POESÍA DEL ALMA UNIDA 30

 



Hasta que amaine el temporal

Esta ermita será refugio y profecía

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada hacia el silencio

 

Hasta que amaine el temporal

Alabanzas a Cristo Señor que rompen cadenas

 

Hasta que amaine el temporal

La ermita como desierto verde y fecundo en lo secreto

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada al sacrificio

 

Hasta que amaine el temporal

Gozosos y puros incendios de amor divino

 

Hasta que amaine el temporal

Mi ermita un espacio de Cielo abierto

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada hacia la Cruz bendita

 

Hasta que amaine el temporal

Primicias de Gloria en la tierra de los hombres

 

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 110


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 109


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 38

 




CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 38


LOS GOZOS POR BIENES MORALES, ¿CÓMO SE VALORAN?

 

“Por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquiera virtud, y el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la ley de Dios, y la política, y todo ejercicio de buena índole e inclinación.” (SMC L3, Cap. 27,1)

 

“Por lo que en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque consigo traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razón, y operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente en esta vida poseer cosa mejor.” (SMC L3, Cap. 27,2)

 

“Porque las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando humanamente, bien se puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son.” (SMC L3, Cap. 27,3)

 

La vida virtuosa trae paz y practicar el bien da alegría. Es lícito pues gozarse en poder llevar una vida virtuosa según la Ley de Dios, guardando sus mandatos y preceptos con fidelidad. Además como ya dijimos, vivir en gracia produce gozo en el alma. Baste registrar cuán turbados, oscuros y divididos nos encontramos después de haber caído en un pecado grave o mortal. Pues si la persona no está ya tan acostumbrada a pecar gravemente y anestesiada en su conciencia moral, si lleva vida virtuosa y cayendo en la tentación comete la infidelidad, seguramente advierte pronto la rotura producida en su interior y el arrepentimiento comienza a acicatearla. Amargo es el pecado y nos hunde en la oscuridad. Y el Espíritu rápidamente nos impulsa a retornar a la Luz.

En este sentido pues podemos gozarnos en el bien que produce la práctica de las virtudes por lo que las virtudes son valiosas en sí mismas. Aunque también advertimos sería vanidoso un gozo que termine en nosotros mismos, en disfrutar del placentero estado de sosiego que provoca apartarnos del mal. Y Mucho menos detenernos en el gozo de las consideraciones humanas positivas que nos dispensen por la vida que llevamos. Pues faltaríamos a humildad si no reconociéramos que vivimos virtuosamente porque no nos falta la Gracia de Dios, pues nuestros empeños sin sus auxilios que tienen primacía, serían vanos. Pues nuestro fin sería acotado al estado de bienestar de conciencia y no orientado a la Unión con Dios y a la Vida Eterna.

 

“Sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna. Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro respecto alguno.” (SMC L3, Cap. 27,4)

 

“Por amor de Dios”. Fray Juan, ¡cuánto hace que no escucho esta expresión! Ciertamente la he oído con frecuencia en mi juventud. “Vivir y obrar por amor de Dios.” Y me han dado testimonio de ello. Recuerdo con cálida alegría a un anciano fraile franciscano capuchino, hermano lego, que siempre respondía con estas palabras a cuanto le sucediese. Y si uno se le acercaba y se condoliese de alguno de tantos males que sufría, simplemente sonreía y afirmaba: “Por amor de Dios, hermano, por amor de Dios”. Y si fuesen circunstancias alegres y beneficiosas para él, al comentario elogioso de quien intentaba felicitarlo solo sonreía y claro decía: “Por amor de Dios”. Vivía sin duda por amor de Dios.

Los gozos en los bienes morales son sanos “por amor de Dios”. Porque uno debe gozarse ciertamente de poder vivir de modo que se una a Dios por el amor esperando algún día unirse a Él eternamente.

Pero quisiera meditar brevemente sobre este “por” que expresa motivación y finalidad pero también posibilidad de ejecución.

Pues por un lado, “por amor de Dios” incluye un “desde” o punto de partida, afirma querer vivir según su santa voluntad y que en nuestra motivación se haya agradarle solo a Él y no separarnos de sus caminos.  Al mismo tiempo que “por amor de Dios” introduce un “hacia” o punto de llegada, es decir, lo hago de esta forma porque voy hacia Él, busco unirme y permanecer en Él que es mi fin último.

