Los pastores y las
ovejas que Dios quiere (Parte III)
Concluyamos este importante oráculo contenido
en el capítulo 34 del libro de la profecía de Ezequiel.
“Yo suscitaré para
ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las
apacentará y será su pastor. Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será
príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado. Concluiré con ellos una
alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán
en seguridad en el desierto y dormirán en los bosques. Yo los asentaré en los
alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia
de bendición. El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y
ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando
despedace las barras de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen
esclavizados. No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no
volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad y no se les turbará más. Haré
brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el
país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. Y sabrán que yo, Yahveh su
Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo
del Señor Yahveh. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo
apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh.” (Ez 34,23-31)
Yo suscitaré para
ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará. Obviamente el personaje
profetizado es el Mesías, el Servidor que brotará del tronco de David y que
levantará el cetro real para siempre. Apoyado sobre profecías precedentes,
ahora Ezequiel también anuncia un Mesías y en este caso un Mesías-Pastor. Esto
no es novedoso, pues ya Miqueas le había presentado así, jugando con la doble
realidad de David, también pastor y rey.
La consecuencia de ese Pastoreo será como un
nuevo estado paradisíaco que nos recuerda ciertas semblanzas de Isaías acerca
de la paz mesiánica que reinará sobre toda la Montaña Santa, trayendo concordia
entre las creaturas por obra del Emanuel.
Además claro este oráculo ya plantea la vuelta a la tierra prometida y
el fin del exilio babilónico como resultado del Pastoreo de Dios sobre su
pueblo.
Y sabrán que yo,
Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo.
Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro
Dios. ¿Qué
mayor motivo de alegría y esperanza que éste anuncio, verdad? ¡Que lleguen
pronto esos días!
Volvamos al único
Pastor Jesucristo
Obviamente los cristianos creemos que es el
Señor Jesús el Buen Pastor que el Padre nos da. Permítanme un par de citas tan
estimadas por mi corazón.
“Y el Dios de la
paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de
las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna, os disponga con toda
clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es
agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.” (Heb 13,20-21)
“El que no cometió
pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no
respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de
Aquel que juzga con justicia; el mismo
que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que,
muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas
habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto
al pastor y guardián de vuestras almas.” (1 Pe 2,22-25)
Dos pasajes neotestamentarios preciosos
acerca de Jesucristo Pastor no tan citados. Ambos remiten como fuente del
Pastoreo a la Pascua.
En Hebreos se afirma que el Padre, “Dios de
la paz”, suscitó al Hijo resurgido de la muerte, victorioso por su Sangre
derramada que abre y sella la Alianza Eterna, como el Gran Pastor de las
ovejas. La misión del Jesús Señor y Pastor será derramar en su Pueblo los
bienes salvíficos que le sean necesarios para bien disponerse y orientarse a
vivir siempre según la voluntad santa del Padre Dios. ¡Tremendo anuncio!
El Apóstol Pedro, sobre el canto de Servidor
de Isaías que se proclama el Viernes Santo, nos presenta un Pastor Crucificado,
un Servidor manso y humilde que nos sana mediante sus heridas y vence nuestro
pecado cargándolo sobre sí. Este Jesús sufriente por Amor, que triunfa mediante
el Sacrificio de su propia Vida, es el Pastor al que deben volver las ovejas
descarriadas. ¡Y Él será entonces el Guardián de sus almas!
¡Cuánto me pesan entonces estos tiempos donde
la Persona Divina de Jesucristo es silenciada y abandonada hasta el olvido! No
hablo solamente del proyecto cultural relativista, en todo caso ese nuevo
paganismo profundamente anti-cristiano, que parece extenderse con pretensión de
alcanzar un status globalizado. No, lamentablemente también hablo de nosotros,
el Pueblo de Dios. ¿O no nos damos cuenta que cada vez hablamos menos de
Jesucristo en la Iglesia y siempre más de nosotros mismos y de nuestras cosas?
¿En serio no tomamos conciencia que diversos aspectos del Misterio de
Jesucristo, van siendo por nuestros discursos y nuestras nuevas prácticas
adaptadas al mundo, cercenados y escondidos? Hay un mal olor a negación de la
Divinidad de Cristo que como humo de Satanás, como un nuevo arrianismo de la
nueva era del tercer milenio, se ha ido colando por los corredores y pasillos
de la comunidad de la fe. Y creo que no tardará en mostrarse en toda su
envergadura.
Probablemente como en el exilio, la Iglesia
en el futuro próximo también sienta el golpe de la dispersión. La única
Salvación será volver al Gran Pastor de las ovejas y Guardián de nuestras
almas: Jesucristo.
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