¿Una Iglesia peregrina en disolvencia? En reserva de la Fe

 



 

Pbro. Silvio Dante Pereira Carro

29 de Junio de 2022

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

 


Cuando el agua de la inundación retrocede, nos permite ver el daño que hasta ahora solo intuíamos, pues aún permanecía oculto. El amplio movimiento de descristianización que venía ganando terreno se ha ido consolidando y escalando ininterrumpidamente niveles. Además la ocasión de los años de pandemia parece haber acelerado el proceso, y ya retornando a cierta normalidad percibimos que todo lo que se venía incubando ha sido dado a luz; ya no retornaremos al estado precedente, todo ha cambiado. Ya aparecen tangibles y manifiestas en el ámbito de la misma Iglesia algunas consecuencias que sim embargo debemos seguir esforzándonos por interpretar. De ser posible sería oportuno vislumbrar también alguna respuesta.

 

Una creciente disolvencia

 

¿La identidad de la Iglesia se puede estar disolviendo en la contemporaneidad de la Iglesia que camina en la historia? ¿Se diluye su esencia y transmuta en contacto con la realidad del mundo en el cual transita peregrina? Interrogación escandalosa e irreverente tal vez que sin embargo puede intentar asirse a algunos emergentes estabilizados.

A modo de hipótesis pues nos preguntamos si es verosímil una doble disolvencia eclesial:

1.      Disolvencia doctrinal

2.      Disolvencia testimonial y espiritual

 

1.      La disolvencia doctrinal

 

Hablar de “doctrina” y hacer alusión pues a un “corpus” es siempre complejo. Sin embargo podemos consensuar que la Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos un conjunto de verdades que en principio consideraba reveladas por el mismo Dios. Estas verdades que Dios quiso comunicar para nuestra Salvación se hallan contenidas en el “Depositum Fidei”.

 El Espíritu Santo Paráclito, recordando, enseñando y haciendo comprender creyentemente, asiste a toda la Iglesia para receptar y anunciar el acontecimiento salvífico de la Palabra que Dios nos ha dirigido en su Hijo Jesucristo por su Encarnación y Pascua. Este acontecimiento gozoso que nos llama a la Gloria es atestiguado por vía de la Tradición y la Escritura. Así el Magisterio como servidor humilde de  este Sagrado Depósito lo conserva, transmite, propone e interpreta autoritativamente con fidelidad. Así la investigación teológica explora el sentido y alcance de la Comunicación Divina para ayudar a madurar la plena inteligencia de su significado  como la vigorosa actualización de su verdad perenne a los diversos contextos epocales. Así el sentido de fe que guía al Pueblo de Dios bajo la unción del Santo lo mantiene en el recto camino que el mismo Dios ha señalado mientras transita la historia.

 Lógicamente no ha sido sino entre aciertos y errores, que tanto la ciencia teológica como el accionar de los diversos miembros del Pueblo peregrino en el tiempo, han realizado su labor de inculturación misionera del Único Evangelio Eterno. Se han suscitado pues controversias y diversas ocasiones de tensión doctrinal que providencialmente, bajo la asistencia del Espíritu Santo,  nos llevaron a proclamar solemnemente algunas verdades y a fijar su contenido de modo definitivo. Así en el cuerpo doctrinal podríamos distinguir una armonía de verdades que siendo conexas pueden ser priorizadas según su mayor o menor status de relevancia eclesial, ligada claro a su diversa centralidad y densidad en la economía revelada. Todo es importante pero no todo vale lo mismo. Hay elementos dogmáticos con carácter irreformable y elementos aún en desarrollo hacia una madura inteligencia de la fe.

Justamente lo que ha permanecido constante en el empeño eclesial es la recepción de esa doctrina salvífica que no es suya sino revelada por Dios. Conservarla y transmitirla fielmente y ante las dificultades fijarla, clarificarla y evitar errores de interpretación ha sido pues una tarea perseverante y continua. Y aquí irrumpe precisamente la posibilidad de una disolvencia en el descuido por este empeño sostenido de generación en generación.

Últimamente va extendiéndose un clima polémico que de tanto en tanto se reedita al interno de la comunidad cristiana como tensión entre sectores progresistas y conservadores, quienes disputan en torno a la debida relación de la Iglesia con el mundo. Los puntos en discusión aparentemente no son desarrollos teológicos endógenos a la Revelación en la dinámica de una creciente recepción y comprensión de la Fe, sino cuestiones exógenas de carácter más pragmático y cuyo origen se encuentra en las agendas culturales impuestas por los sectores de poder y en el tan difuso como cambiante clima de opinión pública que impera como criterio de nueva veracidad. Se ha hecho habitual la presunción de que la Iglesia se halla siempre anquilosada y que es necesario ponerla de continuo en sintonía con los tiempos que corren. Una Iglesia que atrasa y que debe ser ordenada a la moda de turno suele ser la fantasmática inercial a la que responden incluso la masividad de los creyentes. Pero la acomodación a determinados cambios no pocas veces afecta la base y estructura doctrinal de la Fe.