Por otro, este “por amor de Dios” expresa la posibilidad de amar y de llevar una vida santa y virtuosa. Pues confesaba el apóstol que el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. ¡Y cuántas veces nos ha parecido imposible amar a tal o cual hermano, por ejemplo! Y no seríamos capaces de amar al enemigo, al adversario que nos lastima o al que nos traiciona sin amor de Dios. Seguramente hemos orado y pedido la gracia de su amor en nosotros. Después de haber sido abofeteados en una mejilla, ¿cómo ofrecer la otra sino por la fuerza del amor de Dios? ¡Que ame Dios en nosotros y con nosotros! ¡Que eleve nuestro frágil amor al Potente Amor Suyo!

La Caridad, que es el nombre propio del Amor de Dios, es la reina de las virtudes. El canon o regla de una vida moral es la Caridad que todo lo mide y aquilata. Quien ama cumple la Ley entera según las Escrituras. Y Dios es Amor. Por tanto vivir en Caridad es vivir en Unión con Él. La primera Caridad se dirige a Dios mismo: amar al Dios que nos ama. Y por Él amar al prójimo y a todas las creaturas. “Por amor de Dios”.

 

“Para enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha de advertir el cristiano que el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias, (oraciones), etcétera, que no se funda tanto en la cantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que él lleva en ellas.

Ni ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios y obras, sino recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y, purgándose y quedándose a oscuras de este gozo, querer que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en escondido, sin ninguno otro respecto y jugo que honra y gloria de Dios.” (SMC L3, Cap. 27,4)

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 108


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 107


 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 29

 





Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Dejas que me traten injustamente

Que me quiten hasta la dignidad

Que saqueen mi tienda

Y quemen mis cultivos

Me reduzcan a pobreza

Me fuercen a exilarme

Intenten moler mis huesos

Buscando derrumbar mi alma

Que planeen mi final

Y que ansíen verme derrotado

Rostro en polvo de la muerte

Ignorado desecho de hombre

 

Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Pues no es suficiente

Que emprenda voluntariamente

El camino hacia delante

Confiando en tu llamado

Atraído por tu Espíritu

Aventurero de tus promesas

Explorador de tus senderos

Y buceador de tu Misterio

Sino que además concedes

Que el mal me ronde furioso

Poniendo obstáculos por doquier

Y trampas a cada paso

 

Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Es la forma que provees

Para que yo conozca al Resucitado

 

Gracias Padre mío por la Cruz

En la cual me sé al fin tan pero tan amado

 



PROVERBIOS DE ERMITAÑO 106


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 105


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 37

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 37


LOS GOZOS POR BIENES SENSUALES, DAÑOS Y REMEDIOS

 

“Porque guardando las puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y pureza de ella.” (SMC L3, Cap. 23,3)

 

Mientras nos enseñabas acerca de los bienes naturales, Fray Juan, deslizaste esta frase que tan bien nos introduce en este apartado. Recuerdas así una clásica enseñanza de la antigüedad cristiana en materia de espiritualidad. Los sentidos corporales son como puertas y ventanas de la casa del alma. Y es prudente vigilar siempre sobre estas aberturas qué ingresa y qué multiplicidad de estímulos interiores desencadenarán estas impresiones. No se trata de cerrarse al mundo circundante sino de discriminar con prudencia evangélica cuanto empapa los sentidos y da lugar a procesos interiores.

 

 “Por bienes sensuales entendemos aquí todo aquello que en esta vida puede caer en el sentido de la vista, del oído, del olfato, gusto y tacto, y de la fábrica interior del discurso imaginario, que todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.” (SMC L3, Cap. 24,1)

 

“Y es aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite, o de parte del espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de Dios interiormente, o de parte de las cosas exteriores comunicadas a los sentidos. Y, según lo dicho, ni por vía del espíritu ni por la del sentido puede conocer a Dios la parte sensitiva; porque, no teniendo ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo espiritual sensitiva y sensualmente, y no más. De donde para la voluntad en gozarse del gusto causado de alguna de estas aprehensiones sería vanidad.” (SMC L3, Cap. 24,3)

 

La sensualidad en cuanto referida a los sentidos no es de por sí mala o buena. Puede ser impresionada por la realidad exterior e interiormente comenzar procesos que dependen de factores diversos como por ejemplo la personalidad o características psicológicas del individuo, en términos de espiritualidad, el natural o naturaleza. Como también puede recibir el influjo de la Gracia, del Espíritu de Dios como lamentablemente del Adversario y Padre de la Mentira.

