CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 25
REVELACIÓN Y REVELACIONES (III)
“…aprendan a no hacer caso sino en fundar la
voluntad en (fortaleza de) amor humilde, y obrar de veras, y padecer imitando
al Hijo de Dios en su vida y mortificaciones; que éste es el camino para venir
a todo bien espiritual, y no muchos discursos interiores.” (SMC L2, Cap. 29,9)
No es posible que
sigamos adelante Fray Juan, tú y yo, sin volver una y otra vez a la palabra fundante
de la Cruz. Nuestra propia experiencia espiritual así nos lo reclama. Solo hay
que hacer memoria del camino. Pero nada fácil para nuestros interlocutores la insistencia
en la Cruz como clave única, pues si su disposición interior aún es insuficiente,
serán presa todavía de fascinación por lo extraordinario y por las
consolaciones y de regodearse en todo ello. Mientras no los conquiste la
fascinación por la Cruz, ¿cómo podrán adelantar en el camino? ¡Que sea
alumbrada en todos la belleza de la Cruz! ¡Oh Cruz tan amable fuera de la cual
no hay en modo alguno Salvación!
“Cuando
en las palabras y conceptos juntamente el alma va amando y sintiendo amor con
humildad y reverencia de Dios, es señal que anda por allí el Espíritu Santo, el
cual, siempre que hace algunas mercedes, las hace envueltas en esto.” (SMC L2,
Cap. 29,11)
Porque el Amor hace
crecer el amor, podríamos decir. O si es Dios quien pasa la Caridad queda
fortalecida, en verdad toda la vida teologal pues sus virtudes son conexas.
Pero bien tú dices, “amor con humildad”, pues no hay allí sombra de vanagloria
ni amor propio, que la humildad es la fiel guardiana de la casa. ¡Oh santa
humildad, contigo todo se tiene y sin ti todo se arruina y se pierde! “Amor con
humildad” es la evidencia y el vestigio del paso de Dios en el alma.
“Cuando
procede de la viveza y lumbre solamente del entendimiento, después de pasada la
meditación, queda la voluntad seca, aunque no inclinada a vanidad ni a mal si
el demonio de nuevo sobre aquello no la tentase.” (SMC L2, Cap. 29,11)
Nuestras fuentes son
superficiales, nuestra agua poca y nuestro riego insuficiente. Por eso nuestra
tierra se humedece solo en sus primeras capas y pronto se torna reseca de nuevo
cuando es regada apenas con el producto de nuestras facultades. La meditación,
como ejercicio activo de la oración, con su bondad que es superior a otros
ejercicios piadosos que no pasan de una mecánica recitación vocal, aún no logra
ofrecernos caudales incontenibles de Agua viva. La meditación que intenta
discurrir con el intelecto y mover los afectos del corazón concentrándose en
Dios, en su Misterio, en su obra creadora y redentora, en su Palabra Santa y en
la vida de la Iglesia con sus sacramentos sacará siempre ganancia de tales
consideraciones. Inclinada quedará el alma al bien, a madurar en su proceso de
fe y a empeñarse más por la conversión permanente en aras de la santidad. Y si
el Adversario no se inmiscuyese intentando retorcer y desviar el fruto de la
meditación, seguirá por buen camino. Pero el alimento será poco y permitirá
solo transitar algún corto trecho del camino. Ciertamente podemos seguir
alimentándonos una y otra vez en la oración activa y así con gran esfuerzo y
disciplina seguir avanzando lentamente. Solo por la gracia de la unión será
posible una verdadera transformación interior en las capas profundas de la
persona.
Pero debemos volver
al tema que nos ocupa. ¿Cómo darnos cuenta que el Demonio se ha entrometido?
“…las
que son del demonio, a veces son dificultosas de entender y conocer, porque
aunque es verdad que ordinariamente dejan la voluntad seca acerca del amor de
Dios y el ánimo inclinado a vanidad, estimación o complacencia, todavía pone
algunas veces en el ánimo una falsa humildad y afición hervorosa de voluntad
fundada en amor propio, que a veces es menester que la persona sea harto
espiritual para que lo entienda. Y esto hace el demonio por mejor
encubrir(se)…” (SMC L2, Cap. 29,11)
El Adversario y la
humildad no se llevan. Imposible para los demonios andar el camino del
abajamiento por amor, de la donación de sí y del anonadamiento de quien siendo
Rico se hizo Pobre para enriquecernos con su Pobreza. Por eso a veces podrá
disfrazarse de “ángel de luz” y presentarse bajo apariencia de bien en palabras
interiores que el entendimiento entiende no producir por sí. Pero el espiritual
maduro descubrirá finalmente que no es Dios quien está obrando por ese olor de
vanagloria que sutilmente se esconde en el fondo. Pues humildad que busca ser
humilde para ser ensalzada no es sino falsa humildad. Humildad es aceptación de
vida escondida como en Pesebre, Eucaristía y Cruz. Humildad contemplamos en los
profundos y casi permanentes silencios de Santa María, Virgen y Madre y de San
José. Justamente he aquí nuestro mejor espejo en el camino de la perfección por
Unión de Amor.
“…no
hagamos caudal de nada de ellas, sino sólo de saber enderezar la voluntad con
fortaleza a Dios, obrando con perfección su ley y sus santos consejos,
contentándonos de saber los misterios y verdades con la sencillez y verdad que
nos les propone la Iglesia.” (SMC L2, Cap. 29,12)
Al fin y al cabo en
cuanto a revelaciones interiores no se ha de buscar novedades pues la
Revelación ya es plena en Jesucristo. Todo otro evangelio distinto al
proclamado por los Apóstoles y recibido por la Iglesia es un artificio
demoníaco. Y toda alma que ande buscando estrafalarias y sensacionalistas
sabidurías va perdida. Que en revelaciones interiores Dios no quiere sino
seguir enseñando lo que ya ha sido enteramente comunicado y por su Espíritu
hacer madurar la recepción de la Revelación hasta la plenitud en nosotros de la
Verdad que es Jesucristo.
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