CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 26
LOS
SENTIMIENTOS ESPIRITUALES
Mi estimadísimo Doctor y amigo,
Fray Juan de la Cruz, nos vienes enseñando y describiendo con magistral ciencia
cuáles son las manifestaciones interiores que el alma puede experimentar en la
Unión, consignando su valor, previniéndonos de los peligros y aclarándonos los
verdaderos efectos salutíferos que producen. Ahora, para bien de nuestros
lectores, alguna palabra nos dirás acerca del dinamismo afectivo.
“Estos
sentimientos espirituales distintos pueden caer en dos maneras. La primera, son
sentimientos en el afecto de la voluntad; la segunda, son sentimientos en la
sustancia del alma.
Los de
la voluntad, cuando son de Dios, son muy subidos; mas los que son de la
sustancia del alma son altísimos y de gran bien y provecho. Los cuales ni el
alma ni quien la trata pueden saber ni entender la causa de donde proceden, ni
por qué obras Dios los haga.
…dalo
Dios a quien quiere y por lo que él quiere; porque acaecerá que una persona se
habrá ejercitado en muchas obras, y no la dará estos toques; y otra en muchas
menos, y se los dará subidísimos y en mucha abundancia.
…no es
menester que el alma esté actualmente empleada y ocupada en cosas espirituales,
aunque estarlo es mucho mejor para tenerlos…
…unos
son distintos y que pasan presto; otros no son tan distintos y duran más.” (SMC
L2, Cap. 32,2)
El primer concepto
que debemos destacar es el de “gratuidad”. ¿Por qué sobrevienen en la voluntad
o en el centro del alma estos “sentimientos espirituales”? Porque Dios quiere
hacer estos toques. ¿Por qué pues quiere hacerlos? Porque quiere y nada más. El
alma amada no encuentra ciertamente proporción ni necesaria lógica razonable.
Quien es Amor ama porque ama.
Obviamente en el
proyecto de Dios tienen su sentido pero… ¿quién ha podido penetrar en los
pensamientos de Dios? Misteriosos son sus caminos de bendición.
También Fray Juan
distingues donde operan: en la potencia de la voluntad, donde claro su efecto
pasará más pronto y moverá más puntualmente a nivel existencial; o en la
sustancia del alma cuyo efecto permanecerá más y producirá una transformación
más esencial.
Necesito por mi
cuenta hacer una aclaración a nuestros lectores. Sobre todo porque vivimos en
un mundo muy pendiente del factor emocional. Estos “sentimientos espirituales” poco
tienen que ver con lo que habitualmente experimentamos como emociones,
sentimientos o estados de ánimo. No debemos olvidar que no estamos en el
terreno de la vida activa sino en el de la experiencia infusa. Como el
entendimiento era sobrepasado por la luz sobrenatural y resplandeciente de la
fe, no anulado sino elevado y misteriosamente madurado para el encuentro con el
Misterio; así también sucede con lo que solemos denominar “vida afectiva”. El
mundo de los afectos ha sido purgado y transformado en la experiencia mística.
Por eso lo que aquí se dice solo puede referirse analógicamente a la
experiencia emocional.
En algún escrito personal
he asignado a la repercusión afectiva que el orante experimenta en el encuentro
con Dios sin haber aún entrado en recogimiento infuso, “sensaciones”. Aquellas “sensaciones”
de la oración activa pasan, son purificadas y elevadas, dejan lugar en la
contemplación al “sentido”. Aquellas eran por así decirlo más conexas a la
corporeidad, las otras son más puramente espirituales.
“…sean
los toques de Dios que los causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- redunda
en el entendimiento aprehensión de noticia o inteligencia, la cual suele ser un
subidísimo sentir de Dios y sabrosísimo en el entendimiento…” (SMC L2, Cap. 32,3)
“…las
noticias de ellos se reciben pasivamente en el entendimiento sin que él haga
nada de su parte. De donde, para no errar en ellos ni impedir su provecho, él
tampoco ha de hacer nada en ellos, sino haberse pasivamente acerca de ellos,
sin entrometer su capacidad natural.” (SMC L2, Cap. 32,4)
Finalmente estos “sentimientos
espirituales” repercuten o resuenan en la inteligencia a la cual le traen
noticia amorosa de Dios, de su ser y de su acción. Producen “saber de amor” por
así expresarlo.
Se advierte que no debe
entrometer su natural discurrir intentando comprender, sino que debe aprestarse
el entendimiento a recibir y dejar que aquel toque del Señor florecido en “sentimiento
espiritual” le traiga y produzca en la inteligencia infusamente recogida lo que
quisiere obrar en ella.
De más está aclarar a
esta altura que esta “pasividad” no se debe interpretar a modo quietista como
una anulación de lo humano y posesión por lo Divino; sino en clave de
receptividad amorosa y abandono amante, porque no hay más humana y humanizante
actividad que entregarse libremente en manos de su Dios y dejarle producir su
obra.
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