Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 31
¿ESTÁ
DIVIDIDO CRISTO?
“Les
conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengan
todos un mismo hablar, y no haya entre ustedes divisiones; antes bien, estén
unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio. Porque, hermanos míos, estoy informado de ustedes,
por los de Cloe, que existen discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno de ustedes dice:
«Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo». ¿Está dividido
Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados en el
nombre de Pablo?” 1 Cor 1,10-13
Queridísimo
hermano San Pablo, al comienzo de esta carta tras tu saludo, nos acercas una
problemática siempre vigente -lamentablemente- en el seno de la Iglesia: las
divisiones.
“Les
conjuro por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”,
nos dices. Pues claramente es Cristo la norma y canon de la vida cristiana. La
ley viva o espíritu del seguimiento discipular es estar siempre convirtiéndonos
y configurándonos a Él, nuestro único Señor.
¡Que
Cristo reine entre ustedes!, pareces sugerirnos. ¿Pues a qué nos conjuras? “Tengan
todos un mismo hablar, y no haya entre ustedes divisiones; antes bien, estén
unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio.” ¿Qué misma
mentalidad? La de Jesucristo. ¿Qué mismo juicio? El del Evangelio que se nos ha
revelado para la Salvación y en el cual hemos creído. Por tanto sin dudas apartarse
de Cristo es origen de divisiones en la Iglesia. Cuando la mente de Cristo es
menguada por favorecer la mentalidad mundana, su Cuerpo se fractura
internamente. Cuando la Palabra de Cristo es olvidada, censurada o no receptada
íntegramente para acomodarnos por ejemplo al espíritu de la época, el Cuerpo se
tensiona y las divergencias hacen crujir todo el edificio. Nunca el diálogo con
el mundo debe hacerse a costa de Cristo sino hacia Él, para que todos le
conozcan, amen y den gloria. Nunca la atención al espíritu de una época debe
hacernos olvidar a Jesucristo, “el mismo ayer, que hoy y para siempre”, cuya
Sabiduría ilumina todos los tiempos y nos conduce a la plenitud eterna.
Pero
estimado Apóstol, tú nos informas de unas divisiones muy puntuales: los
partidismos. “Me refiero a que cada uno de ustedes dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de
Apolo», «Yo de Cefas», «Yo de Cristo». ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo
crucificado por ustedes? ¿O han sido bautizados en el nombre de Pablo?”
Todos los mencionados son ministros de la Iglesia, evangelizadores y apóstoles.
¿Acaso alguno de ellos con sus actitudes ha generado un seguimiento a su
persona y no a la de Cristo? En este caso creemos que no, ya que nos consta su
santidad. Y sin embargo, ¡cuántas veces los que tenemos el oficio de ser
pastores sembramos personalismos, el falso culto a nosotros mismos y nos
ubicamos en el centro de las miradas bajo los reflectores de la fama y la
popularidad, en lugar de señalar y orientar siempre hacia Cristo! ¿Acaso somos
nosotros los salvadores? ¿Acaso han sido redimidos a causa de nuestro
sacrificio? “Es necesario que yo disminuya para que Él crezca”, nos diría Juan
-el Bautista- como criterio fundamental de nuestro ministerio.
Pero
también puede suceder que la causa de la división se halle en las malas e
inmaduras interpretaciones del Pueblo de Dios en camino. Porque muchas veces,
aún faltos de purificación y con mentalidad aún mundana, participamos de la
Iglesia con espíritu errado: con emocionalismo subjetivo, casi con el fanatismo
deportivo de la hinchada, con criterios políticos de poder y encumbramiento
generando entornos enrarecidos y otras desviaciones. Pero yo me pregunto
entonces: ¿a quién estamos buscando? No a Cristo, en el fondo nos estamos
buscando a nosotros mismos y aliándonos a los que son de los nuestros.
