"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)
“Su izquierda
sostiene mi cabeza y con su derecha me abraza.” (2,6)
¡Cómo decir la gran delicadeza y
cuidado que el Señor tiene con los que lleva por el camino de la contemplación!
Porque Él sabe abrazarnos, y esto en el sentido del fuego que arde, enardece,
inflama y consume pidiendo más, siempre más; y a la vez sostiene para que no
nos desbaratemos, desmembremos o desintegremos ante tan arrollador don que es
su Presencia. Así, con sabia pedagogía, nos abraza y nos coloca como al límite
y luego nos sostiene y de este modo nos va capacitando para recibirle y
albergarle. Es como si con breves y fuertes tirones nos fuera dilatando el
corazón que en tensión parece ya pronto a romperse y en el relajamiento no
puede menos que añorar y desear con más fuerza.
Así,
entre excitaciones y desmayos, entre efluvios y desfallecimientos va quitando
del contemplador el ritmo de su latir y va introduciendo en el centro de su
corazón el ritmo del latir del corazón Trinitario. Mejor no sé yo decirlo.
Quien lo vive lo sabe pues lo saborea; y quien no lo vive que con corazón
sincero desee amar al Señor, tener con Él un encuentro gratuito en el amor,
estar con Él por estar con Él y nada más. Y si un tal deseo le brota, es que ya
hay gracia, láncese entonces con simpleza y “negligente despreocupación
amorosa” en los brazos del Amado y Él hará la obra.
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