POESÍA DEL ALMA UNIDA 5

 



Cuando Tú me visitabas

Todo se henchía con tu Luz

Y la casa en su interior

Se reacomodaba disponible

A tu Presencia

Prístina

            Tu paso y tu toque

            Lo transformaban todo

 

Pero siempre oh Amado

Tú te retirabas

Suavemente

Dejando el alma sumergida

En la tibieza crepuscular

De un otoño soleado

Casi como un dejo de caricia

Y dorada Ausencia

Donde me arropase

 

Sin tardarte al tiempo

Fielmente retornabas

Entonces

Cual primavera fragante

Con alegre esperanza de brotes

Ardía oportuna la danza

Quieta en melodías de júbilo

            Y se presagiaban los frutos

            De tan gratuito camino

           

Ahora que te quedas

Oh Amado

Y permaneces

Serenamente unido a mí

Hasta las tinieblas más densas

Cortantes y gélidas

Pasan sin relieve

Y ya no pueden separarme

Del cálido sosiego de tu Voz

 

Cuando me visitabas

Dilatabas el corazón

            Con tus idas y venidas sabias

Mas ahora que te quedas

Y permaneces cantando

            Se nota ya que mi casa es Tuya

Que simplemente

Señor y Dueño mío

Me has vuelto tu casa

Y habitarme es tu Sello

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 14

 



CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 14


CUANDO COMIENZA LA QUIETUD

Estimado hermano y maestro, Fray Juan, a menudo me pregunto si el hombre de esta época agitado hasta la vorágine y el colapso, hiper-estimulado hasta la enajenación de sí, pragmático productivista sin horizontes de gratuidad y sumergido en una poderosa corriente de activismo intensamente sostenido y casi sin sosiego, tendrá alguna chance de acercarse a las orillas de la contemplación. Una tal posibilidad ya me parecería milagrosa.

Pero de hecho, ya sea por estar asqueado de aquella vida, o porque Dios ha tocado misteriosamente su interior, la vida contemplativa subsiste. Y la quietud infusa, esa silenciosa y suave noticia de tu Presencia nueva, sigue irrumpiendo en las almas. Aunque claro no es habitualmente un episodio disruptivo y sin antecedentes, sino como el descenso hacia el piso de una honda caverna que se ha excavado en un proceso de aquietamiento y silenciamiento interior, a menudo largo y trabajoso, poblado de resequedades y combates por la permanencia.

Pues la primera reacción a la quietud que llega es el rechazo. Porque aquí ya la inteligencia no puede tener la cosa en su mano y lo que empieza a despuntar es para ella ignoto, la voluntad más que adherir se resiste y busca producir algo de cuanto conoce, volver a repetir lo espiritualmente acostumbrado.

 

“…es lástima ver que hay muchos que, queriéndose su alma estar en esta paz y descanso de quietud interior, donde se llena de paz y refección de Dios, ellos la desasosiegan y sacan afuera a lo más exterior, y la quieren hacer volver a que ande lo andado sin propósito, y que deje el termino y fin en que ya reposa por los medios que encaminaban a él, que son las consideraciones. Lo cual no acaece sin gran desgana y repugnancia del alma, que se quisiera estar en aquella paz, que no entiende, como en su propio puesto.” (SMC L2, Cap. 12,7)

 

Para poder acoger la quietud que Dios da, habrá que estar asentada en el alma la práctica de abandonarse en Él. Solo un orante que ha crecido en docilidad al Espíritu podrá lanzarse a este don de la quietud. Se trata de uno que ha perseverado en el desierto y que ya ha empezado a vivir con fe de convicción. Cuando el Señor se calló –a veces por extenso tiempo-, este creyente no huyó. El silencio de Dios no lo ha hecho desertar, sino perseverar y aguardar más puramente en Él. No ha permanecido sentado inmóvil en el desierto porque buscase respuestas rápidas y soluciones puntuales; ha pervivido expectante pues buscaba a Alguien sobre el cual no podía disponer a no ser que gratuitamente se le ofreciera.

