Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (3)

 


Estructura literaria

 

Intentemos acercarnos a la estructura literaria o plan de presentación de la obra. El material, probablemente fragmentado y disperso, parece haber sido organizado redaccionalmente por la escuela sacerdotal en el pos-exilio. Pero al realizar una mirada de conjunto de todo el libro es casi imposible encontrar el criterio de orden utilizado. De hecho los estudiosos han propuesto más de 20 estructuras diversas. Elejimos una, bastante clásica, aunque con varias inconsistencias:

a) 1,1-3,15 Introducción: visión y relato vocacional.

b) 4,1-24,27 Oráculos de juicio contra Judá.

c) 25,1-32,32 Oráculos contra las naciones.

d) 33,1-48,35 Oráculos de restauración.

 

Contenido original

 

Ezequiel manifiesta una personalidad con variados matices armonizados en su misión.

a) Profeta-sacerdote: Es notoria su preocupación por el templo presente de Jerusalén, el cual recuerda desde el destierro como marcado por los ritos impuros; un templo profanado que termina siendo abandonado por la Gloria de Yahvéh, pues ya no quiere habitarlo. Pero también es profuso en la visión del Templo Nuevo y futuro, tanto en perspectiva escatológica como en plan de restauración pos-exílica.  Se dedica a recopilar, legislar y restablecer la normativa sobre el culto, los ministros y el calendario como a insistir sobre la urgencia de observar la Ley. El Código de santidad define su eje interpretativo: un Dios santo y un Pueblo santo.

b) Profeta-actor: Multiplica las acciones simbólicas y se mueve cómodo usando lo lúdico de modo didáctico (4-5; 12; 21,33-39).

c) Profeta-visionario: Tiene 4 visiones pero muy extensas. El carro celeste (1-3; 10,18-22; 11,22-24; 43,1-7); las abominaciones idolátricas del Templo (8-11); la llanura de huesos secos (37,1-14); el Templo futuro (47,1-23; 40-48). Pinta también cuadros alegóricos: el naufragio de Tiro (27); el faraón cocodrilo (29.32) y Egipto cedro gigante (31).

 

Toda la persona orientada a la misión

 

Obviamente ya desarrollaremos los textos aludidos y tantos más. En este apartado a modo de primera presentación del profeta quisiera valorar su dedicación plena al ministerio encomendado. Cualquier otro hubiese escapado: ¿cómo sostener la fe del Pueblo cuando parece que ya todo está perdido? La tarea de sostener la identidad de Israel en el exilio aparece colosal.

Además Ezequiel tiene sus propias limitaciones: su lenguaje no tiene la belleza y la sorpresa de la poesía. Su oficio sacerdotal lo inclina a lo repetitivo como en los ritos litúrgicos y tiende hacia una renovada y espiritual atención por la pureza legal y cultual. Y sin embargo no se trata de una persona encorsetada en unos parámetros rígidos. De pronto bajo el Espíritu fluye la creatividad en términos casi novedosos para la historia de la Alianza. Ezequiel realmente vive aquello de “la mano del Señor se posó sobre mí” y entonces él mismo se deja recrear para poder llevar adelante con fruto su servicio.

Y el Señor hace de sus limitaciones, posibilidades y de su disponibilidad, saca originalidad y frescura nueva para anunciar la Alianza.

Cuando toda la situación se instala desgastante y conduce al cansancio y el desánimo, cuando reina la confusión; Ezequiel centinela, profeta sacerdote y hombre de Dios, está claro y lúcido en el Señor, desplegando novedades, improvisando con frescura, educando con método y firmeza, abriendo horizontes cargados de esperanza de modo que se pueda resembrar el júbilo. Evidentemente está entregado al Espíritu de Dios y ha tomado la decisión de que cuanto pueda ofrecer de sí, lo ofrecerá todo y sin reservas. Toda su persona y su misión se hallan en sólida concordancia.

En cambio hoy, en una situación paradigmática que permite establecer algún parangón, son pocos los cristianos que en la Iglesia peregrina permanecen claros y sin confusión, animosos y preservados del desgaste imperante. Y creo firmemente que es nuestra senda urgente: entregarnos de nuevo al Espíritu, expresar frescura y novedad de Alianza y sostener la identidad en un ambiente ampliamente adverso.

