CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 45
PEDAGOGÍA ESPIRITUAL PARA INICIADOS
“Para encaminar a Dios el espíritu en este
género, conviene advertir que a los principiantes bien se les permite y aun les
conviene tener algún gusto y jugo sensible acerca de las imágenes, oratorios y
otras cosas devotas visibles, por cuanto aún no tienen destetado y desarrimado
el paladar de las cosas del siglo, porque con este gusto dejen el otro.
Pero
para ir adelante también se ha de desnudar el espiritual de todos esos gustos y
apetitos en que la voluntad puede gozarse.
Porque
el puro espíritu muy poco se ata a nada de esos objetos, sino sólo en
recogimiento interior y trato mental con Dios; que, aunque se aprovecha de las
imágenes y oratorios, es muy de paso, y luego para su espíritu en Dios,
olvidado de todo lo sensible.” (SMC L3, Cap. 39,1)
Estimadísimo padre y
hermano Fray Juan de la Cruz, ya al final de esta obra de la Subida al Monte
–que cierra abruptamente como inconclusa- nos regalas bellas páginas acerca del
proceso espiritual retrotrayéndonos al comienzo del camino.
Aunque a muchos
disguste la clásica clasificación –iniciados, adelantados y perfectos-,
haciendo uso de humildad es totalmente sano intentar ubicarnos en las etapas
del camino. Los principiantes en la vida espiritual aún requieren mucho de lo
sensible y pasar de lo sensitivo mundano a lo sensitivo espiritual. Y Dios
habla el lenguaje que podemos escuchar. ¿Es papilla para bebes? Lo es, pero aún
no podemos digerir más.
Ahora bien, para
poder crecer habrá que dejar atrás los gustos sensibles y ciertamente Dios va a
retirar ese estilo trayendo la aridez del desierto. Este es un punto crucial y
difícil de elaborar, más que nada en nuestros días tan emocionalistas. Grandes
son las resistencias a no poder ya saborear en la vida interior jugos sensibles.
Pero sin dar este paso no se podrá madurar el recogimiento interior y el trato
mental con Dios y toda la devoción religiosa quedará atada a lo exterior,
corpóreo y tangible sin profundidad.
Pondré un ejemplo
delicado. Personalmente favorezco cuanto puedo la Adoración Eucarística pero a
veces tengo reparos. Hay gente que me dice que no es lo mismo adorar al Señor
en el sagrario a que la puerta del tabernáculo se encuentre abierta y visible
el copón o expuesto el Santísimo Sacramento sobre el altar en la custodia.
¿Acaso Cristo está más o menos presente en todas esas circunstancias o
permanece el mismo Cristo? Evidentemente el fenómeno percibido humanamente es
distinto pero la realidad de su Presencia la misma. Y sin embargo una vez
expuesto su Cuerpo sobre el altar las personas cierran los ojos y se concentran
en su interior. ¿Entonces? ¿No debieran según su lógica previa permanecer con
los ojos abiertos y fijos en Él durante todo el tiempo de la adoración? Otros
me dicen que no tiene la misma eficacia su oración si la Eucaristía se
encuentra expuesta o reservada. ¿Es así o lo que cambia es nuestra percepción? ¿Esa
sensibilidad nuestra no depende de nuestro proceso de maduración espiritual en
la fe? Y si un día te encontrases largo tiempo imposibilitado de estar en un
oratorio, frente a una imagen religiosa o al Santísimo Sacramento, aislado en
un desierto sin nada más que silencio y soledad… ¿no podrías encontrarte con tu
Dios? ¿Acaso Él no te inhabita?
Salvando el sentido
que la Iglesia siempre le ha dado al uso devoto de las imágenes y símbolos como
a la exposición pública de la Eucaristía, lo cual no está en cuestión ni es el
tema referirnos a ello, el Señor Jesús nos invitó a rezar retirándonos a
nuestra celda, a lo secreto y escondido donde solo el Padre ve. Hay pues un
recogimiento interior por alcanzar.
“Y por
eso es bueno lugar solitario, y aun áspero, para que el espíritu sólida y
derechamente suba a Dios.” (SMC L3, Cap.
39,2)
“…desnudez
interior, que es la pobreza espiritual en negación de todas las cosas que
puedes poseer.” (SMC L3, Cap. 40,1)
Como el niño primero
conoce y entiende desde lo tangible y concreto y solo tras madurar su cognición
puede realizar operaciones de abstracción, así el orante parte de experiencias
más sensitivas y corpóreas con uso de representaciones exteriores hasta que
pueda crecer hacia una mayor interiorización. Quedarse en lo primero y no
querer dar el paso a lo segundo sería negarse a madurar. Lamentablemente a
veces en la comunidad creyente no se hallan fácilmente testimonios y alicientes
al crecimiento sino la tentación de quedarnos en un estado pueril.
