LA LUCHA INTERIOR
LEY Y PECADO
CARNE Y ESPÍRITU
(II)
“Por
consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque
la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del
pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la
impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne
semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,
a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una
conducta, no según la carne, sino según el espíritu.” Rom 8,1-4
Estimadísimo
San Pablo, cuánta alegría y esperanza nos traes con este anuncio: “ninguna
condenación pesa ya sobre los que están en Cristo”. “Estar en Cristo” –lo veremos-
es una de tus expresiones más habituales. Bastante cercana al “permanezcan en
mí” del cuarto evangelio. La vida cristiana es para ti un “vivir en Cristo”.
Por eso los que han recibido la Vida Nueva del Señor están exentos de
condenación. Pues con simpleza y a la vez profundidad nos explicas que quienes por
nuestra condición carnal –esta naturaleza humana provisoria y frágil en la
historia, esta naturaleza herida e inclinada al mal y a su seducción-, nos hallábamos
esclavizados por la ley del pecado que conduce a la muerte, fuimos liberados.
El Padre ha enviado a su Hijo, quien por su Encarnación redentora “condenó al
pecado en la carne”.
Ahora
bien: ¿esta situación de estar exentos de la condenación ya es definitiva en
nosotros? ¡Claro que no! En Cristo nos ha sido ganada y donada pero –podríamos decir-
aún nos queda hacerla nuestra, “siguiendo una conducta no según la carne sino
el espíritu”.
Todos
sabemos y creemos que por el Bautismo hemos recibido la Salvación que mana portentosa
de la Pascua de Cristo Jesús. Pero salvados “estamos en esperanza”. Ahora nos
encontramos en camino, en la dinámica de reafirmar vitalmente nuestra adhesión
y permanencia en esta Alianza que nos rescata del pecado y de la muerte. Por
tanto cabe la pregunta: ¿estamos en Cristo?, ¿continuamos viviendo la Vida que
el Señor nos ganó?
“Efectivamente,
los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el
espíritu, lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las
del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio a
Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; así, los que están en
la carne, no pueden agradar a Dios. Mas ustedes no están en la carne, sino en
el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el
Espíritu de Cristo, no le pertenece.” Rom 8,5-9
Deduzco
que tras la enseñanza del Apóstol nos estaremos interrogando: ¿yo vivo carnal o
espiritualmente? También supongo que nos hallaremos en tensión: nos
responderemos, “a veces carnalmente a veces espiritualmente”. Espero que
hallemos más espíritu que carne en nosotros. Y si alguno no sabe distinguir
carne de espíritu –ya San Pablo en otras ocasiones nos dará ejemplos muy
evidentes de comportamientos tan diversos-, le baste por ahora esta simple
regla: el que está en la carne no busca agradar a Dios ni vivir según su
Voluntad. Pues quien tiene el Espíritu de Cristo vive como el Hijo para dar
gloria al Padre. Quien se busca a sí mismo sigue atado al querer de su carne.
Quien busca a Dios, se entrega a Él y desea agradarle, ha pasado de la carne al
espíritu. Pues la carne lleva a separarnos de Dios, a romper con Él, lo cual
conduce a la muerte. Permanecer en la Alianza es signo de buen espíritu con sus
frutos de vida y paz. Como nos lo predicó claramente el Señor Jesús: “quien
quiera guardar su vida la perderá”, pues está en la carne; “quien ofrezca su
vida la ganará”, pues piensa y cree espiritualmente, según Dios que es Amor o
sea donación de Sí mismo.
En
tu argumento San Pablo nos cuelas algo acerca de la fe en la resurrección –victoria
definitiva que abre paso a la eternidad- y no quiero dejar pasar tu valioso
testimonio:
“Mas
si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado,
el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que
resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
ustedes, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también
la vida a sus cuerpos mortales por su Espíritu que habita en ustedes.” Rom 8,10-11
Continuando
con nuestra temática, seguramente tendremos lucha interior mientras caminemos
en esta vida transitoria. La ley del pecado y de la Gracia, de la carne y del
Espíritu, nos pondrá en tensión. Esperemos con el auxilio divino y con nuestra
fidelidad poder resolverla favorablemente. Pero debemos recordarnos siempre que
la victoria nos ha sido ganada por Cristo.
“Así
que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues,
si viven según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras
del cuerpo, vivirán. En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. Pues no recibieron un espíritu de esclavos para recaer
en el temor; antes bien, recibieron un espíritu de hijos adoptivos que nos hace
exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos:
herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser
también con él glorificados.” Rom 8,12-17
Roguemos
entonces atravesar nuestra Pascua y pasar de vivir carnalmente a vivir
espiritualmente. Que el Espíritu de Dios nos guíe para “vivir en Cristo Jesús”
una vida nueva como hijos del Padre. Ayudémonos en la Iglesia a dejar atrás la
carne de pecado que conduce a la muerte para vivir según el Espíritu de Cristo
Resucitado que es un Espíritu de Vida y de Paz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario