PROVERBIOS DE ERMITAÑO 114


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 113


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 39




 CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 39


LOS GOZOS POR BIENES MORALES, POSIBLES DAÑOS Y CONSEJOS

 

Estimadísimo hermano y amigo del camino, consideremos ahora según tu sapiencia, cuáles podrían ser los daños de mal gozarnos en bienes morales y cómo protegernos de estos peligros.

 

“El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción.” (SMC L3, Cap. 28,2)

 

¿Te crees bueno? Ya andas errado. Vuelve a tu humildad y recuerda que eres un penitente en camino. Agradece la vida virtuosa que llevas en Gracia de Dios y suplica que te proteja de no caer en la tentación. Hasta el Juicio personal no estarás seguro y aún el Juicio no te pertenece. Sigue caminando humilde y penitente.

 

El segundo daño comúnmente va encadenado de éste, y es que juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente, pareciéndole que no hacen ni obran tan bien como él, estimándolos en menos en su corazón.” (SMC L3, Cap. 28,3)

 

Obviamente se sigue del primer daño, colateralmente. Pues quien presume de sí y de su vida virtuosa tiende a compararse y considerar a los demás por inferiores. En cambio a mí el Señor me ha mostrado que cuantas veces advierta pecado en mis hermanos rápidamente considere: “todos los pecados podrían ser míos”. Sólo entonces podré reafirmarme en virtud humilde y buscar prudentemente rescatar por caridad a mis semejantes. La Caridad no es presumida y supera todo escándalo.

 

“El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas se les ha de seguir algún gusto y alabanza.” (SMC L3, Cap. 28,4)

 

Por eso procura obrar en escondido donde tu Padre ve en lo secreto e inclínate a aquella obra que será menos publicitada y que está más a contracorriente de tu natural.

 

“El cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en Dios, habiéndole ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra manera, en sus obras.” (SMC L3, Cap. 28,5)

 

“Para huir este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar gusto de toda ella.” (SMC L3, Cap. 28,6)

 

“Por amor de Dios”, ya lo hemos tratado.

 

“El quinto daño de estos tales es que no van adelante en el camino de la perfección; porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en el obrar, cuando en sus obras y ejercicios no hallan gusto y consuelo, que es ordinariamente cuando Dios los quiere llevar adelante -dándoles el pan duro, que es el de los perfectos, y quitándolos de la leche de niños, probándolos las fuerzas, y purgándolos el apetito tierno para que puedan gustar el manjar de grandes-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia de que no hallan el dicho sabor en sus obras.” (SMC L3, Cap. 28,7)

 

Hay que “masticar Cruz”. ¿Acaso una vida virtuosa espera escalar la cima de la santidad sin la Cruz? ¡Qué absurdo! Hay que “digerir Cruz”. Alimento de maduros.

 

“El sexto daño de éstos es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas y obras de que ellos gustan que aquéllas de que no gustan.” (SMC L3, Cap. 28,8)

 

Ya lo hemos comentado pero vuelvo a traer tus palabras. “Procure siempre inclinarse: no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto; no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso; no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo; no a lo más, sino a lo menos; no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado; no a lo que es querer algo, sino a no querer nada; no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.” (SMC L1,Cap.13,6)

 

“El séptimo daño es que, en cuanto el hombre no apaga el gozo vano en las obras morales, está más incapaz para recibir consejo y enseñanza razonable acerca de las obras que debe hacer.” (SMC L3, Cap. 28,8)

 

Tristemente muchos cristianos se conforman rápidamente con una serie de cumplimientos, un “portarse bien meritorio” pero siempre a su alcance y bajo su mano. Propongámosles entregar su vida por entero y sin reserva a Cristo abrazarse al Crucificado y veremos qué responden. La peor tentación contra la santidad es la mediocridad, pues nos convencemos que no andamos mal y que tampoco es para tanto la exigencia. Ni en pecados ni en santidad, ¿dónde estamos? La tibieza mata el Amor de Dios en el alma.

 


PROVERBIOS DE ERMITAÑO 112


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 111


 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 30

 



Hasta que amaine el temporal

Esta ermita será refugio y profecía

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada hacia el silencio

 

Hasta que amaine el temporal

Alabanzas a Cristo Señor que rompen cadenas

 

Hasta que amaine el temporal

La ermita como desierto verde y fecundo en lo secreto

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada al sacrificio

 

Hasta que amaine el temporal

Gozosos y puros incendios de amor divino

 

Hasta que amaine el temporal

Mi ermita un espacio de Cielo abierto

 

Hasta que amaine el temporal

Una vida lanzada hacia la Cruz bendita

 

Hasta que amaine el temporal

Primicias de Gloria en la tierra de los hombres

 

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 110


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 109


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 38

 




CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 38


LOS GOZOS POR BIENES MORALES, ¿CÓMO SE VALORAN?