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 20

 



Lates Tú entre mis manos

 

Oh sorpresa y conmoción

Al elevarte lates

 

¿Por qué lates Señor tan vivo

Entre mis pobres y pequeñas manos?

 

¿Qué quieres? ¿Qué buscas?

¿Qué esperas de mí?

 

El pan de tu Cuerpo late

El cáliz de tu Sangre late

Entre mis manos

 

Lates como un llamado incesante

Lates a golpes de Amor entregado

 

Y al dejarte sobre el altar

Entre mis manos hundo el rostro perplejo

Dime pues que desespero, ¿por qué lates?

 

Amado que lates

Tu palpitar me atraviesa

Y me dejas herido de Amor

Esposo que lates

 

Pero, ¿por qué lates?

 

Lates porque Tú eres el Viviente

 

Y como lates en la Eucaristía

Lates secretamente en tu creación

Lates por detrás de todo el tiempo

 

Tu latir resucitado y omnipotente

Se ha quedado impregnándolo todo

Tu Plenitud se ha desbordado hacia nosotros

 

Mas bien se ha manifestado

En el tiempo oportuno de tu Padre

El Misterio escondido desde siempre

 

Que eternamente todo ha sido fundado

En el Hijo Cristo Logos Pléroma

Y sin el latir constante del Dios oferente

Nada en absoluto podría sustentarse por sí


Lates simplemente

Porque perennemente estás latiendo

Pues sin tu palpitar divino

Nada tendría vida ni horizonte

 

Lates Tú hoy entre mis manos

Tan pobres y pequeñas

Ocultos ambos en silencio humilde

 

Y unido a Ti reconozco

Que soy yo quién está entre Tus Manos

Y que lato porque Tú Amado y Esposo lates

 

Y amorosamente latiendo me lates

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (2)

 

 



Un símbolo vocacional

 

Continuando con su semblanza vocacional, es sin duda la imagen del “centinela”, la que tan bien define la auto-comprensión que Ezequiel tiene de su misión profética. Veamos dos pasajes al respecto: Ez 3,15-21; 33,1-9.

 

“Llegué donde los deportados de Tel Abib que residían junto al río Kebar - era aquí donde ellos residían -, y permanecí allí siete días, aturdido, en medio de ellos. Al cabo de los siete días, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: «Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.»” (Ez 3,15-21)

 

Tras la visión vocacional del carro de la Gloria de Yahvéh y del “libro de los ayes” o lamentaciones, ya habíamos anticipado que el profeta vuelve junto a los deportados en una semana de aturdimiento personal que expresa tanto la excedencia del encuentro con Dios como el tiempo de una nueva creación. La primera Palabra que Dios le dirige lo confirma en su vocación y la clarifica: “Tú, Ezequiel, eres como un centinela”. El profeta debe escuchar la Palabra y comunicarla al Pueblo y será juzgado según su desempeño. Todo está centrado en la conversión del malvado a quien Dios quiere rescatar y quitar del pecado. Ezequiel es llamado a participar de esta iniciativa divina y se le requiere fidelidad.

En el otro texto a considerar se explicita mejor la parábola del centinela describiendo las acciones que realiza. Se insiste en la idea que Dios ha puesto a Ezequiel como centinela de su Pueblo y le pedirá cuentas. Él debe “tocar el cuerno de la Palabra del Señor”, hacer resonar con integridad sus advertencias y pedidos de conversión.

Aquel “libro de las ayes” que contenía “cantos fúnebres, lamentos y amenazas” y que sin embargo en la boca “su sabor era dulce como la miel” significa la profecía. Ezequiel debe anunciar un mensaje que no es fácil de aceptar pero que si no lo pronuncia traerá muerte y perdición sobre el Pueblo y sobre él mismo a causa de su omisión culposa. En cambio se anuncia lo que el Señor le manda salvará su propia vida más allá de la respuesta del Pueblo, quien podrá salvarse si escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos y le ponen como centinela; y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca el cuerno para advertir al pueblo: si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza. Ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho caso, salvará su vida. Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su sangre yo pediré cuentas al centinela.