Es verdad Fray Juan, que hemos visto tantas veces frustrarse la gracia. Personas convocadas a la profundidad escondida que no logran abandonarse a Dios que claramente está más allá de todos nuestros parámetros. Temen perderse a sí mismas si se dejan en sus manos. No permiten que sus afectos y pensamientos sean superados y conducidos a niveles sobrenaturales. No han aceptado aún que para ganarse hay que perderse. Imposible enteramente ser alcanzado y permanecer en quietud contemplativa quien no ha resuelto la entrega de la propia vida. Sin la decisión de entregarse a Dios sin reservas no hay camino por delante. Uno se queda en primeros tiempos, repitiendo preparaciones que al paso de los días saben a hastío de lo mismo que nunca crece. La vida de fe se apaga pues tiene techo bajo y poco volumen de oxígeno que alimente el fuego.

Y seguramente tú también has visto a tantos burdos y precarios maestros de espíritu. Atosigan las almas llenándolas de devociones y multiplicando ejercicios piadosos. Como ellos mismos no han alcanzado profundidad de amor y unión con Dios, si alguien comienza a vivir quietud le dicen que es demoníaco o que debe volver a la obediencia de aquellas otras prácticas seguras. Y ciertamente no ayudan a nadie a buscar hondura de alma sino a ejercitar una espiritualidad superficial y pragmática. Porque en lugar de permitir a las almas que vayan tras el único Maestro que es Dios, quien las conduce por su Espíritu, pretenden ser directores ellos y tener sujetos a quienes animan como si fuesen de su propiedad, reteniéndolos en los confines de su pobre experiencia.

Pero volviendo a aquellos a quienes Dios comienza a darles quietud, ¿qué consejo podríamos darles?

 

“A estos tales se les ha de decir que aprendan a estarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se den nada por la imaginación ni por la obra de ella, pues aquí, como decimos, descansan las potencias y no obran activamente, sino pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y si algunas veces obran, no es con fuerza ni muy procurado discurso, sino con suavidad de amor; más movidas de Dios que de la misma habilidad del alma…” (SMC L2, Cap. 12,8)

 

Es tan nuevo lo que Dios puede ofrecer. Como cuando el Señor hizo silencio, el orante aprendió a perseverar en el desierto, ahora que se acerca de un modo enteramente inesperado debe dejarlo arribar y desenvolver el lenguaje del misterio. Seguramente junto a la quietud comenzará a aparecer escondida certeza de amor que afirma que se trata de Dios y de su modo propio. No tardará tanto el Amado en hacer madurar esta quietud y el sentido interior que siembra de su Presencia enlazante en amor. Espera, no te agites, no te inquietes, espera oh alma en tu Señor.

 



POESÍA DEL ALMA UNIDA 4

 



Hoy ya no tengo tiempo

Porque la Eternidad me apremia

 

Pues cuanta alegría

Simple y efímera

Deja traslucir la historia

Pasa y desvela

Como tras de sí

Lo verdaderamente vivo

Bajo tanta Luz de Gloria

 

Lo que da Dios palpita

Atrae y llama

Poniendo en perspectiva

Cada día con su afán

 

Entonces cual exhalación

El alma reposa

Se aquieta y silencia

Es que todo está seguro

En la única Roca firme

 

Solo cuando la Eternidad adviene

El tiempo adquiere su valor

 

En camino estamos

Y arde el corazón por arribar

Mientras permanece en la ribera

De cuanto es definitivo

 

 

Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (9)

 




Séptimo Oráculo bajo Jotam


El séptimo oráculo, contenido en Is 5,8-24, es conocido como el oráculo de los ayes. Se trata de una lamentación por los pecados del pueblo. Hagamos una lectura temática. Por motivo de brevedad no citaré el texto completo sino algunos pasajes más relevantes.

 

Contra la avaricia (vs. 8-10):

 

“¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país! Así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: «¡Han de quedar desiertas muchas casas; grandes y hermosas, pero sin moradores!”

