LA
SEXUALIDAD EN CLAVE CRISTIANA (III)
Estimadísimo
Apóstol de Dios, habíamos avisado a
nuestros lectores que además de la vocación matrimonial nos mostrarías el
sentido cristiano de la virginidad o castidad. Pero antes de introducir sabios
consejos a quienes están solteros aún, de pronto introduces una exhortación
sorpresiva.
“Por
lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor, cada cual como
le ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias. ¿Que fue uno
llamado siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Que fue llamado siendo incircunciso?
No se circuncide. La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que
importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Que permanezca cada
cual tal como le halló la llamada de Dios.” 1 Cor 7,17-20
En
verdad me veo inclinado a posponer estos textos hacia el final, tras tratar el
tema de la virginidad, pues allí como conclusión me resultan más didácticos.
Pero San Pablo ha querido en su lógica argumentativa insertarlos aquí, como
núcleo y puente que conecta con ambas temáticas. Respetaré pues la linealidad
textual como lo hago al comentar el corpus de las epístolas según el orden
clásico de presentación de las ediciones y no según criterios de cronología en
la composición.
Surge
ahora el interrogante: ¿por qué?, ¿por qué cada quien debe mantenerse en el
status en el que lo halló la llamada a ser de Cristo? Pues es ésta la
exhortación que se repite: “Que
permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios.” ¿Y esto debe
aplicarse también al status de casado o soltero que por tanto no debería
alterarse? Resulta al menos extraña esta aplicación.
La
frase introductoria quizás arroje algo de luz: “Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor,
cada cual como le ha llamado Dios.” Aquí
todos podríamos conceder que Dios nos hace un llamado, por ejemplo ya que venimos
tratando de ello, a la vida matrimonial o en virginidad, y que aceptar ese
proyecto será sin duda lo mejor para nosotros. En el caso del casado –salvo
aquella rara excepción estudiada- no habría más que permanecer en su estado. En
cambio el soltero tendría por delante un discernimiento por realizar. Ya
veremos más adelante que San Pablo no pretende imponer la virginidad a quien fue
llamado en estado de soltería. Para todos los casos resalta sin duda la
afirmación: “lo que importa es el
cumplimiento de los mandamientos de Dios”.
Pero
insisto: ¿cómo conectar esta exhortación aparentemente disruptiva con la
sexualidad en clave cristiana? Y continúa el Apóstol…
“¿Eras
esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque puedas hacerte libre,
aprovecha más bien tu condición de esclavo. Pues el que recibió la llamada del
Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre
cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo. ¡Han sido bien comprados!
No se hagan esclavos de los hombres. Hermanos, permanezca cada cual ante Dios
en el estado en que fue llamado.” 1 Cor 7,21-24
Encima
nos traes una ejemplificación compleja. ¿Acaso estás justificando la
esclavitud? No, estás afirmando que quien se ha encontrado con Cristo ha sido
liberado para el Señor y desde esta nueva condición y vida resucitada debe
reinterpretar su concreta situación, transformándola por la Gracia en
oportunidad. Y a quien fue hallado libre se le amonesta a considerar que ahora
es esclavo, es decir alguien que libremente y por amor se ata a su Señor.
Resuena una clásica aseveración paulina: “¡Han
sido bien comprados!”. No se debe pues juzgar el presente de cada uno y el
camino por delante en términos humanos sino desde otra óptica: esa otra óptica
es el llamado que Dios nos ha hecho en Cristo, su Hijo.
Mas
todavía persiste la duda acerca de cuál es el fundamento último de esta
exhortación a permanecer en el estado en el que hemos sido llamados. Me permito
trastocar un poco el orden lineal y adelantar estos versículos que son la clave
de toda la cuestión:
“Les
digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan
como si no la tuviesen. Los que lloran,
como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que
compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no
disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa.” 1 Cor 7,29-31
Confieso
que nos topamos con una de mis expresiones preferidas en San Pablo, que no me
canso de repetir una y otra vez: “la
apariencia de este mundo pasa”. Pues comprendemos que el núcleo de la
exhortación tiene carácter escatológico. El tiempo es corto y el Señor ya
viene. Por tanto no te preocupes tanto de si eres circunciso o
incircunciso, esclavo o libre, casado o soltero,
entristecido o alegre, negociante, propietario o lo que fueses al presente.
Todo es efímero, pasa, ya está pasando y el Señor viene. Concéntrate pues en
vivir para quien te ha llamado, Jesucristo, que está llegando.
Alguno
podría objetar que este tipo de prioridad corre el riesgo de descomprometernos
con la historia y con nuestras obligaciones en el tiempo. Ya veremos como
resuelve esto el Apóstol en la carta a los de Tesalónica más adelante (aunque
históricamente es de las primeras dificultades que deberá resolver).
Otro
podría relativizar el principio escatológico aduciendo que en su inicio la
primitiva generación cristiana esperaba una inminente Parusía y por eso el
carácter urgente de permanecer en el estado en que fue llamado. Y es verdad que
la Iglesia fue descubriendo con el paso del tiempo que la inminencia de la
Parusía no debía ser interpretada en términos de cronología histórica.
Por
eso la exhortación paulina no pierde vigencia: el Señor está viniendo y como Él
mismo afirmó nadie sabe el día ni la hora. No necesariamente debemos mirar
hacia el final de los tiempos históricos en sentido universal. En lo
particular, en el hoy de nuestra vida el Señor está llegando. Es inminente
siempre el encuentro con Él, sorpresivo e inesperado y reclama vigilancia y una
especial concentración en lo verdaderamente importante: vivir para el Señor que
llega a nosotros.
Cerrando
este periplo diría, adelantando lo que surgirá al tocar el tema de la
virginidad: también el ejercicio de la sexualidad matrimonial es parte de la
apariencia de este mundo que pasa mientras la castidad parece señalar
proféticamente hacia lo que será eterno.