Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 31
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 31
DEJARLE OBRAR A DIOS
“…cuidar
de buscar la desnudez y pobreza espiritual y sensitiva, que consiste en querer
de veras carecer de todo arrimo consolatorio y aprehensivo, así interior como
exterior.” (SMC L3, Cap. 13,1)
“…no
apagar el espíritu, porque apagarle ha si el alma se quisiese haber de otra
manera que Dios la lleva.” (SMC L3, Cap. 13,3)
Estimado hermano mío,
venimos insistiendo quizás hasta el hartazgo en algunos temas, pero bien
sabemos que es tenaz la resistencia y poca la docilidad del natural humano aún
sin purga y cuán a contracorriente resulta siempre el camino seguro de la Cruz.
La vía espiritual, que debe cuidar de mantenerse desnuda y pobre, debe
renunciar a los “arrimos consolatorios” e intentar andar siempre de continuo
“como Dios la lleve”. Una tal libertad interior, un despojo tan sublime y
santo, no puede ser sino consecuencia de un trato de amor crecido, de un haber
perdido todas las cosas en Dios y un estar sin reserva entre sus manos.
“…si el
alma entonces quiere obrar por fuerza, no ha de ser su obra más que natural,
porque de suyo no puede más; porque a la sobrenatural no se mueve ella ni se
puede mover, sino muévela Dios y pónela en ella. Y así, si entonces el alma
quiere obrar de fuerza, en cuanto en sí es, ha de impedir con su obra activa la
pasiva que Dios le está comunicando, que (es) el espíritu, porque se pone en su
propia obra, que es de otro género y más baja que la que Dios la comunica;
porque la de Dios es pasiva y sobrenatural y la del alma, activa y natural. Y
esto sería apagar el espíritu.” (SMC L3, Cap. 13,3)
Nos lo explicas
simple y magistralmente. Pero bien sabemos que rápidamente se levantan
objeciones porque nos cuesta increíblemente –desorden del pecado por medio,
claro…- aceptar que Dios es más grande y sabio que nosotros. ¡Que no queremos
de ninguna forma soltar el timón del barco ni las riendas del carruaje! No se
trata en modo alguno de quietismo esta pasividad receptiva y amorosa sino de
consentimiento teologal. De un sano dejarle a Dios que haga en nosotros. En fe
enceguecida por su Misterio tan luminoso reconocer que no es contra nosotros
sino con nosotros y más allá de nuestra potencialidad natural, en su
sobrenatural influjo al que consentimos entregarnos, que hará aquella obra que
supera cuánto pudiésemos esperar. En esperanza alegre y serena, diría jubilosa,
pues las maravillas de su Amor nos serán reveladas al entregarnos dócilmente a
sus planes que sobrepasan todo entendimiento y voluntad. En amor ardiente a
impulsos de su Amor comunicado, que todo en nosotros consume sin aniquilar pues
aniquila purificando y transforma recreando, regenerando, reorientándonos hacia
el fin último de la Unión y de la Gloria.
Pero el natural aún
no purgado quiere intervenir, se entromete y estorba. Si tan solo aceptase
renunciar al predominio y dejarle la preeminencia a su Dios y Señor. ¡Déjale
trabajar en ti y hacer su obra! Y si no se lo permites al menos descubre que te
falla el amor, que te dejas vencer por la desconfianza y el temor, que aún eres
esclavo de tu soberbia. ¡Conviértete!
“…las
potencias del alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; donde la diferencia que hay entre la operación activa
y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está haciendo y está ya
hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar y entre lo que
está ya (conseguido y) alcanzado.
…si el
alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones
sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente),
no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho
ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho. Y así las ha de dejar
habiéndose en ellas pasiva y negativamente; porque entonces Dios mueve al alma
a más que ella pudiera ni supiera.” (SMC L3, Cap. 13,4)
Pues aquí surge el
interrogante: ¿entonces yo que hago? La respuesta es tan simple como
desafiante: “¡Déjate amar por Dios!”. Permítele rescatarte y hacerte gracia.
