DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 45

 



LA SEXUALIDAD EN CLAVE CRISTIANA (I)

 

Estimadísimo Apóstol San Pablo, maestro de la fe, nos damos cuenta que la comunidad de Corinto se hallaba en una viva efervescencia al dirigirte a ella. A veces por emergentes de índole espiritual como los dones y carismas del Espíritu –temática que tendremos por delante-, otras por conductas impropias a un discípulo de Cristo. Nos toca pues contigo abordar una dimensión tan profunda como sensible y delicada: la sexualidad.

Ya habíamos mencionado el caso del incestuoso y la exhortación a tratar con mayor rigor y menos tolerancia este pecado al interno de la comunidad. Ahora intentarás corregir desviaciones y afianzar virtudes de acuerdo a situaciones que se presentan y consultas que te hacen.

 

«Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder.” 1 Cor 6,12-14

 

“Todo me es lícito” parece ser el argumento que San Pablo quiere corregir. En la comunidad hay pues quienes piensan que los cristianos tienen prerrogativa a una libertad sin restricciones. Aparecen dos conductas erróneas: una vinculada a la costumbre en la ingesta de alimentos y la otra a la costumbre del trato con prostitutas. Sin embargo el Apóstol propone estas limitaciones: “no todo me conviene” y “no me dejaré dominar por nada”.

¿Cómo concebían la libertad aquellos cristianos conversos del paganismo? ¿Habían mal entendido la libertad en Cristo predicada por Pablo? ¿Pensaban que por ser de Cristo y hallarse en una nueva condición tras su bautismo, podría haber exenciones morales en algún campo de la vida? ¿Estaban quizás influenciados por doctrinas gnósticas que dualisticamente separaban lo material de lo espiritual? ¿Interpretaban que lo material era irrelevante y que lo que hacía referencia al cuerpo era también irrelevante en sentido moral?

Como sea, San Pablo los orienta sabiamente. “No todo me conviene”. ¿Qué es pues lo que conviene a un cristiano? Evidentemente Cristo, su mente y corazón, la Ley viva, plena y santa que es Él mismo. Al cristiano le conviene vivir según las “normas de conducta en Cristo”. Además agregas “no me dejaré dominar por nada”, es decir, la libertad cristiana no es un andar suelto con todos los permisos, sino un no ceder al mal ni dejarse esclavizar por cualquier realidad que nos aparte de Cristo o que niegue o mengüe nuestra pertenencia al Señor. Para decirlo positivamente, ser libre es atarse a Cristo.

“El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo”, supone que Dios da valor a la materia, lo cual se refuerza con el testimonio de la Resurrección. (Notemos que esta argumentación lleva implícita la confesión de la Encarnación). Pero además rompe con cualquier lectura dualista de la persona humana: también la relación con y el uso dado al cuerpo humano caen bajo valoraciones de carácter moral.

 

“¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no saben que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huyan de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en ustedes y han recibido de Dios, y que no se pertenecen?  ¡Han sido bien comprados! Glorifiquen, por tanto, a Dios en su cuerpo.” 1 Cor 6,15-20

 

Realmente es intensa la fórmula “sus cuerpos son miembros de Cristo”. Es la persona entera la que participa del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. La persona consagrada a Cristo e incorporada al cuerpo eclesial debe  vivir su corporeidad personal en Cristo. Y no solo por esta causa es reprensible un uso desordenado del cuerpo sino porque “los dos se harán una sola carne”. Al aludir a Gn 2,24, San Pablo establece que la relación corpórea entre varon y mujer en el ejercicio de la sexualidad por mandato del Creador se hará rectamente en un vínculo perdurable y en el marco de la expresión de una inter-comunión que abarque a la persona entera.

Si la unión corpórea entre varón y mujer nos hace una sola carne, la unión con Cristo nos hace un solo espíritu con Él. Y añade el Apóstol esta otra fundamentación: el cuerpo es templo y santuario del Espíritu Santo. Por último nos recuerda que “hemos sido bien comprados”, obviamente por la Sangre derramada de Cristo en la Cruz, por su Sacrificio en rescate nuestro. Por tanto también debemos alabar y adorar a Dios con nuestro cuerpo.

Finalmente advertimos que en este pasaje San Pablo no trata directamente sobre la práctica de la prostitución o sobre la situación de la mujer prostituida. El centro de su interés es mostrar que las costumbres de algunos varones cristianos deben ser purificadas, corregidas y reordenadas a Cristo. Como siempre la clave es Cristo y también nuestra corporeidad y el ejercicio de la sexualidad no se hallan enmarcadas en la ausencia de restricciones sino en el proyecto del Padre manifestado plenamente en Cristo y animado por el Espíritu santificador.

 

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EVANGELIO DE FUEGO 31 de Octubre de 2025