Obviamente no todo lo que se experimenta a nivel sensual es gozoso, puede ser muy sufrido o incluso incierto. Pero aquí revisamos contigo, Fray Juan, el valor que hay que adjudicarle a los gozos sensitivos. Tu posición y la de todo tu anclaje filosófico y teológico no le da a la sensualidad mayor mérito sino su propia participación en el proceso de conocimiento. No parece pues demasiado valioso, sino inicial, lo que se percibe y comprende sensitivamente y ya que no puede llegar a Dios de un modo relevante consideras que será vanidoso quedarse en ella.

La antropología que subyace a tus escritos es muy distinta a la de mis contemporáneos. A nivel práctico la sensualidad ha sido elevada y reina. Las cosas valen en cuanto podamos sentirlas y resulten sensualmente confortables. Pero tú ya habías previsto en tu época esta mentalidad.

 

“Dije con advertencia: que si parase el gozo en algo de lo dicho, sería vanidad, porque cuando no para en eso, sino que, luego que siente la voluntad el gusto de lo que oye, ve y trata, se levanta a gozar en Dios y le es motivo y fuerza para eso, muy bueno es. Y entonces no sólo no se han de evitar las tales mociones cuando causan esta devoción y oración, mas se pueden aprovechar de ellas, y aun deben, para tan santo ejercicio; porque hay almas que se mueven mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de haber mucho recato en esto, mirando los efectos que de ahí sacan; porque muchas veces muchos espirituales usan de las dichas recreaciones de sentidos con pretexto de oración y de darse a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración y darse gusto a sí mismos más que a Dios; y la intención que tienen es para Dios, y el efecto que sacan es para la recreación sensitiva, en que sacan más flaqueza de imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.” (SMC L3, Cap. 24,4)

 

Tus tiempos se hallan marcados por la búsqueda de la “devoción”, de un ejercicio piadoso y cálido de la religiosidad que involucre a los afectos, una experiencia fervorosa. Y tú consideras que es un bien cuando este recurso a lo sensible nos ayuda a más buscar a Dios y nos impulsa a ser elevados a su Presencia. Pero también consideras un mal quedarnos o detenernos en la sensualidad buscando más un disfrute emotivo que una real entrega de la voluntad a Dios. Cuando estas recreaciones sensitivas, que podrían ser como una palanca y trampolín para la oración profunda, se absolutizan y de medio pasan a ser fin, tenemos un problema. Se buscarán casi adictivamente estas consolaciones en este nivel, la persona hará de la oración una búsqueda de experiencias confortables y no habrá crecimiento en la vida espiritual ni en la entrega de sí misma a Dios.

Y cuanto percibiste inicialmente, Fray Juan, en tu época – la llamada “devotio moderna”-, se ha magnificado en nuestros días. Aquel movimiento planteaba una reforma de la espiritualidad volviendo al corazón y al deseo en la tónica agustina, generando unas prácticas religiosas simples y fervorosas, una “fe viva” que confrontara con el frío racionalismo especulativo en el que había devenido el escolasticismo. Hoy yo percibo que se ha incrementado esta corriente con sus potencialidades y peligros. Me permito ejemplificar.

Por un lado, se han desarrollado retiros o ejercicios espirituales “de impacto o de diseño” que buscan que los participantes sean “movidos o movilizados”. A veces el uso de algunas estrategias puede estar cerca de la manipulación afectiva. Pero aunque se usen correctamente y con responsabilidad, la intención y el discernimiento suele pasar por lo que se sintió. “¿Lloraron? ¿Alguien se quebrantó? ¿Sintieron como un fuego en su cuerpo? ¿Se produjo algún fenómeno que les pareciese extraordinario y novedoso?” En este estilo de retiros suele darse importancia a los “testimonios” que habitualmente se exponen en lenguaje sensitivo y anímico.

