DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 56

 




SEAMOS IMITADORES DE CRISTO

 

 

“Sean mis imitadores, como lo soy de Cristo. Les alabo porque en todas las cosas se acuerdan de mí y conservan las tradiciones tal como se las he transmitido.”  1 Cor 11,1-2

 

Querido San Pablo, estas breves expresiones tuyas bastan para quedarnos detenidos aquí, oteando en su profundidad. ¿Sabes?, me resulta bastante habitual expresar –sobre todo en el contexto de las celebraciones bautismales-, algo así: “Lo que significa ser cristiano se define simplemente pero se lleva a cabo durante toda una vida. Ser cristiano es pensar como el Señor Jesús, sentir como Él, decidir y actuar siempre en Cristo, permanecer unidos a su mente y a su corazón”. O tal vez esto otro: “El Espíritu Santo desde ahora, comenzando a inhabitar la Santísima Trinidad el alma, no dejará de sugerirnos desde lo más interior de nosotros siempre lo mismo de maneras diversas. ¿Qué nos insinuará de continuo? “Aseméjate a Jesús, configúrate a tu Esposo”.

Uno de los libros más famosos de la espiritualidad cristiana, conocido vulgarmente como “el Kempis”, se intitula justamente: “La imitación de Cristo”. Recuerdo algunas pocas clases de teatro que tomé en la adolescencia y aquellos “juegos de espejo”, cuando uno parado delante del otro, en silencio como mimos, debíamos reproducir exactamente los movimientos del compañero como un fiel reflejo suyo. Así en el medioevo era frecuente el tema espiritual del espejo. “Mírate en el Espejo”, le recomienda Santa Clara a la Beata Inés de Praga. Ese Espejo era Jesucristo, y en ese Espejo debía contemplar su bienaventurada Encarnación, ministerio público y Pascua redentora. ¿Para qué? Pues para reproducir en ella -arreglandose, retocándose y adornándose con la Gracia y las virtudes-, la semejanza de su Imagen.

¡Cuánta consolación habrán experimentado tus hijos en la fe como nosotros hoy, al hallar verdaderos imitadores de Cristo! Realmente es una gran bendición hallar hermanos para admirar y de los cuales aprender cómo asemejarnos al Señor. Una incontable muchedumbre de santos atestiguan a la Iglesia que es posible por la Gracia identificarse con Cristo y ser uno con Él.

Pero además introduces otro tema que en nuestros días está tan olvidado y a la vez tan vigente: la Tradición. Hay que conservar las tradiciones recibidas que se nos han transmitido fielmente. Pero: ¿qué es la Tradición?, ¿de dónde viene? y ¿cuánta es su importancia? Remitámonos nuevamente al Catecismo de la Iglesia Católica, por ser untexto simple, tan sintético y erudito como testigo de doctrina segura. De hecho para esta temática su gran referencia será la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II, llamada Dei Verbum.

 

Catecismo Nº 75  "Cristo nuestro Señor, plenitud de la revelación, mandó a los apóstoles predicar a todos los hombres el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que El mismo cumplió y promulgó con su voz". (Dei Verbum 7)

 

Catecismo Nº 76  La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:   oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó"; por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo".  (Dei Verbum 7)

 

¿Por qué en la Iglesia hay Tradición y hay transmisión? Pues por fidelidad a Cristo y a la Revelación que hemos recibido en Él, Hijo del Padre, quien es propiamente la Palabra de Dios para los hombres. Y de esta única fuente, Jesucristo, brotan como dos canales.

Por un lado, lo que los Apóstoles bajo la guía del Espíritu Santo –en este caso San Pablo- han transmitido oralmente con su predicación a la Iglesia fundando comunidades. Esta predicación consta de palabras pero también de gestos, ejemplos e instituciones. ¿Qué han transmitido los Apóstoles? Pues todo lo recibido de Cristo para nuestra salvación.

Por otro, bajo la inspiración del Espíritu Santo, los mismos Apóstoles y otros elegidos por Dios de aquellas primeras generaciones han puesto por escrito esta Tradición.

