DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 3




DIOS LOS ENTREGÓ

A LAS APETENCIAS DE SU CORAZÓN, 

A SU MENTE INSENSATA,

RECIBIENDO EN SÍ MISMOS EL PAGO MERECIDO DE SU EXTRAVÍO

 

 

Estimadísimo    Apóstol de Jesucristo, tras escuchar que te presentases como quien ha sido escogido para el Evangelio y que no se avergüenza de él, dialogaremos contigo en el contexto de esta importantísima Carta dirigida a la comunidad cristiana de Roma.

Deben saber nuestros lectores que es un escrito de madurez donde explicitas tranquila y ordenadamente la novedad del Evangelio con todas sus implicancias, donde quieres mostrar tu comprensión del misterio de la Salvación manifestado y realizado en Cristo. También debo aclarar que este “Diálogo vivo” no tendrá carácter exegético ni la intención de un estudio bíblico sino simplemente una lectura espiritual, un dejar que resuene la Palabra de Dios comunicada por tu ministerio y que siga llegando fertilizante hasta nuestros días. Es pues desde el marco de mi propia oración personal y sus resonancias donde quisiera invitarlos a vivir su experiencia de encuentro con San Pablo.

 

“Porque en él (el Evangelio) se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por la fe.

En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.” Rom 1,17-23

 

Para llegar más adelante a concluir que todos necesitábamos ser redimidos por Cristo, contrapones la justicia de Dios manifestada por el Evangelio y que por la fe puede ser recibida justificándonos, con el estado generalizado de impiedad e injusticia en el que se encuentra sumida la humanidad sin fe y al cual le conviene la cólera de Dios. Y esta situación es inexcusable pues por el orden de la Creación el Señor se ha dejado conocer a la inteligencia pero los hombres no le quisieron reconocer, glorificándolo y dándole gracias. Usas términos duros: “antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos”. La primera parada de este pecado es la idolatría, cambiando al Dios Creador por representaciones que son hechura de nuestras manos.

También en nuestra época parece ofuscada esta capacidad de la inteligencia para descubrir al Señor del universo en sus obras y para aceptar que hay un orden y sentido de cuanto existe. La “razón moderna” –que no ha pasado en algunos casos de proponer un difuminado teísmo- se ha empeñado en afirmar una exagerada capacidad de comprensión al pensamiento humano. Pero sin referencia a Dios que se manifiesta en el orden natural, desligados de la verdad metafísica, jactándonos de sabios terminamos haciéndonos estúpidos.

Y de hecho frente a las proclamas positivistas de un cientificismo extremo, la técnica cada vez más descontextualizada de un horizonte ético, a la vez que ha producido beneficios también ha provocado catastróficos males. Cuesta entender la paradoja vigente: que semejante credo racionalista empiece a convivir con el retorno del paganismo energético, animista y panteísta. A la fe en el progreso de la historia le ha sucedido el retroceso a la degradación de un primitivismo inhumano. Prácticamente parecemos asistir a un proceso de involución del hombre.

 

Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.” Rom 1,24-27

 

“Por eso Dios los entregó”, nos dices. Resuena aquí todo el discernimiento del hombre bíblico que no adjudica los males presentes al Señor que es bueno y todo lo ha hecho bien sino al pecado del hombre. La ruptura de la Alianza por la infidelidad tiene consecuencias, nos enseñaron los profetas. Justamente se halla en la pedagogía de Dios –que respeta nuestras decisiones-, permitir que sopesemos nuestra responsabilidad érsonal. No se trata de un abandono desalmado o la venganza de un progenitor ofendido sino de la didáctica de un Padre que pone delante de sus hijos los frutos de la desobediencia para que se hagan cargo de sí mismos. Con verdadero amor los deja librados al derrotero que se han trazado, no les resuelve sobreprotectoramente los problemas, no les facilita que rehúyan del pesar que trae la autosuficiencia. El abandono del proyecto de Gracia los ha conducido a desbarrancar en una creciente espiral de impureza. La segunda parada es un desorden de las pasiones que se vuelve contra ellos mismos dañándolos, retorciéndolos fuera de eje sin referencia al orden creado, empujándolos contracorriente de la identidad por naturaleza.

Nuestro tiempo conoce ampliamente esta desorientación pero ya no se la admite como tal. En el colmo de la necedad se la reivindica y hasta se la propone de parámetro, incluso bajo pretexto de discriminación inmisericorde se la asciende por victimización al ámbito de lo virtuoso. Por supuesto cualquier intento de reivindicación de la verdad en el orden de la Creación no tardará en ser catalogado como discurso de odio. Tal las cosas, lo que otrora causaba pudor hoy es causa de aplauso y premiación.

 

“Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.” Rom 1,28-32

 

“Dios los entregó”, insistes. ¿Por qué? Pues no quisieron guardar el conocimiento verdadero que tiene al Señor como fuente. ¿A qué los entregó? “A las apetencias de su corazón impuro, a su mente insensata, a pasiones infames.” Entonces aparece en la tercera parada un mundo totalmente inconveniente para lo humano, lleno de maldad, plagado de perversidad, colmado de impiedad y de mortíferos enfrentamientos. Con tu tremenda lista Apóstol Pablo pintas un paisaje del todo desolador, un infierno anticipado en la historia. Un mundo de corrupción creciente donde se arruina siempre más a las nuevas generaciones que llegan a él. Y nada de esto está lejos de nuestros días sino más bien en apabullante escalada de oscuridad.

¿Habrá alguna esperanza? Sabemos que la hay. Pero lamentablemente preferimos el camino difícil: no entraremos en humildad sin pasar primero por la ofuscación de las apetencias desenfrenadas de nuestro  corazón impuro y de nuestra mente insensata. ¡Verdaderamente qué lástima elijamos sufrir tanto para anhelar la Redención!

 

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