Abandónate a su acción Sabia y Misericordiosa. Humilde y agradecida tu alma se
ponga a recibirlo en todo, a seguirlo en todo, a cooperar y secundarlo en todo.
Había claro divina
humildad y abajamiento encarnatorio en el Señor Jesús que lava los pies a sus
discípulos. ¿Y no nos vemos a nosotros reflejados en San Pedro? ¡Cuánto nos
cuesta dejar que Dios nos lave los pies! “Si yo no te lavo no podrás compartir
mi suerte.”
En cambio la Virgen
Madre, María, se muestra tan gozosa porque el Todopoderoso ha hecho en su
pequeñez grandes cosas. La “llena de gracia”, siempre dócil y disponible al
Espíritu, se ha dejado elegir, llamar, nombrar, consagrar, enviar, destinar…
¡Toda entera y sin reservas se ha dejado amar por el Amor!
¿Qué es lo único
crucial que debemos en este punto del camino interior poner por obra?
“…sólo
advertir en tener el amor de Dios que interiormente le causan al alma. Y de
esta manera han de hacer caso de los sentimientos no de sabor, o suavidad, o
figuras, sino de los sentimientos de amor que le causan. Y para sólo este
efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella imagen y aprehensión que
le causó el amor, para poner el espíritu en motivo de amor.” (SMC L3, Cap.
13,6)
Para ir donde no
sabes ni puedes por ti mismo, hacia la Unión y Gloria, debes liberarte de todo
arrimo y dejar que solo Él se arrime; pobre y desnuda el alma entregarse al
Amor que la ama, abandonarse en su Amor y que la lleve.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 30
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 30
LA
SOBERBIA ESPIRITUAL
“…cuanto
el alma más presa hace en alguna aprehensión natural o sobrenatural distinta y
clara, menos capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el abismo de la
fe… de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el alma para ir a Dios.” (SMC L3,
Cap. 7,2)
Mi padre y hermano,
Fray Juan, no creo necesario ya insistir sobre este principio que tanto hemos
propuesto previamente de diversas formas. Continuemos…
“Lo que
le conviene al espiritual para no caer en este daño de engañarse en su juicio
es no querer aplicar su juicio para saber qué sea lo que en sí tiene y siente,
o qué será tal o tal visión, noticias o sentimiento, ni tenga gana de saberlo,
ni haga caso, sino sólo para decirlo al padre espiritual, para que le enseñe a
vaciar la memoria de aquellas aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí,
no le pueden ayudar al amor de Dios tanto cuanto el menor acto de fe viva y
esperanza que se hace en vacío y renunciación de todo.” (SMC L3, Cap. 8,5)
¡Cuánta verdad y
cuánta resistencia! Quien hace experiencia espiritual que se desinterese, y que
con humilde docilidad la ponga en manos de quien le acompaña, para que le
enseñe y ayude a vaciarse. Que aprenda a quedarse en vida teologal marcada por
el renunciamiento a todo por Dios. Repito: ¡cuánta sabiduría en tu consejo y
qué difícil lograr que lo acepten!
“…se
suele quedar cierta satisfacción oculta en el espíritu y estimación de aquello
y de sí, de que, sin sentirlo, les hace harta soberbia espiritual.” (SMC L3,
Cap. 9,1)
Aquí la clave: cuando
no estás desasido la tentación te encuentra en el flanco abierto, y en lo que
gustas y a lo que te aficionas -que no es Dios sino efectos de su Presencia y
paso-, te retiene y te esclaviza; te vuelve sobre ti mismo para que te
engrandezcas por cuánto has recibido gratuitamente y no mereces. Espíritu de
apropiación es siempre mal espíritu. ¿Acaso no fue soberbia y vanagloria la
caída? “Si lo comen serán como dioses.”
Este giro sobre sí
mismos regodeándose por la satisfacción espiritual que han experimentado –que hemos
llamado “golosina de espíritu”-, puede derivar en comparaciones competitivas y
envidia como en vanidosa vanagloria.
