Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (10)



Ven Espíritu, sopla y que revivan estos muertos

 

Aunque el profeta Ezequiel haya enrostrado a las clases dirigentes su mala praxis en el pastoreo del Pueblo, sin embargo también anuncia a esos mismos culpables –exilados en Babilonia- que pueden llegar a ser el Resto de Yahvéh, Resto Santo, si se dejan purificar y llenar de vida en el Espíritu (37,1-14). Contemplemos la famosa visión acerca de una multitud de huesos secos.

 

“La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos. Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.» Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.»

Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. El me dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.»  Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.”  (Ez 37,1-10)

 

Analicemos sumariamente algunos elementos significativos:

  1. La contraposición “huesos-Espíritu”. Evidentemente son los dos términos más notorios y cruciales en la narración de la visión, reapareciendo múltiples veces como tema central. Acerca de los “huesos” (seláh) se dice que son numerosos pero están secos, muertos y sin vida, además de dispersos y aislados. Habría que entenderlos también en el sentido de costillar o esqueleto o estructura ósea.

El “Espíritu” evidentemente hace referencia al soplo divino, al soplo del Dios Viviente que anima la vida. También se identifica con el viento del desierto y la estepa que llega sorpresivo y envolvente, a quienes los Patriarcas denominaban “ruáj”. Acerca de él se afirma que actúa en el profeta bajo el lema: “me sacó y me puso”. El hombre de Dios se halla pues bajo su influjo y es solo en el Espíritu que desarrolla su ministerio profético. Pero también es a quien se le encarga convocarlo: “Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan”. Es decir desde los cuatro puntos cardinales, desde todos lados. Es el Espíritu que dio vida a cuanto existe y que es universal, está actuando en toda la creación. Evidentemente Ezequiel hace referencia a aquella cosmogonía que quedará plasmada en los relatos del Génesis, acerca de los orígenes de todo ser vivo y del hombre.

El Espíritu vendrá sobre los huesos en un proceso de reavivamiento que comienza por el ruido y el estremecimiento conjuntos al inicio de la locución profética que es Palabra de Dios. El primer efecto de la primera palabra profética será que los huesos vuelven a juntarse, es decir vuelven a ser una estructura capaz de sostener el cuerpo, y entonces crece la carne, los nervios y la piel. Aquella multitud de huesos dispersos y aislados es reintegrada a la unidad. Un segundo momento de la palabra profética impetra al Espíritu para que entre en ellos y cobren vida. Así se afirma que sin el soplo divino no hay vida. Y el Espíritu se “infunde y entra”, interioriza la vida divina.

  1. Quisiera resaltar el uso de algunos verbos. “Saber-conocer”. El profeta no sabe si podrán revivir aquellos huesos (v.3) El Señor por su obra hará que sepan, tanto el profeta como el Pueblo, que Él es Dios (v.6.13.14).

Entrar-venir”. Para expresar la venida del Espíritu (v.5.9-10). Se trata en términos posteriores de la teología de una “inhabitación”. Se infunde y se hace interior al hombre.

Salir-llevar”. Fruto de la acción del Espíritu: la vuelta a la vida-tierra-identidad (v.12). Como al profeta “lo sacó y lo puso”, al Pueblo también.

No debe interpretarse entonces este pasaje en el sentido de la resurrección de la muerte, sino en cuanto restauración del proyecto de Dios sobre el Pueblo que se encuentra exilado en Babilonia. Allí son comparables con huesos secos y dispersos a los cuales les falta vida. Pero el Señor quiere restablecerlos en la unidad y ponerlos de nuevo en pie comunicándoles su Espíritu. Entonces podrán caminar.

La descripción de la visión es completada con la Palabra del Señor que explicita su significado.

 

“Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo hago, oráculo de Yahveh.»” (Ez 37,11-14)

 

El sentido pues de esta profecía es el anuncio del fin del destierro. El exilio concluirá y dará lugar a una nueva Creación, un nuevo comienzo, una nueva Alianza. Esta será la obra de Dios que al interiorizar su Espíritu hará que el Pueblo mismo se convierta en el Nuevo Templo de su Vida y Gloria. En el fondo es más que un oráculo de restauración, pues no se repite el pasado. El futuro desvelará la Alianza Nueva y definitiva, grabada en el corazón, realidad interior animada por el Espíritu.

