DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 53

 



EXHORTACIÓN A PERSEVERAR HASTA LA META

 

Estimado padre y hermano, augusto San Pablo, atleta de Dios, ¡que bien nos hace tu exhortación fuerte y cruda para que no abandonemos la carrera iniciada hacia Cristo!

 

“¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.” 1 Cor 9,24-27

 

“Corran de manera que consigan el premio.” ¿Y cuál es el premio, me preguntas? Lo sabes bien: Jesucristo es nuestro premio, la comunión plena e inextinguible con Él y con su Padre en el Espíritu Santo, la Vida Eterna que es participación consumada en la Gloria de Dios.

A veces pienso que aquella primera generación cristiana experimentaba a un tiempo la potente y asombrosa novedad del Evangelio como el peligro real que los amenazaba –de corriente agazapado e inminente-, el alto riesgo que significaba seguir a Cristo. El contexto no permitía tibiezas y todo discípulo rápidamente era formado en la espiritualidad martirial y en el anhelo escatológico.

Podríamos discutir si ese contexto adverso no se ha estado reproduciendo en nuestros días con creciente evidencia. Probablemente la diferencia que hallemos es que no son tantos los cristianos que aspiran a un premio en el horizonte escatológico, sino que más bien están cooptados por la efímera temporalidad, viviendo cabisbajos, embotados en la escena de este mundo que pasa. La cultura del bienestar y el confort accesibles por consumo y la ilusión de los paraísos terrenales tampoco ayudan evidentemente, por lo contrario desestimulan el desarrollo de la dimensión ascética. ¿Han dejado un importante número de cristianos de correr la carrera?, ¿ya no hay una meta ardua por alcanzar enfrente?, ¿solo existe también para ellos cuanto se ofrece disponible en el mundo?

El Apóstol a sus contemporáneos les daba el ejemplo del atleta y del púgil, quienes se entrenan disciplinadamente y someten a un duro adiestramiento su cuerpo. Sabedores de la corona a la que aspiran no corren como si nada a lo tonto sino que buscan ganar, no dan golpes en el aire sin más sino que intentan ser certeros para salir victoriosos. Y San Pablo habla de sí mismo para que vean sus discípulos al maestro y padre que los engendró en la fe dar ejemplo de perseverancia.

Ya no quisiera abundar y repetirme en el olvido casi absoluto que la Iglesia de nuestro tiempo ha hecho de la dimensión ascética y de las prácticas penitenciales. ¿Así desentrenados y en mala forma queremos correr la carrera y pelear el combate? Sería realmente absurdo.

 

“No quiero que ignoren, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos lo malo como ellos lo codiciaron.” 1 Cor 10,1-6

 

¡Cuánto realismo pastoral y educativo! Yo al menos escucho en el transfondo al Señor Jesús anunciando: “muchos son los llamados pero pocos los elegidos” y “el camino es angosto, la puerta estrecha”. ¿No te gusta que te lo recuerde? Mi querido hermano, tú como yo al ponernos a intentar vivir el Evangelio –más temprano que tarde- hemos descubierto que es tan alto, grande y luminoso que parece fuera de nuestro alcance y no en pocas propuestas. Sin el auxilio de la Gracia y sin un fiel y permanente ejercicio de conversión y purificación simplemente no podremos sostener la vida cristiana. No debemos engañarnos más ni permitir que nos engañen. La carrera es larga y el combate es rudo, y después de incontables pero parciales triunfos en un solo momento podemos perderlo todo.

Me doy licencia para recrear el pasaje paulino. Egipto es la esclavitud del pecado de la que hemos sido rescatados por el Bautismo. La peregrinación por el desierto es esta vida terrena, histórica y finita. La tierra prometida es el Cielo. Pues entonces podría resonar así:

“No quiero que ignoren, hermanos, que también otros cristianos estuvieron todos bajo la voz de Dios en su Palabra y cruzaron el puente de la conversión; y todos fueron bautizados en Cristo, por el Espíritu Santo y el agua; y todos comieron el mismo alimento espiritual, el Cuerpo del Señor; y todos bebieron la misma bebida espiritual, la Sangre del Señor. Pero aún así quizás no todos fueron del agrado de Dios, pues algunos de sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto de este mundo ya que sus almas retornaron a las cadenas del pecado.”

Estoy seguro –así lo demuestran las fuentes- que muchos santos han predicado con este estilo sus sermones. Tristemente hoy se oye poco tan incómoda pero caritativa exhortación entre nosotros.

 

“No se hagan idólatras al igual de algunos de ellos, como dice la Escritura: «Sentóse el pueblo a comer y a beber y se levantó a divertirse.»  Ni forniquemos como algunos de ellos fornicaron y cayeron muertos 23.000 en un solo día. Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes. Ni murmuren como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el Exterminador. Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos. Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No han sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá sean tentados sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación les dará modo de poderla resistir con éxito. Por eso, queridos, huyan de la idolatría.  Les hablo como a prudentes. Juzguen ustedes lo que digo.” 1 Cor 10,7-14

 

La actitud de la Iglesia que peregrina a inicios del siglo XXI quizás podría describirse con esta simpática pero aterrorizadora frase: “están bailando, bebiendo y festejando en la cubierta del Titanic”. ¿Será una exageración? Lo que antes era pecado ahora parece convalidarse bajo pretexto de compasión. La salvación se ofrece automática e inclusiva sin necesidad alguna de conversión, sin un proceso intenso de purificación y crecimiento. Ya no son necesarias por tanto las medicinas penitenciales, los sacramentos son relativos y han sido sobrestimados, la Sagrada Escritura puede reescribirse en traducciones más ajustadas al espíritu de la época y el cultivo del trato con Dios por la oración resulta una pérdida del valioso tiempo que debemos dedicar a los avatares del mundo. Prefiero equivocarme por exagerado pero igual que San Pablo no quisiera que Dios me regañara por no haber dado la voz de alarma, ya que me ha puesto en el atalaya –al decir del profeta Ezequiel-. No sea que sea cierto que algún cristiano corra desmotivado sin querer llegar a la meta o se encuentre dando golpes y golpes al puro aire. Dios no lo permita. Mejor dicho, nosotros no lo permitamos.

 

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EVANGELIO DE FUEGO 31 de Octubre de 2025