Isaías II: el profeta de la consolación (4)

 



El segundo canto del Siervo

 

Siempre es discutible la extensión asignada a una perícopa y con qué criterios hacer su recorte. Justamente, dónde comienza y termina este segundo cántico es materia bastante opinable. He optado por diversas razones por la versión más acotada 49,1-7. Los vs. 7 y 8 inician con la marca textual “así dice el Señor”. Por eso podemos inclinarnos a pensar el v.7 como el final de una sección y el v.8 como el arranque de otra. Pero la continuidad temática existe y uno se vería tentado a extender la perícopa hasta el v.10. Allí surgiría el problema de la inconsistencia de los vs. 11-13 aislados del resto, incluso la posibilidad de pensar la versión más extensa del cántico como 49,1-13 que también es plausible.

 

“¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó. Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»”  (Is 49,1-3)

 

El oráculo comienza dando una noticia que tiene carácter universal, pues al Siervo se lo presenta ante toda la tierra, pues se convoca incluso a los más aislados o alejados. Como en Jeremías se establece la profunda elección de Dios desde el inicio de la vida, desde el seno materno.

Luego se describe al Siervo bajo un doble aspecto: es agudo y filoso, penetrante, su boca “espada afilada” y toda su persona como “flecha aguda”; pero también como alguien escondido y resguardado en o bajo la “sombra de la mano de Dios” y transportado en el estuche donde lleva sus flechas el Arquero. Todo hace pensar que participa del filo agudo y penetrante del mismo Señor y de su Palabra poderosa. Que Dios que así lo ha formado protege y vela por el éxito de su misión.

Y estos primeros indicios culminan reafirmando la elección del Siervo en quien Yahvéh se gloriará. El nombre de “Israel” suele colocarse entre paréntesis o guiones en las traducciones, pues los testimonios escritos difieren sobre su presencia, dando lugar a la duda de su incorporación tardía por el copista. Algunos ven igualmente en este cántico un personaje de índole colectiva. Sin embargo pienso que el mismo nombre de Israel remite a la par al Pueblo como al patriarca Jacob. Y el análisis de la perícopa, sobre todo si la extendiésemos más al recorte que hemos elegido, sigue ofreciendo esa ambigüedad –a mi ver pretendida- entre un personaje colectivo o individual.

 

“Pues yo decía: «Por poco me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor he gastado. ¿De veras que Yahveh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?»” (Is 49,4)

 

Las dificultades son parte de la misión del Siervo, quien se desgasta en un servicio que le parece infecundo hasta preguntarse si realmente Dios lo ha elegido y enviado.

 

“Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza. «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.»” (Is 49,5-6)  

 

No dejo de recordar las crisis vocacionales de Jeremías a quien Dios fortalecía y reafirmaba ante los constantes embates de sus adversarios. Aquí el Siervo experimenta que Yahvéh lo glorifica, que Dios es su fuerza.

En estos versículos el Siervo no puede ser identificado con el Pueblo ya que es un personaje enviado a restaurar a Israel desde los “preservados”; seguramente referencia al “Resto santo”, el núcleo fiel y purificado. También reaparece ese horizonte universalista tan propio de Isaías, quien comprende que el Señor quiere hacer brillar la luz de la salvación sobre todas las gentes, sobre el mundo alejado y aislado de los paganos aún sin fe.

 

“Así dice Yahveh, el que rescata a Israel, el Santo suyo, a aquel cuya vida es despreciada, y es abominado de las gentes, al esclavo de los dominadores: Veránlo reyes y se pondrán en pie, príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh, que es leal, al Santo de Israel, que te ha elegido.” (Is 49,7)

 

Aquí la interpretación de nuevo oscila hacia un personaje colectivo y el Siervo queda más identificado con Israel, el Pueblo de Dios que en su historia ha sido destratado y oprimido hasta el exilio, pero que goza de la fidelidad del Santo, su Señor que lo ha elegido para ser su instrumento y mensajero de salvación.

Convendría sin duda seguir meditando la sección 49,8-13 donde resonará la reminiscencia de aquel “consuelen a mi Pueblo” de los comienzos del libro, así como la preparación de un camino por donde el Señor llega a liberarlos.

 

Cumple tu misión, Siervo mío

 

Sin duda este segundo cántico nos deja la sensación de que el Siervo elegido es reafirmado por Dios para que crea en la misión que le ha sido encomendada. Debe ser agudo y penetrante como su Señor, confiando que Él será su custodio y garante. Debe dedicarse a un doble frente: hacia dentro del Pueblo para restaurarlo y hacia los confines de la tierra para anunciar la salvación a todos.