La perícopa nos deja entrever el rol de los personajes en la trama histórica.

Yahvéh es el Señor de la historia de su Pueblo que con sabiduría traza caminos de crecimiento, purificación y plenitud.

El Espíritu es quien restaura, revive y reanima la identidad o proyecto del Pueblo de Dios. Cuando todo parece perdido, cuando se presagia el fin y la disolvencia del Pueblo, posibilita un nuevo y mejor comienzo verdaderamente insospechado.

El Profeta escucha la Palabra para bien de su Pueblo y la proclama para que produzca su salvífico efecto. Es el instrumento de Dios.

Israel-Huesos es el número de los desterrados en Babilonia que se están resecando y muriendo. Desconectados y dispersos se debilita su Fe en el Señor. El clima de época podría describirse con la siguiente adjetivación: desesperanza, descreimiento, fracaso, frustración, desunión y pérdida identidad.

En algún momento hemos afirmado que Ezequiel, el profeta-centinela, también es como una suerte de “maestro de novicios” que le enseña al Pueblo en medio de una tierra extraña y de una aparente cancelación de la Alianza, cuál es el sentido de su actual padecimiento, cómo mantenerse fiel al Señor y qué esperar de Él. Así el pasaje de los huesos secos se vuelve una maravillosa parábola de la purificación necesaria para un crecimiento novedoso y un salto de calidad impresionante: el Espíritu será interiorizado, pondrá en pie la estrucutura o esqueleto del cuerpo del Pueblo, le pondrá alma y vida y entonces podrán caminar como un ejército victorioso en la Alianza Nueva del Señor que no abandona.

 

Ven, Espíritu Santo, sopla sobre tu Iglesia y vivirá

 

Desde la década del noventa, a fin del siglo XX, intuyo que el exilio es el modelo o paradigma bíblico que mejor nos ayuda a interpretar la realidad de estos tiempos. Pues en el contexto de un intento de “refundación” de la vida religiosa, se comenzó a hacer oír esta idea: ya no es el éxodo cual gesta liberadora, que animó no poca literatura teológica y espiritual de los setenta y ochenta en Latinoamérica; sino el exilio del Pueblo de Dios en medio de un mundo pluricultural y signado por la nueva era de una religiosidad neo-pagana resurgente, el horizonte que se bosqueja por delante.

Aquella tímida e inicial pincelada descriptiva ha sido ampliamente superada –dos décadas después- por la realidad de un relativismo disolvente de toda referencia, la adolescente y patética efervescencia de un culto romántico y suicida al nihilismo, como una gobernanza mundial bajo simulada participación democrática –que las masas desmovilizadas ya no compran- y que esconde en su fondo el verdadero poder de grupos económicos y tecnocráticos de insospechadas conexiones y planificación secreta.

¿La Iglesia está perdida? Si el interrogante es interpretado como: ¿es el fin de la Iglesia y del cristianismo? Mi respuesta contundente es, no. Se trata de una cuestión de fe. La Iglesia está en manos de Dios, principalmente en sus manos, y los hombres de este mundo no podrán destruir la sólida Ciudad Celeste de cimientos luminosos que construye. El Señor no dejará de suscitar santos.

Pero si quieres comprenderla de este modo: ¿la Iglesia está desorientada y sin rumbo? Mi respuesta entonces claramente es, sí. Percibo una creciente disolvencia de su identidad en una entrega al mundo de sus contemporáneos que termina en traición de su misión. Porque se advierte un neo-arrianismo, una frágil confesión de la Divinidad de Jesucristo, una pobre y balbuceante aclamación de su centralidad exclusiva en materia soteriológica. Con pretexto de falso diálogo y tolerancia se pretende encubrir la pérdida de la Fe.  El Misterio Trinitario mismo va siendo alcanzado y con ello toda la doctrina bíblica sobre la cosmogonía creacional y el destino de una Comunión Eterna van siendo puestos en jaque. Y todo con pretensión de discernimiento. Un discernimiento tal no es más que el discernimiento de quien ha sido tentado y no se ha dado cuenta del engaño en el que ha caído.

