GUARDEN
FIELMENTE EL EVANGELIO DE CRISTO
Estimado
maestro, Apóstol San Pablo, al cerrar tu carta a la comunidad cristiana en
Roma, tus últimos consejos van dirigidos sabiamente a conservar la identidad
que es un don de Dios.
“Les
ruego, hermanos, que se guarden de los que suscitan divisiones y escándalos
contra la doctrina que han aprendido; apártense de ellos, pues esos tales no
sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de
suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos.” Rom
16,17-18
“La
doctrina que han aprendido” no es sino el testimonio apostólico sobre el
Misterio de Jesucristo y la Salvación en Él. La Revelación, que ha llegado a su
plenitud por el Verbo encarnado, ha sido recibida íntegramente para nuestra
salvación y transmitida fielmente en el Espíritu Santo por el colegio
apostólico, y consignada por escrito por
aquellos santos a quienes se les concedió el carisma de la divina inspiración
bíblica.
Esto
lo reafirmamos hoy según la permanente fe eclesial. Pero cuando San Pablo
escribe estamos aún en la etapa de las tradiciones orales –sobre todo la
predicación- y al comienzo de la producción de las tradiciones escritas. ¡Y sin
embargo, cuánta conciencia tiene de que debe ser guardado puro y sin menoscabo
el depósito de la fe! Pues claramente cualquier cambio o agregado o censura
afectaría y volvería confuso e incierto el camino de la Salvación en Cristo.
Por
tanto el consejo es que tengan cuidado “de los que suscitan divisiones y
escándalos contra la doctrina”. No se refiere solo a aquellos que por la
incoherencia de vida, caídos en el pecado, terminan siendo un anti-testimonio
pues no viven según la fe que creen y predican. Sino que directamente apunta a
quienes no respetan o manipulan a conveniencia y adulteran la doctrina
recibida. Los tales son unos pervertidores de la fe apostólica. “No sirven a
nuestro Señor Jesucristo”, les acusa. Es que se sirven oculta y
fraudulentamente a sí mismos. Son estafadores que usan “suaves palabras y
lisonjas”, es decir, un lenguaje manipulador y engañoso. Se dirigen a “seducir
“los corazones de los sencillos”, en el sentido de los que pueden ser
ingenuamente crédulos y más frágiles para admitir como verdadero cuanto les
dicen a aquellos a quienes consideran superiores. Estos personajes pues son
peligrosísimos, su maledicencia es profunda y se percibe en estos dos rasgos:
primero, son capaces de apropiarse para su propia ventaja la mismísima Palabra
de Dios sin remordimiento alguno; segundo, para lograr sus cometidos intentan
coptar a los más frágiles e indefensos en la Iglesia.
Seguramente
esta advertencia ha sido y seguirá siendo válida en todo tiempo de la Iglesia
peregrina. Herejes, visionarios ideológicos y negociantes de la fe, siempre han
estado al acecho desde el comienzo. ¿Cómo se hace presente este peligro en
nuestros días? En mi parecer personal bajo múltiples y diversificadas demagogias
pastorales, acomodaciones facilistas, sofismas y argumentos retorcidos,
dispensas morales sesgadas e impropias y un populismo soteriológico
inmanentista. Benedicto XVI lo consignaba bajo la expresión “dictadura del
relativismo”.
Y
como en todo tiempo también en nuestros días, para llevar adelante este influjo
es necesario una relevancia eclesial, algún púlpito un poco más elevado sobre
el resto desde el cual adoctrinar falsamente. Esta posición de privilegio puede
ser tanto por ministerio sacramental como por popularidad carismática adquirida
y cultivada por las modernas comunicaciones. Por tanto cuando desde algún
púlpito elevado, que en el fondo es consecuencia de un don de Dios, se busca el
propio provecho a instancias de traicionar el Evangelio de Cristo, ocasionando
confusión en los corazones acerca de la Verdad de la Salvación, el daño puede
ser tremendo y la responsabilidad a afrontar delante del Señor inquietante.