Mi
experiencia pastoral me inclina a detectar dos problemáticas permanentes y muy
actuales bajo el rótulo de “partidismos”. Una la trataremos ampliamente de
seguro en otro momento: la diversidad de carismas y la unidad en la Iglesia.
Porque el dinamismo carismático siempre tiende a sectarizarse. Cada carisma,
por convencimiento y pasión, tiene la tentación de cerrarse en sí, querer
imponerse al resto como el mejor de todos y volverse pues totalitario. La
institucionalidad eclesial y la autoridad competente sufren a la vez la
tentación de uniformarlo todo, limitando o diluyendo las particularidades
carismáticas, con cierto autoritarismo racionalista. Aquel slogan de la “unidad
en la diversidad” me parece un auténtico milagro del Espíritu Santo. Solo Dios
puede reunirnos en la caridad desde la multiplicidad de historias personales y
carismas espirituales. ¡Que lo siga haciendo en la Iglesia pues a nosotros la
tarea nos sobrepasa y sin Él poco podemos!
La
otra problemática, creo está atravesada con el paradigma de abordaje que se
intenta desarrollar para vincular a la Iglesia con el mundo, la historia y la
cultura. Aquí entonces surgen los clásicos motes dualistas con acrobáticos intentos
de mediación: “progresistas o moderados o tradicionalistas”, “de izquierda o de
centro o de derecha”, “reformadores o dialoguistas o conservadores”… y ya vemos
por donde va la cosa.
San
Pablo ha experimentado lo que todos también padecemos: la Iglesia que peregrina
siempre está tensa, hay dinamismos que a la par que la mantienen viva e
inquieta están siempre amenazando con romperla y fracturarla. Y la resolución
de este movimiento dramático de latentes divisiones internas, entre las cuales
transita hacia la Gloria, puede o no resultar virtuoso. Cuando cada quien se
vuelve sobre sí mismo para autoafirmarse y hace de Cristo y de la fidelidad al
Evangelio un botín que disputar con los opositores, las banderías partidarias
baten tambores de guerra. Es que nada podrá resolverse sin entrar en la
mentalidad de Cristo que se expresa claramente en la Encarnación y en la
Pascua. Hay que abajarse y hay que morir. Cuando en el Cuerpo eclesial deja de
practicarse efectivamente la entrega a Cristo y el don de uno mismo por amor,
fuera del lenguaje de la ofrenda y de la sabiduría del sacrificio, nos
separamos más y más de la Gracia que nos sostiene y nos asegura el camino.
¿Cristo
está dividido? Diría figuradamente que Cristo siempre está sufriendo al ser
continuamente tironeado en la Iglesia peregrina por los partidismos. Como
también tengo plena certeza de que Cristo siempre logrará reunirnos en Él por
la fuerza victoriosa de su caridad en la Cruz. Pero hasta que no asumamos la
mentalidad de la Cruz habrá tensiones y partidismos.
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 30
Augusto
Apóstol San Pablo, queremos escucharte y dialogar contigo vivamente, en esta
ocasión acerca de tus enseñanzas a la comunidad de Corinto.
“Pablo,
llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Sóstenes, el
hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo
Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre
de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos gracia a ustedes y paz de parte de Dios,
Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.”
1 Cor 1,1-3
“Por
voluntad de Dios”. ¡Qué consolador, hermano mío, es hallar a alguien que pueda
reconocer y afirmarse enteramente en la Voluntad de Dios! ¡Cuánta paz habría en
nuestra vida si tuviésemos certeza en la fe, la esperanza y el amor que vivimos
lo que es proyecto de su Gracia! O al menos si tuviésemos una recta conciencia
y una veraz intención de configurarnos a su Santa Voluntad con alegría y
convencimiento de que no hay nada mejor para nosotros! ¡Bástenos pues estas
palabras acaso circunstanciales en apariencia pero tan centrales y hondas.
¡Vivamos según y para la Voluntad de Dios!
