DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 23

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 23


REVELACIÓN Y REVELACIONES (I)

 

Adentrémonos un poco más, estimado maestro, en lo que denominamos “revelaciones”.

 

“…dos maneras: La primera, acerca de lo que es Dios en sí, y en ésta se incluye la  revelación del misterio de la Santísima Trinidad y unidad de Dios. La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras, y en ésta se incluyen los demás artículos de nuestra fe católica y las proposiciones que explícitamente acerca de ellas puede haber de verdades.” (SMC L2, Cap. 27,1)

 

Resumo tu enseñanza para nuestros lectores. Por cierto insistes en advertirnos de cuanto engaño demoníaco puede haber aquí, y por supuesto recuerdas que la Revelación pública es completa y está cerrada. Por tanto aconsejas siempre andar ajustado con sencillez a la doctrina de Fe que la Iglesia ha recibido, guarda y enseña. Pero veamos cómo describes esta experiencia de “sabiduría nueva en calor de amor”, para decirlo en mis términos.

 

“Estas palabras sucesivas siempre que acaecen es cuando está el espíritu recogido y embebido en alguna consideración muy atento. Y, en aquella misma materia que piensa, él mismo va discurriendo de uno en otro y formando palabras y razones muy a propósito con tanta facilidad y distinción, y tales cosas no sabidas de él va razonando y descubriendo acerca de aquello, que le parece que no es él el que hace aquello, sino que otra persona interiormente lo va razonando, o respondiendo, o enseñando. Y, a la verdad, hay gran causa para pensar esto, porque él mismo se razona y se responde consigo, como si fuese una persona con otra. Y, a la verdad, en alguna manera es así, que, aunque el mismo espíritu es el que aquello hace como instrumento, el Espíritu Santo le ayuda muchas veces a producir y formar aquellos conceptos, palabras y razones verdaderas. Y así, se las habla, como si fuese tercera persona, a sí mismo.” (SMC L2, Cap. 29,1)

 

“Y de esta manera, alumbrado y enseñado de este Maestro el entendimiento, entendiendo aquellas verdades, juntamente va formando aquellos dichos él de suyo, sobre las verdades que de otra parte se le comunican.” (SMC L2, Cap. 29,2)

 

Quizás vale aclarar que no se está refiriendo Fray Juan a un ejercicio de meditación o discurso interior  al modo de la vida activa, sino claro a un alumbramiento infuso de sabiduría, a una iluminación del entendimiento al calor de la contemplación del Misterio. Allí embelesado y atraído, recogido en la consideración de Dios en sí mismo que se le dona, comunica y une a Sí, o que le muestra en profundidad la belleza de su Palabra y mandatos, lo insondable de la economía de la Salvación, de algún secreto modo redescubre y sopesa en toda su valía cuanto ha sido revelado y la Iglesia Santa le ha comunicado por diversos medios. Esta “revelaciones” no aportan nada nuevo sino que llevan a plenitud de gozo y saber lo mismo de siempre que siendo tan rico e inabarcable puede degustarse más y más.

Quisiera poner un ejemplo más accesible. ¿No te ha sucedido que un definido texto de la Escritura tal vez meditado tantísimas veces, un día de pronto lo escuchas y acoges de forma nueva? Quizás en el ejercicio de la Lectio Divina o no, solo en un rayo de gracia que imprevistamente te atraviesa… Es la misma Palabra y sin embargo te ha golpeado y calado de tal forma que te resulta inédita. Seguramente no podrás decirme exactamente qué es lo novedoso, no han surgido conceptos diferentes, todo sigue igual a cuánto conocías pero sin embargo saboreas esa Palabra divina en todo tu ser y hasta en lo más recóndito de ti repercute y te estremece. Como si fuese esa Palabra una piedra arrojada al centro de tu estanque que llega hasta el fondo del lecho y en la superficie traza ondas circulares que tocan todas tus riberas. ¿No te ha sucedido? Has tenido una comunicación infusa de la Gracia que ciertamente te ha desbordado de alegría y te ha dejado deseoso de santidad y Gloria. ¿Cómo ha sido posible? ¿Quién lo ha hecho?

El Espíritu Santo es el Maestro interior de todo discípulo de Cristo, el “otro Paráclito” en términos joánicos. Permítanme un breve excursus bílico. Escuchemos al Señor Jesús:


“Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.   Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Jn 14,22-26)

 

No puedo y no debo ahora realizar una explicación teológica acerca del Paráclito en el cuarto evangelio. Pero evidentemente –entre otras-, se le adjudica una “función o servicio docente”. Ya en Lc 12,12, en contexto de persecución, también se atestigua esta virtud suya. En la perícopa citada cabe resaltar en primer lugar que la docencia es posible en el ámbito de la fe discipular informada por el amor. El “mundo” no puede ser interlocutor de esta manifestación porque no cree en Jesús. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra”, y ésta es la condición sine qua non que posibilita que la Sabiduría divina sea acogida y se haga camino. Es el discípulo que ama Jesús y lo acepta como su Señor y Maestro quien en ese vínculo de Alianza acepta y guarda su Palabra de Vida. Entonces “mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”. ¡Qué maravilla esta noticia! Pues el Hijo no tiene una Palabra suya propia y distinta del Padre, sino que es la Palabra de Su Padre, por tanto quien acoge al Hijo al unísono ve y recibe al Padre. Tema tan propiamente joánico esta inserción del discípulo amado en la corriente y comunicación de amor que une a Padre e Hijo. Y por si faltaba algo el texto se torna plenamente trinitario: cuando el Hijo viva su Hora y vuelva a su Padre será enviado el “otro Paráclito”, el “otro Maestro”, el Espíritu Santo que “les enseñara todo y les recordará todo lo que Yo les he dicho”.

 

“Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.” (Jn 16,12-13)

 


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