 

“Por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquiera virtud, y el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la ley de Dios, y la política, y todo ejercicio de buena índole e inclinación.” (SMC L3, Cap. 27,1)

 

“Por lo que en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque consigo traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razón, y operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente en esta vida poseer cosa mejor.” (SMC L3, Cap. 27,2)

 

“Porque las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando humanamente, bien se puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son.” (SMC L3, Cap. 27,3)

 

La vida virtuosa trae paz y practicar el bien da alegría. Es lícito pues gozarse en poder llevar una vida virtuosa según la Ley de Dios, guardando sus mandatos y preceptos con fidelidad. Además como ya dijimos, vivir en gracia produce gozo en el alma. Baste registrar cuán turbados, oscuros y divididos nos encontramos después de haber caído en un pecado grave o mortal. Pues si la persona no está ya tan acostumbrada a pecar gravemente y anestesiada en su conciencia moral, si lleva vida virtuosa y cayendo en la tentación comete la infidelidad, seguramente advierte pronto la rotura producida en su interior y el arrepentimiento comienza a acicatearla. Amargo es el pecado y nos hunde en la oscuridad. Y el Espíritu rápidamente nos impulsa a retornar a la Luz.

En este sentido pues podemos gozarnos en el bien que produce la práctica de las virtudes por lo que las virtudes son valiosas en sí mismas. Aunque también advertimos sería vanidoso un gozo que termine en nosotros mismos, en disfrutar del placentero estado de sosiego que provoca apartarnos del mal. Y Mucho menos detenernos en el gozo de las consideraciones humanas positivas que nos dispensen por la vida que llevamos. Pues faltaríamos a humildad si no reconociéramos que vivimos virtuosamente porque no nos falta la Gracia de Dios, pues nuestros empeños sin sus auxilios que tienen primacía, serían vanos. Pues nuestro fin sería acotado al estado de bienestar de conciencia y no orientado a la Unión con Dios y a la Vida Eterna.

 

“Sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna. Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro respecto alguno.” (SMC L3, Cap. 27,4)

 

“Por amor de Dios”. Fray Juan, ¡cuánto hace que no escucho esta expresión! Ciertamente la he oído con frecuencia en mi juventud. “Vivir y obrar por amor de Dios.” Y me han dado testimonio de ello. Recuerdo con cálida alegría a un anciano fraile franciscano capuchino, hermano lego, que siempre respondía con estas palabras a cuanto le sucediese. Y si uno se le acercaba y se condoliese de alguno de tantos males que sufría, simplemente sonreía y afirmaba: “Por amor de Dios, hermano, por amor de Dios”. Y si fuesen circunstancias alegres y beneficiosas para él, al comentario elogioso de quien intentaba felicitarlo solo sonreía y claro decía: “Por amor de Dios”. Vivía sin duda por amor de Dios.

Los gozos en los bienes morales son sanos “por amor de Dios”. Porque uno debe gozarse ciertamente de poder vivir de modo que se una a Dios por el amor esperando algún día unirse a Él eternamente.

Pero quisiera meditar brevemente sobre este “por” que expresa motivación y finalidad pero también posibilidad de ejecución.

Pues por un lado, “por amor de Dios” incluye un “desde” o punto de partida, afirma querer vivir según su santa voluntad y que en nuestra motivación se haya agradarle solo a Él y no separarnos de sus caminos.  Al mismo tiempo que “por amor de Dios” introduce un “hacia” o punto de llegada, es decir, lo hago de esta forma porque voy hacia Él, busco unirme y permanecer en Él que es mi fin último.

Por otro, este “por amor de Dios” expresa la posibilidad de amar y de llevar una vida santa y virtuosa. Pues confesaba el apóstol que el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. ¡Y cuántas veces nos ha parecido imposible amar a tal o cual hermano, por ejemplo! Y no seríamos capaces de amar al enemigo, al adversario que nos lastima o al que nos traiciona sin amor de Dios. Seguramente hemos orado y pedido la gracia de su amor en nosotros. Después de haber sido abofeteados en una mejilla, ¿cómo ofrecer la otra sino por la fuerza del amor de Dios? ¡Que ame Dios en nosotros y con nosotros! ¡Que eleve nuestro frágil amor al Potente Amor Suyo!

La Caridad, que es el nombre propio del Amor de Dios, es la reina de las virtudes. El canon o regla de una vida moral es la Caridad que todo lo mide y aquilata. Quien ama cumple la Ley entera según las Escrituras. Y Dios es Amor. Por tanto vivir en Caridad es vivir en Unión con Él. La primera Caridad se dirige a Dios mismo: amar al Dios que nos ama. Y por Él amar al prójimo y a todas las creaturas. “Por amor de Dios”.