A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.»” (Ez 33,1-9)

 

Cuida como centinela fiel la fe y el camino del Pueblo

 

Creo que esta profecía es intensamente actual. Ya venimos estableciendo el parangón posible entre aquel momento del exilio y nuestra hora. También la Iglesia se encuentra inmersa en una cultura que globalmente se va descristianizando ya por ateísmo ya por nuevo paganismo. Y seguramente el Señor querrá de su esposa que permanezca en medio del mundo de los hombres como “centinela y vigía fiel”, replicando la Voz de Dios y su Palabra de Salvación. Pero, ¿es ésta nuestra auto-comprensión de la misión que nos toca en el presente? A veces me temo que no.

Porque al menos en algunas temáticas que la agenda mundial desea imponer parecemos permisivos, no en todas claramente. Más bien tengo la impresión de una ciudad sitiada por donde el enemigo ha logrado abrir algún boquete en la muralla y va infiltrando sus ejércitos progresivamente. Sé que esta imagen puede ser controvertida pues la Iglesia no pretende ya emprender una cruzada en contra de nadie sino un amistoso diálogo evangelizador con todos. (Expectativa colmada de ingenuidad a mi ver.) Lo que sucede es que los poderosos de este mundo quieren atacarla y lo hacen.

Ni hablar de ejercer hoy la Iglesia su misión profética. La misma parece coincidir apenas con algunas expresiones congruentes con la agenda 2030 acerca de ecología sustentable y fraternidad humana global. Algunos tópicos históricos, como el servicio y defensa de los más pobres y vulnerables, más bien aparecen tratados con tendencia ideológica y lenguaje político que con auténtico talante evangélico.

Difícil hallar hoy eclesialmente aquella predicación que movía a la conversión del corazón y al cambio de vida. Más bien se extiende un ejercicio de convalidación bajo camuflaje de compasión comprensiva y misericordia entrañable. Pero ese ejercicio produce un efecto difícil de explicar: nos deja enfangados en el pecado y no apunta sino a disminuir la culpa o anestesiarla en cuanto sea posible. Porque verdaderamente raro es encontrar cristianos que aspiren a la santidad y a la Vida Eterna. La “soteriología intramundana” –como suelo llamarla- lo va permeando casi todo. “El mayor bienestar posible en el mundo y durante la vida histórica”, es la consigna supuesta y a la cual la fe cristiana debe alinearse. ¿Qué es esto sino el antiquísimo plan estratégico de eliminar a Dios y su Revelación?

¿Quién cuidará como centinela fiel de Dios, la fe y el camino de su Pueblo y de la humanidad entera? Como el profeta Ezequiel, mi querida Iglesia, escucha la Palabra que el Señor te dirige:

 

“Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.»”

 

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 19

 



Un fulgor de belleza

Contempla mi alma

En otras almas

                        Donde ciertamente

                        Tú babitas

 

Me sorprendes con Tu Luz en ellas

Un destello un rayo una chispa

Eres Tú ¿quién más?

                                   Solo Tú puedes encender así

                                   Alma inteligencia y corazón

 

Apenas atino pues a hacer silencio

Aunque no sé

                        Quizás sería mejor postrarme

Y caigo rostro en tierra

Interiormente reverente

Conmocionado

Estremecido

 

Qué alegría verte Amado

Tan amante y tan amando

Recreándolo todo todo todo

Oh Tú Transfigurado

Y transfigurante

Sigiloso

Inadvertido

Humilde

Y abajado

Esposo mío

 

Y un contraste trágico entonces se levanta

La conciencia queda inquieta en sacrilegio

Tan alto Amor es despreciado

                                               Acallado

Cancelado

Enjuiciado

Y exilado

Neciamente

 

Pues en un mientras tanto desquiciado

El mundo entero tristemente ebrio y disipado

En incontables vanidades huecas muertas frías

Gira y se retuerce enfebrecido

                                               Proclama solemne falsedades

                                               Entroniza maléficas deidades

Abjura pertinaz y hereje

 