“…la
pena que les da cuando piensan o les dicen que otros tienen aquellas cosas o
mejores… secreta estimación y soberbia… algunos
llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio.” (SMC L3, Cap. 9,2)
“…que como
ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos devotos y suaves de Dios,
a su parecer, ya se satisfacen de manera que piensan están muy cerca de Dios.” (SMC
L3, Cap. 9,2)
Volvemos a punto de
ciencia de amor en Cruz que ya debiera estar firme. ¿Dónde reside la virtud?
¡Bendita humildad parada como centinela y guarda de la casa del alma!
“…la
virtud no está en las aprehensiones y sentimientos de Dios, por subidos que sean…
es en mucha humildad y desprecio de sí y de todas sus cosas… no queriendo valer
nada en el corazón ajeno.” (SMC L3, Cap. 9,3)
“…todas
las visiones y revelaciones y sentimientos del cielo y cuanto más ellos
quisieren pensar, no valen tanto como el menor acto de humildad, la cual tiene
los efectos de la caridad, que no estima sus cosas ni las procura, ni piensa
mal sino de sí, y de sí ningún bien piensa, sino de los demás.” (SMC L3, Cap.
9,4)
Y por si aún no queda
claro.
“Porque
si el alma gusta de las tales aprehensiones, esle muy fácil al demonio hacerle
crecer los apetitos y afectos y caer en gula espiritual y otros daños...” (SMC
L3, Cap. 10,1)
Ya lo hemos tratado.
La trampa del demonio es que te quedes con “las cosas de Dios”, pero en el
fondo en oculto deleite de ti mismo y olvido de quien es la Fuente.
“…suele
él sugerir y poner gusto, sabor y deleite en el sentido acerca de las mismas
cosas de Dios, para que el alma, enmelada y encandilada en aquel sabor, se vaya
cegando con aquel gusto y poniendo los ojos más en el sabor que en el amor, a
lo menos ya no tanto en el amor, y que haga más caso de la aprehensión que de
la desnudez y vacío que hay en la fe y esperanza y amor de Dios.” (SMC L3, Cap.
10,2)
“…necesario
le es al alma quedarse desnuda y olvidada de formas y noticias distintas de
cosas sobrenaturales para no impedir la unión, según la memoria, en esperanza
perfecta con Dios.” (SMC L3, Cap.11,2)
Querido maestro te he
dejado esta ocasión hablar más a ti. Lo has hecho simple y contundente. ¡Cuánto
bien nos haces! Cerremos con preciosos consejos:
“…todo
lo que el alma pone en la criatura quita de Dios.” (SMC L3, Cap. 12,1)
“…cuanto
más uno pusiese los ojos en los criados del rey y más reparase en ellos, menos
caso hacía del rey y en tanto menos le estimaba.” (SMC L3, Cap. 12,2)
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 29
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 29
EL
DEMONIO Y LA MEMORIA
Estimadísimo mío, San
Juan de la Cruz, continuemos dialogando acerca de la memoria…
“Imperfecciones
a cada paso las hay si pone la memoria en lo que oyó, vio, tocó, olió y gustó,
etc.; en lo cual se le ha de pegar alguna afición, ahora de dolor, ahora de
temor, ahora de odio, o de vana esperanza y vano gozo y vanagloria, etc.; …no
habrá quien bien se libre, si no es cegando y oscureciendo la memoria acerca de
todas las cosas.” (SMC L3, Cap. 3,3)
Sin duda la memoria
constituye un reservorio donde se van acumulando por sedimentación residual las
resonancias de las experiencias vividas. Este acumulado es un resguardo de
ideas, emociones e imágenes que no están tematizadas actualmente en la
conciencia pero que van y vienen, como impulsadas por las circunstancias
presentes, según una asociación difícil a veces de captar en su lógica. Afloran
y nos reconectan con el pasado, nuestra historia identitaria, y favorecen u
obstaculizan el desarrollo de nuestros procesos.