 

Contra las fiestas licenciosas (vs. 11-17):

 

“¡Ay, los que despertando por la mañana andan tras el licor; los que trasnochan, encandilados por el vino! Sólo hay arpas y cítaras, pandero y flauta en sus libaciones, y no contemplan la obra de Yahveh, no ven la acción de sus manos. Por eso fue deportado mi pueblo sin sentirlo, sus notables estaban muertos de hambre, y su plebe se resecaba de sed. Por eso ensanchó el seol su seno dilató su boca sin medida, y a él baja su nobleza y su plebe y su turba gozosa.”

 

Contra el escepticismo (vs. 18-19)

 

“¡Ay, los que arrastran la culpa con coyundas de engaños y el pecado como con bridas de novilla! Los que dicen: «¡Listo, apresure su acción, de modo que la veamos. Acérquese y venga el plan del Santo de Israel, y que lo sepamos!»”

 

Contra los maestros de mentiras (v. 20):

 

“¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!”

 

Contra los sabiondos (v. 21):

 

“¡Ay, los sabios a sus propios ojos, y para sí mismos discretos!” 

 

Contra los opresores (vs. 22-23);

 

“¡Ay, los campeones en beber vino, los valientes para escanciar licor, los que absuelven al malo por soborno y quitan al justo su derecho.”

 

Sólo las primeras quejas, contra la avaricia y las fiestas licenciosas, contienen una sentencia de castigo o consecuencia del pecado. Para todos los “ayes” se explicita un castigo común en el v. 24 por la imagen del fuego que destruye las espigas. Esta advertencia  pide ser interpretada como la invasión de Asiria que destruye el país y dispone el destierro.

 

“Tal devora las espigas una lengua de fuego y el heno en llamas se derrumba: la raíz de ellos será como podre, y su flor subirá como tamo. Pues recusaron la enseñanza de Yahveh Sebaot y despreciaron el dicho del Santo de Israel.”

 

A continuación la perícopa Is 5, 25-30 expresa una sentencia condenatoria y corresponde a los oráculos 6-7 dejando claro la pedagogía de Dios que permite el incremento del poderío de Asiria y la extensión de su imperio como instrumento suyo para la purificación del pueblo extraviado en su pecado y tan distante de la Santidad de Yahvéh.

 

“Por eso se ha encendido la ira de Yahveh contra su pueblo, extendió su mano sobre él y le golpeó. Y mató a los príncipes: sus cadáveres yacían como basura en medio de las calles. Con todo eso, no se ha calmado su ira, y aún sigue extendida su mano. Iza bandera a un pueblo desde lejos y le silba desde los confines de la tierra: vedlo aquí, rápido, viene ligero. No hay en él quien se canse y tropiece, quien se duerma y se amodorre; nadie se suelta el cinturón de los lomos, ni se rompe la correa de su calzado. Sus saetas son agudas y todos sus arcos están tensos. Los cascos de sus caballos semejan pedernal y sus ruedas, torbellino. Tiene un rugido como de leona, ruge como los cachorros, brama y agarra la presa, la arrebata, y no hay quien la libre. Bramará contra él aquel día como el bramido del mar, y oteará la tierra, y habrá densa oscuridad, pues la luz se habrá oscurecido en la espesa tiniebla.”

 

El Dios tres veces Santo no admite el pecado

 

¿Qué tienen que ver el Dios Santísimo y el pecado? Pues absolutamente nada. Simplemente se excluyen. Dios no convalida el pecado y no lo admite bajo ninguna circunstancia. Todo lo contrario, podríamos decir que el Señor actúa para extirpar el pecado del corazón de su pueblo y de todo hombre. Porque ama a sus hijos no soporta verlos empecatados pues los ha elegido y llamado a santidad de vida. Se opone Dios al pecado y cuánto más avanza la inclinación al mal de su pueblo más debe el Señor actuar corrigiendo, exhortando, purificando, liberando y rescatando. Y en el extremo de su Amor envió a su propio Hijo a cargar sobre sí todo el pecado del mundo. El Cordero de Dios se ofreció en la Cruz para terminar con el pecado en quienes lo acepten como Señor y Mesías. Porque quien confiesa a Jesucristo Dios rompe con el pecado y la muerte hacia la Vida Nueva de la Gracia.