Este rictus supongo nos acompaña desde los movimientos de preparación al Concilio Vaticano II que en un doble movimiento pretendían por un lado volver a redescubrir las fuentes y por otro dar una respuesta diversa a la cuestión Moderna. Sin embargo esta noble búsqueda ha quedado atrapada en las coordenadas descriptas. El famoso e intangible “espíritu del Concilio” no ha acreditado ser más que una capitulación de la Fe a la dictadura del mundo empecatado bajo pretexto de indebidas comprensiones humanitarias que al fin deshumanizan y  de falsas misericordias divinas que terminan diluyendo la Salvación en mezquinos objetivos inmanentes a la historia. La reacción a esta postura adolece lamentablemente de recalcitrantes y necios vicios bajo el signo de la cerrazón y una enfermiza nostalgia por el pasado.

¿Qué nos viene acaeciendo entonces? Que muchas veces con la intención de una más eficaz evangelización -que sin embargo no se constata-, realizamos una adaptación al ecosistema mundano en la cual finalmente nos traicionamos. Al contrario de lo que se pretende, al mismo tiempo que se acrecienta la adecuación pastoral a la opinión pública se acentúa el abandono de la Fe. Y tantas otras veces simplemente somos colonizados, pues la agenda del mundo se introduce en incesantes oleadas bien planificadas y direccionadas hábilmente, infiltrándose irrefrenablemente en la mente y el corazón de los hijos de la Iglesia y termina marcándonos el paso.

Aquel leimotiv de “estar en el mundo sin ser del mundo” sigue siendo el desafío vigente para la inflexión eclesial. Ni un  acercamiento confuso ni un distanciamiento estéril. Pero debemos aceptar que hemos pasado de levantar muros defensivos a ser un colador sin filtros. La ley del péndulo nos pide volver al punto de reposo y equilibrio.

Pero lo disruptivo de esta hora, lo angustiosamente novedoso es que tal vez el Magisterio ha dejado de realizar su servicio al menos en algunos ejemplos visibles y encumbrados. La Iglesia toda se halla afectada por la confusión, ya que quienes debían poner claridad y ser reserva de fidelidad a Dios, ahora parecen ser promotores de ambigüedad y de inexactitud. Es dificultoso hallar auténticos Maestros de la Fe y en su lugar son entronizados los sofistas del populismo mundano. De este grado alarmante de disolvencia doctrinal no se puede más que esperar tristemente una escalada de la herejía y del cisma en el futuro eclesial. Guardar la ortodoxia se ha vuelto urgente. Los Santos Padres de la Iglesia, que conocieron esta plaga, nos asistan.

 

2.      La disolvencia testimonial y espiritual

 

Durante dos milenios la Santa Iglesia ha proliferado en testimonios de santos varones y mujeres de Dios. Todos ellos han renacido y han sido forjados abrazándose a la Cruz del Esposo y sumergiéndose en la  Unción del Espíritu. Todos ellos despuntaron no solo como  testigos sino también como maestros de hondura en la Alianza. Todos ellos nos han legado una vasta herencia espiritual. La sabiduría ascética y mística de los santos ha guiado segura a la Iglesia peregrina en la historia. Han sido el Resto Fiel del Señor; admirados, imitados, fuente inspiradora y pujante del obrar en Cristo. Han configurado ese otro Magisterio, el Magisterio testimonial.

¿Pero cómo se ha llegado a despilfarrar semejante tesoro? La vida ascética pocas veces ha decaído tanto en la historia de la Iglesia como en el presente. La experiencia mística nunca antes ha sido tan mal interpretada o denostada como en nuestros días. La valoración de lo Sagrado y el asombro contemplativo por el Misterio han sido pisoteados por el ensalzamiento de lo profano. El embate del secularismo ha traspasado todas las defensas. Hasta se ha perdido en la ignorancia espiritual masiva, en la anestesia de la sensualidad egocéntrica y en la falsa acusación de locura inhumana, el valor excelso del Sacrificio. Pero dramáticamente sin Cruz no hay Salvación. Como sin santidad no hay testigos y maestros que nos introduzcan en la eficacia poderosa de la Cruz Redentora.

Paradójicamente empero, la Iglesia ha acelerado los tiempos para los procesos de canonización. Algunos la han acusado incluso de convertirse en una “fábrica de santos”; queriendo sembrar forzada y apresuradamente convenientes ejemplaridades, en todas las culturas y en todos los estados de la vida eclesial. Por encima de este planteo plausible acerca de cuán cercanos y accesibles a nuestra cotidianeidad o cuán ejemplares, modélicos y distantes deben ser los santos canonizados, la conclusión parece ser polarmente otra. La santidad en la Iglesia contemporánea no pasa de ser una cuestión anecdótica.

