23. Entre la noche y el alba. ITINERARIO CONTEMPLATIVO.

 


"IMÁGENES. Un acercamiento al itinerario contemplativo." (2020)


23. Entre la noche y el alba

 

            La oscuridad se va tornando menos densa y viscosa. Hay cierta agilidad en la noche. La negritud va decayendo en su intensidad. Sin embargo la coloración es insulsa e indefinida. Aún no hay variaciones temáticas en el firmamento que anuncian el arribo del sol. Aún las estrellas fulguran, mas ahora en un contraste alicaído. Hay como cierto anuncio leve, cierta insinuación debilitada del alba. Pero todavía hay noche, aunque no tan anochecida como en horas pasadas. Es un tiempo raro, de transición. Un tiempo que se prevé corto y que sabe largo. Un tiempo extraño...

 

            Este es el tiempo más agudo y más intenso en cuanto tiempo. Porque parece como un instante largo y pausado, un abismo entre noche y alba. Ya parece haber quedado atrás aquel duro trabajo de purificación del capullo que, reseco, está  a punto de quebrarse y de abrirse pero todavía no. Ya el contemplador ha experimentado de Dios lo que jamás hubiera esperado y ni siquiera podido anhelar pero aún hay más. El día de la unión esponsal todavía no llega. Y de a poco va descubriendo que este tiempo entre la noche y el alba es en purificación más hondo, más suave y más denso. Es el tiempo del paso definitivo y por eso el tiempo de vérselas cara a cara con los demonios más escondidos y más sutiles. Un tiempo donde el corazón desea ser todo de Él y ser introducido totalmente, en cuanto en esta vida nos es dado, en la Vida Trinitaria. Un tiempo doloroso, porque el corazón experimenta cuánto se retrasa aún este suceso del que ya algo ha gustado, fugaz y vigorosamente. Otra vez está como la amada en el umbral. Todavía su fe es débil, su esperanza errática y su amor dividido; no como al comienzo pero sí en cuanto al detalle. Hay tanta luz oscura que hasta lo más imperceptible del alma se ha vuelto impactantemente visible. Partículas y partículas de pecado subsisten por aquí y por allá como flotando en ese rayo de luz oscura que ingresa a la habitación secreta por las rajaduras del capullo. ¡Oh, apaga ya Amado, todo destello de fascinación que aún me roba la mirada! ¡Aniquila ya todo vestigio de yo autosustentado! ¡Extirpa las raíces del pecado! ¡Cuánto más amor de Ti será necesario recibir para que de mí brote una gota pequeña de amor puro y total! ¡Oh, rompe ya todas las cadenas que aún me atan y detienen! ¡Unifica ya todo mi ser en Ti! ¡Recoge ya todo lo mío en Ti!

Pero es pedagógico de parte de Dios sostenernos en este suspenso mortal, en esta dulce y dolorosa agonía del alma. Porque aquí, entre la noche y el alba, todo el ser queda atravesado por este ya pero todavía no en el amor, y esta tensión que lo atraviesa también lo acrisola y lo unifica y lo sana y lo recrea hasta la raíz más última. Si en medio de la noche, sin ver nada, la primicia del amor le movía hacia delante y sustentaba en la purificación gruesa; cuánto más ahora, ya cercana el alba, ya viendo algo en la noche que cede, el amor le excitará hacia el horizonte y le dará firmeza frente a la purificación fina de lo recóndito de su alma. Si antes la purgación parecía una excavación hecha con garra, ahora solo hay un débil gemido agonizante que entrecortado se sostiene. Porque es ahora cuando el Señor toca lo más hondo de nosotros, limpiando nuestras raíces de todo gusanillo que enferma y debilita la planta. Ahora es el tiempo de una limpieza total y minuciosa, a fondo y en detalle.

Ahora es la delicadeza del amor que no deja ningún espacio sin su luz y ningún hueco con resquicio de polvo o grasitud. Ahora es la radicalidad de la conversión que prepara la radicalidad de la unión. Ahora, entre la noche y el alba, viene el tres veces Santo a hacernos capaces de Él en su santidad. Ahora la voluntad es llevada a juicio de amor donde se le sentencia a someterse del todo, a morir ya del todo, a abandonarse sin dejar nada de sí para sí. Ahora está a punto de quebrarse el capullo haciendo que el contemplador se sumerja del todo en Cristo Hijo y en su filiación absoluta experimente la muerte a sí absoluta y el abandono al Padre sin resquicio de especulación o seguro. Ahora es el tiempo del todo o nada. Ahora es el amor un amor exigente hasta la raíz. Ahora es el salto en el abismo de la muerte para ganar Nueva Vida. Ahora es la agonía de la Cruz con el horizonte claro del sepulcro. Ahora es el tiempo de la fe. Ahora es el sí y es el no. Ahora, en un instante, es la eternidad. Ahora es el drama de la libertad. Ahora es el abandono a la libertad. Ahora es el clamor y el gemido: No me abandones Dios mío, ni te quedes lejos. Ahora es el doloroso parto del amor que permite nacer de nuevo desde y hacia lo alto.

Ahora es la crisis total para ser aunados totalmente en Él y siendo absolutamente de Él ya no ser de nada ni de nadie más sin Él. Porque ¿qué es la paz y el bienestar y la felicidad sino ser un ser simple y unificado sin atisbo de división? Si hemos sido creados para habitar en Él, simple y uno en el amor, ¡tendrá que acallarse la división que nos enferma y nos mata y que pone distancia con Él! ¡Amor, amor, amor! ¡Oh Tú que eres tres veces Amor y uno solo ven, no me dejes, hazme tuyo! Así saliendo del capullo seré como pozo de agua serena y traslúcida. Tú entonces Amado arrojarás la piedrecita del Amor y las ondas acuosas suavemente tocarán todas mis riberas. Sé que llegarán los días del Esposo. Amén.

           

 

 

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