 

“Para enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha de advertir el cristiano que el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias, (oraciones), etcétera, que no se funda tanto en la cantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que él lleva en ellas.

Ni ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios y obras, sino recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y, purgándose y quedándose a oscuras de este gozo, querer que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en escondido, sin ninguno otro respecto y jugo que honra y gloria de Dios.” (SMC L3, Cap. 27,4)

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 108


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 107


 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 29

 





Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Dejas que me traten injustamente

Que me quiten hasta la dignidad

Que saqueen mi tienda

Y quemen mis cultivos

Me reduzcan a pobreza

Me fuercen a exilarme

Intenten moler mis huesos

Buscando derrumbar mi alma

Que planeen mi final

Y que ansíen verme derrotado

Rostro en polvo de la muerte

Ignorado desecho de hombre

 

Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Pues no es suficiente

Que emprenda voluntariamente

El camino hacia delante

Confiando en tu llamado

Atraído por tu Espíritu

Aventurero de tus promesas

Explorador de tus senderos

Y buceador de tu Misterio

Sino que además concedes

Que el mal me ronde furioso

Poniendo obstáculos por doquier

Y trampas a cada paso

 

Dejarlo todo atrás

            Siempre estoy aquí

            Tú no permites otro modo

Estoy siempre dejando todo atrás

 

Es la forma que provees

Para que yo conozca al Resucitado

 

Gracias Padre mío por la Cruz

En la cual me sé al fin tan pero tan amado

 



PROVERBIOS DE ERMITAÑO 106


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 105


 

DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 37

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 37


LOS GOZOS POR BIENES SENSUALES, DAÑOS Y REMEDIOS

 

“Porque guardando las puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y pureza de ella.” (SMC L3, Cap. 23,3)

 

Mientras nos enseñabas acerca de los bienes naturales, Fray Juan, deslizaste esta frase que tan bien nos introduce en este apartado. Recuerdas así una clásica enseñanza de la antigüedad cristiana en materia de espiritualidad. Los sentidos corporales son como puertas y ventanas de la casa del alma. Y es prudente vigilar siempre sobre estas aberturas qué ingresa y qué multiplicidad de estímulos interiores desencadenarán estas impresiones. No se trata de cerrarse al mundo circundante sino de discriminar con prudencia evangélica cuanto empapa los sentidos y da lugar a procesos interiores.

 

 “Por bienes sensuales entendemos aquí todo aquello que en esta vida puede caer en el sentido de la vista, del oído, del olfato, gusto y tacto, y de la fábrica interior del discurso imaginario, que todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.” (SMC L3, Cap. 24,1)

 

“Y es aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite, o de parte del espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de Dios interiormente, o de parte de las cosas exteriores comunicadas a los sentidos. Y, según lo dicho, ni por vía del espíritu ni por la del sentido puede conocer a Dios la parte sensitiva; porque, no teniendo ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo espiritual sensitiva y sensualmente, y no más. De donde para la voluntad en gozarse del gusto causado de alguna de estas aprehensiones sería vanidad.” (SMC L3, Cap. 24,3)

 

La sensualidad en cuanto referida a los sentidos no es de por sí mala o buena. Puede ser impresionada por la realidad exterior e interiormente comenzar procesos que dependen de factores diversos como por ejemplo la personalidad o características psicológicas del individuo, en términos de espiritualidad, el natural o naturaleza. Como también puede recibir el influjo de la Gracia, del Espíritu de Dios como lamentablemente del Adversario y Padre de la Mentira.

Obviamente no todo lo que se experimenta a nivel sensual es gozoso, puede ser muy sufrido o incluso incierto. Pero aquí revisamos contigo, Fray Juan, el valor que hay que adjudicarle a los gozos sensitivos. Tu posición y la de todo tu anclaje filosófico y teológico no le da a la sensualidad mayor mérito sino su propia participación en el proceso de conocimiento. No parece pues demasiado valioso, sino inicial, lo que se percibe y comprende sensitivamente y ya que no puede llegar a Dios de un modo relevante consideras que será vanidoso quedarse en ella.

La antropología que subyace a tus escritos es muy distinta a la de mis contemporáneos. A nivel práctico la sensualidad ha sido elevada y reina. Las cosas valen en cuanto podamos sentirlas y resulten sensualmente confortables. Pero tú ya habías previsto en tu época esta mentalidad.