Afirmo esto porque a la gran cantidad de canonizaciones, que no pasa de una efímera espuma pasajera, se adosa el escándalo imparable del anti-testimonio, que por ahora se vislumbra solo en los miembros consagrados y quien sabe en el futuro se exhiba también en la realidad laical. Porque los crímenes de pederastia y otros por eclesiásticos están en boca de todos. Pero no se considera criminal de parte de un cristiano el crecimiento exponencial del adulterio y el aborto. La opinión pública los considera derechos como también considera humanas desviaciones de nuestra naturaleza. Sin embargo esos pecados según la Fe también engendran la muerte.  Criminal sí, aún es considerada la corrupción, esa deshonestidad fraudulenta en los negocios mundanos de toda especie. Pecado más afín y accesible a la realidad del laicado aunque no exentos de ellos los clérigos y consagrados cuanto más encumbrados institucionalmente.

Como sea, una dolorosa degradación moral se cierne sobre la Iglesia peregrina y la avergüenza al ser estratégica y sistemáticamente expuesta por sus detractores. Pero ni aún descubierta desnuda en su pecado reacciona. Raramente se escucha predicar sobre la santidad personal y comunitaria. En su lugar se extiende una oratoria que tiende a justificarlo todo bajo el manto de una dudosa misericordia. Los fieles no desean sino una experiencia religiosa confortable, donde el Amor de Dios y la Salvación de su alma se les asegure automáticamente, sin necesidad de una respuesta y participación suya. Consuelo sí, sacrificio no. “Hagas lo que hagas y vivas como vivas el Dios que te ama te salvará igual.” Tal ideología inconfesable y oculta en las sombras del auto-engaño, impide poner cimientos y derriba todo intento de santidad.

Incluso hay una porción de quienes ejercen la carga pastoral que se animan a soñar con un inmanente bienestar institucional mediante la apertura indiscriminada a todos sin necesidad de conversión alguna. “No importan tus acciones, todos somos hijos de Dios, sigue igual sin cambiar en nada que el Amor de tu Padre está garantizado.” Como si al Padre Dios que nos ama y no dejará de amarnos no le importaran nuestros pecados que nos desfiguran y rompen el proyecto de la filiación divina. Tal grosera falacia, como un veneno adictivo, corre vertiginoso por las venas de la Iglesia contemporánea. Una falsa misericordia escindida de la santidad y un amor que no sana ni eleva ni santifica son idolatrados. Básicamente se trata de un abandono progresivo de la Vida de la Gracia. Pero como se da bajo este manto de pretendida piedad, suelo denominarlo “apostasía silenciosa” o “apostasía encubierta”. ¿Y acaso nos extraña aún tal imperio del escándalo entre nosotros, consecuencia de tanto oculto pecado que sale a la luz, tras semejante descuido por la santidad? Guardar la ortopraxis se ha vuelto también urgente. Todos los Santos de la Iglesia rueguen por nosotros en esta hora de temible tempestad.

 

En reserva de la Fe

 

Como ya se habrán dado cuenta mi tesis es que la Iglesia peregrina se halla gravemente herida tanto en su ortodoxia como en su ortopraxis. Entre mis postulados se supone aceptar una errónea resolución de la llamada “cuestión Moderna”. Ni el anti-modernismo ni el pro-modernismo han acertado. ¿Y qué camino entonces debiéramos explorar ahora?

Sin duda el de la fidelidad a Dios. De alguna forma se trata de una retirada en el sentido de hacer una reserva. Debemos detenernos y hacer esa pausa necesaria para ver con claridad. Darnos tiempo para contemplar el Misterio de la Salvación y recuperar el sentido de la orientación.

“Resguardar”, “preservar” y “custodiar” parecen verbos oportunos para esta hora de la Iglesia en el mundo. No hay que tenerle miedo ni prejuzgar negativamente a la “dinámica conservadora”. No se podrá transmitir lo que no se ha recibido y guardado con autenticidad. Teniendo claro que no se trata de repeticiones arqueológicas sino de fidelidad creativa hallaremos con la Gracia de Dios el sendero. Hay un solo Evangelio y no debiéramos creer o proclamar otro distinto.

No soy pues novedoso en absoluto, una renovada “fuga mundi” se alza en el horizonte eclesial. Dejando de lado las injustas y maliciosas versiones de ella como si se tratara de una evasión de la realidad, otra vez parece que nuestra salida transitoria y vía de resolución se halla en la retirada al Desierto. Hay una recuperación de la martyria y de la didaskalia por hacer. Hay una opción por el “martirio blanco” de la santidad de  vida por retomar. Hay un redescubrimiento de la “sana doctrina” por dar a luz. Hay un intenso camino penitencial por recorrer. Nuestro término será la unión con Dios sin la cual de ningún modo la Iglesia podría ser fecunda.

