SEAMOS
IMITADORES DE CRISTO
“Sean
mis imitadores, como lo soy de Cristo. Les alabo porque en todas las cosas se
acuerdan de mí y conservan las tradiciones tal como se las he
transmitido.” 1 Cor 11,1-2
Querido
San Pablo, estas breves expresiones tuyas bastan para quedarnos detenidos aquí,
oteando en su profundidad. ¿Sabes?, me resulta bastante habitual expresar
–sobre todo en el contexto de las celebraciones bautismales-, algo así: “Lo que
significa ser cristiano se define simplemente pero se lleva a cabo durante toda
una vida. Ser cristiano es pensar como el Señor Jesús, sentir como Él, decidir
y actuar siempre en Cristo, permanecer unidos a su mente y a su corazón”. O tal
vez esto otro: “El Espíritu Santo desde ahora, comenzando a inhabitar la
Santísima Trinidad el alma, no dejará de sugerirnos desde lo más interior de
nosotros siempre lo mismo de maneras diversas. ¿Qué nos insinuará de continuo? “Aseméjate
a Jesús, configúrate a tu Esposo”.
Uno
de los libros más famosos de la espiritualidad cristiana, conocido vulgarmente
como “el Kempis”, se intitula justamente: “La imitación de Cristo”. Recuerdo
algunas pocas clases de teatro que tomé en la adolescencia y aquellos “juegos
de espejo”, cuando uno parado delante del otro, en silencio como mimos,
debíamos reproducir exactamente los movimientos del compañero como un fiel
reflejo suyo. Así en el medioevo era frecuente el tema espiritual del espejo.
“Mírate en el Espejo”, le recomienda Santa Clara a la Beata Inés de Praga. Ese
Espejo era Jesucristo, y en ese Espejo debía contemplar su bienaventurada Encarnación,
ministerio público y Pascua redentora. ¿Para qué? Pues para reproducir en ella -arreglandose,
retocándose y adornándose con la Gracia y las virtudes-, la semejanza de su
Imagen.
¡Cuánta
consolación habrán experimentado tus hijos en la fe como nosotros hoy, al
hallar verdaderos imitadores de Cristo! Realmente es una gran bendición hallar
hermanos para admirar y de los cuales aprender cómo asemejarnos al Señor. Una
incontable muchedumbre de santos atestiguan a la Iglesia que es posible por la
Gracia identificarse con Cristo y ser uno con Él.
Pero
además introduces otro tema que en nuestros días está tan olvidado y a la vez
tan vigente: la Tradición. Hay que conservar las tradiciones recibidas que se
nos han transmitido fielmente. Pero: ¿qué es la Tradición?, ¿de dónde viene? y
¿cuánta es su importancia? Remitámonos nuevamente al Catecismo de la Iglesia
Católica, por ser untexto simple, tan sintético y erudito como testigo de
doctrina segura. De hecho para esta temática su gran referencia será la
Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II,
llamada Dei Verbum.
Catecismo
Nº 75 "Cristo nuestro Señor,
plenitud de la revelación, mandó a los apóstoles predicar a todos los hombres
el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta,
comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas,
que El mismo cumplió y promulgó con su voz". (Dei Verbum 7)
Catecismo
Nº 76 La transmisión del Evangelio,
según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras: oralmente: "los apóstoles, con su
predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que
habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo
les enseñó"; por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su
generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el
Espíritu Santo". (Dei Verbum 7)
¿Por
qué en la Iglesia hay Tradición y hay transmisión? Pues por fidelidad a Cristo
y a la Revelación que hemos recibido en Él, Hijo del Padre, quien es propiamente
la Palabra de Dios para los hombres. Y de esta única fuente, Jesucristo, brotan
como dos canales.
Por
un lado, lo que los Apóstoles bajo la guía del Espíritu Santo –en este caso San
Pablo- han transmitido oralmente con su predicación a la Iglesia fundando comunidades.
Esta predicación consta de palabras pero también de gestos, ejemplos e
instituciones. ¿Qué han transmitido los Apóstoles? Pues todo lo recibido de
Cristo para nuestra salvación.
Por
otro, bajo la inspiración del Espíritu Santo, los mismos Apóstoles y otros
elegidos por Dios de aquellas primeras generaciones han puesto por escrito esta
Tradición.
Catecismo
Nº 77 "Para que este Evangelio se
conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como
sucesores a los obispos, "dejándoles su cargo en el magisterio". En
efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los
libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de
los tiempos". (Dei Verbum 8)
Ya
vimos que San Pablo se alegra porque los de Corinto se acuerdan de él y conservan las tradiciones que les ha transmitido. Para que la Tradición se
conserve pues debe transmitirse ininterrumpidamente de forma íntegra y Dios ha
dispuesto que se realice en la Iglesia mediante la sucesión apostólica, es
decir, un continuo encadenamiento de sucesores de los Apóstoles, los Obispos.
