Salmo 139 Meditado frente al Santísimo Sacramento





“Jesús, te busco porque Tú me buscas. Deseo encontrarme contigo. No puedo vivir sin tu amor. Señor, te amo. ¡Oh, mi buen  Jesús, muéstrame a tu Padre para vivir también yo unido a Él!”

 

 Señor, tú me sondeas y me conoces,

tú sabes si me siento o me levanto;

de lejos percibes lo que pienso,

te das cuenta si camino o si descanso,

y todos mis pasos te son familiares.

 

Antes que la palabra esté en mi lengua,

tú, Señor, la conoces plenamente;

me rodeas por detrás y por delante

y tienes puesta tu mano sobre mí;

una ciencia tan admirable me sobrepasa:

es tan alta que no puedo alcanzarla.

 

¡Oh, Señor!, nada de mí escapa a tu mirada; Tú me conoces mejor de lo que yo mismo me conozco. Pero que nada mío esté oculto a tus ojos no me da miedo, ni vergüenza. Sé de tu amor. Me siento seguro y protegido cuando Tú me miras pues sé que me miras como un Padre a su hijo. Experimento tu protección y tu cuidado a lo largo de la vida.

 

¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?

¿A dónde huiré de tu presencia?

Si subo al cielo, allí estás tú;

si me tiendo en el Abismo, estás presente.

 

Si tomara las alas de la aurora

y fuera a habitar en los confines del mar,

también allí me llevaría tu mano

y me sostendría tu derecha.

 

Si dijera: “¡Que me cubran las tinieblas

y la luz sea como la noche a mi alrededor!”,

las tinieblas no serían oscuras para ti

y la noche sería clara como el día.

 

Oh, Señor, perdóname. De a ratos vivo como escapándome de ti. A veces te soy infiel y me alejo; envuelto en las redes de mi pecado desconfío de tu Misericordia y me escondo. A veces temo acercarme a Ti y que me pidas algo que no deseo darte; en el fondo todavía quiero vivir según mi propia voluntad y no según la tuya. A veces, rebelde y soberbio, discuto contigo y me separo para buscar mi propio camino; un camino que al principio aparece fácil y transitable pero que termina en una encrucijada, un camino cerrado. Pero tú, Padre mío, siempre estás dispuesto a rescatarme. Siempre estoy presente antes tus ojos y no te cansas de cuidarme.

 

Tú creaste mis entrañas,

me plasmaste en el seno de mi madre:

te doy gracias porque fui formado

de manera tan admirable.

¡Qué maravillosas son tus obras!

 

Tú conocías hasta el fondo de mi alma

y nada de mi ser se te ocultaba,

cuando yo era formado en lo secreto,

cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

 

¡Sí, Dios mío, qué maravillosas son tus obras! Porque tú me elegiste, desde mi concepción, para ser hijo tuyo, una obra de tu amor. En el principio de mi vida estabas Tú, soplando tu Espíritu en mi alma.  En el principio estabas Tú, Dios mío, Creador mío, Padre amoroso, Señor de la Vida.

 

Tus ojos ya veían mis acciones,

todas ellas estaban en tu Libro;

mis días estaban escritos y señalados,

antes que uno sólo de ellos existiera.

 

¡Qué difíciles son para mí tus designios!

¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!

Si me pongo a contarlos, son más que la arena;

y si terminara de hacerlo

aún entonces seguiría a tu lado.

 

Tu sabiduría, Señor, me admira. Tu bondad es tan profunda y ancha que estoy dispuesto a vivir como tú me pides. Y aprendo mirándolo a tu Hijo Jesús; Él siempre estuvo unido a Ti y nunca dejó de tener su mirada clavada en la tuya, su corazón en el tuyo. Lo contemplo ahora y lo adoro en la Eucaristía. Quisiera yo también entregarme por completo a Ti y a mis hermanos por amor. Lo contemplo ahora y lo adoro en la Eucaristía y solicito humildemente que me esconda en sus cinco llagas, verdadera escuela de amor. Quiero responder, Señor, con mi vida a todo el amor que me ofreces, a todos tus cuidados, a toda tu paciencia, a toda tu Misericordia. ¡Ayúdame, Padre mío, a ser un buen cristiano, a ser otro Cristo!

 

Sondéame, Dios mío, y penetra en mi interior;

examíname y conoce lo que pienso;

observa si estoy en un camino falso

y llévame por el camino eterno.



2 comentarios:

  1. Señor que bien nos hace una buena guia Gracias! me uno a la plegaria de tu amado hijo! Quiero ser como Tu dulce Padre y Madre acompañar, no tener miedo a sanar y ayudar al otro, acercarme al distinto, al enfermo, al excluido, al que me lo pide, escuchar, mirar a los ojos, permanecer, ser optimista, animar a que siga su camino sin que diga nada a nadie. Acercarme y decirle estoy dispuesta!

    ResponderBorrar

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...