Pero percibo inquieto, y lo digo con temor y temblor, que este movimiento de reserva de la Fe no estará exento tal vez de una dolorosa “fuga ecclesiae”. ¿En qué sentido afirmo tal desatino? En la presunción de que es posible aún que se agudice la oscuridad de esta noche y tanto la herejía como el cisma vuelvan a extenderse infectando gravemente el cuerpo eclesial. Me horroriza pensar que podrían repetirse aquellas turbulentas épocas con dos o tres papas reinantes al mismo tiempo o con episcopados enteros tomados por la herejía. ¡Qué gran desconcierto vivían aquellos cristianos buscando dentro de la misma Iglesia dónde se hallaba lo verdaderamente fiel! Apenas unos pocos campeones de la fe, a veces casi en solitario, generalmente por la minoría, dieron el buen combate a gran costo personal y custodiaron la Divina Revelación. Eran cristianos forjados en el Desierto.

¡Tiempos tremendamente oscuros que pensábamos que ya no volverían, sin embargo quizás ya estén tocando de nuevo a nuestra puerta! Dios nos libre de tal amenaza de Satanás. Dios nos guarde en humildad y espíritu de pequeñez evangélica. Y que si tal purulencia retorna no nos falten los santos, que en su fidelidad hagan para todos, salutífera reserva de la Revelación con una vida teologal firme y una doctrina viva en el influjo del Espíritu. Por eso tal vez es mejor anticiparse y empezar a rumbear hacia el Desierto y hacia la Montaña Santa donde renovar la Única Alianza que da Vida Eterna. Porque no se nos ha dado invocar otro Nombre sino el que está sobre todo nombre, el de Jesucristo, el Señor.

 

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 15




CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 15


APRENDA EL ESPIRITUAL A ESTARSE QUIETO


Estimadísimo compañero de viaje, es verdad y tú lo adviertes a modo de señal, que al comenzar la quietud o recogimiento interior infuso, el alma no encuentra ya gusto en meditar e imaginar como antes, todo lo contrario le produce turbación un tal esfuerzo. En cambio halla paz en sosegarse y en recogerse bajo la llegada de la misteriosa llamada enlazante.

 

“El alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a Dios, sin particular consideración, en paz interior y quietud y descanso y sin actos y ejercicios de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad  sino sólo con la atención y noticia general amorosa.” (SMC L2, Cap. 13,4)

 

Debemos pues insistir a los orantes que no intenten tomar el control cuando las riendas ya están en manos de Dios. O mejor dicho, cuando Dios con atracción y delicada paciencia nos ha acostumbrado a dejar que sus manos se posen en las nuestras, y así la conducción resulte de una colaboración mutua, donde le hemos dejado claramente a Él la primacía.

En los tiempos de la “noticia general amorosa” es pues crucial la decisión que tomemos. Podemos abandonarnos a esa misteriosa llamada enlazante, dejarnos entonces llevar hacia lo nuevo que está más allá de nuestra capacidad natural; o quizás preferir quedarnos en las tierras ya conocidas, seguras pero mucho menos fértiles, retrocediendo y descartando la invitación amante.

En esto como en todo el discipulado rigen las mismas fundamentales leyes: el que quiera reservar y retener su propia vida la perderá al fin inexorablemente; solo quien se anime al salto de fe y se abandone entregándose se encontrará y recuperará en Él. “Muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, también a la vida contemplativa. La oferta abierta a todos sólo es elegida por algunos que aceptan perderse para ganarse. La Cruz, siempre la nada liberadora de la Cruz. Dime: ¿a quién amarás más?, ¿a ti mismo o a tu Dios?

¿Qué experimentarán quienes decidan abandonarse en aquella primera noticia de amor nueva que llega desde más allá de todo humano parámetro?

 

“…se queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba, ni qué se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,10)

 

De alguna forma el encuentro con Dios deja huellas de eternidad. Él permite una comunicación directa y misteriosa, que más allá de la mediación de la inteligencia, cuando toda conceptualización es superada, en el gustar de su Amor ofrecido que el alma recibe, todo queda detenido y atravesado, sostenido y transverberado; o mejor dicho todo se percibe nuevo y transfigurado bajo esta dichosa luz de Amor y Unión. Y no importa ya si el tiempo físico es medible en segundos, minutos u horas… está pasando algo más allá del tiempo cronológico, en el sin-tiempo de Dios es rozada en primicias de Gloria el alma.

 

“Y la causa de este olvido es la pureza y sencillez de esta noticia, la cual, ocupando al alma, así la pone sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los sentidos y de la memoria, por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y sin tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,11)


“El sueño de las potencias”, ha sido una expresión habitual para insinuar este estado de recogimiento infuso. Siempre habrá quienes tengan desconfianza, pensando que se dirige a postular una especie de trance místico no cristiano con enajenación alienante de la persona, una suerte de suplantación del yo por lo numinoso que invade y posee.