“Restablecer”, me parece una palabra eclesial urgente. Restablecer la sana doctrina. Restablecer la fe y costumbres contenidas en el tesoro de la Tradición Apostólica viva. Restablecer la adhesión de mente y corazón, el obsequio obediencial en amor de nuestra fe al Depositum Fidei. Restablecer el cuidado solícito y la actualización fiel y presentación oportuna del dato revelado. Restablecer el anuncio humilde pero triunfal del Evangelio Eterno, Jesucristo Resucitado, Señor de cielos y tierra. ¿Quién podrá realizar semejante obra?

¿Acaso no se encuentra la Iglesia peregrina como multitud de huesos resecos, dispersos y sin vida, desparramados en la desertificación del mundo? ¿Quién podrá ponerlos en pie, reintegrarlos en la unidad, darles de nuevo la capacidad de ser una estructura de identidad que sostenga la vida? ¿Podrá revivir esta Iglesia desorientada y agonizante? Insisto: ¿quién podrá hacerlo?

“Ven Espíritu Santo: sopla, entra, transforma, revive, reanima, conduce, libera.” Es imprescindible llamarlo en esta hora: “Ven, Espíritu de Dios. Sácanos de la tumba sombría y fría hacia la Luz cálida y resplandeciente de una Alianza Nueva. Haz de tu Pueblo peregrino en la historia el Templo de la Gloria del Señor que quiere salvar al mundo entero e introducirlo en su eterna Comunión de Amor.

Pero si todo esto te parece demasiado y te sientes desbordado, no importa. Al menos te suplico que eleves tus manos, que presentes tus personales huesos secos, y que te abras al soplo de una nueva creación.




PROVERBIOS CON LUZ DE AMOR Contemplar

 




CONTEMPLAR

 

1.      Contemplar  es desatarse en uno un profundo y ardiente deseo de amor.

 

2.      Contemplar es buscar en todo y tras de todo el Rostro luminoso de Cristo.

 

3.      Contemplar es entrar el alma en comunicación viva e intensa con su Amado. Comunicación que engendra comunión, un vínculo cada vez más indisoluble.

 

4.      Contemplar es un ilimitado y gratuito intercambio en el amor.

 

5.      Contemplar es el encuentro de dos que buscan ser uno en el amor.

 

6.      Contemplar es ir alumbrando un latir al unísono con el Señor Amado.

 

7.      Contemplar es ser ya el contemplador de su Amador.

 

8.      Contemplar es despertarse amorosamente el corazón a la voluntad de Dios.

 

9.      Contemplar es despertarse al amor. Y quien despierta al amor ya no quiere dormir de nuevo el sueño de la ausencia del Amado. Quien despierta a la  contemplación, despierta al amor unitivo con Cristo; “despierta a Dios”.

 

10.  Contemplar significa que el alma, enamorada e inquieta, sólo halla reposo y sosiego en presencia de su Señor.

 

11.  Contemplar es desear el alma, simple pero radicalmente, ser de su Señor.

 

12.  Contemplar es lanzarse confiado a los brazos amorosos del Señor y así, abrazado, reconocer y saborear su Señorío sobre toda la vida y aún sobre la muerte.

 

13.  Contemplar es de tanto ser amada el alma llegar a participar del mismo Amor que la ama. Llegar a ser del Amor y desde el Amor es el camino del alma.

 

14.  Contemplar es búsqueda y hallazgo en amor. Búsqueda de dos que quieren hallarse para donarse uno al otro.

 

15.  El contemplador busca encontrarse gratuitamente en amor con su Amado y Señor, quien sabe lo está buscando para encontrarse gratuitamente en amor.