No digo que estén totalmente mal, de hecho se realizan en toda la Iglesia y en diversos movimientos –hasta yo mismo he predicado este tipo de ejercitaciones aunque siempre en el marco de un proyecto y proceso de maduración discipular, casi como una escuela de espiritualidad-. De hecho el hombre de hoy llega tan ignorante, anestesiado o cerrado a la experiencia religiosa que son necesarios estos recursos. Pero aclaro que no es bueno quedarse en este nivel inicial. Debe ser un trampolín o impulso para ir más allá. Advierto que muchas veces después de este tipo de retiros no se cuida el proceso posterior o se desarrolla una serie de instancias que quieren volver a poner en vigencia aquella experiencia afectiva del pasado. Se produce así una suerte de adicción emocionalista a experiencias consoladoras. Siempre hay que estar “arriba” y no decaer. Ya no hay lugar para la crisis y cuando sobreviene se la resuelve inyectando más “recreación sensitiva”. Pero sin permitir que las personas pasen por la fragua del desierto y de la noche, acompañándolas en su maduración tantas veces dolorosa. Sin dejarles que pasen una y otra vez por la Cruz, no les estamos haciendo bien alguno sino deteniéndolas y no posibilitándoles avanzar.

Por otro lado, el auge de la corriente carismática en la catolicidad –el acercamiento al evangelismo- también encuentra aquí su debilidad. Porque es innegable que su gran potencia es ayudar a las personas a establecer una relación y trato cercano con Dios. Más inclinada a lo espontáneo que a las formulaciones, centrada en los procesos vitales concretos, la corriente carismática pone al orante como “en un tú a Tú” frente al Señor. Insiste constantemente en la animación y conducción del Espíritu Santo al que hay que aprender a abandonarse confiándose a su acción. Claro que es central también el discernimiento del paso del Espíritu. Pero justamente aquí se topa con su debilidad: la lectura de la presencia del Espíritu Santo ha quedado fijada en la manifestación exterior y sensitiva de algunos dones y carismas. Es infantil la excesiva valoración del don de lenguas. Y a veces pertinaz el esfuerzo en buscar lo extraordinario que se manifiesta corporal, sensitiva y anímicamente. Aunque siempre hay apertura a reconocer que los dones y carismas del Espíritu son variados y sorprendentes y que hay que discernirlos y aprender a ejercitarlos, un muro parece levantarse delante impidiendo crecer más. La corriente carismática pone su vivacidad en fenómenos y le cuesta tanto integrar el horizonte del silencio y de la quietud contemplativa.

 

“El espiritual, en cualquiera gusto que de parte del sentido se le ofreciere, (debe) aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a él el gozo del alma para que su gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que todo gozo que no es en negación y aniquilación de otro cualquiera gozo, aunque sea de cosa al parecer muy levantada, es vano y sin provecho y estorba para la unión de la voluntad en Dios.” (SMC L3, Cap. 24,7)

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 104


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 103


 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 28

 



Quieto en Ti

El universo entero se rasga

La tierra se rompe

Y se abren los cielos

 

Tan firmemente anclado en Ti

Como un golpe preciso

Que todo conmueve

Tan contundente y seco

Como reverberante

 

Tan sujeto me tienes

Cuando yo te tengo

Eucaristía

Entre mis manos

Y me postro pequeño

Junto a Ti me has clavado

 

Quieto en Ti

Anclado en Ti

Sujeto y clavado a Ti

Ya no puedo dudarlo

Tú eres el más poderoso

En tu Amor

Entregado

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 102


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 101


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 36

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 36


LOS GOZOS POR BIENES NATURALES, DAÑOS Y REMEDIOS

 

“Por bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire, complexión corporal y todas las demás dotes corporales; y también en el alma, buen entendimiento, discreción, con las demás cosas que pertenecen a la razón.