Catecismo
Nº 78 Esta transmisión viva, llevada a
cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la
Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la
Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las
edades lo que es y lo que cree". "Las palabras de los Santos Padres
atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la
práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora". (Dei Verbum 8)
Junto
a las Sagradas Escrituras, la Sagrada Tradición es esa corriente viva, animada
y sostenida por el Espíritu Santo, que iniciada con los Apóstoles permanece
llegando a las nuevas generaciones cristianas por medio de sus sucesores,
quienes como aquellos atestiguan lo que la Iglesia es y cree.
Catecismo
Nº 79 Así, la comunicación que el Padre
ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa
en la Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando
siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz
viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va
introduciendo a los creyentes en la verdad plena y hace que habite en ellos
intensamente la palabra de Cristo". (Dei Verbum 8)
Ahora
bien, ¿cómo se realiza ordinariamente en la Iglesia la relación entre Tradición
y Escritura?
Catecismo
Nº 80 La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas y
compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto
modo y tienden a un mismo fin". (Dei Verbum 9) Una y otra hacen presente y
fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los
suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
Catecismo
Nº 81 "La Sagrada Escritura es la
palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu
Santo". "La Tradición recibe
la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles,
y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el
Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su
predicación". (Dei Verbum 9)
Catecismo
Nº 82 De ahí resulta que la Iglesia, a
la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación,
"no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y
así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción". (Dei
Verbum 9)
Deberíamos
estar alegres pues de modo tan abundante sigue llegando a nosotros la Palabra
de Cristo. Los católicos, además de escucharla en la Sagrada Escritura,
confesamos también que la escuchamos en la vigente predicación de los Apóstoles
que siguen dando testimonio de lo recibido del Señor a través de sus
ininterrumpidos sucesores.
Pero
quise abordar este tema a veces difícil para algunos, pues la Sagrada Escritura
se les aparece como más concreta y la Sagrada Tradición como más intangible,
porque hay un ambiente polémico hoy sobre el “tradicionalismo” en la Iglesia.
¿De qué se trata? Como diría un profesor habría que distinguir “Tradición” con mayúscula
de “tradiciones” con minúscula. ¿Qué se debe conservar en la Iglesia y transmitir
fielmente? ¿Todo entonces ya está fijo y nada se puede cambiar o hay aspectos
adaptables en el correr de los tiempos? Una rápida mirada a la historia de la
Iglesia nos dice que hay continuidad en la identidad pero también adaptación en
las formas.
Catecismo
Nº 83 La Tradición de que hablamos aquí
es la que viene de los apóstoles y transmite lo que éstos recibieron de las
enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo.
En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento
escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.
Es
preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas,
disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en
las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran
Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas
épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas,
modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.
Es
decir, el gran error suele ser concebir a la Tradición como un artefacto arqueológico
que pasa de mano en mano inalterado, no solo en su contenido sino también en su
expresión o forma cultural. Si fuese así, la multiplicidad de ritos litúrgicos
o las sucesivas codificaciones disciplinares, deberían interpretarse como una
grave infidelidad. La historia de la Iglesia sería entonces una historia de
traición constante. Pues por ejemplo más
discutido y manifiesto tenemos la Santa Misa. No celebramos ni en el siglo VI
ni en el XVII ni en el XXI exactamente igual que en el siglo I; incluso ni
siquiera podríamos reproducir rigurosamente en todos sus detalles aquellas primeras
Eucaristías apostólicas salvo por algunos elementos que se nos han atestiguado.
¿Por ello diremos que la Eucaristía ha cambiado y ya no es la misma? Es la
misma Eucaristía que el Señor nos ha mandado perpetuar en memoria suya en la Última
Cena y no por ello debemos celebrarla solo en Jerusalén y hacerlo en el mismo
domicilio con los mismos almohadones e idéntica cantidad de concurrentes,
usando exclusivamente aquella copa. La Tradición es una corriente viva animada
y sostenida por el Espíritu Santo, en la cual se recibe y se transmite fielmente lo que Cristo nos ha comunicado. La
Tradición se expresa en tradiciones y esas tradiciones que la expresan son
discernidas y adaptadas bajo el cuidado solícito del Magisterio.
¿Es
importante la Tradición? Claro, es constitutiva de nuestra identidad. Pero
ciertamente hay que comprenderla rectamente.
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