 

Arrinconado en mi refugio veo horrorizado

Al otro que es tenebroso e innombrable

Laborioso en urdir sus sucias trampas

                                   Y me conduelo en tanto hermano

Esclavizado sin saberlo

Bajo su yugo mentiroso

                                              

Pero también aquí en el yermo

Tan agraciado sigo siendo

Un pequeño testigo

Extasiado y trémulo

De tu obrar santísimo

 

Siempre aguardo sereno y confiado

Pues de tanto en tanto Tú regalas

Tu Santo destello de Luz en almas santas

Y el mundo entero se ilumina

Junto a mi corazón que cobra  nueva fuerza

                                               Oh vigorosa alegría salutífera

                                               Sea alabanza suma al Bien Amado

                                               Que todo lo recrea y hace nuevo

Desarmando oscuridades

Victorioso en las tinieblas

Resplandor resucitado

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (1)

 


 

Perfil del profeta


Comencemos pues a transitar la profecía de Ezequiel. Él es un sacerdote de la primera generación de deportados (597 a.C.). En Kebar, río canal que unía Ur y Babilonia, tiene la visión vocacional. Su misión es el consuelo de los deportados y el sostén de la identidad nacional. Debe defenderlos del paganismo babilónico.

El Resto de Yahvéh o Resto Santo será identificado por Ezequiel con la primera oleada de deportados, aquellos que resistieron a Babilonia y fueron llevados al castigo purificador (Oseas).

La profecía de Ezequiel es el germen de la llamada “tradición sacerdotal”, centrada en el código de santidad como purificación y renovación. El profeta es algo así como el maestro de novicios de Israel, colocado como centinela-guardián (Ez 3,16-21; 33,1-9).

No es un profeta profesional de la palabra pues su predicación es monótona, sin brillo y hasta cansadora. Es sobre todo un profeta de la visión y de la acción que anuncia su propia vida y que se revela como un dramaturgo extrovertido.

 

Su vocación

 

El libro se introduce con un extenso relato vocacional contenido en 1,1-3,15. Hagamos un repaso de su estructura y contenido.

  • Presentación (1,1-3)

En 1,1-2 nos da algunos datos de ubicación en tiempo y espacio. El profeta se asume como un deportado y nos indica que ha tenido una visión.

En 1,3 se afirma que la Palabra de Dios le fue dirigida.

  • Visión del carro de Yahvéh (1,4-28)

La narración de la visión inicia con la fórmula “la mano del Señor fue o se posó o apoyó sobre él”. Esta expresión “la mano del Señor sobre mí” será típica de este profeta para mostrar la intervención de Dios en su vida y ministerio. ¿Qué contempla el profeta? Una teofanía divina con simbólica al estilo de la apocalíptica. Viento impetuoso, nubes densas, rayos y fuego. Cuatro seres vivientes y misteriosos, alados cual serafines o querubines, criaturas angélicas que avanzan siempre de frente junto a cuatro ruedas de un carro que obedecen a sus movimientos. Los cuatro vivientes sostienen una plataforma como de cristal sobre la cual se asienta un trono que sirve de sede a otra figura misteriosa. Hacia el final, en el v. 28, se develará que se trata de una aparición de la Gloria de Dios. ¿Qué quiere anunciar esta visión? Digamos que afirma la “movilidad de Dios”, es decir que el Señor se traslada al destierro con su Pueblo y no lo abandona. Su Presencia no está atada al templo, a la tierra y al rey. Ahora que se han perdido todos los signos de la Alianza, el profeta comunica la buena noticia que el Señor es el Dios de este Pueblo y que van con él al exilio. Obviamente desde el comienzo del libro profético ya se prepara el anuncio novedoso de que en verdad el templo de Dios debe ser el Pueblo mismo.

