Las basuras del corazón
En el comienzo
de su profecía se le ordena comer el libro
de los ayes (2,8-3,3) y dárselo a comer al pueblo que se niega porque es
rebelde, porque no quiere aceptar la responsabilidad personal por sus pecados. Entonces
recurre a falsos profetas que lo convaliden y justifiquen o reincidir en el uso
de la figura del rey que, mediante el mecanismo de la “personalidad corporativa”,
le permita exculparse.
Ezequiel les
recrimina ser un pueblo apegado a las basuras
del corazón: tradiciones falsas y fetiches como el templo convertido en un
amuleto o peor aún, las imágenes de los falsos dioses idolátricos. Tales son tratados de “basuras” y queda claro
que al celebrarles culto se erige su presencia abominable como realidad
interior y el templo del corazón queda dedicado a las “basuras” contrarias al Señorío
único de Dios.
El término “basuras”
es abrumadoramente frecuente y su uso es técnico en Ezequiel: basura (guilulim) es el estiércol de
caballo. No sólo califica fuertemente el interior o corazón del pueblo como un
lugar regado de excrementos. Tal vez la comparación también apunte a las
caballerizas del ejército y al intento de alianza con el Faraón de Egipto como
defensa contra el avance de Babilonia. Tal acto estratégico constituye para el
profeta tanto una falsa expectativa como una falta de fe y desconfianza de Dios.
Veamos algunos
abundantes ejemplos que no llegan a ser ni la mitad de las citas posibles:
“Vuestros altares serán devastados,
vuestros braseros de incienso serán rotos, haré caer a vuestros habitantes,
acribillados, delante de vuestras BASURAS, pondré los cadáveres de los
israelitas delante de sus BASURAS, y esparciré sus huesos alrededor de vuestros
altares. En todo lugar donde habitéis, las ciudades quedarán en ruinas y los
altos serán devastados, de forma que vuestros altares queden en ruinas, como
cosa culpable, vuestras BASURAS sean destrozadas y aventadas, vuestros braseros
de incienso hechos pedazos y aniquiladas vuestras obras.” (Ez 6,4-6)
“Y vuestros supervivientes se acordarán de mí, entre
las naciones adonde hayan sido deportados, aquellos a quienes yo haya
quebrantado el corazón adúltero que se apartó de mí y los ojos que se
prostituyeron detrás de sus BASURAS.” (Ez 6,9)
“Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando sus víctimas queden allí entre sus BASURAS
alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en la cima de todos los
montes, bajo todo árbol verde, bajo toda encina frondosa, dondequiera que
ofrecen calmante aroma a todas sus BASURAS.” (Ez 6,13)
“Entré y observé: toda clase de representaciones de
reptiles y animales repugnantes, y todas las BASURAS de la casa de Israel
estaban grabados en la pared, todo alrededor.” (Ez 8,10)
“Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se
sentaron ante mí. Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos
términos: Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus BASURAS en su corazón,
han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a dejarme
consultar por ellos? Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo
aquel de la casa de Israel que erija sus BASURAS en su corazón o que ponga
delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta,
yo mismo, Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus BASURAS, a fin
de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se han alejado de
mí a causa de todas sus BASURAS.” (Ez 14,1-5)
“Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor
Yahveh: Convertíos, apartaos de vuestras BASURAS, de todas vuestras
abominaciones apartad vuestro rostro.” (Ez 14,6)
“Pues bien, prostituta, escucha la palabra de
Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Por
haber prodigado tu bronce y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con
tus amantes y con todas tus abominables BASURAS.” (Ez 16,35)
“El que es justo y practica el derecho y la justicia,
no come en los montes ni alza sus ojos a las BASURAS de la casa de Israel.” (Ez
18,5-6)
“Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que
seducen vuestros ojos, no os contaminéis con las BASURAS de Egipto; yo soy
Yahveh, vuestro Dios. Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron
escucharme. Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno
abandonó las BASURAS de Egipto.” (Ez 20,7-8)
“Pues habían despreciado mis normas, no se habían
conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón
se iba tras sus BASURAS.” (Ez 20,16)
“En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el
Señor Yahveh: Que vaya cada uno a servir a sus BASURAS; después, yo juro que me
escucharéis y no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y
vuestras BASURAS.” (Ez 20,39)
“Así dice el
Señor Yahveh: Haré desaparecer las basuras, y pondré fin a los falsos dioses.” (Ez
30,13)
Quita, Señor, las basuras de nuestro corazón
Si en mi
juventud me ha impresionado negativamente aquella imagen del pecado como mancha
y desorden que afea la casa del alma hasta expulsar de ella a Dios quien ya no
la puede habitar, debo admitir que con el paso de los años, tanto por la
experiencia acumulada en el camino como por la maduración de la vida en el Espíritu,
advierto claramente cuánta oscuridad solemos introducir o dejar entrar en
nuestro corazón.
La purificación
es una exigencia básica del camino de fe. No hay forma de avanzar y crecer sin
podar los vicios y ordenar las pasiones, sanar las heridas y por supuesto
extirpar el mal enraizado en nosotros. Y sin embargo me quedo perplejo frente a
tamaña negación en nuestros días de esta evidencia insoslayable en la vida de
cualquier creyente.
No digo que
esta certeza espiritual no sea admitida en la teoría sino que más bien es
ampliamente negada o desconocida en la práctica religiosa. Obviando que alguna terminología
clásica pueda ser rechazada por la sensibilidad contemporánea, no he hallado
remplazos semánticos en la práctica eclesial de formación espiritual para estas
ejercitaciones y prácticas esenciales al proceso interior. ¿Penitencia, ayuno,
mortificación, sacrificio, austeridad y sobriedad de vida? ¿Alguien ha
escuchado hablar de algo así o en términos semejantes durante las últimas décadas
en sus ambientes cristianos? ¿Toda una rareza verdad?
Me temo pues
que tal descuido y negligencia espiritual haya hecho proliferar un amplio
espectro de basuras y pestilencias varias en el corazón de los creyentes y del
cuerpo eclesial. Cuando nos demos cuenta tal vez tengamos que acometer la ardua
tarea de desmontar un terreno que ha llegado a ser inhabitable. Espero que no
lleguemos a tal extremo. ¡Señor si adviertes en tu Pueblo semejante dejadez no
te quedes lejos, ven pronto a socorrernos! ¡Quita las basuras de nuestro corazón!
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