"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)
Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.
Toda la vida en amor vivir
abrazándote, respirándote,
bebiendo de tu limpia fuente
el agua clara de eternidad.
Toda la vida en amor vivir
escuchándote, recibiéndote,
aferrándome a tu suave voz
y conformándome a tu voluntad.
Toda la vida en amor vivir
esperándote, anhelándote,
siguiendo tus cálidas huellas,
ir por detrás de tu caminar.
Que todo te pertenezca a Ti,
todito a Ti, Jesús.
Contemplar
es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por
entero a otro, al Amado.
El contemplador, ya encaminado al
encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa que moverse, vivir y existir en
el amor de su Amado, depender de Él. Y en el encuentro de amor el Señor Jesús
le da a beber del agua clara de eternidad, el Espíritu Santo, que le anima a
entregarse más y más. Así el contemplador busca con mayor amplitud darle todo a
su Amado, lograr que todo le pertenezca a Él y nada ya a sí mismo. Ser todo él
del Amado Jesús.
Y esta pertenencia se traduce en la
conquista de una actitud fundamental para el crecimiento contemplativo: tener
la atención cada vez más fija, más permanentemente centrada en el Amado. El contemplador
busca pertenecerle ampliando su capacidad de escucha y acogida, aferrándose más
a la voz del Amado -que es Camino, Verdad y Vida- desechando cada vez más la
propia voluntad para en amoroso abandono conformarse a la voluntad de su Señor,
única voluntad que sana, libera y plenifica.
Ser cristiano es algo simple pero
que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser cristiano es ir haciéndose
semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él crezca, morir en su muerte y
que él viva en uno. Por eso la contemplación auténtica moviliza una real y
concreta transformación de la vida para pertenecerle al Amado. Pertenencia que
busca en la fidelidad que se ofrece y por la inmensa ayuda de la gracia
alcanzar absolutez: “ser como otro
Cristo”.
Y así, siempre más enamorado, y no
queriendo pertenecer a sí sino a la voluntad tiernísima del Señor seguirlo
donde sea, ir tras de sus huellas alegremente. Caminar detrás de Jesús Maestro
y no querer ocupar otro lugar más que el que le corresponde, el justo lugar, el
lugar de discípulo.
Contemplar es entonces pertenecer al
Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero se nos ofrece.