En estos tiempos de una Iglesia peregrina atravesada por una profunda crisis y poda purificadora mientras habita en medio de un mundo siempre más extensivamente descristianizado, ¡qué oportuno este mensaje! La Iglesia debe volver a creer en su Misión que es su identidad. Debe volver a “afilar” el Evangelio del que es portadora. La agudeza penetrante de la Palabra de Dios debe volver a ser su fuerza. No será sin grandes dificultades pero será siempre experimentando a Dios como su custodio y garante.

Un doble trabajo se avizora en el horizonte cercano:

1.      Una restauración eclesial interna, un volver a creer en el vigor y la potencia del Evangelio Santo y santificador. Una renovación de la fidelidad en el servicio a la Palabra de Dios íntegra para que sea transmitida como se la ha recibido en la fe revelada.

2.      Una recuperación del fervor misionero para anunciar a Jesucristo, único Salvador, a todas las gentes.


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 9


 

Isaías II: el profeta de la consolación (3)

 



El primer canto del Siervo

 

“Misterioso” parece ser el mejor adjetivo para  calificar a este personaje anunciado.

 

“He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones. (Is 42,1) 

 

Se lo presenta como alguien “sostenido” por Dios, el elegido en quien Yahvéh se complace. Por tanto goza de la confirmación del Señor y evidentemente su misión viene de lo alto. Goza pues de semejante autoridad divina respaldándolo. Por eso no resulta extraña la afirmación que el Espíritu le ha sido concedido y que dictará la ley a todos los pueblos. Sin dudas se trata del Mesías.

Pero inmediatamente se dice casi en contradicción:

 

“No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.”  (Is 42,2)

 

¿Entonces cómo hará para anunciar, enseñar y promulgar la ley divina? No se afirma que hará silencio sino que no gritará, que no alzará la voz. Su tono es apacible y discreto, como quien habla en voz baja con gran delicadeza. Nada de portentoso ni apabullante parece haber en sus modos. No es la lógica habitual de los poderes de este mundo la que le conduce. Más bien parece anclado en la lógica de los pequeños, de los siervos pobres del Señor. Lo cual se confirma en lo siguiente:

 

“Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará.” (Is 42,3a)

 

No se aprovechará de las circunstancias y más aún, se pondrá del lado de los débiles y sufrientes. ¿Cómo podrá gobernar todas las naciones desde este lugar de no-poder?

 

“Lealmente hará justicia; no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas”.  (Is 42,3b-4)

 

Toda su fuerza estriba en su perseverancia y fidelidad. No es tanto lo que dice sino lo que actúa. Vive inconmoviblemente unido a su Señor y a su Ley. Es justo y santo.

En este punto cabría preguntarse si el Mesías coincide con una persona. Porque de hecho parece ser bastante descriptivo de Israel, el pueblo elegido que es pequeño entre una multitud de naciones que lo superan desde todo punto de vista, y cuya identidad es vivir la Ley y comunicarla al resto de la humanidad conocida. No tiene el Pueblo de Dios más fortaleza que su fidelidad a la Alianza. Es un Pueblo pequeño y pobre cuya mayor riqueza es haber sido gratuitamente elegido por Dios y su plenitud consistirá en permanecer fiel a la Alianza en medio de toda circunstancia.

 

“Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende, el que hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan. Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. Yo, Yahveh, ese es mi nombre, mi gloria a otro no cedo, ni mi prez a los ídolos. Lo de antes ya ha llegado, y anuncio cosas nuevas; antes que se produzcan os las hago saber.” (Is 42,5-9)

 

El final del oráculo profético, remitiendo al Dios Creador de todo, contempla la historia en sus manos y bajo su conducción. El Siervo aquí se revela más bien como una persona distinguida de un colectivo y a la vez a su servicio” “alianza del pueblo y luz de las gentes”. Lo insisto de nuevo: su fuerza está en la fidelidad a la vocación, en su perseverancia en la justicia y en su vida en todo conforme a la voluntad de su Señor. El Siervo cumple lo que el Pueblo aún no: vive en la Alianza sin defecto ni idolatría alguna. Por eso el Siervo podrá comunicar la Ley de la Salvación y ser luz para todas las naciones paganas. La misión del Pueblo de Dios se cumple en este Siervo misterioso cuya venida se anuncia. Los signos de su ministerio serán obras de liberación: abrir los ojos de los ciegos y sacar de las prisiones a los que viven en tinieblas.

