TODO
“Para
venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
Para
venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para
venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
Para
venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
Para
venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
Para
venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
Para
venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.
Para
venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.
MODO
PARA NO IMPEDIR AL TODO
Cuando
reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.
Porque
para venir del todo al todo has de negarte del todo en todo.
Y
cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer.
Porque,
si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro.
En esta
desnudez halla el espiritual su quietud y descanso,
porque,
no codiciando nada,
nada le
fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo,
porque
está en el centro de su humildad.
Porque,
cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.” (SMC L1, Cap.13,11-13)
Queridísimo Fray
Juan, al dialogar contigo según el orden de tu obra, me encuentro con estas
palabras de tan honda sabiduría, y me temo que nuestros interlocutores no
podrán aún con ellas. Por eso con urgencia ruego devotamente a Dios que envíe
su Espíritu para que el corazón pueda abrevar en tan profunda fuente de Vida.
Dios es Todo. “Mi
Dios y mi todo”, justamente es una expresión habitual de San Francisco de Asís
para dirigirse a Dios según los cronistas. Aunque tú, hermano mío, seguramente
estarías oyendo la voz de los Padres del Desierto. Recordemos que Evagrio
Póntico había formulado el ideal de la oración como: “Dejarlo todo para obtenerlo
todo”.
Dios es Todo y
nosotros nada. Esto hay que entenderlo claro, relativamente. Por supuesto que
el hombre, creado a imagen y semejanza de su Señor, goza de increíble valor y
dignidad. ¿Cómo desvalorizarlo de algún modo si por la Encarnación el Hijo
enviado por el Padre en el Espíritu Santo asumió nuestra naturaleza? Y sin
embargo cuando el hombre se encuentra con Dios se experimenta tan sobrepasado,
tan distante frente a su cercanía y tan pequeño. Es la experiencia de la
trascendencia divina, del Totalmente Otro, de su majestad inconmensurable y de
su divinidad que pide la humilde postración. Se desvela y se oculta pues frente
al alma todo su Misterio.
Por eso queridísimo
Fray Juan tú nos adviertes que si queremos unirnos a Dios no podremos alcanzarlo
–o mejor, ser alcanzados por Él-, por el camino de nuestros gustos, posesiones,
quereres y saberes. Como venimos hablando frecuentemente, la purificación es
absolutamente necesaria. Pues Dios está mucho más allá de nuestros apetitos
naturales y estos deben ser repuestos en sus manos de Padre. Serán en gracia como
vaciados y recreados, saneados y reubicados para un tan alto encuentro con el
Esposo. Debe el hombre recuperar aquella direccionalidad hacia Dios que le es
esencial pero que el pecado ha confundido y desordenado. Debe renunciarse a sí
mismo para reencontrarse a sí mismo en su Señor.
Si quiere tener gusto y disfrute en su experiencia
religiosa, aún se busca a sí mismo y su complacencia, perdiendo a Dios. Si
quiere tener posesiones y bienes –aunque sean espirituales- en su experiencia
religiosa, aún se busca a sí mismo y su complacencia, perdiendo a Dios. Si
quiere afirmar sus quereres –dejando de gozarse desnudo en la voluntad divina-
en su experiencia religiosa, aún se busca a sí mismo y su complacencia,
perdiendo a Dios. Si quiere incrementar
sus saberes –dejando de estar humildemente arrodillado frente al Misterio- en
su experiencia religiosa, aún se busca a sí mismo y su complacencia, perdiendo
a Dios.
Por eso, si quiere el hombre ir hacia Dios en camino de
Espíritu, si quiere unirse a ese Señor Totalmente Otro –desde su nada hacia su
Todo, por así decirlo contigo-, a quien aún en verdad ni gusta, ni sabe, ni
posee, ni es; debe ir por el camino de Dios que todavía no gusta, ni sabe, ni
posee, ni es.
Claramente nos das, hermano, indicación acerca del
impedimento que obtura el camino. Aunque en el fondo es afirmar lo mismo de
otro modo con más precisión y concreción acerca de la conversión del corazón.
Nos lo dices con sencillez y contundencia: “Cuando reparas en algo, dejas de
arrojarte al todo”. Porque para venir a Unión con Dios debes abandonarte
enteramente a Él por el amor (“venir del todo al todo”); renunciándote a ti
mismo, o sea, a creer que puedes ser algo sin Él o que parte de ti puedes reservártela
para ti escondiéndosela a Él (“negarte del todo en todo”). Porque cuando te
halles unido a Dios en cuanto en esta vida en gracia es posible –como arras de
Bienaventuranza-, habrá un solo querer en ti, el querer y movimiento de tu Dios
a quien tu humana voluntad se ha unido en transformación de amor. “Porque, si
quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu tesoro.”
Una sola sabiduría tiene el cristiano y no hay otra:
entregarle su vida a Dios sin reserva y sin medida. Cuando encontramos ese tipo
de sabiduría encarnada en alguien la llamamos santidad. Y es un camino digamos
que asciende de entrega hacia mayor entrega, de renuncia hacia mayor renuncia,
de despojamiento hacia mayor despojamiento, de desnudez hacia mayor desnudez,
de abandono hacia mayor abandono. Y cuando sea nada lo tendrá Todo. Y en esto
se resume la verdadera vida en el Espíritu, pues un espiritual es quien se ha
quedado desnudo en las manos de su Dios, totalmente confiado en su Providencia
y no queriendo más ni menos de lo que quiere su Señor. Descansa entonces seguro
y alcanza la paz.
Tú lo sentencias con belleza y realismo: “En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad.”
Ya ven queridos
lectores, que junto a Fray Juan, les venimos constantemente afirmando lo mismo:
la Cruz, el único camino y la única puerta es la Cruz. Para unirse a Dios por
el amor hay que dejarse crucificar por Él, en Él y para Él. Crucificado con tu
Esposo lo tendrás todo.
Que bueno es Dios como un padre que va al trabajo... No entendemos que la soledad que sentimos es para que crezcamos interiormente, para que nos vaciemos de los sentimientos egoistas que buscan ser el centro del castillo, Ayudanos Señor a renunciar a nosotros mismos. Tu eres Todo lo que necesito para llenar mi Nada.
ResponderBorrar