 

16.  Amor que va detrás de amor, el del Señor siempre primero en dar y recibir, es el contemplar.

 

17.  Contemplar es el maravilloso encuentro de dos que se buscan para amarse gratis.

 

18.  Contemplar es vivir para el encuentro con el Amado y nada más.

 

19.  Contemplar es llevar el contemplador en sí las huellas vivas del trato con su Amado.

 

20.  Contemplar es desear ser uno y participar en cuanto criatura de la correntada infinita de amor y vida del Amado.

 

21.  Contemplar es querer ser desbordado por el amor de Dios.

 

22.  Contemplar es querer recibir al Señor de modo desbordante; entrar en comunión con el Amado hasta ser alcanzado “en arras y primicia” por esa intensa y sobreabundante comunión solo propia de la Bienaventuranza eterna.

 

23.  Contemplar es mirarse en el espejo del Amado.

 

24.  Contempla el Espejo donde se muestra el rostro Trinitario, la perfecta e infinita comunión de las tres Personas divinas.

 

25.  Contempla el Espejo donde el rostro de Cristo Señor transparenta el rostro del Padre Dios. Espejo que ilumina y enceguece y abre el panorama al misterio de una comunión indecible.

 

26.  Contempla el Espejo divino que invita a la participación y nos regala primicias por el don del Espíritu Santo. ¡Oh Espejo irrechazable!

 

27.  Tú mira el Espejo donde puede contemplarse la centralidad de la Cruz.

 

28.  Cruz, siempre la Cruz. El Espejo nos devuelve la Cruz para despejarnos el itinerario del contemplar.

 

29.  La unión con Dios no se realiza sino por la Cruz y solo por la Cruz.

 

30.  Pasar la vida entera por la Cruz por amor al Amado es verdadera contemplación.

 

31.  La oración contemplativa es un regalo que se nos da para aprender a ver en toda circunstancia y en todo rostro al Amado en Cruz y amarlo allí con todas nuestras fuerzas.

 

32.  Contempla quien ora viviendo y vive orando a los pies del Amado en Cruz.

 

33.  ¡Oh Santa Cruz¡ Imagen central del Espejo que atrae al contemplador con fuerza irresistible y lo invita a participar del Amor Eterno.

 

34.  Contemplar es tener la vista fija en el eterno Espejo de Amor y dejarse modelar a su imagen.

 

35.  Contemplar es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.

 

36.  Contemplar es un llamado a la unión que suena desproporcionado y se agradece.

 

37.  Dejar que el Amado lo sea todo porque verdaderamente lo es. Dejarse el contemplador ser nada porque verdaderamente lo es. Nada de la nada del contemplador es el Amado y nada sin el Amado es el contemplador.

 

38.  Por el ofrecerse absoluto del Amado  -que mueve al contemplador a un ofrecimiento cada vez más crecido- se le regala el milagro de la comunión a quien nada merece ni debiera aspirar.

 

39.  Contemplar es lanzarse a los brazos del Amado, reconociendo su absolutez, a la vez  que reconociendo la inabsolutez  absoluta del contemplador sin el Amado.

 

40.   Reconociendo e implorando, suplicando amor, mendigando misericordia, contemplar es dejarse regalar la comunión gratuita con Aquel a quien no mueve más que la gratuidad.

 

41.  Contemplar es experimentar el más grande milagro de misericordia.

 

42.  Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.

 

43.  El contemplador, ya encaminado al encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa que moverse, vivir y existir en el amor de su Amado, depender de Él.

 

44.  Contempla quien quiere darse todo por entero a su Amado, lograr que todo le pertenezca a Él y nada ya se reserve a uno mismo. Llegar a ser totalmente y sin reserva del Amado Jesús.

 

45.  Ser cristiano es algo simple pero que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser cristiano es ir haciéndose semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él crezca, morir en su muerte y que Él viva en uno. Y esto es contemplar.

 

46.  La contemplación auténtica moviliza una real y concreta transformación de la vida para pertenecerle al Amado.

 

47.  Contemplar es entonces pertenecer al Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero se nos ofrece.

 

48.  Contemplar es andar en amor.

 

49.  Contemplar es un andar vagabundo tras de amor como quien nacido de lo alto escucha aquel viento que sopla donde quiere, sin saber de dónde viene ni a dónde va.