Como ya hemos dicho Santidad y Misericordia en Dios van juntas, no se las puede separar. La Misericordia de Dios se expresa en su acción santificadora; el Señor es Misericordioso no porque consiente nuestro pecado o finge no conocerlo, sino porque a pesar de nuestro pecado nos sigue amando y desea rescatarnos del mal ofreciéndonos un tiempo de arrepentimiento y conversión. La Santidad de Dios se revela cuando ejerce su Misericordia que no nos deja iguales sino que nos transforma para restablecer en nosotros la imagen y semejanza suya que nos ha donado al crearnos.

En nuestros días a veces me parece oír en la Iglesia que peregrina un mensaje confuso: ¿se ofrece misericordia pero no se exige santidad? Si fuese así no sería al fin nada más que una complicidad en el pecado o un pacto de mutuo encubrimiento. Como Dios, la Iglesia y en ella cada cristiano, debe tener una concreta aversión al pecado. La conciencia clara de que el pecado deshumaniza, rompiendo, afeando y oscureciendo la obra del Señor.

Se ha popularizado la sentencia: “Dios aborrece el pecado pero ama al pecador”. Justamente el Padre ama a sus hijos quitando de ellos el pecado y comunicándoles nuevamente su Santidad. Cuando Dios te exige santidad te ama. Si no te amara te dejaría enfangado en tu miseria y tu pecado. Cuando la Iglesia te pide santidad te ama. Pero si la Iglesia no te reclamara santidad descubrirías que ha dejado de serle fiel a su Señor.

Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (cf Ez. 33,11), porque pecado es muerte y santidad es vida. La Iglesia  que es Madre debe siempre aprender de Dios a acompañar a sus hijos pecadores con esa Misericordia que de ninguna forma convalida el mal, sino que con paciente dulzura y firme sabiduría los invita a salir de las tinieblas hacia la Luz admirable de Cristo Señor.

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 3

 



Espíritu

Omnipotente suavidad que habita

Allá en lo profundo y escondido

Y con delicada unción asciende

En aroma nuevo que lo impregna todo

 

Espíritu

Oh toque puro y cristalino

Que apenas acaricia deja herida

Abriendo surcos de deseo vivo

Y cauces para el Amor que llega

 

Espíritu

Ardiente llama que ilumina

Y a la inteligencia en paz y gozo lleno

Sostiene dulcemente sosegada

Como  arropada en brazos del Misterio

 

Espíritu

Oh ígnea Caridad inextinguible

Que a la voluntad con atracción enlaza

Y la mantiene libremente asida

Cautivándola con seducción divina

 

Espíritu

Agua Viva del Manantial que mana

Aquel Manantial que no conoce mengua

Que procede sin medida y sin reserva

Y se comunica tan generosamente

 

Espíritu

Oh Agua Viva que recrea

Agua resucitadora y adviniente

Siempre antigua y siempre nueva

En caudales de Amor transfigurante

 

Espíritu ven

Te invoco a Ti que no dejas de venir

Y que viniendo fielmente me das Vida

Espíritu que vienes a buscarme

Y encontrándome me devuelves a lo Eterno

 

 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 13

 



CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 13


DEJAR REPOSAR EL ALMA


Mi queridísimo Fray Juan, avanzas en tu obra sobre la significación de cuanto producen natural o sobrenaturalmente  bajo el influjo de la Gracia las facultades de la imaginación y fantasía, para advertirnos con insistencia que no nos quedemos en estas noticias sensibles que se experimentan en el ejercicio de la oración. Todas estas representaciones, son más bien desproporcionadas que convenientes a lo que Dios es en sí mismo y a su obrar.

