DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 36

 




LA IGLESIA ES EDIFICACIÓN DE DIOS (I)

 

“Porque, mientras haya entre ustedes envidia y discordia ¿no es verdad que son carnales y viven a lo humano? Cuando dice uno «Yo soy de Pablo», y otro «Yo soy de Apolo», ¿no proceden al modo humano?  ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por medio de los cuales han creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos colaboradores de Dios y ustedes, campo de Dios, edificación de Dios.” 1 Cor 3,3b-9

 

Augusto hermano Pablo, ahora explicitas la situación puntual que anticipabas al decirnos anteriormente: “no pude hablarles como a espirituales”. Problemáticas comunitarias y desajustes en el trato fraterno: envidias y discordias, supongo podríamos sumar competencias, resentimientos, heridas abiertas que empañan la mirada, prejuicios y fantasmas, inseguridades y acomplejamientos, dificultades para dialogar en libertad y con verdad, inmadureces y aspiraciones no tan evangélicas y todo lo que también nosotros hoy experimentamos al interior de la vida eclesial.

Más aún, aparece el tema de los personalismos. Por diversos motivos que ahora no puedo detallar existe en todos una búsqueda de centralidad, protagonismo y encumbramiento. De querer engañarnos y no aceptar esta pulsión escondida, ¡con cuán tambaleante paso iniciaremos un trayecto comunitario! Dañaremos y nos dañaremos con seguridad si no podemos asumir esta tendencia y buscar purificarla como sanarla al fin. ¡Es una batalla constante contra nosotros mismos la convivencia fraterna! Debemos permanecer vigilantes para discernir las motivaciones que nos animan.

¡Qué actual y siempre vigente resulta el tema para los ministros de la Iglesia! Porque es propio de nuestro servicio estar exhibidos y expuestos. ¡Y es tan tentador y al alcance de la mano aprovecharnos del ministerio para proponer el culto a nuestra persona! De muchos modos nos sucede que terminamos poniéndonos en el centro y en lugar de señalar a Cristo hasta sin quererlo le opacamos o aún peor, incluso traicioneramente le suplantamos en vez de representarlo. ¡Cuánta humildad le hace falta cultivar al ministro ordenado para permanecer en su eje como un simple servidor del Señor!

A veces pienso y tiemblo y rezo por mis superiores: ¡cuánto más encumbrados más en peligro! Yo que apenas he accedido a “bajos rangos” y que he visto –a veces después de pisarlas- las numerosas trampas tendidas por el Adversario con astucia por doquier, me digo: “Pobrecitos los Obispos e inmensamente desdichado el Papa, pues si han accedido a ese puesto de guardia, a esa atalaya de máxima responsabilidad sin la madurez en virtud necesaria, ¡qué terribles las tribulaciones interiores, qué inmensas oleadas de tentación demoníaca, que fácil enajenar el alma!”. Por eso todo ministro ordenado debe aspirar seriamente a santidad para no perderse ni perder al rebaño que le ha sido confiado.

Y aunque los ministros estuviesen firmes y claros aún queda ver qué pasa con el resto del Pueblo de Dios. ¡Porque allí también deben librarse fuertes combates por la unidad! ¡Que yo soy de éste o yo de aquel! ¡Que mi bandera es ésta o mi camiseta aquella! Y transformamos afinidades subjetivas y sintonías afectivas casi en dogmas sagrados. Y hacemos de un don o carisma –que no es más que un sendero entre tantos- la panacea que debe extenderse necesariamente a todos. ¡Presuntuosos y totalitarios nos volvemos! Si no eres de mi grupo no eres de los puros, si no rezas en mi movimiento seguro no conoces al Espíritu, si no realizas un servicio en mi institución seguro eres alguien que no quiere comprometerse; y así hasta la locura de proclamar que si no te integras a esta porción y no te alineas en esta columna, no tendrás quizás salvación. ¿Pero eso es la Iglesia o una secta? ¿Y acaso lo que tenemos y somos y en lo cual nos gloriamos no lo hemos recibido? ¿Dónde ha sido relegado Cristo?

Los ministros sagrados deben recordarse siempre que son humildes colaboradores, solo ayudantes. La Iglesia entera debe recordar siempre que no se pertenece, que tiene Dueño, que es campo donde Dios siembre y da el crecimiento, que es edificación en Cristo, el Señor.

 

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EVANGELIO DE FUEGO 14 de Abril de 2025