 

50.  Contemplar es un andar herido de amor, que inflamado por ardores indescriptibles que le llegan de más allá de sí, se ve animado, impulsado y llevado.

 

51.  Contemplar es un andar enloquecido de amor.

 

52.  Este andar en amor encendido e incendiado que es la contemplación, va engendrando amor por donde pasa.

 

53.  Por su testimonio de andar en amor, el Señor va regalando a otros, el enamoramiento de amor que ya ha infundido en el contemplador.

 

54.  El contemplativo anda en amor, provocando el llamado a vivir y andar en amor del Amado.

 

55.  Este andar en amor encuentra su vocación en darse más a su Amado para que su Amado lo convierta en rostro y presencia viva de su amor para el mundo.

 

56.  Contemplar es andar en amor provocando amor por un amor tan encendido.

 

57.  Contemplar es entrelazar la vida con la Vida del Amado.

 

58.  Amadores, el Señor y el contemplador, que se buscan y se encuentran y se unen.

 

59.  Se van entrelazando, entretejiendo estos dos bien distintos y por la gracia de uno van alcanzando la unidad y la armonía en el amor.

 

60.  La vida del contemplativo va siendo transformada a imagen y semejanza de la Vida Nueva del Amado; imagen y semejanza sembrada desde siempre y desde siempre llamada a crecer hasta alcanzar la plenitud.

 

61.  La vida contemplativa se va llenando hasta la excedencia de aquella plenitud regalada por el amor fecundo del Señor Jesús que se da sin medida.

 

62.  Contemplar es lanzarse a la fecundidad del amor en el encuentro unitivo con Jesús Amado que viene y no deja de venir.

 


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (9)

 

 

Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte III)

 

Concluyamos este importante oráculo contenido en el capítulo 34 del libro de la profecía de Ezequiel.

 

“Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor. Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado. Concluiré con ellos una alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán en seguridad en el desierto y dormirán en los bosques. Yo los asentaré en los alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia de bendición. El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando despedace las barras de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados. No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad y no se les turbará más. Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo del Señor Yahveh. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh.” (Ez 34,23-31)

 

Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará. Obviamente el personaje profetizado es el Mesías, el Servidor que brotará del tronco de David y que levantará el cetro real para siempre. Apoyado sobre profecías precedentes, ahora Ezequiel también anuncia un Mesías y en este caso un Mesías-Pastor. Esto no es novedoso, pues ya Miqueas le había presentado así, jugando con la doble realidad de David, también pastor y rey.

La consecuencia de ese Pastoreo será como un nuevo estado paradisíaco que nos recuerda ciertas semblanzas de Isaías acerca de la paz mesiánica que reinará sobre toda la Montaña Santa, trayendo concordia entre las creaturas por obra del Emanuel.  Además claro este oráculo ya plantea la vuelta a la tierra prometida y el fin del exilio babilónico como resultado del Pastoreo de Dios sobre su pueblo.

Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios. ¿Qué mayor motivo de alegría y esperanza que éste anuncio, verdad? ¡Que lleguen pronto esos días!

 

Volvamos al único Pastor Jesucristo

 

Obviamente los cristianos creemos que es el Señor Jesús el Buen Pastor que el Padre nos da. Permítanme un par de citas tan estimadas por mi corazón.

 

“Y el Dios de la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna, os disponga con toda clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Heb 13,20-21)

 

“El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia;  el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas.” (1 Pe 2,22-25)

 

Dos pasajes neotestamentarios preciosos acerca de Jesucristo Pastor no tan citados. Ambos remiten como fuente del Pastoreo a la Pascua.

