta exhortación se colige el mal de las ovejas: la rebeldía, la indocilidad. Dios mismo quiere hacerse cargo y ser su pastor pero… ¿se dejarán pastorear?

 

Mediaciones fieles y fieles dóciles

 

El problema pues parece ser doble: muchos en las clases dirigentes son infieles a la misión encomendada y no pocos del Pueblo fiel se muestran mezquinamente disponibles a vivir en Alianza con Dios. Supongo que esta situación descripta por el profeta tiene como antecedente toda la historia de la salvación que le precede y se proyecta hasta nuestros días. En el último fondo es el antiguo pecado de Adán: querer ser el hombre dios desligándose de su Señor, empoderándose falsamente y cayendo enteramente en el engaño del Adversario.

Claro que hay que reconocer la asimetría entre el pastor y la oveja. “A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá”. Y quien ha sido llamado al ministerio pastoral tiene sin duda una mayor responsabilidad en el cuerpo eclesial.

Pero también debo decir –a disgusto de las ideologías de moda- que el tal mentado “clericalismo”, cual vector que concentra todos los males actuales de la Iglesia peregrina, en parte es una gran excusa. Porque junto a la peste del “clericalismo” en paralelo se ensalza la idílica utopía “del pueblo bueno solo por ser el pueblo”. Se trata de una construcción forzada e irreal que no se condice con la realidad más evidente. Y de fondo reproduce el mito marxista de los “propietarios malos” y del “proletariado bueno”. Que se siga sosteniendo tan mecanicista, rígida, superficial y estereotipada mirada sobre la naturaleza humana me resulta increíble.

¿Acaso en la Iglesia el laicado ha llegado a ser ese laicado que se soñaba previamente y durante el Concilio Vaticano II? ¿Y la hora de los laicos? ¿Se harán cargo de su hora? He sido laico y ahora soy pastor: ¿en serio tengo la culpa de que el laicado no surja vital y fecundo en el Pueblo de Dios? Probablemente tenga en mi ejercicio del ministerio tantísimos errores, pero no ciertamente el de no anunciar a Jesucristo a diestra y siniestra, a tiempo y destiempo para que pueda derramar su amor y ser amado. ¡Sólo Dios sabe como me desvivo día a día para que se enamoren de Él y le entreguen gozosa toda la vida! ¿Y? Muchos no quieren, no pasan de vivir para sí mismos y de recurrir a Dios apenas para salvaguardar sus conveniencias cotidianas y miopes.

Señores y señoras, hermanos míos todos, la cuestión es otra tanto para pastores como para ovejas. La cuestión es la santidad. Y mientras deambulemos por la mediocridad seremos mediocres mediaciones y mediocres discípulos. Un Pueblo de Dios que no se decida radicalmente a romper con el pecado y a abrazar un proyecto serio de santidad buscando la Alianza con su Señor Amado: ¿cómo podrá ser pastoreado? Permanecerá resbaladizo al cayado de la Salvación.

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (7)




Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte I)

 

Ezequiel invita al Pueblo a la responsabilidad personal. Debe cada quien hacerse cargo de su propia respuesta al Señor y de las consecuencias colectivas de las propias acciones. Así, sin ocultamientos, denuncia a los culpables y repasa la historia salvífica de Israel bajo el clásico leimotiv de la infidelidad a la Alianza y de la mala praxis o insuficiente desempeño en el cumplimiento de la Ley. Los culpables de la ruina son sobre todo “los pastores”. Esta categoría engloba a quienes ejercen el poder religioso como sacerdotes, doctores de la Ley y profetas profesionales o de corte; pero también a quienes detentan el poder civil como reyes y su familia dinástica, altos funcionarios, nobles, terratenientes y dirigentes del Pueblo en general. Se trata de aquellos encumbrados y poderosos que han hecho mal uso de su posición de liderazgo y conducción. 

Surge siempre inquietante el gran capítulo 34 de crítica y de anuncio esperanzado de un Mesías-Pastor. No será para nada una pérdida de tiempo sino una ventajosa inversión escuchar atentamente y digerir pacientemente este gran oráculo profético.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.” (Ez 34,1-6)

 

¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Sin duda es el centro de la acusación y de la queja. Han abandonado las ovejas a su cargo para dedicarse tan solo a sí mismos. ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? El profeta constata que en su lugar, vergonzosamente, solo han vivido el encargo pastoral para satisfacerse a sí mismos, para buscar y detentar privilegios y para ejercer una autoridad tan injusta como corrompida. Los pastores del Pueblo han sido negligentes, han desenvuelto bajo el estandarte de la mala praxis su servicio. Han usufructuado económicamente con avaricia de las ofrendas que el Pueblo le hacía a Dios mediante el culto, enriqueciéndose y tomando con rapiña por sí mismos de la mesa de los pobres y sencillos. No han sido cuidadosos y solícitos con las necesidades de sus ovejas pues en verdad no les interesaba cuánto les sucedía. Las han abandonado a su suerte sin aconsejarlas ni defenderlas del peligro sin procurar que no se pierdan por caminos engañosos. Las han empujado a entregarse a los ídolos, abandonando al Señor de la Gloria. Tal vez los pastores tampoco tengan fe en Dios sino que simplemente usen la fe para encumbrarse a sí mismos y gozar así de mundanos beneficios por un ministerio mal realizado.