  • Visión del libro (2,1-3,15)

En 2,1-8  interviene el Espíritu que penetra en el profeta, lo toma y arrebata, lo levanta. El Señor le comunica su Palabra y arranca un estribillo que se prolongará durante toda la sección: “escuchen o no te escuchen”. Esta fórmula quiere dar cuenta de que Israel es un pueblo rebelde, “tercos de cabeza y duros de corazón” (v. 7).  Al mismo tiempo se le avisa a Ezequiel que no debe tener miedo pues Dios le hará fuerte en medio de ellos para que sepan que les fue enviado un profeta. El v. 8 expresa el mandato de comer lo que se le ofrecerá.

En 2,9-10 se suma la visión de una mano que extiende un rollo escrito por ambos lados y que contiene “cantos fúnebres, lamentos y amenazas”.

En 3,1-3 se reitera el mandato de comer el libro, nutriéndose y llenando sus entrañas con él, y al hacerlo el profeta experimenta que en la boca “su sabor es dulce como la miel”. Se trata obviamente de la Palabra del Señor, que será Palabra de corrección y exhortación a la conversión pero que obedecida producirá salvación.

En 3,4-12 Dios habla a Ezequiel explicitando su misión profética, insistiendo tanto sobre la dificultad con aquella fórmula “te escuchen o no te escuchen”, como en la fortaleza que le da para que predique fielmente la Palabra de Dios a los deportados.

Finalmente en 3,13-15 cierra la visión con otro rasgo teofánico, en este caso un terremoto y el revoloteo de las alas de los cuatros seres vivientes que ponen en marcha el carro de Yahvéh. Entonces Ezequeil es conducido por el Espíritu entre los deportados. “El Espíritu me tomó y me arrebató y marche decidido y enardecido, mientras la mano del Señor me empujaba” (v. 14). El último versículo afirma que permaneció con los deportados junto al río durante “siete días aturdido en medio de ellos”, lo cual constituye la señal de una nueva creación por el obrar fuerte y desbordante de Dios.

 

Verás la Gloria de Dios

 

Un comienzo tremendo y consolador para este libro profético. Cuando las cosas están muy mal y el Pueblo siente que todo está perdido, se le anuncia que Dios es fiel y no abandona pues permanece en medio de ellos en cuantas tribulaciones deban atravesar. No será el exilio un tiempo sin Dios y menos un tiempo de derrota. Al contrario será el tiempo propicio para redescubrir su cercanía, para tratar con Él familiarmente y para contemplar su mano poderosa. El exilio que en principio parece el final del proyecto de la Alianza llegará a ser un nuevo comienzo, otra gesta liberadora donde contemplar la Gloria del Señor. La dificultad estridente será la cerrazón y rebeldía del Pueblo. La oportunidad nueva será el ministerio profético de Ezequiel si permanece fiel al Dios Fiel.

Al comenzar a desarrollar este período profético que coincide con el exilio babilónico afirmamos que podría ser un paradigma válido y actual. Aquella situación de destierro que hacía convivir a Israel con una pluralidad de culturas y religiones es comparable con este cristianismo que se enfrenta a un nuevo orden mundial que pretende extenderse globalmente, donde todavía sigue pujante el ateísmo pero donde también emerge un nuevo paganismo con diversidad de propuestas cuasi-religiosas.  Ya se anuncia por aquí y por allá la muerte del cristianismo pues parece ser un objetivo básico su erradicación de la faz de la tierra.

Así están las cosas y parece que todo se ha perdido o se terminará pronto. Y justo en este punto vale recordar que Dios no abandona a su Pueblo y que lo acompaña al destierro pues persevera en habitar en nosotros ya que nos ha elegido como casa y templo de su Presencia en medio del mundo de los hombres. Hora pues de retomar nuestra fe acerca de que en nuestra debilidad se mostrará perfecta su Gloria. Como en aquel exilio bíblico el más grave peligro será la testarudez de una Iglesia que para intentar preservar adeptos negocie la santidad en aras de una mediocridad disolvente que convalide el pecado bajo pretexto de falsas misericordias ideológicas y mundanas. La creciente concesión a los poderosos lobby de moda más que una medida de auto-preservación no tardará en revelarse como una traición a la propia identidad y como una entrega a los manipuladores poderes del mal. ¿Quiénes podrán en la Iglesia peregrina apoyarse en Dios, celebrar la Alianza, contemplar su Poder y anunciar su salvación en medio de las tinieblas que amenazan cubrirlo todo? Yo te digo lo que Jesús: “Si crees verás la Gloria de Dios”.