En Hebreos se afirma que el Padre, “Dios de la paz”, suscitó al Hijo resurgido de la muerte, victorioso por su Sangre derramada que abre y sella la Alianza Eterna, como el Gran Pastor de las ovejas. La misión del Jesús Señor y Pastor será derramar en su Pueblo los bienes salvíficos que le sean necesarios para bien disponerse y orientarse a vivir siempre según la voluntad santa del Padre Dios. ¡Tremendo anuncio!

El Apóstol Pedro, sobre el canto de Servidor de Isaías que se proclama el Viernes Santo, nos presenta un Pastor Crucificado, un Servidor manso y humilde que nos sana mediante sus heridas y vence nuestro pecado cargándolo sobre sí. Este Jesús sufriente por Amor, que triunfa mediante el Sacrificio de su propia Vida, es el Pastor al que deben volver las ovejas descarriadas. ¡Y Él será entonces el Guardián de sus almas!

¡Cuánto me pesan entonces estos tiempos donde la Persona Divina de Jesucristo es silenciada y abandonada hasta el olvido! No hablo solamente del proyecto cultural relativista, en todo caso ese nuevo paganismo profundamente anti-cristiano, que parece extenderse con pretensión de alcanzar un status globalizado. No, lamentablemente también hablo de nosotros, el Pueblo de Dios. ¿O no nos damos cuenta que cada vez hablamos menos de Jesucristo en la Iglesia y siempre más de nosotros mismos y de nuestras cosas? ¿En serio no tomamos conciencia que diversos aspectos del Misterio de Jesucristo, van siendo por nuestros discursos y nuestras nuevas prácticas adaptadas al mundo, cercenados y escondidos? Hay un mal olor a negación de la Divinidad de Cristo que como humo de Satanás, como un nuevo arrianismo de la nueva era del tercer milenio, se ha ido colando por los corredores y pasillos de la comunidad de la fe. Y creo que no tardará en mostrarse en toda su envergadura.

Probablemente como en el exilio, la Iglesia en el futuro próximo también sienta el golpe de la dispersión. La única Salvación será volver al Gran Pastor de las ovejas y Guardián de nuestras almas: Jesucristo.

 


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (8)

 



Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte II)

 

Continuemos masticando y digiriendo el gran capítulo 34.

 

“Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas. Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra.  Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh. Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminaré: las pastorearé con justicia.” (Ez 34,12-16)

 

Un gran consuelo, ciertamente, que el Señor mismo se haga cargo del Rebaño-Pueblo que se eligió y que considera su heredad. Aunque el oráculo profético aún no explicita cómo realizará Dios esta obra de su propio pastoreo, se anticipan claramente unas notas salutíferas:

  1. Vigilancia amorosa y solícita del Dios Pastor que sigue pendiente de sus ovejas
  2. Las recobrará desde la dispersión y las reintegrará a la unidad de la Alianza-Comunión.
  3. Las sacará de la confusión y desorientación que viven en medio de otros pueblos y las devolverá a la clara identidad de ser el Pueblo de Dios, el Pueblo de las Promesas.
  4. Las pastoreará y apacentará conduciéndolas y guiándoles de nuevo por los caminos de la historia y retomará con ellas el proyecto de la Alianza.
  5. Reposarán entonces en saciedad, gozando de los bienes salvíficos que provienen del Señor y que son consecuencia de permanecer fieles a su Palabra.

 

Finalmente se describen unas acciones específicas: buscará a la perdida y descarriada, sanará y confortará a la enferma y herida; pero inquietantemente se dirá que va a exterminar a la gorda y robusta y esto en virtud de hacer justicia. ¿Qué significa? Veamos.

 

“En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.  ¿Os parece poco pacer en buenos pastos, para que pisoteéis con los pies el resto de vuestros pastos? ¿Os parece poco beber en agua limpia, para que enturbiéis el resto con los pies? ¡Mis ovejas tienen que pastar lo que vuestros pies han pisoteado y beber lo que vuestros pies han enturbiado! Por eso, así les dice el Señor Yahveh: Yo mismo voy a juzgar entre la oveja gorda y la flaca. Puesto que vosotras habéis empujado con el flanco y con el lomo y habéis topado con los cuernos a todas las ovejas más débiles hasta dispersarlas fuera, yo vendré a salvar a mis ovejas para que no estén más expuestas al pillaje; voy a juzgar entre oveja y oveja.”  (Ez 34,17-22)