“Y así, esta noticia deja al alma, cuando recuerda, con los efectos que hizo en ella sin que ella los sintiese hacer… aunque duermo yo, según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar, mi corazón vela, sobrenaturalmente elevado en noticia sobrenatural.” (SMC L2, Cap. 14,11)

 

Nos ayudaría en verdad concentrarnos en la categoría de “misterio”. Aquí no se trata de una realidad enigmática cual trama problemática de novelas de suspenso; sino de una realidad tan rica y valiosa que simplemente excede la capacidad de quien la contempla. Dios excede sin ninguna duda. Sin embargo Él nos ha creado para la comunión. Lo que aquí sucede no es que Dios cancele nada de nuestro ser creatural, por lo contrario asumiéndolo y elevándolo deja al descubierto una dimensión de nosotros aún no conocida ni ejercitada. Dios nos ha hecho capaces de dialogar con Él en un nivel superlativo, en luz de gracia sobrenatural.

La libertad del hombre está a salvo. Al influjo seductor de la noticia amorosa enlazante, el contemplador ha respondido con adhesión de todas sus potencias. No es secuestrado, se ha entregado y abandonado en la irrupción del amor nuevo que le convoca tan misteriosamente. Y que las potencias no han sido suprimidas sino elevadas se comprende por los efectos. Pues el contemplador una vez retornado a lo ordinario degusta en sí mismo la impresión de las huellas del trabajo amoroso de su Amado y Señor.

Durante la quietud no debe entenderse que no hubiese entendimiento, voluntad o memoria; los hay embelesados, superados por su Presencia que excede. Levantados así en gracia para que, aunque no puedan particularmente realizar operaciones concretas, de modo general atestigüen en fe, esperanza y caridad que están simplemente ante Dios que ama y obra en conformidad con su amor. Y luego ese mismo modo sobrenatural permite al alma reconocer como recordando las secuelas que han quedado en ella de ese encuentro. A veces sólo como quien registra las huellas del paso de Dios sin todavía poder comprender del todo su significado pero ciertamente con gozo y paz en su obrar transformante. Otras veces quiere el Señor  que al calor del amor de unión vivido pueda expresarse relativamente en palabras inteligibles el misterio que aún desocultándose permanecerá excedente.

 

“…poco o mucho no deja el alma de entender, si quiere mirar en ello, que está empleada y ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la llama noticia amorosa general, porque, así como lo es en el entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es en la voluntad, comunicándola sabor y amor confusamente, sin que sepa distintamente lo que ama.” (SMC L2, Cap. 14,12)

 

Quedarse el espiritual en esta gratuita quietud, permitirse vivirla, no siempre es fácil. Debe vencer innumerables prejuicios propios y ajenos: que es engaño, ilusión o locura se pensará comúnmente. Quedarse aquí en esta comunicación de amor que le resulta tan original y nuevo, tan sin precedentes, le reclama el acto de fe. Siempre en fe habrá un salto que dar confiando que no será la nada y el vacío, sino la plenitud escondida de su Presencia sobreabundante quien en secreto gozo nos recibirá.

 

 “…tener advertencia el alma con amar a Dios, sin querer sentir ni ver nada…libremente recibe la voluntad esta noticia general y confusa de Dios… serena y limpia luz… se quedará en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma…” (SMC L2, Cap. 15,2.3.4)

 

Pero como estos son pasos aún iniciales es natural que exista tensión, una pulseada interior y una resistencia a la entrega que de a poco va terminando de ceder. Aún no ha madurado el sentido interior y el alma no se ha adaptado al encuentro con esa Luz que la habita en lo profundo y que, dejándola por tan deslumbrante ciega, le permite crecientemente ver en amor. El espiritual debe aprender a quedarse quieto si quiere caminar hacia la Unión.

 

“Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios, con sosiego de entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco, y muy presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con admirables y subidas noticias de Dios, envueltas en divino amor.” (SMC L2, Cap. 15,5)

 


Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (12)

 

 


 

El tercer oráculo sobre el Emanuel


En el capítulo 11 hallamos este oráculo que completa la profecía sobre el Emanuel.

a) Is 11,1 Se trata de un alusión solemne a la profecía de Natán (2 S 7,12-16). El reino del sur fundamentaba toda la teología de la Alianza en las promesas hechas a Abraham-David. El resto de David (Mesías) es personificación del resto fiel entero.

“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.”

b) Is 11,2-3a Dios capacita al Rey-Mesías: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, temor de Dios. Éstas notas resumen la piedad del Rey-Mesías quien se comporta verdaderamente como hijo de Dios. (De esta lista los teólogos medioevales elaboraron el esquema sobre los dones del Espíritu Santo).

“Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh.”

c) Is 11,3b-5 El Rey-Mesías es presencia de Dios entre nosotros. El Rey-Mesías respeta la Alianza (Berit), vive según la Ley (Torah) y la consecuencia es la plenitud de bienes salvíficos derramados sobre el Pueblo (Shalom). Hay una restauración del Reino realizada por Dios mediante él.

“No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.” 

d) Is 11,6-9 El efecto más definitivo es que ya no habrá mal, que desaparecerá el pecado (Gn 3) y sus consecuencias de toda la creación. ¡Y esto lo hará un niño, un retoño!

“Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.”


¿Hacia una renovada teología del Resto?