 

“De donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras, o como un gran fuego o resplandor, u otras cualesquier formas, y piensan que algo de aquello será semejante a él, harto lejos van de él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa manera nunca llegarían al término, el cual no es como los medios remotos, ni tiene que ver con ello…” (SMC L2, Cap. 12,5)

 

Uno de los grandes peligros en la espiritualidad de nuestro tiempo, a mi ver, es ésta fascinación y búsqueda por lo sensible extraordinario y su comunicación.

Tal vez en su humus se halle hoy por hoy, amigo y maestro, -además de ese persistente desorden en nuestro natural- una cultura digital que exacerba la imagen y su exhibición sin reserva alguna. Concomitante a ello una tendencia a la espectacularidad y la escenificación acompañan el fenómeno. Así como el vértigo y alta velocidad de la transmisión. Las imágenes pasan frente a nosotros casi sin interrupción y fugazmente. Un mundo de imágenes con su constante influjo.

Es que los recursos técnicos crecientes hicieron posible a muchos capturar imágenes de la vida diaria o fabricar las representaciones de su fantasía, accediendo además a compartirlas masivamente.  No es de extrañar pues que en este caldo de cultivo la representación termine cobrando mayor valor que la realidad a la cual se representa. Esta como sobreactuación de la representación hace caer en el olvido el núcleo originante en el cual se funda. Es decir, nos quedamos con el mensajero y sus modos pero no siempre acertamos a reconocer el mensaje en su literalidad –el hecho y su significación- y con ello la intencionalidad del emisor. No por falta de capacidad sino simplemente porque no hay tiempo para detenerse y porque cuenta la imagen en sí misma.

Creo que esta nueva realidad de nuestros días también deja su marca en ese quedarse en los fenómenos sensitivos del encuentro con Dios. Claramente es creciente la dificultad de las generaciones más jóvenes para los procesos reflexivos como para el recogimiento interior y el silencio.

Pero volviendo Fray Juan a tus consideraciones sobre el valor de las imágenes y el peligro de quedarse en ellas para alcanzar quietud, te escuchamos.

 

“De donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo ellos ejercitádose en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a principiantes, queriéndolos Dios recoger (a bienes) más espirituales interiores e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están acostumbrados; y así, todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de ser así. En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en aquella manera primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual.(SMC L2, Cap. 12,6)

 

Es tan cierto lo que describes. ¡Cuántas veces he sido testigo de estos procesos truncos! Dios nos inicia en la vida interior como ya hemos dicho por medio del gusto, pero cultivamos una afición casi adictiva por tales goces menores y les consideramos erróneamente tan importantes que no queremos dejarlos. Entonces es de notar como Dios y el alma empiezan a andar desentonados y fuera de sincronía. El Señor ya no comunica el gusto sensible como a los inicios sino que lo va retirando como madre que desteta a su niño; quiere darnos alimento más sólido y nutritivo. Pero nos empeñamos aún en degustar papilla y no estamos dispuestos a masticar para deglutir.

Aquí Dios invita a otro camino y la persona se empecina en su afición por lo más corporal, sensible, emotivo, imaginativo y palpable. Por tanto anda buscando lo que Dios ya no quiere dar. Lucha y se fatiga por repetir experiencias previas que deben quedar atrás para crecer. Por consiguiente lo que recibe será solo ecos del pasado pues el Señor ya va retirando ese lenguaje o meras fabricaciones inferiores suyas o lo que es peor engaños del Maligno.

No deja de sorprenderme la gran cantidad de orantes que no pasan de los peldaños inferiores de la escala en el Espíritu. Tanto en la oración personal como comunitaria no hallan valor sino hay lágrimas o don de lenguas o quemazones y hormigueos corporales o visiones y audiciones internas y una variedad de fenómenos imperfectos y no tan subidamente espirituales como ellos los consideran. Y cómo también andan buscándose más a si mismos en los deleites del alma que a Dios mismo, es débil su humildad y no hay quien los convenza de que hay mucho más por descubrir y que dejen ya esos iniciales tratos hacia una Alianza mayor. Ni se te ocurra apuntarles que lo que desean son cosas de principiantes en el encuentro con el Señor, pues claramente se enojarán y pensarán de ti que no sabes nada y que ocultas con racionalidad fría tu falta de fervor espiritual.