 

Voy a juzgar entre oveja y oveja. Y ahora nos venimos a enterar  que en el rebaño de ovejas no todas son rosas. El Señor que ha sido contundente y preciso al hablar a los pastores también tiene reclamos hacia sus ovejas. No todas son dóciles, justas y bien intencionadas. El Pueblo tiene dificultades fraternas, algunos hermanos se aprovechan de otros, especialmente de los más débiles. Más allá del pecado de los pastores también los fieles han dado lugar a la injusticia, al engaño, a la búsqueda desmedida de poder y a la avaricia por las posesiones. De ese modo enturbian el manantial de la Alianza y lo contaminan con su pecado. La falta de conversión de algunos provoca que ni ellos aprovechan el alimento que Dios les da para todos y además lo arruinan para el resto que va quedando desnutrido en gracia.

Por detrás de esta exhortación se colige el mal de las ovejas: la rebeldía, la indocilidad. Dios mismo quiere hacerse cargo y ser su pastor pero… ¿se dejarán pastorear?

 

Mediaciones fieles y fieles dóciles

 

El problema pues parece ser doble: muchos en las clases dirigentes son infieles a la misión encomendada y no pocos del Pueblo fiel se muestran mezquinamente disponibles a vivir en Alianza con Dios. Supongo que esta situación descripta por el profeta tiene como antecedente toda la historia de la salvación que le precede y se proyecta hasta nuestros días. En el último fondo es el antiguo pecado de Adán: querer ser el hombre dios desligándose de su Señor, empoderándose falsamente y cayendo enteramente en el engaño del Adversario.

Claro que hay que reconocer la asimetría entre el pastor y la oveja. “A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá”. Y quien ha sido llamado al ministerio pastoral tiene sin duda una mayor responsabilidad en el cuerpo eclesial.

Pero también debo decir –a disgusto de las ideologías de moda- que el tal mentado “clericalismo”, cual vector que concentra todos los males actuales de la Iglesia peregrina, en parte es una gran excusa. Porque junto a la peste del “clericalismo” en paralelo se ensalza la idílica utopía “del pueblo bueno solo por ser el pueblo”. Se trata de una construcción forzada e irreal que no se condice con la realidad más evidente. Y de fondo reproduce el mito marxista de los “propietarios malos” y del “proletariado bueno”. Que se siga sosteniendo tan mecanicista, rígida, superficial y estereotipada mirada sobre la naturaleza humana me resulta increíble.

¿Acaso en la Iglesia el laicado ha llegado a ser ese laicado que se soñaba previamente y durante el Concilio Vaticano II? ¿Y la hora de los laicos? ¿Se harán cargo de su hora? He sido laico y ahora soy pastor: ¿en serio tengo la culpa de que el laicado no surja vital y fecundo en el Pueblo de Dios? Probablemente tenga en mi ejercicio del ministerio tantísimos errores, pero no ciertamente el de no anunciar a Jesucristo a diestra y siniestra, a tiempo y destiempo para que pueda derramar su amor y ser amado. ¡Sólo Dios sabe como me desvivo día a día para que se enamoren de Él y le entreguen gozosa toda la vida! ¿Y? Muchos no quieren, no pasan de vivir para sí mismos y de recurrir a Dios apenas para salvaguardar sus conveniencias cotidianas y miopes.

Señores y señoras, hermanos míos todos, la cuestión es otra tanto para pastores como para ovejas. La cuestión es la santidad. Y mientras deambulemos por la mediocridad seremos mediocres mediaciones y mediocres discípulos. Un Pueblo de Dios que no se decida radicalmente a romper con el pecado y a abrazar un proyecto serio de santidad buscando la Alianza con su Señor Amado: ¿cómo podrá ser pastoreado? Permanecerá resbaladizo al cayado de la Salvación.

 

 

EVANGELIO DE FUEGO 18 de Junio de 2025