“Su
obediencia se ha divulgado por todas partes; por lo cual, me alegro de ustedes.
Pero quiero que sean ingeniosos para el bien e inocentes para el mal. Y el Dios
de la paz aplastará bien pronto a Satanás bajo sus pies. La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con ustedes.” Rom 16,19-20
Pero
como la Gracia de Cristo triunfa y no puede ser jamás vencida, no faltan en la
Iglesia peregrina de todos los tiempos hermanos fieles al Evangelio, aun en un
mar de confusión que siembra el Maligno para introducir tristeza. mediocridad y
desgano. Deben cuidarse simplemente del contagio ambiental, saber medir tiempos
y distancias. No sea que por combatir a destiempo o por conceder para evitar
conflictos terminen enmarañados en la trampa. San Pablo nos da la clave: ser
ingeniosos para el bien. Y nadie más creativo que el Espíritu Santo. Pues en
tiempos recios, ser buenos amigos de quien llamamos Don y Sello, ejercitándonos
en todos los medios de gracias que disponemos. Y sobre todo dejarnos conducir
por el Espíritu, maestro interior y fuente de toda Sabiduría en la Fe, Esperanza
y Caridad. En cuanto al mal –nos dice el Apóstol-, permanezcamos inocentes. Una
inocencia que quiero suponer por un lado significa no involucrados,
desentendidos, distanciados y claramente separados de toda la dinámica del mal.
Y por otro quizás signifique simplicidad, no ingenuidad. Una tesitura interior
que sepa mantenernos libres de las tentaciones del Adversario con todas sus
estratagemas y libres de la influencia de un ambiente eclesial enrarecido. Una
libertad para ser fieles al Evangelio de Cristo.
Y
todas estas consideraciones que San Pablo necesita realizar como cierre de su
carta a los romanos, lamentablemente las veo tan vigentes y necesarias en
nuestros días. Pocas veces en la historia ha reinado en la Iglesia tanta
confusión doctrinal emparejada con una temible decadencia moral y espiritual, a
las que fatalmente se suma un abismal desconocimiento de la doctrina evangélica
y un estado masivo de desnutrición formativa. Pido perdón por este crudo estado
de situación pero es hora que despertemos.
Mientras
tanto quienes permanezcan fieles al Evangelio sepan esperar el tiempo en que
Dios aplastará a Satanás debajo de los pies de la Mujer, sin duda en dos
niveles interpretativos, la Virgen y madre María tipo e imagen de la Virgen y
Madre Iglesia.
“Aquel
que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de
Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos
eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por
disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para
obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria
por los siglos de los siglos! Amén.” Rom 16,25-27
No
quiero agregar nada más a esta magnífica alabanza final. Solo al culminar este
comentario orante a la primera carta que suele encabezar el corpus paulino,
invitarme e invitarlos a orar y ofrecer la Eucaristía por la comunidad de Roma
en la actualidad. Ella tiene el privilegio de contar con el testimonio martirial
de los santos Pedro y Pablo. Ella es la sede del sucesor de Pedro y vicario de
Cristo en la tierra. ¡Que el testimonio de fidelidad de Roma al Evangelio
resplandezca! ¡Que no se enturbie ni se apague! Un día la fe en Jesucristo por
la predicación del Evangelio de la Pascua conquistó Roma y con sangre de
mártires lo hizo. Roma siempre debe estar a la altura de Roma. Sería penoso
verla caer de nuevo bajo las hordas paganas como ya ha ocurrido. En aquella
circunstancia el gran San Agustín nos invitaba a contemplar la Ciudad de Dios
invicta en el Cielo. Que Roma también hoy, como cabeza de todas las Iglesias,
levante la mirada y contemple su vocación: llegar a ser la Ciudad Santa, la
Jerusalén Celeste donde eternamente se celebran las Bodas del Cordero.
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