Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (7)




Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte I)

 

Ezequiel invita al Pueblo a la responsabilidad personal. Debe cada quien hacerse cargo de su propia respuesta al Señor y de las consecuencias colectivas de las propias acciones. Así, sin ocultamientos, denuncia a los culpables y repasa la historia salvífica de Israel bajo el clásico leimotiv de la infidelidad a la Alianza y de la mala praxis o insuficiente desempeño en el cumplimiento de la Ley. Los culpables de la ruina son sobre todo “los pastores”. Esta categoría engloba a quienes ejercen el poder religioso como sacerdotes, doctores de la Ley y profetas profesionales o de corte; pero también a quienes detentan el poder civil como reyes y su familia dinástica, altos funcionarios, nobles, terratenientes y dirigentes del Pueblo en general. Se trata de aquellos encumbrados y poderosos que han hecho mal uso de su posición de liderazgo y conducción. 

Surge siempre inquietante el gran capítulo 34 de crítica y de anuncio esperanzado de un Mesías-Pastor. No será para nada una pérdida de tiempo sino una ventajosa inversión escuchar atentamente y digerir pacientemente este gran oráculo profético.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.” (Ez 34,1-6)

 

¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Sin duda es el centro de la acusación y de la queja. Han abandonado las ovejas a su cargo para dedicarse tan solo a sí mismos. ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? El profeta constata que en su lugar, vergonzosamente, solo han vivido el encargo pastoral para satisfacerse a sí mismos, para buscar y detentar privilegios y para ejercer una autoridad tan injusta como corrompida. Los pastores del Pueblo han sido negligentes, han desenvuelto bajo el estandarte de la mala praxis su servicio. Han usufructuado económicamente con avaricia de las ofrendas que el Pueblo le hacía a Dios mediante el culto, enriqueciéndose y tomando con rapiña por sí mismos de la mesa de los pobres y sencillos. No han sido cuidadosos y solícitos con las necesidades de sus ovejas pues en verdad no les interesaba cuánto les sucedía. Las han abandonado a su suerte sin aconsejarlas ni defenderlas del peligro sin procurar que no se pierdan por caminos engañosos. Las han empujado a entregarse a los ídolos, abandonando al Señor de la Gloria. Tal vez los pastores tampoco tengan fe en Dios sino que simplemente usen la fe para encumbrarse a sí mismos y gozar así de mundanos beneficios por un ministerio mal realizado.

¿Y qué hará Dios al respecto? Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. El oráculo profético advierte a los malos pastores que el Señor los quitará del ministerio, que ya no les confiará a sus ovejas y que impedirá que se sigan abusando del ministerio e instrumentalizando la fe de los sencillos para vivir con privilegio, olvidándose del auténtico servicio pastoral. El Señor mismo se hará cargo del rebaño de su Pueblo y los pastores serán destituidos.

 

“Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh: Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño; por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa. Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.” (Ez 34,7-11)

 

No abusarás del ministerio, no lo harás a tu conveniencia

 

Ciertamente es de gran dificultad decir una palabra actualizada sobre los pastores siendo yo mismo pastor al participar en el ministerio sagrado del Único Pastor Jesucristo. Quizás podríamos comenzar justamente por aquí. En estos tiempos eclesiales a los pastores se nos reclama un especial esfuerzo de conversión y santidad. En hora buena. Y no me refiero solamente a casos escandalosos, de público conocimiento y masiva difusión, hondas heridas eclesiales que incluyen actos criminales perpetuados bajo un perverso uso del ministerio. Sino en el fondo de toda la cuestión a recordarnos que las ovejas no son nuestras y que el oficio del pastor no es un salvoconducto para ejercer un poder sin límites. Volver a Jesucristo, el Buen Pastor, debemos todos y sin duda primero los pastores. ¿Cómo pastoreará al Pueblo en su Nombre quién no se deja pastorear por el Señor?

Una palabra difícil porque lamentablemente también hoy percibimos que algunos hermanos nuestros, investidos de este sagrado ministerio en bien de los creyentes, lo usufructúan para sí mismos. Heridos en su estructura personal y enfermos espiritualmente o caídos en la tentación que los sumerge en las tinieblas del pecado, se entregan a la obtención del poder, a la ambición por una carrera eclesiástica ascendente, a la búsqueda de protagonismo y reconocimientos humanos y a mucho más. Y lo decimos conociendo la propia fragilidad, luchando la propia fidelidad, combatiendo para perseverar en la gracia. “Herido el pastor se dispersarán las ovejas”. Y porque los pastores estamos siendo constantemente apuntados como blanco por el Enemigo, nuestra vigilancia debe ser constante y extrema. Ardua tarea la del pastor de las ovejas: vigilar implacable sobre sí mismo y velar paternal y maternalmente por las ovejas. Sin tomar el cayado de la Cruz de Cristo esta empresa es del todo imposible.

Pero también hay que decir que el ambiente se ha vuelto del todo desfavorable a la “cura de almas”. En el sentido que la creciente descristianización, secularización y apostasía del “mundo moderno” van haciendo decaer fuertemente la fe en Jesucristo y la adhesión a la Verdad del Evangelio. En esta atmosfera de relativismo autoritario, cual un extenso y árido desierto, no es nada fácil proclamarse pastor en su Nombre. Y aquí la tentación ha hecho mella en los pastores de la Iglesia peregrina: el temor a la creciente conflictividad en el ejercicio del ministerio y la perspectiva de no ser bien recibidos y estimados, sino más bien resistidos y apartados; la práctica de cierto difuso “buenismo pastoral” que, bajo excusa de tolerancia o falsa misericordia, invita a tomar el atajo fácil pero engañoso de no anunciar enteramente la verdad; incluso a veces las oposiciones internas dentro de la propia comunidad cristiana a los empeños sinceros de fidelidad a la Revelación y el poco apoyo prestado a quienes intentan concretar un proyecto discipular en santidad de vida;  y hasta el poco acompañamiento de los superiores más preocupados por las reacciones de la opinión pública y de no quedar en el centro de ninguna exposición inconveniente, más que en el respaldo de sus colaboradores; como por supuesto la gran deriva masiva de tantas ovejas que ya no quieren oír hablar del Señor bajo los términos de la fe de siempre sino según la acomodación que urgen las agendas mundanas. No, nada fácil ser pastor en nuestros días.

Y sin embargo no hay excusas porque Dios es Dios y el Señor tiene la victoria. Solo habrá que aceptar lo incambiable: el único método y camino es la Cruz. Sin Cruz, el arma poderosa en el Amor del Pastor entregado por las ovejas, no habrá pastores en la Iglesia.

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...