CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 3 (2022)
INCLINACIÓN
“Procure
siempre inclinarse:
no a lo
más fácil, sino a lo más dificultoso;
no a lo
más sabroso, sino a lo más desabrido;
no a lo
más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto;
no a lo
que es descanso, sino a lo trabajoso;
no a lo
que es consuelo, sino antes al desconsuelo;
no a lo
más, sino a lo menos;
no a lo
más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
no a lo
que es querer algo, sino a no querer nada;
no
andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar
en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.” (SMC
L1,Cap.13,6)
Hermano mío, te has
superado a ti mismo ¡y de qué magistral modo! Permíteme, para bien de nuestros
lectores, comenzar por dónde has concluido: “desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo”.
Éste “por” expresa tanto causa como medio.
Cristo es la causa
pues es Él quien mueve. Por unirse a Cristo el alma abraza desnudez, vacío y
pobreza; pues solo así se encontrará enteramente disponible para ser llenada de
Quien ama extasiadamente tras haber sido herida por su Amor agudo y transverberante.
Ya nada quiere ni apetece sin Él porque
solo a Él le quiere, y si algo quiere debe ser en Él ya que si no es congruente
y ordenado a la primacía totalizadora del Amado, lo que se quiere rompe y retrasa
la unión anhelada. “Todo por Él y nada sin Él”, clama el alma enamorada.
Y Cristo es el medio
ya que justamente Él “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su
pobreza”. El Señor es la escuela de la desnudez, el vacío y la pobreza. Su
condescendencia divina la contemplamos en Pesebre, Eucaristía y Cruz. Y Él
mismo como clave de seguimiento discipular nos ha invitado: “renuncia a ti
mismo y carga tu cruz”. Pues sabe el alma lo que el Maestro le ha enseñado: “si
quieres ganar tu vida, reservándotela para ti y alejándola de mis manos, la
perderás”, en cambio: “si me entregas tu vida, si te abandonas en mi mano, si andas
mi camino y compartes mi suerte, la ganarás, porque yo seré toda tu Vida y Vida
en abundancia”.
Ahora bien, lo que el alma sabe y gusta y goza en el
encuentro en amor con su Señor debe plasmarse en su vivir. Este vaciamiento por
Cristo “de todo cuanto hay en
el mundo”, puede entenderse tanto como integración armónica de cuanto elemento,
ya purificado y reorientado al proyecto salvífico del Padre, pueda ser llevado a
la unión; o en su defecto como renuncia indeclinable a lo que tan corrompido
por el pecado no pueda menos que ser cortado, extirpado y echado al fuego que
lo consuma para siempre.
Aquí tu sabiduría, hermano, nos dirige a “no andar buscando
lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor”. Tú sabes bien como yo que nuestra naturaleza,
cuando anda aún debilitada por atracción del pecado, huye del sacrificio de la
Cruz y busca ensalzarse en la entronización idolátrica de sí misma. Y el Adversario
allí la busca, bajo toda apariencia de disfrute y de bien, cual espejismo
engañoso que la captura y la desvía.
No comentaré querido Fray, tu exquisita construcción de
adagios, quienes quieran vayan a tu propia obra. Pero evidentemente se nos
tienta en lo más fácil, sabroso y gustoso; inclínese pues el corazón en Cristo,
por Él y con Él a lo dificultoso, desabrido y menos gustoso según la mentalidad
de este mundo que pasa. Nos propondrá el Enemigo descanso y consuelo en cuanto
amor a uno mismo y cerrazón sobre sí, como indiferencia egocéntrica y
desinterés por lo que no sea yo; más el buen Espíritu –sanamente y sin afectado
desorden psicológico- nos conducirá siempre hacia el trabajoso desconsuelo de
la entrega de la vida por amor en la Cruz. Y el Príncipe de la Mentira
intentará seducirnos hacia lo que es más alto y precioso, pues camino de
soberbia y vanidad es el suyo; pero nuestro buen Señor Jesucristo será para el
alma antídoto de humildad, llevándonos consigo a inclinarnos y abrazar por amor
a lo más bajo y despreciado, tal como lo hizo por nosotros.
Ésta entonces será nuestra consigna: “inclinarnos no a lo
que es querer algo, sino a no querer nada”. Ya lo veníamos hablando: “ir
siempre quitando quereres, no sustentándolos”.
“Desnudos seguir al Desnudo (de la Cruz)”, levantaban como
bandera los movimientos pauperísticos medievales del siglo XII. La vida
cristiana en general, la experiencia contemplativa en particular, comprenden
que caminar en fe es en este sentido desnudarse, abrazar la humilde pequeñez de
Cristo y vivir como al reverso y a contracorriente del entramado de un mundo
donde el pecado impera, a veces notoriamente y las más inadvertido,
naturalizado y cotidiano. Sólo en la escuela del Cristo pobre y desnudo -en
Pesebre, Eucaristía y Cruz-, puede vislumbrarse en este mundo el camino de la
Salvación.
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