“Debes,
pues, para purgar la voluntad del gozo y apetito vano en esto y enderezarlo a
Dios en tu oración, sólo mirar que tu conciencia esté pura y tu voluntad entera
en Dios, y la mente puesta de veras en él; y, como he dicho, escoger el lugar
más apartado y solitario que pudieres, y convertir todo el gozo de la voluntad
en invocar y glorificar a Dios; y de esotros gustillos del exterior no hagas
caso, antes los procures negar. Porque, si se hace el alma al sabor de la
devoción sensible, nunca atinará a pasar a la fuerza del deleite del espíritu,
que se halla en la desnudez espiritual mediante el recogimiento interior.” (SMC
L3, Cap. 40,2)
Fray Juan, no hacen
falta demasiados comentarios, eres tan claro. “Guarda tu interior para la unión
con Dios”, les diría yo. Pues al fin y
al cabo toda la oración se encamina a la comunión por el amor con su Señor como
nuestra vida al Cielo. “Permanecer enteros en Dios” será la Gloria y es la dirección
del sendero de vida en el Espíritu como su cumbre. Guardar mente y corazón para
entregarlo al Amado y Esposo sin reservas. Pero para eso es necesario “retirarse
hacia adentro, hacia lo profundo”, hacia tierras más escondidas y secretas que
los umbrales iniciales de los ejercicios piadosos con sus gustos sensibles y
prácticas externas. He notado en verdad que dar este paso provoca miedo y da
desconfianza dejar lo que se tiene seguro en la mano por los tesoros prometidos
pero aún inciertos que están por delante.
“Nunca
llegará al recogimiento interior del espíritu, que consiste en pasar de todo
eso, y hacer olvidar al alma todos esos sabores sensibles, y entrar en lo vivo
del recogimiento del alma, y adquirir las virtudes con fuerza.” (SMC L3, Cap.
41,1)
“Se les
acaba la vida en mudanzas de estados y modos de vivir; que, como sólo tienen
aquel hervor y gozo sensible acerca de las cosas espirituales, y nunca se han
hecho fuerza para llegar al recogimiento espiritual por la negación de su
voluntad y sujeción en sufrirse en desacomodamientos, todas las veces que ven
un lugar devoto a su parecer, o alguna manera de vida, o estado que cuadre con
su condición e inclinación, luego se van tras él y dejan el que tenían. Y como
se movieron por aquel gusto sensible, de aquí es que presto buscan otra cosa,
porque el gusto sensible no es constante, porque falta muy presto.” (SMC L3,
Cap. 41,2)
Lo sabemos, mi
estimado hermano y amigo, hay quienes se resisten a pagar el precio de la
desnudez desértica del silencio. Así se vuelven aficionados y adictos a “golosinas
de espíritu” como tú las llamas. Y como en este estadio inicial las experiencias
son efímeras y los gustos se desgastan rápido, se pasan su vida cristiana
saltando de gusto a gusto y de novedad en novedad para no quedarse vacíos pero
sin jamás pasar de la papilla al alimento sólido. Lo que saborean pronto se les
pone desabrido y buscan remplazarlo por otro pasajero placebo en vez de aceptar
el remedio verdadero. Sin la negación de sí para ofrecerse a Dios, sin el lenguaje
de la Cruz, jamás irán adelante. Como siempre, hay que morir para vivir.
“Los
gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las cosas que habemos
dicho muchas personas tienen, por ventura son algo tolerables por ir ellas en
ello algo inocentemente; del grande arrimo que algunos tienen a muchas maneras
de ceremonias introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de
la fe, es insufrible.” (SMC L3, Cap. 43,1)
Tristemente siempre
han proliferado en la Iglesia que peregrina en la historia los vendedores de
baratijas y de consuelos fáciles. Porque a la cómoda inmadurez de algunos conviene
la oferta de mediocridad de otros.
“Muchas
personas el día de hoy con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia y
fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y
oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de aquellos límites, no
aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en aquellos modos y maneras que
en lo vivo de la oración, no sin gran desacato y agravio de Dios.” (SMC L3,
Cap. 43,2)
Y aunque parezca un
desatino debemos comprender que a veces los ejercicios piadosos pueden concluir
siendo impíos. Porque en el fondo terminan siendo una falsa seguridad idolatrada,
una negación a crecer y una cómoda superficialidad que no exige mayor
transformación interior. A los iniciados se les debe anunciar que renuncien a
los gustos fáciles y a los consuelos sensibles y que abracen firmes la pobreza
silenciosa de la Cruz. Sin desierto no hay camino que se abra hacia lo interior
y profundo donde Dios nos habita y espera para el abrazo de la comunión.