ES
YA HORA DE LEVANTARSE DEL SUEÑO
“Y esto, teniendo en cuenta el
momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantarse del sueño; que la
salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está
avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas
y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con
decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada
de rivalidades y envidias. Revístanse más bien del Señor Jesucristo y no se
preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias.” Rom 13,11-14
Tras invitarnos a una caridad sin fingimiento,
una caridad que es cumplimiento y plenitud de la entera Ley de Dios, ahora San
Pablo nos exhortas a darnos cuenta de la hora en que vivimos. Esta hora, sin
duda es la hora de Jesucristo y de su Pascua.
“Es ya hora de despertarse del
sueño.” No puede el cristiano permanecer
adormilado sino despabilarse, ponerse en alerta. El Apóstol en sus escritos
citará la fracción de un cántico o himno precedente –tal vez una antífona- que
se entonaba probablemente en las primitivas liturgias de la comunidad: “Despierta tú que duermes, y levántate de
entre los muertos, y te iluminará Cristo.” (Ef 5,14) Porque tenían conciencia en aquella generación inicial
del significado del acontecimiento Jesucristo, de su Encarnación y Resurrección
de entre los muertos, que sin duda lo cambiaba todo. Verdaderamente se sabían
ubicados en la plenitud de los tiempos, en el momento de la consumación de la
obra de Dios, en la inminencia del Día de la Salvación. Y en verdad nosotros
deberíamos tener la misma percepción. No importa los días, centurias y milenios
que transcurran, el momento sigue siendo el mismo, ya hemos sido introducidos
en “aquel Domingo que no conoce ocaso”.
“La salvación está más cerca de
nosotros que cuando abrazamos la fe.” Aquí el
pensamiento paulino se levanta hacia el horizonte escatológico, que si bien ha
sido inaugurado por la Encarnación del Verbo y manifestado en su Pascua, aún
espera la plena consumación por la segunda venida en Gloria o Parusía. Pero la imagen
habla también de un dinamismo en el proceso de la fe vivida: se ha caminado, se
ha crecido y madurado, no se está en el punto inicial del proceso de fe sino
más cercanos a su conclusión histórica.
No puedo evitar una lectura espiritual
en clave personal. ¿La Salvación de Dios está más cerca de mí hoy que cuando comencé
la aventura del seguimiento de Jesucristo? ¿En verdad he caminado, crecido y
madurado rumbo a la Alianza definitiva con mi Señor? ¿Mi vida se orienta claramente
hacia Cristo y atraída corre a su encuentro?
“La noche está avanzada. El día se
avecina.” El gran San Juan de la Cruz hablará en
estos términos acerca de la Unión transformante o Matrimonio espiritual o Bodas
místicas con el Esposo. Se trata de ese momento clave en el cual en medio de la
noche comienza a irrumpir la luz de la alborada. Aquí en San Pablo refiere a la
vecindad de la Gloria Eterna –toda Luz- que va poniendo fin a la noche de la
historia. Ya se acerca para quienes despiertan del sueño el Día de la Resurrección,
la participación eterna en el triunfo de Cristo.
Y entonces el Apóstol magistralmente
describe los movimientos propios del que despierta con dos verbos: despojarse y
revestirse.
“Despojémonos, pues, de las obras
de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.” No
puede sino aparecer con toda su fuerza el tema de una renovada conversión de
vida. Despojarse del pecado, es decir, salir de las tinieblas donde se duerme
el sueño de la muerte. Revestirse para el Día inminente que se avecina, ya está
por despuntar el alba. Pero en esta hora clave no falta el combate: hay que
tomar las armas de la Luz, de la Vida Nueva en Cristo, colocarse la armadura de
la Gracia. A veces desperezarse lleva un tiempo y todavía tiene fuerza la
tentación de volver al sueño. La oscuridad es pegajosa y nos retiene. Habrá que
romper definitivamente con las tinieblas y dejarlas atrás. “Como
en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de
lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.” Obviamente San
Pablo conoce muy bien los vicios, impurezas y limitaciones de los discípulos y
de las comunidades. Nuestra propia lista seguro contendrá estos ejemplos y
muchos más.
Finalmente con total contundencia nos exhorta
a identificar nos con el Señor Jesús. “Revístanse más bien del Señor Jesucristo y
no se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias.” Habrá
que dejar de vivir de un modo meramente carnal, mundano diríamos, y llevar una
Vida Nueva en Cristo.
¡La hora sigue estando cerca y el clarear
del Día inminente! ¿Qué esperas? ¡Despierta!
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