El aserto profético acerca del RESTO FIEL no constituye una discriminación, sino la constatación de una realidad y a la vez un grito de esperanza. Pues en el Pueblo de Dios todos son llamados a la Alianza a través de la Ley de Santidad, lo cual no quita que los procesos personales y colectivos sean diversos. Como es de sentido común hay disímiles niveles de crecimiento y maduración como también existe el rechazo indiferente a la propuesta o la apostasía idolátrica. En cambio el RESTO SANTO se erige como el núcleo que responde con la altura necesaria al llamado de Dios. Agrupa lo más leal a Dios del Pueblo y por tanto su reserva de esperanza. El RESTO DEL SEÑOR es la porción del Mesías, es decir aquellos que reconocen la salvación de Dios y aceptan vivir la Alianza en el Espíritu, a quien acogen como templo purificado y nuevo.

Sin duda esta realidad permanece a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Aunque por supuesto es peligroso autoerigirse como  EL RESTO DE DIOS. No han faltado los puros y separados que han caído en la soberbia y la falta de caridad, bajo un acentuado rigorismo ascético o un elitista encumbramiento místico. Como tampoco ha faltado el relajamiento y la caída del nivel de testimonio cristiano, ya en busca de masividad so pretexto de no-exclusión y de cuestionable misericordia que consagra la mediocridad.

Pero el RESTO FIEL DEL SEÑOR siempre ha estado presente en la vida de la Iglesia. Son nada más y nada menos que sus Santos. Dios siempre ha podido lograr que florezca su Santidad entre los suyos en toda época. Varones y mujeres de Magisterio Existencial y Alianza Viva. Humildes servidores fieles a Dios y fieles a la humanidad. Su fidelidad a la humanidad ha sido simplemente nunca apartarse ni dejar de anunciar y vivir la Voluntad de Dios. No han sido fieles a la humanidad y  a sus hermanos en la Iglesia por plegarse a la mayoría y vivir arrimándose al promedio de cómo vivían todos. Han sido fieles por vivir como Dios quería que viviesen; y así han iluminado e inquietado, encendiendo amores al Señor y desatando persecuciones contra sí. Pero han sido la reserva de vida teologal y la esperanza de todos los que quieren ver el Rostro del Señor y entrar en comunión con Él.

Una renovada teología del RESTO SANTO aparece tan necesaria en estos tiempos de confusión y disolvencia de la identidad cristiana. Recuperar su testimonio y enseñanza para que se mantenga ardiendo el amor primero en el corazón de la Iglesia peregrina. Pero también llamar y animarse humildemente a vivir en santidad. No dudo que el RESTO FIEL está siendo nuevamente suscitado en nuestros días bajo los presentes desafíos. No creo que pueda ser constituido sin una opción clara por resguardar con plena fidelidad la Ley de Dios que se llama Jesucristo. Una fidelidad creativa, encarnatoria pero fidelidad sin más. Una RESERVA DE LA FE animada y guiada por la Sabiduría del Espíritu Santo es la opción que tiene por delante el RESTO en estas jornadas de creciente oscuridad y apostasía silenciosa.

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 8





Eucaristía

            Tan humilde y pobre

            Haciéndote tan frágil

Incalculablemente

Indescifrablemente

Fuera de pronóstico

Inaudito

Abierto y disponible

Asumiéndonos

 

Todo el Pesebre

En la Eucaristía late

Toda esa bendita noche

Iluminada y silenciosa

Canta

Tu Encarnación

La condescendencia infinita

De tu Amor divino

          Que por un momento parece

Devolvernos a la ternura

Y a la calidez de tu Abrazo

Pero que tan pronto

Se disipa en indiferencia

Persistente y fría

 

Toda tu Cruz

En la Eucaristía

Nos atraviesa y nos desnuda

Por eso huimos

Buscamos excusas

Nos anestesiamos

En vagas costumbres

Pretendemos hacerla una obra nuestra

Para acallar el grito desgarrador

Del Madero que crujiendo clama

 

Eucaristía

Tú buscándonos

Entregado sin reservas

Y Tú a las puertas

            De nuestro corazón incierto

Que requiere hondura

Para poder recibirte

Y celebrar el encuentro

Gozarse contigo

En Alianza definitiva y nueva

 

Eucaristía

Tu locura de amor

            Y nuestra locura de desprecio

Tu Pesebre y tu Cruz

Todo un Dios rechazado

            Y toda una humanidad perdida

 

Eucaristía

Tú el Fiel Amante

Que permanece ofrecido

            Invitándonos a la cordura

            De llegar a ser ofrenda

  Y así conocer el Amor

 

 

Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (11)




El segundo oráculo sobre el Emanuel

 

La preparación del oráculo se hace en 8,22-23a donde se describe como una vuelta al caos primordial. De nuevo la tierra parece un espacio confuso, desordenado y oscuro como en el relato del Génesis. El profeta insinúa que ha tornado a ser lo opuesto al Reinado del Dios Santo. El pueblo que anda atrapado e inmerso en el pecado, lejos de la mano del Creador, hace retornar el caos sobre la faz de la tierra.

