DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 44

 




LA PURIFICACIÓN INTERNA DE LA IGLESIA (III)

 

 Querido Apóstol San Pablo, te inquieta que entre los Corintios existan disputas (cf. 1 Cor 6,1-8), a veces por “naderías” piensas; pero más te preocupa que intenten resolverlas recurriendo a los jueces civiles y que no puedan hacerlo internamente en la comunidad, ya por el ejercicio de la caridad fraterna, ya recurriendo a hermanos sabios que puedan discernir y ayudar a resolver.

 

“Y cuando tienen pleitos de este género ¡toman como jueces a los que la Iglesia tiene en nada! Para su vergüenza lo digo. ¿No hay entre ustedes algún sabio que pueda juzgar entre los hermanos? Sino que van a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso, ante infieles!”  1 Cor 6,4-6

 

A nuestro tiempo eclesial le viene bien recordar que las disputas entre hermanos se superan madurando el ejercicio de la caridad; que supone ser menos sensibles a las ofensas mediante una crecida humildad y capacidad de ofrecimiento en unión al Crucificado, como también por una concreta agilidad para la reconciliación, sin quedarnos en el enojo, sabiendo rápidamente perdonar y pedir perdón.

Pero en el hoy de la Iglesia peregrina la dificultad es sobre todo acerca del juicio. Expresiones como “no juzgar” o “el Juicio es de Dios” parecen ser mal interpretadas lesionando la justicia y la verdad. Si el Juicio es de Dios se supone que ha comunicado lo que espera de nosotros. Nadie puede ser sentenciado justamente sino existe una ley explicitada a la cual sabe debe responder. No somos responsables frente a lo que ignoramos pero claramente lo somos si conocemos las normas. ¿Recuerdan que todo este tema gira en torno a las “normas de conducta en Cristo”?

Nuestros días ven crecer un masivo relativismo y por tanto una fuerte dificultad para aceptar que existen verdades, principios y normas absolutas y universales. Si cada quien es y debe ser como se autopercibe, cada quien es la ley para sí mismo. Es el colmo del individualismo. La pretensión de que la realidad es como yo la concibo y que nadie tiene derecho a contradecirme supone al fin el absurdo de la incomunicación y la imposibilidad de establecer vínculos. Estamos sembrando el terreno de una multitud de monólogos autoreferenciales que impiden el diálogo y la comunión.

En cambio el Apóstol a los Corintios les recuerda que hay “normas en Cristo”, es decir que Dios ha comunicado la Verdad y que hay ley natural, ley evangélica, enseñanza, mandatos, preceptos… Todo ello viene de Dios y Dios nos va a juzgar según esos parámetros. Y quisiera San Pablo que la comunidad creciera en caridad para ayudarse mutuamente a vivir según Dios. Como también anhela que entre ellos haya hermanos sabios que ayuden a discernir la Justicia de Dios que en el fondo es Santidad y Misericordia indisolublemente unidas.

Escuchemos algunas “normas en Cristo” que expone San Pablo, aunque a nuestros oídos contemporáneos quizás le produzcan cierta irritación:

 

“¿No saben acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No se engañén! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y tales fueron algunos de ustedes. Pero han sido lavados, han sido santificados, han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.” 1 Cor 6,9-11

 

Ni pienso detenerme un instante en las novedosas exégesis engañosas que intentan ver en estas listas de pecados un sesgo cultural que ya no es lícito dar por válido contemporáneamente. Podemos discutir matices que hagan más comprensibles los ejemplos aludidos en la mentalidad del siglo I, del Nuevo testamento y de San Pablo en particular. Pero es indiscutible que el sentido literal es bastante claro para todo hombre en todo tiempo. Como es insoslayable el hecho que a la luz de la fe nos encontramos frente a la Palabra de Dios. Al carácter divinamente inspirado corresponde pues la humilde y obediente adhesión de la fe.

Vale la pena mas bien detenernos en tres rasgos centrales:

a)      “No se engañen”. Con lo cual vemos que ya desde el comienzo la autojustificación y la tentación de convalidar el pecado están presentes en la comunidad cristiana. Y lo siguen estando porque es propio de nuestra naturaleza herida inclinarnos y curvarnos sobre nosotros mismos.

b)      “Tales fueron algunos de ustedes”. San Pablo no se muestra prejuicioso, escandalizado o inflexible considerando el pasado pecador de sus hermanos. De hecho el Apóstol y cada uno de nosotros partimos desde el pecado en nuestra historia personal y en la memoria a veces siguen pesando sus huellas. Pero lo importante es que el pecado “está en el pasado”. “Antes fueron así pero ahora ya no lo son”.

c)      “Pero han sido lavados, han sido santificados, han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.” Aquí está la clave: ya son nuevos. No son aquellos del pasado sino éstos del presente, tras su encuentro con Cristo y la acción del Espíritu que nos regenera. Se han convertido, han hecho penitencia, han roto con el pecado y se han adherido a las “normas de vida nueva de Cristo Señor”. Han sido rescatados del pecado, transformados por la Gracia y todo ha cambiado. Sería terrible volver atrás.

 

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EVANGELIO DE FUEGO 8 de Julio de 2025