CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 39
LOS GOZOS POR BIENES MORALES, POSIBLES DAÑOS Y CONSEJOS
Estimadísimo hermano
y amigo del camino, consideremos ahora según tu sapiencia, cuáles podrían ser
los daños de mal gozarnos en bienes morales y cómo protegernos de estos
peligros.
“El primer
daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción.” (SMC L3, Cap. 28,2)
¿Te crees bueno? Ya
andas errado. Vuelve a tu humildad y recuerda que eres un penitente en camino.
Agradece la vida virtuosa que llevas en Gracia de Dios y suplica que te proteja
de no caer en la tentación. Hasta el Juicio personal no estarás seguro y aún el
Juicio no te pertenece. Sigue caminando humilde y penitente.
“El
segundo daño comúnmente va encadenado de éste, y es que juzga a los demás por
malos e imperfectos comparativamente, pareciéndole que no hacen ni obran tan
bien como él, estimándolos en menos en su corazón.” (SMC L3, Cap. 28,3)
Obviamente se sigue
del primer daño, colateralmente. Pues quien presume de sí y de su vida virtuosa
tiende a compararse y considerar a los demás por inferiores. En cambio a mí el
Señor me ha mostrado que cuantas veces advierta pecado en mis hermanos
rápidamente considere: “todos los pecados podrían ser míos”. Sólo entonces
podré reafirmarme en virtud humilde y buscar prudentemente rescatar por
caridad a mis semejantes. La Caridad no es presumida y supera todo escándalo.
“El
tercero daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen
sino cuando ven que de ellas se les ha de seguir algún gusto y alabanza.” (SMC
L3, Cap. 28,4)
Por eso procura obrar
en escondido donde tu Padre ve en lo secreto e inclínate a aquella obra que
será menos publicitada y que está más a contracorriente de tu natural.
“El
cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en Dios, habiéndole
ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o
de otra manera, en sus obras.” (SMC L3, Cap. 28,5)
“Para
huir este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no queriendo que nadie
haga caso. Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto
es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni
sacar gusto de toda ella.” (SMC L3, Cap. 28,6)
“Por amor de Dios”,
ya lo hemos tratado.
“El
quinto daño de estos tales es que no van adelante en el camino de la
perfección; porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en el obrar,
cuando en sus obras y ejercicios no hallan gusto y consuelo, que es
ordinariamente cuando Dios los quiere llevar adelante -dándoles el pan duro,
que es el de los perfectos, y quitándolos de la leche de niños, probándolos las
fuerzas, y purgándolos el apetito tierno para que puedan gustar el manjar de
grandes-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia de que no hallan
el dicho sabor en sus obras.” (SMC L3, Cap. 28,7)
Hay que “masticar
Cruz”. ¿Acaso una vida virtuosa espera escalar la cima de la santidad sin la
Cruz? ¡Qué absurdo! Hay que “digerir Cruz”. Alimento de maduros.
“El
sexto daño de éstos es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas
y obras de que ellos gustan que aquéllas de que no gustan.” (SMC L3, Cap. 28,8)
Ya lo hemos comentado
pero vuelvo a traer tus palabras. “Procure
siempre inclinarse: no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más
sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino antes a lo que da
menos gusto; no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso; no a lo que es
consuelo, sino antes al desconsuelo; no a lo más, sino a lo menos; no a lo más
alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado; no a lo que es querer algo,
sino a no querer nada; no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino
lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo
cuanto hay en el mundo.” (SMC L1,Cap.13,6)
“El
séptimo daño es que, en cuanto el hombre no apaga el gozo vano en las obras
morales, está más incapaz para recibir consejo y enseñanza razonable acerca de
las obras que debe hacer.” (SMC L3, Cap. 28,8)
Tristemente muchos
cristianos se conforman rápidamente con una serie de cumplimientos, un
“portarse bien meritorio” pero siempre a su alcance y bajo su mano.
Propongámosles entregar su vida por entero y sin reserva a Cristo abrazarse al
Crucificado y veremos qué responden. La peor tentación contra la santidad es la
mediocridad, pues nos convencemos que no andamos mal y que tampoco es para
tanto la exigencia. Ni en pecados ni en santidad, ¿dónde estamos? La tibieza
mata el Amor de Dios en el alma.
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