LA
CARIDAD ES LA PLENITUD DE LA LEY
“Con nadie tengan otra deuda que la del mutuo
amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No
adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos,
se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no
hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.” Rom 13,8-10
Amadísimo San Pablo, otra vez nos
encontramos con tus consejos de oro que debieran ser grabados a fuego en
nuestros corazones. Seguimos meditando sobre la caridad cristiana.
“Con nadie tengan otra deuda que la
del mutuo amor.” Cabría preguntarse de dónde nos ha
salido esta deuda, cuándo y cómo la hemos contraído. Diría que de dos maneras.
Lo más inmediato por nuestra vocación de
discípulos del Señor Jesús. ¿Has sido llamado y has comenzado a seguirle por el
camino? Pues bien, recuerda la ley central del seguimiento de Cristo, “el
carozo del Evangelio” como se afirma: “Ámense
unos a otros como Yo los he amado. En esto conocerán que son mis discípulos.” Porque
el Amor es nuestra vocación, porque Dios es Amor y entonces nos debemos al Amor
y debemos el Amor con que Él nos ha amado.
En el fondo de la cuestión porque Cristo
murió por todos para salvarnos. Por Amor se entregó a Si mismo a la muerte para
rescatarnos y pagó el precio de nuestra redención. Hemos sido comprados a
precio de su Sangre derramada en la Cruz. Y como consecuencia ya no hay otra
posibilidad que amar al prójimo. ¿Cómo aborrecer o dañar a aquel por quien
Cristo se inmoló? ¡Cuando no amamos a los hermanos nos ponemos en contra del
Señor que está a favor de Él mediante su Pascua! ¡Esta conciencia de que no amar
es contradecir la obra de Cristo es una tremenda conmoción, que lamentablemente
nos falta y tenemos poco presente!
Todos hemos contraído una deuda de Amor
al reconocer que nos ha amado primero y se ha entregado por nosotros, por
nuestra salvación. Como todos tenemos abierta una nota de crédito inmensa:
debemos ser amados porque Cristo nos amó.
“Pues
el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” Ya que al fin, la Ley
Viva no es sino el mismo Jesucristo. Nuestra ley es permanecer en comunión con
la mente y el corazón del Señor. En Cristo, el Amor de Dios se ha revelado y
manifestado en plenitud. Él “pasó haciendo el bien”.
Amar
al prójimo por Amor y con Amor de Cristo es la ley. Por tanto amamos a los
hermanos cuando los amamos en Cristo y hacia Cristo. Amar es invitar a
participar y permanecer en el Amor que Dios nos ofrece. No hay mayor amor que
ayudar al hermano a encontrarse con el Señor y hacer Alianza con Él.
Los
mandamientos del Decálogo en los cuales se trata sobre la convivencia entre los
hombres se pueden resumir en uno: “ámalos como te amas a ti”. ¡Claro, si es
saludable el amor que tienes por ti! Pues hay quienes se aman de menos o de
más. Ni los soberbios ni los acomplejados pueden acceder a un amor sano sino
curan sus heridas. Excedidos en el amor propio o con falta de él, solo podrán
entablar relaciones asimétricas de dominio o sumisión. Se bloquea así el
intercambio y la reciprocidad tan propios del amor.
Porque
“ámalos como a ti mismo” no solo supone no hacerles el mal que no quisieras que
te hagan, sino aún más generosamente, hacerles el bien que tu esperas recibir.
¿Y
acaso es posible un sano y virtuoso amor por uno mismo? ¿Cómo? Sin duda
dejándonos amar por Dios. Partiendo de su Amor, aprender a amarnos como Él nos
ama. Él nos mira con verdad, contemplando tanto la realidad que encuentra como
la potencialidad que somos y la plenitud hacia la cual nos creó. Su Amor nos
ayuda a aceptarnos y a esperar en sus promesas, confiando llevará a buen
término –con su Gracia y nuestra fidelidad-, la obra que ha comenzado. Su Amor
hace posible que podamos mirarnos como Él nos mira. Más aún, en esa escuela de
reconciliación que engendra alegría y esperanza, también nos auxiliará a mirar
a los hermanos con sus ojos. Y bajo la Luz del Amor divino se curan las
heridas, se exorciza el mal y crece el bien en plenitud. Bajo la Luz del Amor
divino florecen la humildad serena y el cálido agradecimiento.
“La
caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.” Dado
que quien vive en caridad está unido a Cristo y Cristo es la ley suprema y
viviente que por su donación nos da acceso a la Gloria de la Alianza Eterna.
Podríamos concluir, el Amor da Salvación.