Por ellos puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y caer en vanidad, debe tener recato y vivir con cuidado. Que por su vana ostentación, no se aparte un punto de Dios su corazón.” (SMC L3, Cap. 21,1)

 

Sabio maestro, San Juan de la Cruz, te diré en primer lugar que en estos días casi miro con agrado  a las personas que hacen gala de sí mismas. Te explico: no es masiva, más bien extraña, la experiencia de personas que se hallen contentas consigo mismas. Por diversos motivos son épocas de depresión, de fracaso y frustración. Si bien vivimos centrados en nuestro yo personal como si fuésemos el centro del cosmos, por lo general se trata de un egocentrismo sufrido y penoso. ¿Dónde hallar un varón o una mujer que se tengan a sí mismos por una serena comprensión y aceptación de su propio misterio? Claro que los hay, empero no abundan. Pastoralmente me resulta novedoso hallar personas que hablen bien de sí mismas y de la vida que llevan. Más bien me toca alentarlas, levantarles la autoestima, ayudarles a reconocer los dones que Dios ha puesto en ellas y creer que son una obra de su Amor. ¡Y es tan penetrante el ambiente de este siglo que invita a la chatura, al descreimiento y a la derrota, impidiendo grandemente el crecimiento personal y el deseo de superación! Es otra esclavitud, mental y anímica, la de estos días. El reino de la superficialidad y del vacío de sentido se ha extendido por doquier. Más bien es la falta de amor por sí mismos lo que impide a los humanos encontrarse con el Amor divino. Vivimos en una era epidémica de acomplejamientos. El hombre que se ha vanagloriado de matar a Dios ahora percibe que sin Él todo es pura decadencia. El nihilismo va vaciando de humanos la faz de la tierra.

Pero lo que tú enseñas tiene valor imperecedero. Porque seguiremos encontrando quienes se jacten desordenadamente de sí mismos. “Vanidad de vanidades y todo vanidad”, siempre se podrá exclamar con el autor sapiencial. Se regodean en sí mismos y se ensalzan y se exhiben para la admiración ostentando sus dotes y se entronizan por encima de todos. Mas se han olvidado que todo cuanto tenemos lo hemos recibido. Y en el culto de sí mismos se auto-divinizan falsamente como el Adán terrestre, a costa de destronarte a ti, el Único Dios Verdadero. Aquí ciertamente el exceso en la consideración de sí mismos les hace distraerse narcisisticamente  y olvidar tu Amor.

Desde ya nos recomiendas cuidado y recato en el vivir como antídotos a la vana ostentación.

Pensándolo un poco más –sin caer en simplismos generalizadores-, el mundo actual ha enfatizado quizás algo permanente del mundo de antaño: suele la pequeña elite de los encumbrados amarse a sí mismos en exceso y ponerse por encima, mientras la masividad de los comunes suelen amarse en demérito y aceptar su posición de inferiores. Obviamente es una caricatura, que no importa cuan encumbrado se esté mundanamente: ¡vaya uno a saber si se está contento consigo mismo! Y por debajo que te pongan quien sabe quién es vive libre y en paz.

Ya me urge rogar la virtud inestimable de la humildad. Solo en humildad se hace posible y fecunda una relación de Amor con Dios. Su Amor nos hace humildes, es decir: nos ayuda a mirarnos en verdad, agradeciendo cuanto somos porque es don Suyo; al igual que nuestra maduración, que no sin nuestra cooperación, depende del preeminente auxilio de su Gracia. El Amor de Dios nos enseña a amarnos rectamente a nosotros mismos, evitando la vanagloria y rescatándonos de todo acomplejamiento.

 

 “Los daños, pues, espirituales y corporales que derecha y efectivamente se siguen al alma cuando pone el gozo en los bienes naturales, se reducen a seis daños principales. El primero es vanagloria. El segundo daño es que mueve el sentido a complacencia y deleite sensual y lujuria. El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas. El cuarto daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu.  El quinto daño, que es distracción de la mente en criaturas. Sigue la tibieza y flojedad de espíritu, que es el sexto daño.” (SMC L3, Cap. 22,2)

 

Los tres últimos daños que describes son generales a todo gozo desordenado. Los tres primeros más afines a este gozo impropio en los bienes naturales: vanagloria, complacencia y deleite en sí mismo que lleva a la lujuria junto a una búsqueda vanidosa de la adulación.

No hay mucho que agregar. Será fácil reconocernos a nosotros mismos u a otros semejantes caminando extraviados por estos derroteros.

 

“Apartar su corazón de semejante gozo… dispone para el amor de Dios y las otras virtudes, derechamente da lugar a la  humildad para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos; porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y espiritualmente, como Dios quiere que sean amados.” (SMC L3, Cap. 23,1)

 

Humildad consigo mismo y caridad con los demás. Que el Amor de Dios nos enseñe a mirarlo todo como Él lo mira. Bajo su Luz de Verdad y Bondad se alumbra nuestra esperanza. Podremos ser una obra maravillosa de su Amor. Solo debemos aprender a amar correctamente como Dios quiere incluso que nos amemos a nosotros mismos. ¿Y cómo podremos vivir el mandato de amar al prójimo como a uno mismo si nuestro amor por nosotros mismos está desordenado y no es según Dios?