Me parece al final que en este oráculo persiste cierta vaguedad o buscada polisemia. El Siervo es la persona del Mesías, pero en su figura también resuena la situación y vocación de todo el Pueblo.

 

Iglesia, Pueblo mío, tu única fuerza es tu fidelidad a Mí

 

 Esta primera presentación del Siervo ya es del todo emblemática y sugestiva. Toda su valía consiste en la serena e inquebrantable fidelidad a Dios. No es suya la lógica de este mundo: gritos y vociferaciones, declamaciones portentosas y gestos grandilocuentes. Por lo contrario casi pasa desapercibido y no busca hacer ruido ni marcar presencia. Vive la Ley y practica la Justicia. Vive santamente y se comporta como hijo de Dios. Toda su significación deriva de su testimonio de permanencia en la Alianza.

¡Cuánto debe aprender la Iglesia peregrina de esta profecía! A veces los cristianos nos desvivimos por copiar las lógicas y estrategias mundanas en busca de una mayor eficacia y operatividad. Otras veces sucumbimos a la tentación de adaptarnos a la mentalidad del mundo que pasa para sentirnos más valorados y recibidos. Pero: ¿para quién vivimos?, ¿y de quién creemos que recibimos la vida?, ¿Quién nos la sostiene? Debemos seguramente convertirnos y volver a nuestro Creador y Señor. Nuestra vida está en Él y vivimos bajo su mirada. Lo único necesario realmente es nuestra fidelidad a la Alianza. Sin esta perseverancia en su palabra: ¿quiénes seríamos? Sin duda no el Siervo de Dios sino la sirvienta manipulada por las tentaciones idolátricas.




Isaías II: el profeta de la consolación (2)

 


 

Mensaje

 

Reseñamos algunos aportes de su profecía, que expresan continuidad con el primer Isaías y también sensibilidad hacia aportes posteriores de otros profetas como la capacidad de esbozar una propuesta original..

  1. Los Cantos del Siervo (42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12) son los oráculos más novedosos e influyentes del Isaías II y fueron rápidamente retomados y releídos por la tradición cristiana. Sin duda son el sello de su aporte único. Se trata de un personaje escatológico que a veces parece confundirse con Israel o con Ciro, pero que definitivamente no se identifica con ellos.
  2. Hay un intento teológico de dar un nuevo contenido a la Santidad de Yahvéh, quien se vuelve a revelar como un Dios Liberador. El Señor tres veces Santo no es concebido como separado-distinto al estilo del Proto-Isaías, donde su santidad provocaba la purificación del Pueblo;  sino con una trascendencia que se hace más cercana al mundo y que se expresa en su voluntad de consolación, liberación y salvación.
  3. También se retoma el tema del desposorio (54,1-10). Yahvéh no es un amante despechado y celoso sino un amante fiel. Aunque el libelo de repudio (divorcio) estaba listo y era justo Yahvéh no pudo firmarlo. Él es un Dios que elige sostener la convivencia (volver a casa, fin del exilio). Justamente el fin del destierro es anunciado con la imagen de la fecundidad de la estéril. La fecundidad es el Shalom-Paz, fruto de una Alianza espiritualizada y eterna.

 

Consuelen, consuelen a mi Pueblo

 

El consolad del comienzo del libro resume toda la misión profética (1,1-11).

 

“Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados.” (Is 41,1-2)

 

Yahvéh remueve la causa de la angustia; el consuelo anunciado es eficaz como lo es su Palabra poderosa. Quisiera hacer notar pues la ineludible conexión que existe entre el consuelo y la Palabra Santa, entre el consuelo y la misión del profeta-mensajero.

 

“Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.” (Is 55,10-11)

 

Esta voz de Dios es creadora de una realidad nueva, tiene esa eficacia llena de Vida que es propia de Dios. La palabra del profeta-servidor no es anuncio de un futuro lejano sino pregón victorioso de una realidad inminente que se acerca.