¡Pobre alma que quiere hallar a Dios pero no deja que Él le conduzca! Quiere ser protagonista y que el proceso de la oración se encuentre en su mano y bajo su dirección. Hasta que no se detenga y se haga verdaderamente dócil, hasta que no acepte el pastoreo divino en su interior, hasta que no se entregue a los tiempos y modos del Señor, hasta que no se haga humilde y se tome de la mano del Espíritu Santo, hasta que no aprenda a reposar y entrar en quietud, no adelantará.

 

 


Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (8)



Sexto Oráculo bajo Jotam


Este oráculo, contenido en Is 5,1-7,  es conocido como la “Canción de la viña”. Sin duda uno de los textos más ampliamente receptados del profeta. Se trata de una relectura de toda la historia de Israel. Es un rib en forma de parábola.

El punto de partida es una canción de amor. En Oriente la amada es comparada a una viña. Además, “estar en la vid o bajo la higuera”, se constituyó una imagen difundida popularmente para simbolizar la felicidad y paz doméstica. Allí pues se dará el descanso, bajo la sombra que da refugio y sosiego del calor de la jornada y en la cercanía del verdor que suele ser vecino de la suave brisa. Como también se instalará el tiempo de disfrutar de los frutos fecundos de tanta labor: primero es el arduo esfuerzo del cultivo pero luego sobreviene el alegre período de la cosecha. Volviendo a la amada, el esposo espera que su esposa sea para él como vid fecunda.

 

“Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña.” (Is 5,1ª)

 

Socialmente correspondía al amigo del novio conducir a la futura esposa a la casa de aquel para celebrar las nupcias y ella ser introducida en su casa.  También tenía el encargo de presentar la querella en caso de repudio. En la ficción literaria es Isaías el amigo de Yahvéh-novio. El profeta, en nombre del Dios Esposo, cantará la historia de este amor de Alianza con la esposa Pueblo.

 

“Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita. Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agraces.”  (Is 5,1b-2)

 

Con simplicidad y belleza, no sin un gran toque de ternura, se canta sobre esta viña ubicada en un cerro aislado que domina un llano; lo que da cuenta de cierta exclusividad y predilección. Se ha comenzado la viña en el mejor lugar del cual se disponía. Y el dueño cultivó con gran esmero el terreno y plantó allí una cepa exquisita de uvas. También construyó una torre desde la cual vigilar y proteger la viña. Por supuesto dispuso un lagar, lugar donde machacar la uva y extraer su jugo.

Ya habiendo hecho todo cuanto debía y con el agregado de que ha trabajado con cariño, gran atención y delicadeza, el dueño se dispuso a esperar el tiempo de la fecundidad. ¡Cuánta decepción al darse cuenta a la hora de la cosecha que la uva no ha madurado y que no le daría el vino!

 

“Ahora, pues, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, venid a juzgar entre mi viña y yo: ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo? Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces?”  (Is 5,3-4)

 

El adverbio “ahora” marca que se está en ese tiempo preciso en el cual en lugar de recolectar frutos el Esposo Dios se queda con las manos vacías. Irónicamente se presenta la demanda del juicio y se convoca a los mismos acusados a dar explicaciones. ¿Acaso el Dueño de la viña no ha hecho todo por ella? ¿En qué Dios le ha faltado a su Pueblo?

 

“Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde. Crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella.”  (Is 5,5-6)

 

El adverbio “ahora” marca esta vez una consecuencia. El Dueño y Esposo, que ha puesto tanto amor en esta Alianza, se ve defraudado. Su amor no ha sido recibido, su laboriosidad en favor del Pueblo ha sido desaprovechada. Por tanto abandonará a su viña y ya no ejercerá ningún cuidado más sobre ella. Quitará cuanto elemento de separación y protección había. Cualquiera podrá entrar en ella para hacerle daño. Porque será como terreno desestimado que ya no se cultiva creciendo solo arbustos cargados de espinas. Si dan fruto para recolectarlos habrá que lastimarse la mano. Y si faltara algo habrá sequía.