“A
los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos.” ¡Me admira tu clara
contundencia, tu puntería certera para dar en el blanco! ¡Tú sabes al saludar a
la comunidad cristiana quién eres según el proyecto del Padre en Cristo! ¡Como
también sabes quiénes son tus hijos de predicación y hermanos de camino en ese
mismo plan de salvación: santificados para ser santos! A quienes nos leen repítanlo
con nosotros: “santificados en Cristo para ser santos”. Tú y yo no somos de
Corinto sino de la actualidad del mundo de hoy pero la elección y llamado es el
mismo. ¿Quién eres tú cristiano? Un elegido y llamado para ser santo en Cristo
para la GLoria de Dios, su Padre.
“Doy
gracias a Dios sin cesar por ustedes, a causa de la gracia de Dios que les ha
sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él han sido enriquecidos en todo, en
toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado
entre ustedes el testimonio de Cristo.”
1 Cor 1,4-6
“Doy
gracias a Dios sin cesar por ustedes, a causa de la gracia de Dios que les ha
sido otorgada en Cristo Jesús.” Así dejas traslucir tu pastoral amor paterno, lleno
de contento por la gracia de Dios conferida a quienes te han sido confiados. ¡Y
eso ya es enorme! ¿Acaso es tan fácil hallar hermanos que se alegren por las
gracias que recibimos del Señor? ¡Por cierto que los hay y no nos faltan! Pero
también los hay envidiosos, competitivos y quienes quisieran reducirnos a
mediocridad porque no aceptan la corrección que erige un intento de vida santa.
Como no están dispuestos a salir de su pecado, intentan igualarlo todo siempre
para abajo, hacia la degradación y la convalidación de lo que en cambio debería
ser purificado.
“En
él han sido enriquecidos en todo, en la medida en que se ha consolidado entre
ustedes el testimonio de Cristo.” Pues sabes bien que el testimonio firme,
valeroso y fiel de Cristo hace crecer a cada discípulo y madurar a la Iglesia
volviéndola fecunda. Por supuesto que una deficiente, temerosa o acomodaticia
presentación de la fe para contentar al mundo irá en el otro sentido, causando languidez
y tristeza, frialdad de espíritu y falta de novedad. Ya ha sucedido en la historia. ¡Que vuelva a
enterarse la Iglesia de Dios que peregrina en los inicios del siglo XXI! ¡Sólo
la fidelidad a Cristo y a su Evangelio dará sentido verdadero y acceso a inestimables
riquezas de Gracia en el Señor! ¿Quieres ser rico delante de Dios y según sus
mercedes? Pues solo ocúpate de ser fiel a Cristo y dar buen testimonio de Él
con tu vivir.
“Así,
ya no les falta ningún don de gracia a los que esperan la Revelación de nuestro
Señor Jesucristo. Él los fortalecerá hasta el fin para que sean irreprensibles
en el Día de nuestro Señor Jesucristo. Pues fiel es Dios, por quien han sido
llamados a la comunión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro.” 1 Cor 1,7-8
“Ya
no les falta ningún don de gracia.” ¡Es verdad, no nos falta ningún don de Gracia,
nos han sido dados todos en Cristo! Aunque el proceso de “hacer nuestra” la
Gracia recibida, dejando que nos transforme, es un camino que requiere tiempo. ¿Pero
al fin para qué nos han sido dados estos auxilios divinos? Pues para vivir en
comunión con Dios. Y la comunión con Dios, plena y eterna, es lo que llamamos “Salvación,
Reino, Cielo, Bienaventuranza y Gloria”.
Si pudiéramos salir del mal sueño engañoso de la modernidad, ese sueño antropocéntrico que no es más que la reedición del viejo pecado de los demonios -“no serviré”- y del Adán caído que espera ser como Dios pero sin Él, usurpando su lugar. Entonces comprenderíamos la hermosa magnitud del saludo que nos diriges también a nosotros, San Pablo, en el presente: “Sean benditos porque en Cristo nos le falta ningún don de Gracia para ser santos”. Amén.
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