 

“Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.»”  (Is 40,3-5)

 

El consuelo (biser) comienza con el anuncio de una única noticia: Yahvéh reina y su Reino viene. El texto hebreo en Is 40,9; 52,7 y 61,1; al referirse al portador de buenas noticias que anuncia la cercanía del Reino utiliza los términos bisser (anunciar con fuerza-energía) y besorah (anuncio fuerte de algo). Se trata de un consuelo concreto y transformador, de una nueva realidad que se hace presente y operante. El texto griego conocido como la Setenta o Septuaginta, los traduce por euaggelizo y euaggelizontai. El portador de buenas noticias es indicado con el término euaggelitsomenos. De allí el sentido futuro de Evangelio, que no es exactamente “buena noticia” sino más precisamente el anuncio potente y victorioso de la cercanía del Reino, el anuncio de la intervención salvífica y liberadora de Dios que va a reinar en la historia.

 

“Una voz dice: «¡Grita!» Y digo: «¿Qué he de gritar?» - «Toda carne es hierba y todo su esplendor como flor del campo. La flor se marchita, se seca la hierba, en cuanto le dé el viento de Yahveh (pues, cierto, hierba es el pueblo). La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre. Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.» Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede. Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas.»” (Is 40,6-11)

 

Se anuncia pues algo del todo nuevo: reino nuevo, creación nueva, cielos y tierra nueva. Nadie que lo reciba queda afuera de esta transformación salvadora, si acepta pasar de la carne que perece a la Palabra del Señor que da la vida. No hay riesgos ni peligros que prevalezcan sobre los elegidos pues el cuidado consolador de Dios es victorioso y fecundo. Se hacen nuevas todas las cosas y florece el desierto. Yahvéh hace un Edén en el lugar donde están. El desierto-exilio exigió que el Pueblo sea santo. El Pueblo mesiánico encabezará ahora la procesión de salida hacia las promesas del Señor que se cumplirán por su fidelidad.

 

Levántate y alienta la esperanza

 

La esperanza se funda en la fidelidad del Señor que elige y salva. Toda otra expectativa se revela a la larga falsa e ilusoria. En medio de las crisis purificadoras, en parte consecuencia de nuestro pecado y en parte proceso de maduración, Dios no deja de enviar aliento: ¡Levanta la mirada, atisba en el horizonte la llegada de tu Salvador! Suya es la obra, no nuestra; suyo el poder y suya la victoria. Creer es esperar en Dios.

¡Cuánta falta nos harán en estos tiempos que vivimos, mensajeros de Dios que anuncien el futuro consuelo! Claro que primero debe llevarse a cabo la necesaria purgación. Porque también es cierto que nos inclinamos a buscar consolaciones engañosas, compensaciones fáciles y rápidas que nos eviten el proceso de crisis. Pero solo la verdad nos hará libres. El desierto debe ser aceptado, pues solo pasar por él nos permitirá otear el horizonte nuevo.

Empero me temo que la Iglesia de nuestros días aún se está encaminando al exilio, refunfuñando y quejándose de su suerte. Nos resistimos aún a la poda. Hoy no estamos preparados para el consuelo de Dios porque no terminamos de abrazar reconciliados la Cruz.

Diría que todavía necesitamos que Ezequiel nos enseñe a perseverar y tener identidad en medio del exilio. Para empezar a  vivir hay que terminar de morir. Cuando nuestra fe se robustezca seguramente aparecerá aquel Isaías que anuncie el consuelo que llega inminente y la esperanza victoriosa que nunca defrauda. Pero por ahora seguimos masticando y digiriendo con paciencia un largo y penoso proceso de conversión y crecimiento. Sin embargo con serena alegría percibo que por delante no hay otro camino que un horizonte de esperanza. ¿Por qué? Porque Dios es fiel y nos ama. ¡Apuremos entonces con decisión el tiempo de nuestra purificación que ya nos llega la Liberación del Señor!

 

Isaías II: el profeta de la consolación (1)

 


Desde fines del siglo XVIII, la labor exegética ya percibe 2 profetas en el libro de Isaías. Sin embargo, hacia fines del siglo XIX aparece la tesis de una tercera división: a) Isaías I o Proto-Isaías, caps. 1-39; b) Isaías II o Deutero-Isaías, caps. 40-55 (profeta del exilio); c) Isaías III o Trito-Isaías, caps. 56-66 (profeta del pos-exilio).

La exégesis actual reconoce una situación compleja:

1) Por un lado el Isaías III continúa en estilo literario y teología al Isaías II, hay breves pasajes que podrían datarse aún durante el destierro y los oráculos más tardíos hacia el 520 o 510. Esta datación permite suponer un sólo profeta, el Isaías II, con un ministerio extenso.