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 22

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 22


SOBRE EL ESPÍRITU DE PROFECÍA (III)

 

Valga una advertencia oportuna, Fray Juan, sobre engaños demoníacos en espíritu de profecía.


“…son grandes los engaños y muy encubiertos que en esta manera hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras.

Porque a veces suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y con mucha luz, todo por infamar y con gana de que se descubra aquello, porque se hagan pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a Dios.” (SMC L2, Cap. 26,17)

 

 “…que haya gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber; y siempre dé cuenta a su confesor (o maestro) espiritual… ” (SMC L2, Cap. 26,18)

 

Ciertamente Dios puede revelar el estado interior de otra persona, pero si tal ciencia viene del Altísimo seguramente infunde también la caridad necesaria para que el contemplativo pueda condolerse del estado en que ha caído su hermano en la fe, compadeciéndose del mal que lo lastima y queriendo junto al Señor rescatarlo y devolverlo a la gracia; y junto con ello le guardará también en humildad para considerarse a sí mismo un pecador rescatado y no más que ello. Porque en nada habrá movimiento de presunción o vanagloria, sino asombro y pudor por ser convocado a ser instrumento pobre y testigo agradecido de la redención que solo Dios obra y solo Él puede obrar. Pues si en algo se torna pagado de sí mismo, auto-elevándose y considerándose por encima de su hermano herido, sabrá que en parte se ha mezclado o en todo, otro espíritu que no proviene del buen Dios.

Por eso frente a tales casos de aparentes noticias infusas sobre otras almas, lo mejor por regla general es desechar tal peligroso saber que se presenta. Lo sano en verdad es no querer saber nada de estas cosas y considerarse indigno de un tal conocimiento del alma de otros. Y quien busca tal tipo de revelaciones más bien ya anda traído de mal espíritu y tocado por vanagloria y desnutrido en caridad.  Pues se embelesa en tales noticias y cree en ellas orgullosamente ser algo más de lo que verdaderamente es. O peor aún piensa que debe exhibir a su hermano y dejarlo en evidencia frente a otros.  No se da cuenta que el Padre nunca le trata así y no quisiera tampoco que lo hiciese. Dios nunca expone cruelmente a la vergüenza a sus hijos y ha mandado dejar la corrección pública como último recurso y solo para lograr la conversión salutífera del pecador. Retorcido tiene el corazón quien aspira le sea revelado el estado interior de sus semejantes.

Pero si tal inteligencia persiste busque al confesor o director espiritual y déjese guiar y discierna con toda humildad y anhelo de obediencia a Dios en la mediación de la Santa Iglesia.

A veces puede suceder que el Señor regale tal inteligencia como prevención para no caer en trampas de adversarios que le buscan con malicia. En este caso puede apartarse y no dar ocasión de pecado al hermano que viene entre demonios pero no debe apartarlo de su caridad sino procurar siempre bendecir a quien lo maldice.

Por último es más ordenado y razonable que Dios conceda este tipo de noticias a quien por oficio tiene a su guarda la cura de almas por el ministerio del Orden Sagrado, ya confesor o párroco, o por su carácter de legítimo Superior en bien del cuidado de sus hermanos a quienes sirve en el Señor.

Si alguien empero por su avanzada unión al Amado recibe tales inteligencias ofrézcase a sí mismo por su hermano asociándose en cuanto le sea en gracia concedido al sacrificio expiatorio consumado en la Cruz de Cristo. Y guarde silencio obrando como al Padre le agrada en lo secreto.

 

 


La profecía y la esperanza de la restauración

 



Situación histórica

Siguiendo con nuestra presentación histórica del desarrollo de la profecía en Israel, ahora nos adentramos en un momento especial de producción. Es el tiempo que conocemos como “exilio”.