¿Y qué hará Dios al respecto? Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. El oráculo profético advierte a los malos pastores que el Señor los quitará del ministerio, que ya no les confiará a sus ovejas y que impedirá que se sigan abusando del ministerio e instrumentalizando la fe de los sencillos para vivir con privilegio, olvidándose del auténtico servicio pastoral. El Señor mismo se hará cargo del rebaño de su Pueblo y los pastores serán destituidos.

 

“Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh: Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño; por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa. Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.” (Ez 34,7-11)

 

No abusarás del ministerio, no lo harás a tu conveniencia

 

Ciertamente es de gran dificultad decir una palabra actualizada sobre los pastores siendo yo mismo pastor al participar en el ministerio sagrado del Único Pastor Jesucristo. Quizás podríamos comenzar justamente por aquí. En estos tiempos eclesiales a los pastores se nos reclama un especial esfuerzo de conversión y santidad. En hora buena. Y no me refiero solamente a casos escandalosos, de público conocimiento y masiva difusión, hondas heridas eclesiales que incluyen actos criminales perpetuados bajo un perverso uso del ministerio. Sino en el fondo de toda la cuestión a recordarnos que las ovejas no son nuestras y que el oficio del pastor no es un salvoconducto para ejercer un poder sin límites. Volver a Jesucristo, el Buen Pastor, debemos todos y sin duda primero los pastores. ¿Cómo pastoreará al Pueblo en su Nombre quién no se deja pastorear por el Señor?

Una palabra difícil porque lamentablemente también hoy percibimos que algunos hermanos nuestros, investidos de este sagrado ministerio en bien de los creyentes, lo usufructúan para sí mismos. Heridos en su estructura personal y enfermos espiritualmente o caídos en la tentación que los sumerge en las tinieblas del pecado, se entregan a la obtención del poder, a la ambición por una carrera eclesiástica ascendente, a la búsqueda de protagonismo y reconocimientos humanos y a mucho más. Y lo decimos conociendo la propia fragilidad, luchando la propia fidelidad, combatiendo para perseverar en la gracia. “Herido el pastor se dispersarán las ovejas”. Y porque los pastores estamos siendo constantemente apuntados como blanco por el Enemigo, nuestra vigilancia debe ser constante y extrema. Ardua tarea la del pastor de las ovejas: vigilar implacable sobre sí mismo y velar paternal y maternalmente por las ovejas. Sin tomar el cayado de la Cruz de Cristo esta empresa es del todo imposible.

Pero también hay que decir que el ambiente se ha vuelto del todo desfavorable a la “cura de almas”. En el sentido que la creciente descristianización, secularización y apostasía del “mundo moderno” van haciendo decaer fuertemente la fe en Jesucristo y la adhesión a la Verdad del Evangelio. En esta atmosfera de relativismo autoritario, cual un extenso y árido desierto, no es nada fácil proclamarse pastor en su Nombre. Y aquí la tentación ha hecho mella en los pastores de la Iglesia peregrina: el temor a la creciente conflictividad en el ejercicio del ministerio y la perspectiva de no ser bien recibidos y estimados, sino más bien resistidos y apartados; la práctica de cierto difuso “buenismo pastoral” que, bajo excusa de tolerancia o falsa misericordia, invita a tomar el atajo fácil pero engañoso de no anunciar enteramente la verdad; incluso a veces las oposiciones internas dentro de la propia comunidad cristiana a los empeños sinceros de fidelidad a la Revelación y el poco apoyo prestado a quienes intentan concretar un proyecto discipular en santidad de vida;  y hasta el poco acompañamiento de los superiores más preocupados por las reacciones de la opinión pública y de no quedar en el centro de ninguna exposición inconveniente, más que en el respaldo de sus colaboradores; como por supuesto la gran deriva masiva de tantas ovejas que ya no quieren oír hablar del Señor bajo los términos de la fe de siempre sino según la acomodación que urgen las agendas mundanas. No, nada fácil ser pastor en nuestros días.

Y sin embargo no hay excusas porque Dios es Dios y el Señor tiene la victoria. Solo habrá que aceptar lo incambiable: el único método y camino es la Cruz. Sin Cruz, el arma poderosa en el Amor del Pastor entregado por las ovejas, no habrá pastores en la Iglesia.

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...