2) Por otro lado la situación vital de los caps. 56-66 es claramente la reconstrucción del país tras la vuelta del destierro y se nota vinculación con la literatura apocalíptica (surge en el siglo V). Esto fortalece la tesis del Trito-Isaías.

3) Finalmente el análisis estructural demuestra la heterogeneidad y la falta del sentido de cuerpo de esta tercera parte. Por eso se tiende a pensar que se trata de oráculos recopilados (ya existentes y aún no publicados) y producidos (nuevos pero con la misma teología aplicados a otra situación vital) no dependientes de un sólo autor sino de varios (los discípulos del Isaías II) en tiempos de la reconstrucción.

 

Perfil del profeta

 

No aporta datos sobre sí mismo. Se dirige a los deportados de Babilonia que esperan una liberación gloriosa y la reconstrucción del Templo. Literariamente es inferior al Proto-Isaías. Anuncia a un Dios que no es Juez que castiga sino Rey consolador.

 

Situación histórica

 

Han pasado ya casi 50 años de la primera deportación. Los exilados avizoran una pronta salida. Tras la muerte de Nabucodonosor y el  recambio de 3 gobernantes en 6 ½ años, uno de los generales usurpa el poder. Nabonid gobierna durante 17 años, revelándose como un gran estratega y reformador religioso: intenta restaurar el culto al emperador recurriendo a la idea antigua del dios que se encarna en el monarca. Se le oponen los sacerdotes de Marduk (dios babilónico creador del universo) y el pueblo. Intenta apoyar a Ciro (Persia) contra Media. Pero Ciro se desposa con la hija del rey de los medos y el imperio resultante (Medo-Persa) conquista rápidamente Asia Menor. Nabonid, flanqueado por el peligro exterior y las presiones internas, se retira dejando a su hijo como regente. Un general babilonio traiciona al regente, y a un mes de su nombramiento, Ciro conquista Babilonia sin dar batalla. Ciro es recibido como liberador, aún en Babilonia (Bel-Marduk apoyó a Ciro y mediante él restaura su culto en contra del usurpador endiosado). El mismo argumento utilizan los demás pueblos, incluso Israel.

Los israelitas deportados habían acumulado sed de venganza y una sensación de abatimiento, fracaso y frustración. En el ritual del año nuevo la estatua gigante del dios Bel-Marduk encabezaba la procesión y los dioses de los pueblos vencidos le seguían pero volteados o cabeza abajo. Para los judíos la humillación era peor pues ni siquiera contaban con una imagen (llevaban andas vacías).

 

Síntesis profética

 

Produce la última gran sistematización del movimiento profético.

a) Isaías II se reconoce discípulo de Isaías I y se palpa en su lenguaje, vocabulario, estilo y teología. Continúa la idea de que Israel tiene como misión ser testimonio y sacramento de la  salvación de Yahvéh abierta a todas las naciones.

b) La variante es la influencia de Nahúm, quien intentó hacer teología proyectiva de la historia anunciando el final deseado.

c) El Deutero-Isaías también intenta hallar las raíces teológicas del presente (influencia de Jeremías y de la tradición Deuteronomista). Mira la historia dualísticamente: de un lado están los amigos de Yahvéh (Siervo de Yahvéh, Israel-Resto, Ciro) y del otro lado los enemigos de Yahvéh (idólatras, Babilonia). La interacción entre amigos-enemigos no es azarosa o caótica porque Dios es Señor de la historia y del universo. Recuerda kerygmáticamente 2 grandes gestas de Yahvéh: la Creación y el Éxodo.

d) Su visión de la Alianza depende claramente de Ezequiel.

 

Ha llegado el tiempo de tu madurez

 

El exilio está cercano a concluir y el pueblo puede reconocer que ha crecido durante este tiempo difícil de prueba y purificación. Se acerca la hora de volver a su tierra y reconstruir el proyecto de Pueblo elegido por Dios. Pero todo esto no habría sido posible sin el magisterio profético que los sostuvo y animó en la fe, que los corrigió y les ayudó a entender, que les enseñó a perseverar en el Señor. Será un Pueblo resurgido y recreado desde la purificación, con un sincero propósito de sostener la Alianza en la fidelidad del amor y abierto a recibir la Santidad de Dios que lo santifique y lo vuelve templo-santuario de su Presencia en medio de los hombres.