PROVERBIOS DE ERMITAÑO 100


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 99


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 35

 



CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 35


REMEDIOS PARA LOS GOZOS POR BIENES TEMPORALES

 

“Ha, pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir el corazón y el gozo a las cosas temporales. Y nunca se fíe por ser pequeño el asimiento, si no le corta luego, pensando que adelante lo hará; porque, si cuando es tan poco y al principio, no tiene ánimo para acabarlo, cuando sea mucho y más arraigado, ¿cómo piensa y presume que podrá?” (SMC L3, Cap. 20,1)

 

Aunque seamos repetitivos, queridísimo hermano: primero antes que nada practicar el desasimiento. Frente al mínimo pegoteo: ¡cortar y cortar ya! Sin dubitaciones y sin demoras. Si no cortas de cuajo el asimiento a los bienes temporales apenas lo detectas, se aferran a tu carne y se adhieren como ventosas a tu alma. Si postergas la desapropiación creyendo que controlas el proceso y tienes dominio sobre él… ¡te engañas! Desde el principio y sin concesiones:¡cortar y cortar ya!

 

“…libertar perfectamente su corazón de todo gozo …el gozo anubla el juicio como niebla …la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro.” (SMC L3, Cap. 20,2)

 

El gozo que experimentas en la conquista de bienes temporales es siempre peligroso. No porque Dios no quiera que goces. Sino porque el fin que eliges no es el Fin Último. Has de aceptar que los gozos por los bienes temporales son el primer escalón y el menos valioso en el orden jerárquico de los bienes posibles. ¡No te detengas! Es tu medicina la esperanza de bienes mayores. No los que tú consigas sino los que Dios te da gratuitamente y sin merecimiento tuyo. El tiempo es criatura que de ser idolátricamente absolutizada nos esclaviza. El camino del tiempo es bueno solo en cuanto conduce a la Eternidad. También la temporalidad debe ser purgada, es decir, ordenada hacia su propio fin.

¡Libera tu corazón! Deja que Dios te sane de quedar aprisionado entre gozos efímeros que con los días se disuelven en el pasado que no vuelve. ¡Oh Señor, te ruego y clamo por mí y por mis hermanos: forma en todos tus hijos un corazón para la Gloria Eterna!

 

…en tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón; por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido y poseído corazón. Al desasido no le molestan cuidados, ni en oración ni fuera de ella, y así, sin perder tiempo, con facilidad hace mucha hacienda espiritual; pero a esotro todo se le suele ir en dar vueltas y revueltas sobre el lazo a que está asido y apropiado su corazón, y con diligencia aun apenas se puede libertar por poco tiempo de este lazo del pensamiento y gozo de lo que está asido el corazón.” (SMC L3, Cap. 20,3)

 

Donde tengas tu tesoro tendrás tu corazón, nos enseñaba el Señor Jesús. Y agregaba que acumulemos tesoros en el Cielo donde la polilla no roe ni el ladrón irrumpiendo por sorpresa nos arrebata cuanto acumulamos dejándonos más vacíos que al comienzo. ¿Dónde tiene asidero tu corazón? Porque si tu lazo más fuerte es con los bienes temporales debes preguntarte dos cosas: ¿cómo lograrás que dejen de ser temporales ya que tu sed parece infinita? o ¿ya has aceptado que no existe salvación ni rescate y que todo se diluye finalmente en la nada? Hazte estas preguntas y busca tu paz.