 

“…la tierra oteará, y sólo habrá cerrazón y negrura, lobreguez prieta y tiniebla espesa. Pues, ¿no hay lobreguez para quien tiene apretura? (Is 8,22-23ª)

 

“La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo…” (Gn 1,2)

 

Pero en 8,23b se anuncia la futura gloria de la Galilea de los pueblos. Se trata del territorio del norte, donde se asentaron los paganos, que transportaban y trabajaban como artesanos los materiales usados para la construcción del Templo durante el reinado de Salomón. No podían adentrarse más en el país a causa de su impureza, dando origen a una población marcada por su heterogeneidad étnica y religiosa. Era una región menospreciada como tierra profanada e impura por el contacto con los cultos idolátricos. Sin embargo desde allí surgirá la esperanza según la palabra profética. Obviamente la aparición de Jesús Mesías desde Galilea actualizará y pondrá en valor la profecía.

 

“Como el tiempo primero ultrajó a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí, así el postrero honró el camino del mar, allende el Jordán, el distrito de los Gentiles.” (Is 8,23b)

 

En este momento histórico ha concluido la guerra Siro-Efraimita e Israel –el reino del Norte-, ha sido derrotado y castigado por su rebelión: Asiria le impuso un tributo más duro, deportó a gran parte de la población judía y los suplantó con otros pueblos, también anexó a Zabulón y Neftalí a su Imperio.

En este contexto Isaías propone su segundo oráculo sobre el Emanuel. Les propongo leer, según la siguiente subdivisión, el texto contenido en Is 9,1-6:

 

a) Is 9,1 La liberación de Galilea, ese lugar fronterizo donde reina un yavismo impuro, anuncia la universalidad de la salvación. También a los gentiles les llega la salvación del Dios único.

 

“El pueblo que andaba a oscuras...”

 

b) Is 9,2 Se ofrece una referencia implícita al Emanuel (Dios con nosotros); a la presencia de Dios en medio del pueblo que provocará la alegría-regocijo. Incluso en la oscuridad más profunda aparece la luminosa gloria de Dios.

 

“…vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín.” 

 

c) Is 9,3-4 Se pinta en una imagen belicista el poderío imperial de Asiria. Pero se lo describe en toda su crueldad solo para anunciar que el Señor ha decretado su final. Ese poder opresor se derrumbará.

 

“Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro -la vara de su tirano- has roto, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego.”

 

d) Is 9,5 Sin embargo el medio utilizado por Dios para tal cancelación es inaudito y desproporcionado, diría en términos históricos que es absurdo: un niño recién nacido.

Este niño es hijo del pueblo. Si el rey lleva una mancha sobre su hombro, el niño lleva sobre su hombro el señorío de Dios. Los títulos que se le adjudican –nadie se inquiete- son propios de la coronación del faraón en Egipto o del rey en Babilonia. El artificio de multiplicar títulos es por acumulación un signo de grandeza. Por tanto se insinúa al usar estos títulos profanos un Señorío más grande que el de los señores de este mundo.

Pero claramente se pueden leer también en continuidad con la historia de Israel: Maravilla de consejero por Salomón; indicando el don de sabiduría. Dios Fuerte por David; dotado con la Fortaleza de Dios. Siempre padre por Abraham; por tanto encarnación y cumplimiento de la promesa. Príncipe de paz por Melquisedec-Salomón; alusión a la santidad-gloria como esplendor de la Alianza (Shalom-Paz).

 

“Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre «Maravilla de Consejero», «Dios Fuerte», «Siempre Padre», «Príncipe de Paz».”  

 

e) Is 9,6 Finalmente se hace una referencia a la casa de David; estableciendo que el niño será verdaderamente el Rey-Mesías según el proyecto de Dios.

 

“Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.”

 

La Salvación por lo pequeño

 

El anuncio del Emanuel en Isaías, no es sino el anuncio de que la Salvación de Dios no se realiza por los medios que los hombres esperan. Mientras nosotros pondríamos la mirada expectante en toda exhibición de grandeza y poder, Dios decide actuar desde lo que es pequeño y pobre, desde lo humilde y diría hasta desde lo frágil.

Es desproporcionado el niño pequeño recién nacido –el campeón del profeta, el campeón de Dios-, frente al poder del Rey de Israel y más aún frente al embate arrasador del Imperio Asirio. Como será desproporcionado el Niño nacido y recostado en un pesebre en Belén –tan claramente en continuidad con el Desnudo de la Cruz-, para enfrentar al mal, a todo el mal de todos los tiempos. Pero así es Dios y así obra nuestra Salvación.

Nuestra Iglesia contemporánea debe convertirse de nuevo y siempre a la pequeña pobreza de Dios. No le encontrará a su Señor ni entre los poderosos de este mundo con sus pretendidas agendas globalistas, ni entre las rancias causas revolucionarias en favor de los excluidos en términos sociológicos y políticos. No lo encontrará en las miradas ideológicas de los hombres pues la lógica de Dios simplemente no es de este mundo.