La caída del reino de Judá se concretó por dos ataques y dos deportaciones bajo Nabucodonosor. En el 597 los ejércitos babilónicos toman Jerusalén, destruyen la muralla y deportan a la casa real, los nobles, los sacerdotes, los sabios y los artesanos. La lógica del invasor percibe que si no hay líderes tampoco habrá posibilidad de organizar al pueblo, evitándose cualquier contraofensiva. Gobernará sobre ellos Sedecías, quien con el tiempo reconstruirá las murallas fortificadas de Jerusalén y en el 588, observando una aparente recuperación de Egipto con el faraón Necao, intentará rebelarse contra el Imperio. Finalmente en el 587 Nabucodonosor se impone con sus fuerzas y no sólo destruye las murallas, sino también el Templo y la ciudad entera. Se ordena una segunda deportación, tras la cual quedan en el país solo los más pobres para que paguen tributo trabajando la tierra. El resto de la población resulta deportada a Babilonia para que trabajen en la construcción, lo cual simbólicamente es leído en comparación con la dura servidumbre de fabricar ladrillos para las construcciones del Faraón de Egipto. Babilonia está en su máximo esplendor e Israel ha vuelto a la situación de opresión de sus orígenes.

En este contexto el Pueblo vive una situación extrema: ya no queda en pie ninguno de los signos de la Alianza, ya no tienen tierra, ni rey, ni templo. Ahora de nuevo deben soportar vivir como esclavos en medio de un pueblo pagano y en una tierra extranjera. ¿Yahvéh los ha abandonado y se ha olvidado de ellos cansado de su infidelidad? ¿O Yahvéh habrá sido vencido por dioses más poderosos? ¿Cómo continuar siendo un Pueblo en esta situación? ¿Habrá alguna esperanza de salir del desastre o será éste el fin de Israel, condenado a la disolución? ¿Será la pedagogía de Yahvéh anunciada por Oseas: hacerlos volver al desierto para purificarse y recuperar el amor primero? ¿Cómo seguir siendo el Pueblo de Dios cuando ya no queda ningún signo de su Presencia entre ellos? ¿Cómo conservar la fe siendo un pequeño pueblo exilado entre muchos otros pueblos en un ambiente de fe religiosa tan pluralista? ¿Cómo celebrar la fe en medio del destierro y qué esperar de Dios? Innumerables interrogantes, todos ellos surgidos de una inquietante crisis que aún no se sabe si será terminal. ¿Se ha acabado todo o nos queda alguna esperanza?

 

Vivir con Dios en el exilio del mundo

 

En el siglo XX, los tiempos del posconcilio Vaticano II, vieron emerger la gesta liberadora del Éxodo de Egipto como paradigma teológico-espiritual sobre el cual se pensaba la situación y servicio de la Iglesia en medio del mundo. Hacia fines de aquel siglo, con una creciente descristianización y en el marco de un intento de refundación de la Vida Religiosa, comenzó a instalarse el Exilio como el paradigma más pertinente a la hora que aún atravesamos.

La Iglesia peregrina también se pregunta hoy, en medio de una crisis de calibre aún no calculado y del abandono o apostasía masiva de creyentes, en el marco de un mundo insensible y desvinculado de las cuestiones más centrales de la fe cristiana, si éste no será el final de todo. Pues un cristiano, mucho más si es católico, se siente perdido y desorientado en medio de un mundo indiferente o entregado a un paganismo pluralista, con el marco de un relativismo extenso que quita toda posibilidad de objetivación y pretensión de verdad. Tal situación o se ha infiltrado o ha sido introducida al interior de la dinámica del Pueblo de Dios en camino generando confusión, ambigüedad, incertidumbre y disolvencia de la propia identidad. ¿Vive la Iglesia en el exilio? ¿Ha sido desterrada por el imperio de este mundo? ¿Se desespera por encontrar alguna torsión postural que la deje dentro del mundo de su tiempo negociando quizás su identidad? ¿Dónde está Dios y por qué nos hace atravesar esta hora? ¿Dónde apoyar la fe en estos tiempos? ¿Quién le mostrará a la Iglesia un horizonte nuevo y caminos de esperanza?

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...