En nuestros días los
avances de la psicología, la neurología y otras disciplinas convergentes tienen
algo novedoso que decir acerca de los procesos cognitivos. Sin embargo no creo
que debamos dejar de lado las impresionantes elaboraciones de la gnoseología
filosófica. Pero Fray Juan no está apuntando a estudiar las hipótesis
medievales sobre tal asunto, sino que dándolas por supuestas le sirven de
sustento para su comprensión de los dinamismos interiores o “potencias
superiores del alma”. Su interés se
dirige a una evidencia surgida de la observación y acompañamiento de las
personas: “nos quedamos en las cosas”. ¡O acaso no nos reconocemos a nosotros
mismos como anclados a veces en experiencias pasadas que por no aceptadas o
elaboradas insuficientemente nos retienen? Estoy cierto que al menos hemos vislumbrado
esta situación en otros.
La afición a
quedarnos en ciertos recuerdos, bajo el leimotiv incansablemente insistido del
“pegoteo- apropiación-asimiento”, en términos espirituales erige una amenaza de
impedir aquella desnudez y ceguera necesarias para la Unión. Como ya lo hemos
hablado: será imprescindible sanear, depurar, limpiar, ordenar y sosegar
nuestra memoria. Podremos en parte lograr algo por la ejercitación ascética
pero para la contemplación será también crucial la purgación infusa.
“…mejor
es aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable Dios…”
(SMC L3, Cap. 3,4)
Recomiendo grabar en
letras de oro este consejo magistral. De nuevo, ya lo venimos considerando
desde el comienzo. “Ponernos en silencio y callando para que hable Dios.” Salir
del centro, renunciar al protagonismo, darle las riendas o el timón al Señor,
ser receptivos y dóciles al Espíritu, confiarnos a Él hasta un abandono sin
reservas, entregarnos a sus manos. Dejar libremente de obrar nosotros para
dejarlo libremente obrar a Él. Ni quietismo ni anulación, dejarnos enlazar y
cómo Dios nos ha creado permitirle que actúe en nosotros ya que nos conoce como
jamás podremos conocernos. Sólo el Señor tiene, por decirlo burdamente, “el
manual de instrucciones de uso” ya que es tanto el Ingeniero Diseñador como el
Operario Constructor. Somos una obra suya. ¿Por qué no admitir que lo seguimos
siendo? ¡Torpe pecado de autonomía absoluta! ¡Ay Adán, Adán que persistes en
caer!
Entonces, iluminado
Doctor, nos hablarás de diversos daños que le acaecen a la memoria no
purificada en Gracia. Por ahora me interesa detenerme en el siguiente:
“…daño positivo que al alma puede venir por
medio de las noticias de la memoria, es de parte del demonio, el cual tiene
gran mano en el alma por este medio. Porque puede añadir formas, noticias y
discursos, y por medio de ellos afectar el alma …suele él dejar las cosas y
asentarlas en la fantasía… si se
oscurece en todas ellas y se aniquila en olvido, cierra totalmente la puerta a
este daño del demonio.” (SMC L3, Cap. 4,1)
En el reservorio
identitario de la memoria, Dios trabaja para que tengamos todas las cosas como
perdiéndolas, es decir con desasimiento y tanto depuradas como ordenadas en su
Amor; apacigua y armoniza esta potencia del alma para que todo converja en la
Unión con Luz de Verdad. Pero el Demonio agita y crea confusión, distorsiona y
enreda todo, introduce falsedad y conduce a engaño en la identidad. Supongo que
todos hemos advertido el manoseo indebido del Tentador sobre nuestros recuerdos
como la mano de Dios que con toque sutil nos deja impregnados de paz y
esperanza.
El antídoto a los
ataques demoníacos será pues “oscurecer la memoria y aniquilarla en el olvido”
o sea purgación –en este tramo del itinerario, infusa-: hacer silencio e ir
callando para que Dios pueda sanar y elevar, redimir nuestra memoria e
identidad en la referencia filial a su Paternidad.
“…poner
toda el alma, según sus potencias, en solo (el) bien incomprehensible y
quitarla de todas las cosas aprehensibles, porque no son bien incomprehensible.