PROVERBIOS DE ERMITAÑO 98


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 97


 

DIÁLOGO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 34

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 34



LOS GOZOS POR BIENES TEMPORALES Y SUS DAÑOS

 

“El primer género de bienes que dijimos son los temporales, y por bienes temporales entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras pretensiones.” (SMC L3, Cap. 18,1)

 

“El hombre ni se ha de gozar de las riquezas cuando las tiene (él) ni cuando las tiene su hermano, sino si con ellas sirven a Dios.” (SMC L3, Cap. 18,3)

 

“Aunque todas las cosas se le rían al hombre y todas sucedan prósperamente, antes se debe recelar que gozarse, pues en aquello crece la ocasión y el peligro de olvidar a Dios.” (SMC L3, Cap. 18,5)

 

“No se ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a servir a Dios, porque lo demás es vanidad y cosa sin provecho, pues el gozo que no es según Dios no le puede aprovechar (al alma).” (SMC L3, Cap. 18,6)

 

No creo amigo mío que en este punto debamos abundar demasiado pues es doctrina harto famosa de nuestro Señor Jesucristo el peligro inherente a las riquezas. Porque es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos. Porque no se puede servir a dos señores al mismo tiempo, a Dios y al dinero. Porque ¿de qué te servirá cuanto has acumulado en tus graneros si esta noche te pediré la vida? Pues la vida del hombre no está asegurada por sus riquezas. Y podríamos continuar… De hecho el consejo que Cristo da  a quienes llama al seguimiento es que si quieren ser perfectos vendan todos sus bienes, den limosna a los pobres y después se pongan a caminar con Él.

Tal vez para la susceptibilidad de mis coetáneos haya que aclarar que el Señor no está en contra de que poseamos bienes temporales y disfrutemos de ellos. Obviamente la idea madre es que estén referidos y ordenados a Dios, a la comunión con Él y a su servicio. Aquello también tan consabido acerca de que no nos creamos dueños sino aceptemos ser humildes administradores. La liturgia de la Iglesia reza a Dios pidiéndole que “sepamos usar de los bienes temporales de modo que nos permitan adherirnos a los bienes eternos”.

Ya es innecesario proseguir en este tema tan vasto y tan predicado. Obviamente los bienes temporales pueden ser tanto una escala como un obstáculo. Aquel joven rico se volvió entristecido pues aunque tenía intención de ser discípulo no pudo desprenderse de cuanto poseía.

Ahora nos explicarás, Fray Juan, que daños se siguen de un mal uso y apetencia por los bienes temporales, poniendo en ellos el gozo al que aspira el alma.

 

“Un daño privativo principal que hay en este gozo, que es apartarse de Dios.” (SMC L3, Cap. 19,1)

 

“El empacharse el alma que era amada antes que se empachara, es engolfarse en este gozo de criaturas. Y de aquí sale el primer grado de este daño, que es volver atrás; lo cual es un embotamiento de la mente acerca de Dios, que le oscurece los bienes de Dios, como la niebla oscurece al aire para que no sea bien ilustrado de la luz del sol.” (SMC L3, Cap. 19,3)

 

Soy testigo de personas empachadas y atiborradas de bienes temporales y cómo esta glotonería materialista les va cerrando el corazón, los torna insensibles a la dimensión espiritual. Los hay que han vivido siempre así porque su ambiente familiar y social los influyó grandemente desde el comienzo. ¡Cuánto sufrirán estas personas cuando les toque pasar por privaciones, cuando la suerte se les vuelva adversa, cuando no puedan retener todo lo que han acumulado como falsa seguridad! ¡Qué pesar experimentarán cuando les arrebaten su posición de privilegio, pierdan sus prerrogativas y desciendan al llano del no-poder! Y lo peor sin duda es que buscarán ayuda y se verán tan discapacitados para abrirse a la dimensión espiritual donde encontrar un sentido para seguir viviendo. Pues los bienes temporales van y vienen, caprichosos, y no se mantienen sino a fuer de despiadadas batallas que matan nuestra humanidad. ¿Quién es tan torpe como para colocar aquí su esperanza? Lamentablemente multitudes.

Más triste es el caso de personas que habiendo conocido a Dios y las maravillas de su gracia, retroceden y se vuelcan a estos nefastos ídolos. ¿Acaso cambian el tesoro por baratijas? Sea la tentación constante de la civilización consumista o las propias heridas de la historia que buscan compensaciones impropias, hay quienes empezando a conocer el Amor de Dios se revuelcan de nuevo en un mar de bienes temporales que pasan y no llenan verdaderamente el alma. Penosamente lo digo, he visto este mal muy arraigado entre algunos eclesiásticos que son voraces de prestigio y poder como de una vida acomodada.