Dejando a un lado la valoración de aquel proyecto histórico postexilico, levantemos una mirada llena de esperanza acerca del horizonte futuro de la Iglesia. Sin duda la Iglesia peregrina de fines del siglo XX y principios del siglo XXI ha sido llevada al desierto de la purgación. Y es cierto que esta etapa del camino es ardua, produce desánimo, tristeza y no poca confusión. Quizás estemos frente a una de las podas más radicales de la Vid Verdadera. Simplemente no podemos seguir transitando la historia con tamaño peso de sarmientos muertos. Para dar frutos habrá que reducir la Vid a los sarmientos que mantienen una Alianza sólida con Jesucristo, una vida con búsqueda de santidad y una exquisita fidelidad para guardar y cumplir sus mandatos.

Es sorprendente que hoy, cuando se aboga por una Iglesia de puertas abiertas y de inclusión absoluta, recibiendo y convalidando también el pecado, no exigiendo la conversión ni anunciando la santidad; no nos preguntemos: ¿por qué persiste y se agrava esta masiva apostasía y abandono de la fe?, ¿por qué esos sectores combatidos por retrógrados y conservadores se muestran como más vitales y fecundos en proporción?. Quizás la exigencia y radicalidad evangélica  atraiga más de lo que calculamos y quisiéramos aceptar.

Ciertamente la consolación de Dios está por delante y hacia ella nos dirigimos. Solo que debemos aceptar primero pasar por una honda purificación de amor. Tiempo de madurez que podrán gozar quienes verdaderamente deseen crecer en gracia y santidad.


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (12)

 



Valoración pertinente

 

Toda la profecía de Ezequiel constituye una gran síntesis de los profetas anteriores y al mismo tiempo una reformulación con visos de genialidad y originalidad únicas. En conjunto se trata de la primera sistematización del judaísmo desde una síntesis dogmática o cuerpo doctrinal con verdades conexas y jerarquizadas.

Hay una superación clara de Isaías I: la santidad de Dios no es ya un atributo externo (brillo de su gloria) sino su Gloria misma. Su majestad se comunica como Gloria que desciende y habita en el interior del hombre. Se trata pues de la primera afirmación de la inhabitación de Dios en el alma del justo. 

Hace una profunda reinterpretación de la Alianza. Dios no es fiel a las promesas en sí mismas (Tierra-Rey-Templo), las cuales desaparecen por la crisis del Exilio y son solo signos; sino que es fiel a aquellos a quien se las comunicó, es fiel a su Alianza con el Pueblo. La fidelidad pues se juega en el interior del hombre y no en las estructuras-mediaciones. Dios no necesita mediaciones y no las conserva; somos nosotros los que las necesitamos.

En Ezequiel se producen dos novedades dogmáticas o avances doctrinales absolutos:

1) La Alianza Eterna escrita en los corazones.

2) Un mecanismo salvífico con orden invertido. Al pecado del hombre lo que sigue es la consecuencia-castigo y de parte de Dios la redención. Solo al final surge el arrepentimiento humano y la conversión. Es decir, para Ezequiel no es el arrepentimiento lo que lleva a la redención, sino al acción salvadora del Señor la que mueve a la conversión.

 

La tradición sacerdotal

 

En los capítulos 40-48 que cierran el libro, el profeta desarrolla un proyecto de regreso a la Tierra y restauración del Pueblo. Conocidos como la “torah-ley de Ezequiel” o “código de santidad”, evidentemente expresan la “tradición sacerdotal” que tiene su fuente en esta profecía.

Metodológicamente se toma distancia de la historia para sentar las bases y criterios hermenéuticos que posibiliten una relectura crítica, tras lo cual la profecía abre horizontes y fundamenta el futuro o proyecto postexílico. El regreso a la Tierra lo avizora Ezequiel como la concreción de un gobierno teocrático por la casta sacerdotal.

El horror de Ezequiel por la impureza legal-ritual deriva en la necesidad de interiorizar la Alianza, de tener un corazón puro que se exprese exteriormente en los ritos. Los ministros de Dios deben ser santos y guardianes de la santidad de Israel. Su profecía es como una antesala del Levítico.

El factor de santificación y cohesión de la nación en el exilio fue la Ley. La Ley es la expresión de la voluntad de Dios. La Alianza es garantizada por la fidelidad de Dios. La Ley es la expresión de la santidad de Dios, de lo que lo hace diferente y único. La Ley en Ezequiel está muy cercana al concepto de Gracia en San Pablo.