Lo cual, aunque no se siguiera tanto bien de este vacío como es ponerse en
Dios, por sólo ser causa de librarse de muchas penas, aflicciones y tristezas,
allende de las imperfecciones y pecados de que se libra, es grande bien.” (SMC
L3, Cap. 4,2)
Otra vez el camino de
la nada, de la pobreza y de la Cruz, son la mejor defensa contra el mal que
intenta contaminarnos y desviarnos dejándonos a medio camino o totalmente
desorientados. No se puede ir a Unión con Dios sino desnudo y a oscuras.
“…cada
vez que el alma se pone a pensar alguna cosa, queda movida y alterada, o en
poco o en mucho, acerca de aquella cosa…” (SMC L3, Cap. 5,2)
Por tanto el camino
del “olvido” o “desasimiento apaciguador” dará otro fruto:
“…goza de tranquilidad y paz del ánimo, pues carece
de la turbación y alteración que nacen de los pensamientos y noticias de la
memoria…” (SMC L3, Cap. 6,1)
“…líbrase
de muchas sugestiones y tentaciones y movimientos del demonio, que él por medio
de los pensamientos y noticias ingiere en el alma. …quitados los pensamientos de en medio, no
tiene el demonio con qué combatir al espíritu naturalmente.” (SMC L3, Cap. 6,2)
“…tiene
en sí el alma, mediante este olvido y recogimiento de todas las cosas,
disposición para ser movida del Espíritu Santo y enseñada por él.” (SMC L3,
Cap. 6,3)
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 28
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 28
PURIFICACIÓN Y QUIETUD DE LA MEMORIA.
“…noticias
naturales en la memoria son todas aquellas que puede formar de los objetos de
los cinco sentidos … de todas estas noticias y formas se ha de desnudar y
vaciar…” (SMC L3, Cap. 2,3)
Imprescindible
hermano mío, Fray Juan, no podré ahora explicitar para nuestros lectores
clarificaciones mínimas acerca de la antropología y teoría del conocimiento tan
propios de tu contexto cultural, permíteme traducirte imprecisamente para que
entiendan.
Evidentemente hay
memoria porque hay tiempo y si no hubiese memoria tampoco tendríamos identidad.
No podríamos decir “yo” sin memoria pues a cada instante seríamos alguien nuevo
que no se tendría a sí mismo como preexistente a esa ocasión puntual. La
memoria pues es reservorio del tiempo transcurrido y permite la estabilidad del
sujeto personal. Soy yo mismo quien ha vivido en el pasado cuanto mi memoria me
trae en el presente. Y esa memoria es un capital de experiencia que me permite
comprender el presente y orientarme hacia el futuro. Memoria del tiempo vivido
es lo que humanamente llamamos “historia” pues siempre ese tiempo es recuperado
con sentido y valoración.
Por otro lado en la
memoria el tiempo vivido está presente en cuanto imágenes que mediante la
facultad de la imaginación o fantasía pueden ser tanto revividas como
reelaboradas. Pero no solo permanecen en la memoria como imágenes intelectivas
sino también como impresiones emotivas que reavivan sentimientos y estados de
ánimo. Incluso reaparecen en procesos no conscientes como el sueño.
“…a
causa de esta unión, se vacía y purga la memoria, como digo, de todas las
noticias, y queda olvidada y a veces olvidadísima, que ha menester hacerse gran
fuerza y trabajar para acordarse de algo.” (SMC L3, Cap. 2,5)
¡Cuántas veces he
oído hablar de la dificultad de las “distracciones” en la oración! Justamente
esas distracciones son el recuerdo de acciones que debo emprender o de
situaciones vividas, imágenes mentales que aparecen azarosas y un sinfín de
impresiones que permanecen en nosotros y que parecen entrar en ebullición
cuando intentamos concentrarnos en algo puntual durante un tiempo prolongado.
Lo que se halla
“estacionado” en nuestra memoria, crucial capital de identidad y experiencia
que da sabiduría para vivir, también puede ser fuente de sufrimiento o alegría,
preocupación a veces obsesiva, euforia o depresión, buena o mala disposición
para encarar cuanto siga y múltiples reacciones diversas. La memoria pues
también debe ser ordenada, purificada, sanada y puesta en su justo valor. La
gracia de Dios también debe tocar nuestra memoria para que esa facultad se
oriente a la Unión.