 

“Este segundo grado es dilatación de la voluntad ya con más libertad en las cosas temporales. Y esto le nació de haber primero dado rienda al gozo; porque, dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice allí, y aquella grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más la voluntad en las criaturas.” (SMC L3, Cap. 19,5)

 

“Este segundo grado, cuando es consumado, quita al hombre los continuos ejercicios que tenía, y que toda su mente y codicia ande ya en lo secular. Y ya los que están en este segundo grado, no solamente tienen oscuro el juicio y entendimiento para conocer las verdades y la justicia como los que están en el primero; mas aun tienen ya mucha flojedad y tibieza y descuido en saberlo y obrarlo.” (SMC L3, Cap. 19,6)

 

En un segundo momento la primera afición e inclinación se vuelve más intensa, diríamos adictiva. Y las personas ya se sumergen en un estilo de vida mundano, dejando atrás el estilo de vida evangélico. Como cegados por la avidez de tener y poseer, siempre insatisfechos quieren más. Ya se desdibujan los parámetros de la justicia y la verdad en aras de una desatada codicia. Ya no solo no se comprenden los bienes posibles según recta jerarquía sino que se debilita y apaga cualquier cuestionamiento ético. “Vale todo por conseguir lo que quiero”.

¡Cuán importante es estar claros sobre los fines! El fin al que aspiramos marcará nuestro camino. No descuidar algunos medios parece crucial: llevar una vida penitencial, capaz de ayuno y de austeridad. Pero claro, este tipo de medicina es inadmisible en nuestros días.

 

“El tercer grado de este daño privativo es dejar a Dios del todo, dejándose caer en pecados mortales por la codicia. En este grado se contienen todos aquellos que de tal manera tienen las potencias del alma engolfadas en las cosas del mundo y riquezas y tratos, que no se dan nada por cumplir con lo que les obliga la ley de Dios; y tienen grande olvido y torpeza acerca de lo que toca a su salvación, y tanta más viveza y sutileza acerca de las cosas del mundo.” (SMC L3, Cap. 19,7)

 

¿Crees que será difícil hallar personas de este tipo? Cuando joven, uno de mis primeros trabajos remunerados me llevo a estar en contacto con personajes y ambientes así, solo obsesionados con las riquezas y los puestos de poder, en medio de un mar de traiciones, corrupción y lucha sin códigos. Me refregaba los ojos no pudiendo creer lo que veía y al cabo de pocos meses, temiendo por el bien de mi alma y asqueado de tanta cruel banalidad, me aparte para siempre de tales lodazales. Aunque tengo amigos que se han sumergido bastante en tales cumbres del averno y que hoy se lamentan del tiempo perdido a la vez que no extrañan en nada cuanto mundanamente han perdido en pos de la paz de su alma. Porque en aquellos sitios y con esas gentes no hay lugar alguno para la Salvación de Dios. Me temo que cuanto más encumbramiento en este mundo mayor servilismo al Príncipe oscuro que le instiga y conduce a los abismos.

Me preocupa además que en esta ciudad de necesidades estimuladas y renovadas, consumo creciente y búsqueda de confort, ya pocos consideren la eternidad. La temporalidad parece haberse devorado a la Gloria. Incluso gravemente en la Iglesia que peregrina se sostiene que la Salvación está asegurada sí o sí a pesar de cuanto vivas y ya el Cielo no interesa demasiado. Ahora el “valle de lágrimas” es la aburrida Jerusalén Celeste de los santos.

Sin embargo los poderosos de este mundo serán rechazados y despedidos con las manos vacías, mientras los humildes y pequeños serán ensalzados, canta el Magníficat de la Virgen María.

 

“El cuarto grado de este daño privativo viene el alejarse mucho de Dios según la memoria, entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no fuese su Dios.” (SMC L3, Cap. 19,8)

 

“De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales a las temporales como a su dios.” (SMC L3, Cap. 19,9)

 

¡Dios me libre y libre a mis hermanos de semejante atrocidad! ¡Dios libre a su Iglesia que camina en la historia –perdón por la crudeza- de aquellos eclesiásticos encumbrados que busquen  negociar lo sobrenatural para satisfacer su avidez de poder y su voracidad mundana! Porque Satanás sabe tentarnos habitualmente por los bienes temporales, a todos los hombres como a los hijos de la Iglesia.



POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...