Se da una sentencia pues de castigo sobre el Pueblo que no ha sido fiel a la Alianza con el Dios Esposo que lo ha elegido. Pero esta nueva situación no es arbitraria, sino la consecuencia de haber desperdiciado y desatendido el amoroso cuidado y solicitud con la que el Señor los ha tratado.

Por un lado parece un anticipo de todo el daño que les ocasionará el inminente crecimiento del poderío de Asiria. Por otro, bajo la dinámica del símbolo, una advertencia atemporal acerca del resultado de ser infiel y romper la Alianza con Dios.

 

Pues bien, viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos.” (Is 5,7)

 

Dios espera nuestros frutos

 

La Gracia que Dios me dispensa me alegra pero también me hace temblar. Será que con el tiempo ha crecido en mí la conciencia de la gravedad de desaprovechar su Amor en mí. Y cuánto más amado más comprometido a que su Amor sea fecundo. Porque a su Amor no le falta potencia y mi tierra ha sido trabajada por Él mismo. ¿Cómo entonces no producir el fruto a su tiempo?

Lamentablemente a veces percibo en la cotidiana praxis religiosa que se manifiesta en la Iglesia de nuestro tiempo, un acentuado rictus que llamo: “la postura del beneficiario”. Se trata de una relación recargada sobre el petitorio. Se busca a Dios como proveedor de bienestar personal. Obviamente que lo es pero no en el sentido que se le reclama.

Pero además no me resulta proporcional al petitorio el ejercicio de la acción de gracias, claramente más esporádica e inusual. ¿Dios no ha sido fiel con nosotros? ¿Nos ha mal atendido? ¿No hemos sido destinatarios de su Amor?

Hasta incluso sospecho que tal vez nuestra alabanza, casi inconscientemente, contenga la intención de que se mantenga “abierto el grifo” y no deje de proveer cuanto le solicitamos.

A aquel rictus didácticamente contrapongo: “la postura del bienhechor”. La de quien agradecido por el Amor recibido gratuitamente se dispone al don de sí. Aquí se rompe con la centralidad de uno mismo para poder responder al Dios que nos ha agraciado dando los frutos de Caridad que Él espera de nosotros. Podríamos decir que su Amor resulta fecundo al ponernos a amar. La oración popularizada reza: “Señor, que yo no busque tanto ser amado como amar”. Diría mejor, que tu Amor produzca amor en mí. Que no quede tanto Amor tuyo defraudado. O en el cantar del salmista: “Que por mi causa no sean defraudados los que esperan en ti, Señor.” (Sal 69,7)

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 2

 



Paz

Saciedad por tu Presencia

 

Paz

Flor madura y perfumada

De la Alianza de Amor Contigo

 

Paz

Que se instala y crece

Cuando se van perdiendo todas las cosas

Y solo quedan las Tuyas como las mías

Tan solo las Tuyas las nuestras

 

Paz

Del alma que tiene ya

Cauterizadas todas sus heridas

Bajo el leño incandescente de la Cruz

 

Paz

Estar enteramente entre tus manos

Y llegar a ser tuyo

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 1

 



Clama en Llama

Arde

            Fulgura

            Arrobada por tanta Luz

 

Pues elevada

            Goza

Y extasiada

            Ofrece

Ascendiendo

En escondida vida

Cual oculta muerte

 

Mas sostenida permanece y  canta

Un Amor sin fin

Que no puede

Sino balbucir

Partiendo y arribando

Desde el Silencio Eterno

 

¿Quién más

Podría llenarlo todo en mí

Hasta el desborde

De solo Tú en mí?

