"Apotegmas contemplativos." (2021)
Se acercó un discípulo recién
llegado y le preguntó:
-Abba Desierto, ¿cómo haré para
sobrevivir aquí en ti?
Y se le respondió simplemente:
-Aquí no has venido a vivir
sino a morir.
El Desierto es
un símbolo bíblico entrañable. Es el lugar de la Alianza. Pero también el lugar
de la tentación y la prueba.
Cuando se sale
de Egipto se encuentra el Desierto. Es el mismo Dios quien nos conduce allí.
Arrancados del alboroto de Egipto somos llevados al silencio del Desierto que
nos permitirá oír la Palabra. El Desierto árido y desprovisto será experiencia
de profunda austeridad: todo sabrá a provisorio y la itinerancia se hará regla.
Ciertamente la vida parece haberse reducido a su más desnuda pequeñez para
quien habita en el Desierto. Y ahora se debe tomar una decisión. Sólo una
decisión permitirá dejar atrás el Desierto y pasar a la Tierra Prometida.
Quien es
acercado a la vida contemplativa aprende pronto que debe dejar atrás todo
cuanto antes le parecía vida. Las cadenas de la esclavitud del pecado han sido
rotas pero el alma aún necesita ser sanada y purificada de sus desviadas
apetencias. En el silencio aún emergen tantos ruidos y voces confusas. La vida
que se ha llevado aún está vigente. No ha quedado atrás sino que late en
nosotros. La vida vieja ha venido con nosotros al Desierto. El contemplativo
comprende que no se trata de sobrevivir como quien se aferra desesperadamente a
lo poco que le queda y no desea soltar. Todo lo contrario, la cuestión es dejar
que muera para que definitivamente quede atrás. No podrá salir del Desierto
Purificador hacia la Alianza Nueva mientras siga cargando en sí mismo lo que no
tiene lugar delante. Al Desierto Dios nos ha traído a terminar de morir.
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