En este sentido pues
nos enseñas que la memoria debe ser desnudada y vaciada y purgada. El olvido
aquí más bien debe entenderse como desapego o desasimiento. Como si todo
resbalara y no pudiese el alma quedarse prendida en todo aquello que la
distraería y desconcentraría de Dios, impidiéndole la Unión de amor, una
concentración exclusiva en Él. Casi como si se tratase de un apaciguamiento. El
don de la quietud contemplativa la ha tocado. Recordemos aquella expresión
típica: “el sueño de las potencias”. A propósito no puedo ni quiero dejar de
citar aunque parezca impropio a Jorge Luis Borges, quien al terminar el famoso
“Poema de los dones” describe así a la ceguera: “…miro este querido mundo que se deforma y que se apaga en una pálida
ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido…”. Creo que nos ayuda a
acercarnos a esta memoria purgada donde puede resbalar sin adherirse lo que
debe ser desasido.
“…estando
la memoria transformada en Dios, no se le pueden imprimir formas ni noticias de
cosas.” (SMC L3, Cap. 2,8)
Además surge otra
novedad. La experiencia mística o contemplación infusa de Dios no puede ser
abarcada ni por conceptos intelectuales ni por impresiones afectivas ni por
imágenes de la fantasía que son ampliamente superadas por la riqueza del
Misterio. Por tanto el lenguaje del amor místico es más directo e intuitivo y
acierta al centro escondido del alma.
“…potencias
en este estado todas son divinas, porque poseyendo ya Dios las potencias, como
ya entero señor de ellas, por la transformación de ellas en sí, él mismo es el
que las mueve y manda divinamente según su divino espíritu y voluntad.” (SMC L3, Cap. 2,8)
“…el
que se une con Dios, un espíritu se hace con él, de aquí es que las operaciones
del alma unida son del Espíritu Divino, y son divinas.” (SMC L3, Cap. 2,8)
Aunque nos resulte de
alto impacto este lenguaje de la “divinización” que ciertamente requiere ser
explicado con precisión teológica, es obvio que nadie podría acercarse tanto a
Dios sin que Él nos acerque y que todo lo nuestro debe ser sanado y elevado en
Gracia para poder vivir Unión con el totalmente Otro y Desemejante. Pero a
imagen y semejanza Suya nos ha creado. Pues la “divinización” no como un
panteísmo de fusión con el Uno sino como una relación personal que nos permite
en la expresión del Apóstol San Pedro ser “consortes
de la naturaleza divina” es al fin y al cabo la vocación y sentido último
de lo humano. Dios es la patria y la casa del hombre. Tenemos vocación a la
Gloria y como me gusta insistir la experiencia mística no debe ser sino
entendida en analogía y como arras de la visión beatífica. El Cielo, en cierto
modo, se ha adelantado.
“…negación
y vacío de formas, la va Dios poniendo en la posesión de la unión.” (SMC L3,
Cap. 2,13)
“…aunque
en algún tiempo no se sienta el provecho de esta suspensión de noticias y
formas, no por eso se ha de cansar el espiritual; que no dejará Dios de acudir
a su tiempo. Y por un bien tan grande, mucho conviene pasar y sufrir con
paciencia y esperanza.” (SMC L3, Cap. 2,15)
Hay memoria porque
hay tiempo y el tiempo para el hombre es historia. Pero también habrá un final
del tiempo y de la historia. Entonces despuntará la eternidad. El camino habrá
quedado atrás y el tránsito dará paso al descanso, la saciedad y la fruición.
Hemos sido llamados a unirnos y gozar de la plenitud de Dios.
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 36
LA IGLESIA ES EDIFICACIÓN DE DIOS (I) “Porque, mientras haya entre ustedes envidia y discordia ¿no es verdad que son carnales y vive...
-
El Misterio salvífico de la Comunión y la Eucaristía Quisiera contemplar a Jesucristo, como ese Misterio escondido y revelado, [1] e...
-
El Camino de la Salvación encuentra en la Virgen María el modelo más excelente. Ella, como nadie, ha sabido caminar detrás del Señ...