Pocas veces se presenta tan impresionante el
poder de Dios en la debilidad de su mensajero. Amós no tiene grandes pergaminos
que presentar, es alguien simple y con pocos recursos humanos, quien es enviado
como extranjero al centro del poder para proferir una exhortación valiente y
peligrosa. Y aún entre amenazas furibundas se mantiene fiel a la voz de Dios que
se hace oír con fuerza arrasadora frente al misterio de iniquidad que reina.
Algunos datos sobre su persona
Su profecía la ubicamos entre el 752-750 a.C. según los datos que se proporcionan en Am 1,1-2.
“Palabras de Amós, uno de los pastores de Técoa. Visiones
que tuvo acerca de Israel, en tiempo de Ozías, rey de Judá, y en tiempo de
Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto. Dijo: Ruge
Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz; los pastizales de los pastores
están en duelo, y la cumbre del Carmelo se seca.” (Am 1,1-2)
Se trataría de un profeta del sur (Técoa está a 17km de Jerusalén), pero su mensaje está dirigido a Jeroboám II (Israel, Reino del Norte). Ya comprendemos la incomodidad primigenia de su misión: trasladarse desde el Sur hacia sus hermanos en rivalidad en el Norte. Lo que Dios tiene que decirles no les agradará y menos venido de aquel que representa a sus competidores.
Significativa es la expresión tan propia de su profecía: “Ruge Yahveh”. Está claramente en juego la imagen davídico-mesiánica del “León de Judá”. No será nada fácil presentarse ante el Rey del Norte como embajador de un Dios que es “León que ruje” amenazante. Denuncia el Señor que el Pueblo ha roto la Alianza y por eso se está marchitando y que además no hay pastores que lo guíen por el camino de la salvación. Ya veremos cuánta oposición genera y cuán en peligro se pone la vida del profeta con este mensaje.
Podríamos concluir su semblanza diciendo que es un personaje vinculado al trabajo agrícola, que maneja un lenguaje bucólico y rústico. Por eso afirmábamos la tremenda desproporción que expresa un Dios fuerte que se enfrenta a los más poderosos mediante u mensajero humilde.
Tras la caída de Samaria, probablemente su profecía es adaptada mediante algunas adiciones, para que también interpele a Judá en el Sur.
Estructura literaria
A modo de guía de lectura, la estructura de este libro profético sería:
a) 1,3-2,16 Oráculos contra las naciones.
b) 3,1-6,14 Oráculos contra Israel.
c) 7,1-9,10 Visiones.
d) 9,11-15 Oráculo de salvación.
Mensaje
En el centro de su misión profética hay una fuerte denuncia de la injusticia social como ruptura de la Alianza.
“Así dice Yahveh:
¡Por tres crímenes de Israel y por cuatro, seré inflexible! Porque venden al
justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisan contra el polvo de
la tierra la cabeza de los débiles, y el camino de los humildes tuercen; hijo y
padre acuden a la misma moza, para profanar mi santo Nombre; sobre ropas
empeñadas se acuestan junto a cualquier altar, y el vino de los que han multado
beben en la casa de su dios.” (Am 2,6-8)
Dios es el que
funda y lleva adelante
El profeta es un enviado de Dios para darle al pueblo la oportunidad de convertirse. A Samaría (capital política) se le critica la alianza con Siria-Efraín-Egipto contra Asiria; Dios le acusa de apoyarse en otros y de olvidarse de la única Alianza que puede salvarlo. A Betel (capital religiosa) se le critica el culto formalista y las casas lujosas; está cerca del templo pero lejos de Dios.
Una inquietante valentía
Siempre me ha conmovido la persona de Amós, enviado tan frágilmente al centro del poder, con un mensaje nada diplomático y conciliador, sino tremendamente confrontativo y exigente. ¿Cómo es posible que levante su voz cuando todos temeríamos y matizaríamos los gestos y palabras, anticipando la reacción negativa de los poderosos? ¿Tan sólidamente se halla apoyado en Dios el profeta, que él mismo termina siendo a su imagen, como una roca inconmovible e inconquistable? ¿Tan poderosa y victoriosa es la gracia vocacional que Dios comunica? ¿Tan eficazmente ardiente y purificadora la misión que se le ha encomendado?
En nuestros días la Iglesia contemporánea debe sentirse confrontada por el Dios que ruge en el profeta. Pues a menudo tiende a mostrarse influenciable a las propuestas de los poderosos del momento. Es cierto que a veces con auténtica caridad intenta escuchar las problemáticas de los hombres de su tiempo. Pero en otras ocasiones se la percibe temerosa de las represalias, de ser denunciada por la incoherencia de su pecado que la avergüenza. Entonces elije auto-preservarse negociando. Demasiado quizás deja de anunciar la Verdad incómoda del Evangelio; Verdad incómoda para el mundo y para ella misma.
¿Cómo romper las ataduras del miedo? ¿Cómo confiar nuevamente en el poder vencedor del Dios que nos envía? ¿Cómo aceptar humildemente nuestra condición pecadora y volver a revestirnos de la Santidad del Señor? ¿Cómo ser fieles a Dios cuándo quiere rugir? Obviamente la Iglesia profética deberá aceptar jugarse la propia vida en tal misión.
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