 

Catecismo Nº 77  "Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, "dejándoles su cargo en el magisterio". En efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos". (Dei Verbum 8)

 

Ya vimos que San Pablo se alegra porque los de Corinto se acuerdan de él y conservan las tradiciones que les ha transmitido. Para que la Tradición se conserve pues debe transmitirse ininterrumpidamente de forma íntegra y Dios ha dispuesto que se realice en la Iglesia mediante la sucesión apostólica, es decir, un continuo encadenamiento de sucesores de los Apóstoles, los Obispos.

 

Catecismo Nº 78  Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree". "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora". (Dei Verbum 8)

 

Junto a las Sagradas Escrituras, la Sagrada Tradición es esa corriente viva, animada y sostenida por el Espíritu Santo, que iniciada con los Apóstoles permanece llegando a las nuevas generaciones cristianas por medio de sus sucesores, quienes como aquellos atestiguan lo que la Iglesia es y cree.

 

Catecismo Nº 79  Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los creyentes en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo". (Dei Verbum 8)

 

Ahora bien, ¿cómo se realiza ordinariamente en la Iglesia la relación entre Tradición y Escritura?

 

Catecismo Nº 80 La Tradición y la Sagrada Escritura "están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin". (Dei Verbum 9) Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos "para siempre hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

 

Catecismo Nº 81  "La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo".  "La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación". (Dei Verbum 9)

 

Catecismo Nº 82  De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación, "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción". (Dei Verbum 9)

 

Deberíamos estar alegres pues de modo tan abundante sigue llegando a nosotros la Palabra de Cristo. Los católicos, además de escucharla en la Sagrada Escritura, confesamos también que la escuchamos en la vigente predicación de los Apóstoles que siguen dando testimonio de lo recibido del Señor a través de sus ininterrumpidos sucesores.

Pero quise abordar este tema a veces difícil para algunos, pues la Sagrada Escritura se les aparece como más concreta y la Sagrada Tradición como más intangible, porque hay un ambiente polémico hoy sobre el “tradicionalismo” en la Iglesia. ¿De qué se trata? Como diría un profesor habría que distinguir “Tradición” con mayúscula de “tradiciones” con minúscula. ¿Qué se debe conservar en la Iglesia y transmitir fielmente? ¿Todo entonces ya está fijo y nada se puede cambiar o hay aspectos adaptables en el correr de los tiempos? Una rápida mirada a la historia de la Iglesia nos dice que hay continuidad en la identidad pero también adaptación en las formas.

 

Catecismo Nº 83  La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.

Es preciso distinguir de ella las "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.

 

Es decir, el gran error suele ser concebir a la Tradición como un artefacto arqueológico que pasa de mano en mano inalterado, no solo en su contenido sino también en su expresión o forma cultural. Si fuese así, la multiplicidad de ritos litúrgicos o las sucesivas codificaciones disciplinares, deberían interpretarse como una grave infidelidad. La historia de la Iglesia sería entonces una historia de traición constante.  Pues por ejemplo más discutido y manifiesto tenemos la Santa Misa. No celebramos ni en el siglo VI ni en el XVII ni en el XXI exactamente igual que en el siglo I; incluso ni siquiera podríamos reproducir rigurosamente en todos sus detalles aquellas primeras Eucaristías apostólicas salvo por algunos elementos que se nos han atestiguado. ¿Por ello diremos que la Eucaristía ha cambiado y ya no es la misma? Es la misma Eucaristía que el Señor nos ha mandado perpetuar en memoria suya en la Última Cena y no por ello debemos celebrarla solo en Jerusalén y hacerlo en el mismo domicilio con los mismos almohadones e idéntica cantidad de concurrentes, usando exclusivamente aquella copa. La Tradición es una corriente viva animada y sostenida por el Espíritu Santo, en la cual se recibe y se transmite  fielmente lo que Cristo nos ha comunicado. La Tradición se expresa en tradiciones y esas tradiciones que la expresan son discernidas y adaptadas bajo el cuidado solícito del Magisterio.

¿Es importante la Tradición? Claro, es constitutiva de nuestra identidad. Pero ciertamente hay que comprenderla rectamente.


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