DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 13



 LA LUCHA INTERIOR

LEY Y PECADO

CARNE Y ESPÍRITU

(II)

 

“Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.” Rom 8,1-4

 

Estimadísimo San Pablo, cuánta alegría y esperanza nos traes con este anuncio: “ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo”. “Estar en Cristo” –lo veremos- es una de tus expresiones más habituales. Bastante cercana al “permanezcan en mí” del cuarto evangelio. La vida cristiana es para ti un “vivir en Cristo”. Por eso los que han recibido la Vida Nueva del Señor están exentos de condenación. Pues con simpleza y a la vez profundidad nos explicas que quienes por nuestra condición carnal –esta naturaleza humana provisoria y frágil en la historia, esta naturaleza herida e inclinada al mal y a su seducción-, nos hallábamos esclavizados por la ley del pecado que conduce a la muerte, fuimos liberados. El Padre ha enviado a su Hijo, quien por su Encarnación redentora “condenó al pecado en la carne”.

Ahora bien: ¿esta situación de estar exentos de la condenación ya es definitiva en nosotros? ¡Claro que no! En Cristo nos ha sido ganada y donada pero –podríamos decir- aún nos queda hacerla nuestra, “siguiendo una conducta no según la carne sino el espíritu”.

Todos sabemos y creemos que por el Bautismo hemos recibido la Salvación que mana portentosa de la Pascua de Cristo Jesús. Pero salvados “estamos en esperanza”. Ahora nos encontramos en camino, en la dinámica de reafirmar vitalmente nuestra adhesión y permanencia en esta Alianza que nos rescata del pecado y de la muerte. Por tanto cabe la pregunta: ¿estamos en Cristo?, ¿continuamos viviendo la Vida que el Señor nos ganó?

 

“Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios. Mas ustedes no están en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece.” Rom 8,5-9

 

Deduzco que tras la enseñanza del Apóstol nos estaremos interrogando: ¿yo vivo carnal o espiritualmente? También supongo que nos hallaremos en tensión: nos responderemos, “a veces carnalmente a veces espiritualmente”. Espero que hallemos más espíritu que carne en nosotros. Y si alguno no sabe distinguir carne de espíritu –ya San Pablo en otras ocasiones nos dará ejemplos muy evidentes de comportamientos tan diversos-, le baste por ahora esta simple regla: el que está en la carne no busca agradar a Dios ni vivir según su Voluntad. Pues quien tiene el Espíritu de Cristo vive como el Hijo para dar gloria al Padre. Quien se busca a sí mismo sigue atado al querer de su carne. Quien busca a Dios, se entrega a Él y desea agradarle, ha pasado de la carne al espíritu. Pues la carne lleva a separarnos de Dios, a romper con Él, lo cual conduce a la muerte. Permanecer en la Alianza es signo de buen espíritu con sus frutos de vida y paz. Como nos lo predicó claramente el Señor Jesús: “quien quiera guardar su vida la perderá”, pues está en la carne; “quien ofrezca su vida la ganará”, pues piensa y cree espiritualmente, según Dios que es Amor o sea donación de Sí mismo.

En tu argumento San Pablo nos cuelas algo acerca de la fe en la resurrección –victoria definitiva que abre paso a la eternidad- y no quiero dejar pasar tu valioso testimonio:

 

“Mas si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en  ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes.” Rom 8,10-11

 

Continuando con nuestra temática, seguramente tendremos lucha interior mientras caminemos en esta vida transitoria. La ley del pecado y de la Gracia, de la carne y del Espíritu, nos pondrá en tensión. Esperemos con el auxilio divino y con nuestra fidelidad poder resolverla favorablemente. Pero debemos recordarnos siempre que la victoria nos ha sido ganada por Cristo.

 

“Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si viven según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán. En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibieron un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibieron un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.” Rom 8,12-17

 

Roguemos entonces atravesar nuestra Pascua y pasar de vivir carnalmente a vivir espiritualmente. Que el Espíritu de Dios nos guíe para “vivir en Cristo Jesús” una vida nueva como hijos del Padre. Ayudémonos en la Iglesia a dejar atrás la carne de pecado que conduce a la muerte para vivir según el Espíritu de Cristo Resucitado que es un Espíritu de Vida y de Paz.

 

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