La mirada de la Iglesia debe volver a ser más espiritual. Y esto no quiere decir descomprometida con la historia, alienada o alienante, desencarnada y evasiva. “Espiritual” quiere decir más en sintonía con el ser y obrar de Dios. La pequeña semilla que crece, el fermento en  la masa, el Niño Dios en el Pesebre, el Dios Desnudo y Crucificado, su humilde y silenciosa Presencia en la Eucaristía. “Espiritual” quiere decir contemplativa. La Iglesia contemporánea solo podrá gozar de la Salvación de Dios si recupera una mística contemplativa.


ABBA VIENTO



Apotegmas contemplativos (2022)


Abba Viento se encontraba serenamente entretenido

observando una hoja reseca y pobrecita

que navegaba dando volteretas y dibujando figuras

imposibles de pronosticar

según el mandato que recibía del viento.

-Abba, ¿qué miras?

Y le respondió a su discípulo:

-Espero estar viéndote a ti en el futuro.

Porque ya lo dijo el Señor y Maestro:

“El viento sopla donde quiere,

tú oyes su voz pero no sabes

de dónde viene ni a dónde va.

Así es todo el que ha nacido del Espíritu.”

 

            La vida contemplativa es andar en el Viento. Toda la honda purificación amorosa que el Padre ha querido para nosotros en la Cruz de Cristo nos ha posibilitado ser libres; ser libres para vivir en el Espíritu. ¿Acaso no es justamente esto llevar una Vida Nueva, una vida resucitada? Ser libres para recibir la Unción del Don que viene de lo alto. Pentecostés.

            En verdad solo cuando se han perdido todas las cosas, cuando la Unión se ha vuelto madura y estable condición de vida, el alma se encuentra disponible con sencillez, cimentada en humildad, abierta a cuanto Dios quiera y le solicite. Pues el contemplativo ya solo quiere lo que Dios quiere, se encuentra en sintonía con los gemidos inefables del Espíritu. Sólo después de morirse en Él se puede renacer en Él. Ha florecido la Pascua. Es Pentecostés. Tiempo de permanecer celebrando la inhabitación de Él en nosotros como de nosotros en Él que aguarda consumación en Gloria.

            Y el Espíritu Santo que viene cual viento del desierto, sorpresivo e inesperado, envolvente y sin dejar flanco por cubrir, ¡es tan capaz de transformarlo todo! “La mano del Señor se posó sobre mí y me sacó…”, sería la expresión profética. Tú no sabes de dónde viene ni a dónde va, ni cómo te saca y te pone, ¿pero qué importa eso? ¡Es gozo lo que te invade cuando el Espíritu irrumpe, es júbilo lo que te gana cuando te transporta! No hay atisbo de tristeza en este desapego, no hay queja alguna en esta humilde pobreza santa, sino dicha y plenitud de ser quien estás llamado a ser: alguien que simplemente planea en el Viento.

            ¡Extiende pues tus alas! Ya no te limites a vuelos cortos y rastreros, nunca demasiado lejanos de la superficie y de sus mediocridades. Asciende. Desde lo hondo del alma un delicado toque, una caricia casi imperceptible te avisa de la omnipotencia del Amor que te habita y excede. Elévate. Porque con finísimo y delicado aroma se esparce el Espíritu impregnándolo todo en tu interior, bálsamo untuoso que da Vida. Se esparce su Unción manando desde la profundidad más escondida de ti. Extiende tus alas. Tu voluntad, inteligencia y memoria ya purgadas y entrenadas a recibir su venida, pueden desplegarse ya en toda su donada envergadura. Se arremolina tan suave y poderoso el Viento. Deja entonces que impacte enteramente en ti y te levante el Espíritu Santo Paráclito. Extiende tus alas.

La vida contemplativa es andar en el Viento. Un renovado y perenne Pentecostés.

       

   

POESÍA DEL ALMA UNIDA 7

 



Los Tres amándose en mí

Porque es Uno el Amor

En circulación tan viva

Tan lleno de Luz y Gloria

 

¡Oh alma que goza extasiada!

Los Tres amándose en mí

Testigo arrobada

De Un Amor que procede

Sin reserva ni apego

Sin incremento ni mengua

Infinito en su Don

 

Y en total intercambio de Tres

Que se dan tan entera

Como eternamente

Sin perderse al donarse

El Amor que es Uno

Procesiona hacia el tiempo

Tan capaz de cercanía

Los Tres amándose en mí

 

¡Oh Misterio escondido!

¡Oh gratuita convocación eterna!

¡Oh libérrima condescendencia divina!

¡Oh Misericordia Santificante!

Los Tres amándose en mí

Porque es Uno el Amor

Que anticipa y promete

Aquella Comunión beatífica

Uno amando en los Tres

Amando con Su Único Amor

Siendo amado y amante en su Amor

¡Oh Misterio escondido!

 

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...