Al Mesías lo concibe como un príncipe del estamento sacerdotal y al pueblo mesiánico como pueblo sacerdotal. La gloria de Dios reside en el Pueblo y no en el templo-Jerusalén. Mientras exista el Pueblo (Resto) que reciba en medio suyo la gloria-presencia de Dios habrá esperanza.

 

El Templo Nuevo

 

 

Cuando tiene la visión del Templo futuro lo que ve son sus efectos (el agua que corre) y no el edificio. No  se trata del templo histórico sino del Templo Nuevo-escatológico-Celeste (47,1-12).

 

“Me llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umbral de la Casa salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del altar.”  (Ez 47,1)

 

La visión comienza con dos indicaciones. Primero la dirección hacia Oriente, lo cual no es tanto una alusión geográfica sino simbólica, es decir el levante o punto desde el cual sale y se alza el sol. El tema es la luz y la luz de la mañana como experiencia y signo de la salvación de Dios que vence a la oscuridad de la noche, la muerte superada por la Vida, el caos por la Creación. En este contexto señala un nuevo comienzo, el fin del exilio y el retorno del Pueblo a su tierra y por tanto a vivir un proyecto de Alianza Nueva. Evidentemente una relectura cristológica verá aquí a ese varón llamado Oriente, al Sol que nace de lo alto y la mañana nueva de la Resurrección cuya Luz indefectible no conoce el ocaso.

En segundo término la indicación sobre el agua que brota por debajo de la puerta de entrada del templo o casa de Dios, desde el lado derecho se derrama y crece. El templo-casa es verdaderamente fuente y ya veremos cuan abundante y poderosa es el agua que provee. El templo-casa-fuente es la Alianza con Dios. La Alianza con Dios provoca una correntada de gracia salvífica. Y si bien la fuente primaria es Dios, el Pueblo inhabitado por su Gloria, asociado a su Señor, también secundariamente es fuente de la cual brota la Vida-Luz-Creación. Por tanto al regresar a la tierra si permanece en la Alianza será para el mundo entero fuente de la Gloria divina que desciende y lo transforma todo. La mejor relectura cristológica de este pasaje la sugiere el Evangelio de Juan con la narración del costado abierto del crucificado por la lanza y la mistérica fuente que brota de Agua y Sangre.

 

“Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho. El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta los tobillos. Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura. Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía atravesar.” (Ez 47,2-5)

 

La visión constata la abundancia de la fuente de agua y la potencia de su corriente. Luego se perciben sus efectos: da vida, recrea y lo que es desértico lo vuelve un paraíso. No hay demasiadas aclaraciones que hacer a lo ya expresado, acerca del sentido de esta visión en Ezequiel y sobre la relectura cristológico pascual que está latente.

 

“Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?» Me condujo, y luego me hizo volver a la orilla del torrente. Y a volver vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados. Me dijo: «Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada. Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. A sus orillas vendrán los pescadores; desde Engadí hasta Eneglayim se tenderán redes. Los peces serán de la misma especie que los peces del mar Grande, y muy numerosos. Pero sus marismas y sus lagunas no serán saneadas, serán abandonadas a la sal. A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina».” (Ez 47,6-12)

 

Haz de tu Iglesia, casa de Gloria y fuente de Salvación

 

Al culminar nuestro recorrido por la impresionante profecía de Ezequiel, simplemente vuelvo la mirada hacia el comienzo, cuando poníamos la hipótesis de que el exilio es un oportuno paradigma para interpretar el presente eclesial. No me repito pero si es verdad que en esta hora la Iglesia se encamina a ser sumergida en un horizonte mundano cual destierro, si es plausible que pronto desaparezcan algunas mediaciones y estructuras en las cuales tenía falsamente puesta su esperanza, si es cierto que será reducida a minoría frágil en el contexto de un nuevo paganismo global en pluriforme sincretismo… ¿qué haremos? Por supuesto elevar nuestra plegaria para que la obra de Dios atestiguada por Ezequiel se reedite y cumpla entre nosotros hoy. “¡Haz que tu Iglesia, Señor, sea el Santuario vivo de tu Presencia y Gloria! ¡Inhabita en medio de tu Pueblo e irradia tu salvación!” Porque mientras la Iglesia permanezca fiel a la Alianza, la esperanza nunca será vencida.



POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...