DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 58

 




PARTICIPACIÓN DIGNA EN LA CENA DEL SEÑOR

 

 

“Y al dar estas disposiciones, no los alabo, porque sus reuniones son más para mal que para bien. Pues, ante todo, oigo que, al reunirse en la asamblea, hay entre ustedes divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre ustedes también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre ustedes. Cuando se reúnen, pues, en común, eso ya no es comer la Cena del Señor; porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tienen casas para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios y avergüenzan a los que no tienen? ¿Qué voy a decirles? ¿Alabarlos? ¡En eso no los alabo!” 1 Cor 11,17-22

 

Como ya habíamos anticipado, queridísimo Apóstol de Dios, esta sección de tu carta se dirige a realizar correcciones y dar orientaciones para las asambleas litúrgicas. Seguramente no pocos de nuestros lectores se sorprenderán, pues les impactará que aquellas Eucaristías aparezcan como muy entremezcladas con verdaderas cenas o banquetes fraternos. Pues entonces hagamos un alto para un primer acercamiento.

Las religiones de la antigüedad solían practicar verdaderas comidas sacrificiales de comunión con la divinidad. Muchas veces vinculadas al ofrecimiento de primicias de la cosecha o para invocar con sacrificios de animales protección y fecundidad para el futuro. También las realizaban en otras circunstancias presentes, ya sean festivas o trágicas. Y en el Antiguo Testamento vemos como Israel ritualiza este tipo de acciones de comunión con Dios a través de comidas sacrificiales o de ofrenda. La más famosa y central, sin duda, es la Pascua.

Cuando en la Última Cena el Señor Jesús instituye la Eucaristía, el contexto es la cena pascual judía. Era una verdadera cena, solo que con alimentos especialmente preparados para ella y con una serie de oraciones, bendiciones y hasta diálogos rituales, a los cuales se añadían algunos gestos significativos. Cristo toma algunos gestos de ese formato (la fracción del pan y la circulación de la copa) mientras celebraban el rito judío y los resignifica de un modo superador y definitivo: ya ha pasado el antiguo sacrificio del cordero pascual que evoca la salida de Egipto, ahora el Cordero Pascual es el Hijo de Dios que se ofrece en la Cruz por nuestra redención y la Cena será el memorial de su Sacrificio por nosotros.

Sin querer escandalizar a nadie, no es fácil reproducir con exactitud cómo era el rito celebrativo de las primeras Eucaristías de la Iglesia primitiva. Además de los aportes neotestamentarios, desde fines del siglo I tenemos otras fuentes y testigos que transmiten datos acerca de oraciones y vestigios de antiquísimas plegarias de consagración, tradiciones litúrgicas y normativas rituales, que van apareciendo y evolucionando en una creciente dirección sacral. Hasta que claramente en el siglo IV, al salir de la clandestinidad y finalizar el período de persecuciones, la Cena del Señor se independiza de los banquetes y ágapes fraternos, al ser celebrada habitualmente en contextos más sacralizados como las basílicas y templos. Sin embargo se mantiene la “disciplina del arcano” que no permite la participación a quienes no han sido aún bautizados e iniciados en los Misterios.

Nos damos cuenta pues, que aquellas asambleas litúrgicas en Corinto resultaban de una continuidad con las comidas rituales de comunión conocidas en diversos cultos y de una inmensa novedad: la Cena del Señor que se introducía en el contexto de los banquetes fraternos. Muchas más precisiones no podemos hacer con certeza.

A San Pablo han llegado noticias de diversas dificultades. Algunas tienen que ver con excesos como las borracheras de algunos y la gula desenfrenada de otros. Otras, con la injusticia y la falta de virtud: hay quienes comen lo propio sin compartir con los hermanos, y su voracidad y egoísmo no les permite registrar que los más pobres de la comunidad en esos banquetes pasan hambre. Incluso tal vez se refiera a ciertas distinciones que se hacían, ya que en las casas los señores o amos no comían en el mismo recinto que los servidores y esclavos. ¿Cómo pretender celebrar un banquete de comunión con el Señor a la vez que esa comunión no se establece también con todos los hermanos?

“¿No tienen casas para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios?” Esta expresión parece invitar a reconocer el carácter sagrado de las asambleas litúrgicas. La Cena del Señor no es una comilona o fiesta mundana.

Una advertencia que hace el Apóstol llega hasta nuestos días con lamentable vigencia: cuando los cristianos se reúnen existen divisiones y disensiones entre ellos. Y comenta que de ello deben comprender que no todos se acercan y participan virtuosamente o con la misma maduración de fe y caridad.

Nuestras Misas actuales, ya totalmente separadas del banquete fraterno, sin embargo siguen expresando faltas de comunión. Que aquel no le da la paz ni saluda  a este otro, que el de allá se pasa mirando y criticando a todos los servidores que desempeñan algún ministerio en la celebración y que los de más acá apenas salen de la Eucaristía se quedan parloteando en el atrio sobre temas totalmente ajenos y distantes o simplemente murmurando contra sus hermanos. Y ustedes podrán elencar seguramente incontables ejemplos.

Es que a la Cena del Señor entramos todos con nuestros pecados pero con demasiada frecuencia salimos permaneciendo en ellos. ¿Cómo entrar en comunión con Dios sin purificarnos y convertirnos para vivir en la caridad fraterna?

 

“Porque yo recibí del Señor lo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por ustedes; hagan esto en recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que comen este pan y beben esta copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que venga.” 1 Cor 11,23-26

 

San Pablo junto a San Lucas, San Mateo y San Marcos es testigo apostólico de la tradición central de nuestra fe católica: la Pascua del Señor, por la que somos salvados entrando en Alianza con Dios, y es celebrada según su mandato por la Iglesia en cada Cena del Señor. Así el mismo Jesucristo sigue presente entre los suyos hasta su segunda venida en gloria en el sacramento del altar.

 

“Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre ustedes muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.” 1 Cor 11,27-30

 

Frente a la inmensidad del Misterio celebrado y de la Gracia comunicada resuena la advertencia: sean concientes de lo que viven y realizan en cada Eucaristía. Sin duda es referencia inmediata a las divisiones, excesos y conductas poco virtuosas que rompen la caridad fraterna de las que hemos hablado. Pero se extiende la cuestión más allá: ¿qué significa comer el Cuerpo del Señor indignamente?, ¿qué disposiciones son necesarias? Hay que examinarse y discernir para no comer y beber el propio castigo.

 

“Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados. Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. Así pues, hermanos míos, cuando se reunan para la Cena, espérense los unos a los otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, a fin de que no se reúnan para castigo suyo. Lo demás lo dispondré cuando vaya.” 1 Cor 11,31-34

 

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha discernido las disposiciones necesarias y ha establecido una disciplina de los sacramentos, tanto de su celebración como de su recepción. Penosamente en nuestros días no solo las Misas se van vaciando de participantes, sino que también se han ido banalizando y no faltan quienes incumplen o violentan la disciplina eclesial o simplemente la desautorizan. ¿Estamos hoy comiendo el Cuerpo y bebiendo la Sangre del Señor con superficial conciencia y escaso discernimiento?

 

 

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EVANGELIO DE FUEGO 31 de Octubre de 2025