“…ir
siempre quitando quereres, no sustentándolos. Y si no se acaban todos de
quitar, no se acaba de llegar.
…el
alma no tiene más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en algo no
queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina transformación.” (SMC
L1, Cap. 11,6)
Estimadísimo hermano,
lamento decirte tal vez que tu sabiduría y ciencia de amor, encuentren fuertes
oposiciones en nuestros días o al menos seas del todo incomprendido. Lamento
darte esta noticia.
¿Ir siempre quitando
quereres y no sustentándolos? Será pues en este presente como intentar nadar
contra corriente un río caudaloso que desciende desde la montaña. Porque toda
nuestra cultura se ha vuelto marcadamente egocéntrica. La Modernidad tiene por
gran obra suya el empoderamiento del sujeto autónomo y la plena reivindicación
de sus derechos. Algunos piensan que ha devenido simplemente en individualismo.
¿Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos? Como sea no es lo que se escucha
aquí por estos lares. Todo lo contrario se enseña a poseer y consumir, se educa
para hacer la propia voluntad y para tener voluntad de poder. No se valora
positivamente ceder nada sino conquistar más. No se percibe la felicidad sino
en el consumo creciente de bienes comercializables. Las personas están siempre
tan necesitadas y a la vez es tan fácil convencerlas de nuevas y
resplandecientes necesidades que el dios-mercado está dispuesto generosamente a
saciar. ¿Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos?
¿Cómo podrían
comprender mis contemporáneos este llamamiento tuyo al vaciamiento? Se horrorizarían creo frente a una seria
actitud penitencial: “locos, fanáticos” murmurarían. Se desencajarían sus semblantes frente a una opción voluntaria por una vida
austera. Lo sé bien, escaparían vertiginosamente de la Cruz y no se quedarían
allí, a sus pies, ni un instante si les fuese posible.
Pero amigo mío,
comprendo que no hablas solo del plano muy concreto de las condiciones
materiales de la vida, sino en el espíritu. ¡Cuántas almas apegadas a tanta
cosa innecesaria, cargando lastimosamente un peso de apropiaciones indebidas
que hacen lenta la marcha, habremos visto tú y yo como presbíteros! “Suelta,
suelta, que te encadenan y esclavizan tantos pegotes tuyos. ¿Es que no te das
cuenta aún el mal que te haces?” ¡Si lo
habremos advertido!, ¿no?
¿Ir siempre quitando
quereres y no sustentándolos? ¡Pues si no se acaban todos de quitar no se acaba
de llegar! Lenguaje de locos. Sí, la locura de la Cruz que es escándalo atemporal
para todo el mundo. San Francisco de Asís no quería consentir por nada “volver a
revolcarse en el vómito de la voluntad propia”. ¿Pero cómo enseñar tan alto
género de vida a las gentes? Tan alto género de vida se llama, por supuesto,
cristianismo.
Tal vez necesitemos introducir el amor –como seguramente
lo haremos y hasta de modo insistente-.
Porque sin una real, profunda y concreta experiencia del Amor de Dios, el
camino me parece imposible. Solo en el amor es posible hablar de renuncias y
entrega de la vida. Solo en ese amor que nos amó primero y que nos invita a la
comunión eterna. Porque no se trata de cualquier amor que pueda terminar siendo
frágil, inestable o inconsistente. Se trata del Amor del Dios fiel que no
abandona y al cual en amor debiéramos abandonarnos como respuesta en fe,
esperanza y caridad.
¡Ardua tarea educar, al
Pueblo de Dios que camina en la historia, en el desasimiento interior! Que el
Espíritu Santo se derrame generosamente sobre los corazones para que podamos orientarnos
hacia la Pascua redentora.
Te cuento finalmente
que en estos días, escribiendo sobre el proceso de purificación interior, acuñé
esta frase que creo es oportuna: “Y el amor ya sabe entregarse del todo en todo
sin quedarse por nada en nada.” Claramente me refería al final de ese trayecto.
Tras una honda maduración en gracia, el amor ya sabe entregarse del todo en
todo sin quedarse por nada en nada.
Muchas gracias padre.
ResponderBorrarEstoy ante El Santísimo.
Que permita mi permanencia ante El. Y crezca la confianza.