 

EN LOS DÍAS DEL ESPOSO (Poesía)

 



EN LOS DÍAS DEL ESPOSO

Matrimonio Espiritual

 

  

LA VOZ

 

1

Llama el Esposo.

Su voz resuena suave

pero capaz de alcanzarlo todo en mí;

tan capaz,

      sin duda ya,

               de alcanzarlo todo en mí.

 

¿Desde dónde vibra

ésta voz amante

que por mí reclama?

 

2

Invita el Esposo a la unión

con lazos y cuerdas de amor.

            Lo que es tan sutil es tan potente

            y lo escondido evidente a la fe

            que encuentra en sordera audición.

 

¿Desde donde abraza

ésta convocación silente

que hacia sí me arrastra?

 

3

Percute su voz cadenciosa

como repique solemne de campanas

y el corazón se deja

           palpitar a compás.

Acompasarse al Amado quería ya,

mas ahora se le regala

                                    este latir

                                    misterioso al unísono.

 

¿Desde dónde ésta sincronía

me ajusta a su andar

haciendo danzante la vida?

 

 

EL AGUA

 

4

Su Presencia surge y se instala

como si un dique se hubiese roto

y los canales de mi tierra

se desbordasen con sus aguas.

Mi tierra permanece húmeda,

empapada de su donación.

Crecen las flores y los pájaros cantan.

Es la primavera llena de sol.

 

¿De dónde viene

ésta Potencia escondida

que transformante me habita?

 

5

Siempre corre esta agua

serena, continua y oculta

sin disminuir

sin interrumpirse

como hilo primordial al comienzo

y quién sabe su volumen final.

Porque su caudal crece sostenidamente

siempre más

y va manando secretamente

sin detenerse

en el alma esposa y fuente

que contempla

y junto a Él también mana.

 

¿Desde dónde me surte

y abastece generosa

esta agua clara que procede?

 

6

El Esposo ha hecho de mí

un pozo de agua serena

donde se arroja la piedra

que llega hasta el fondo.

Como estanque transparente

donde el impacto no rompe el reposo

mas las ondas acuosas

expandiéndose en círculos

alcanzan riberas.

 

¿Desde dónde me acierta

éste amor novedoso

que me deja tan quieto y tan vivo?

 

LA GLORIA

 

7

Tras haber perdido todas mis cosas

ya no quedan sino las suyas

que enteramente se han vuelto las mías.

 

Ya solo queda ésta herida abierta

por cauterio en Cruz al rojo vivo

y ésta llama bendita de amor.

Porque ya es tizón encendido el alma

y luz incandescente en la noche.

 

¿Hacia dónde me hunde

esta Potencia escondida

en la cual camino

en fuego y gloria?

 

8

Con la libertad que da

la unión matrimonial

simplemente arriba el Esposo

haciendo

    de mi alma

           su casa

con inocente y nueva permanencia.

 

Llama el Esposo.

Llega y se instala.

Ya todo es Amor.

 

¿Hasta cuándo la ceguera de la historia,

ésta escena que pasa, éste destierro;

si ya todo se siente latir

desde el otro lado

el verdaderamente vivo?

 

9

¡Cómo hiere esta luz de Gloria!

Todo traspasa

y sopesa con sabiduría.

            El mundo aquilatado

            pesa poco

si no se halla unido

al Verbo en quien fue creado.

 

Y el lado definitivo de la visión

ya habita el corazón profundo

desvelando lo transfigurado.

 

Pues aquí se mira todo

como si todo estuviese ya en luz de Gloria

y por doquier se escuchasen las alabanzas

al Esposo y Cordero degollado.

 

¿Quién me dirá cuál es mi tiempo

de entonar con la asamblea

las marchas triunfales de las nupcias?

 

LA MONTAÑA

 

10

La voz del Hijo que llama.

El agua del Espíritu que mana.

La gloria del Padre que es casa.

 

Trinidad Santa

que has venido a buscarme

haciendo

            habitación y morada.

Ahora traslada,

te ruego,

            la provisoria casa

a la Montaña Santa.

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...