 

“Dije con advertencia: que si parase el gozo en algo de lo dicho, sería vanidad, porque cuando no para en eso, sino que, luego que siente la voluntad el gusto de lo que oye, ve y trata, se levanta a gozar en Dios y le es motivo y fuerza para eso, muy bueno es. Y entonces no sólo no se han de evitar las tales mociones cuando causan esta devoción y oración, mas se pueden aprovechar de ellas, y aun deben, para tan santo ejercicio; porque hay almas que se mueven mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de haber mucho recato en esto, mirando los efectos que de ahí sacan; porque muchas veces muchos espirituales usan de las dichas recreaciones de sentidos con pretexto de oración y de darse a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración y darse gusto a sí mismos más que a Dios; y la intención que tienen es para Dios, y el efecto que sacan es para la recreación sensitiva, en que sacan más flaqueza de imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.” (SMC L3, Cap. 24,4)

 

Tus tiempos se hallan marcados por la búsqueda de la “devoción”, de un ejercicio piadoso y cálido de la religiosidad que involucre a los afectos, una experiencia fervorosa. Y tú consideras que es un bien cuando este recurso a lo sensible nos ayuda a más buscar a Dios y nos impulsa a ser elevados a su Presencia. Pero también consideras un mal quedarnos o detenernos en la sensualidad buscando más un disfrute emotivo que una real entrega de la voluntad a Dios. Cuando estas recreaciones sensitivas, que podrían ser como una palanca y trampolín para la oración profunda, se absolutizan y de medio pasan a ser fin, tenemos un problema. Se buscarán casi adictivamente estas consolaciones en este nivel, la persona hará de la oración una búsqueda de experiencias confortables y no habrá crecimiento en la vida espiritual ni en la entrega de sí misma a Dios.

Y cuanto percibiste inicialmente, Fray Juan, en tu época – la llamada “devotio moderna”-, se ha magnificado en nuestros días. Aquel movimiento planteaba una reforma de la espiritualidad volviendo al corazón y al deseo en la tónica agustina, generando unas prácticas religiosas simples y fervorosas, una “fe viva” que confrontara con el frío racionalismo especulativo en el que había devenido el escolasticismo. Hoy yo percibo que se ha incrementado esta corriente con sus potencialidades y peligros. Me permito ejemplificar.

Por un lado, se han desarrollado retiros o ejercicios espirituales “de impacto o de diseño” que buscan que los participantes sean “movidos o movilizados”. A veces el uso de algunas estrategias puede estar cerca de la manipulación afectiva. Pero aunque se usen correctamente y con responsabilidad, la intención y el discernimiento suele pasar por lo que se sintió. “¿Lloraron? ¿Alguien se quebrantó? ¿Sintieron como un fuego en su cuerpo? ¿Se produjo algún fenómeno que les pareciese extraordinario y novedoso?” En este estilo de retiros suele darse importancia a los “testimonios” que habitualmente se exponen en lenguaje sensitivo y anímico.

No digo que estén totalmente mal, de hecho se realizan en toda la Iglesia y en diversos movimientos –hasta yo mismo he predicado este tipo de ejercitaciones aunque siempre en el marco de un proyecto y proceso de maduración discipular, casi como una escuela de espiritualidad-. De hecho el hombre de hoy llega tan ignorante, anestesiado o cerrado a la experiencia religiosa que son necesarios estos recursos. Pero aclaro que no es bueno quedarse en este nivel inicial. Debe ser un trampolín o impulso para ir más allá. Advierto que muchas veces después de este tipo de retiros no se cuida el proceso posterior o se desarrolla una serie de instancias que quieren volver a poner en vigencia aquella experiencia afectiva del pasado. Se produce así una suerte de adicción emocionalista a experiencias consoladoras. Siempre hay que estar “arriba” y no decaer. Ya no hay lugar para la crisis y cuando sobreviene se la resuelve inyectando más “recreación sensitiva”. Pero sin permitir que las personas pasen por la fragua del desierto y de la noche, acompañándolas en su maduración tantas veces dolorosa. Sin dejarles que pasen una y otra vez por la Cruz, no les estamos haciendo bien alguno sino deteniéndolas y no posibilitándoles avanzar.

Por otro lado, el auge de la corriente carismática en la catolicidad –el acercamiento al evangelismo- también encuentra aquí su debilidad. Porque es innegable que su gran potencia es ayudar a las personas a establecer una relación y trato cercano con Dios. Más inclinada a lo espontáneo que a las formulaciones, centrada en los procesos vitales concretos, la corriente carismática pone al orante como “en un tú a Tú” frente al Señor. Insiste constantemente en la animación y conducción del Espíritu Santo al que hay que aprender a abandonarse confiándose a su acción. Claro que es central también el discernimiento del paso del Espíritu. Pero justamente aquí se topa con su debilidad: la lectura de la presencia del Espíritu Santo ha quedado fijada en la manifestación exterior y sensitiva de algunos dones y carismas. Es infantil la excesiva valoración del don de lenguas. Y a veces pertinaz el esfuerzo en buscar lo extraordinario que se manifiesta corporal, sensitiva y anímicamente. Aunque siempre hay apertura a reconocer que los dones y carismas del Espíritu son variados y sorprendentes y que hay que discernirlos y aprender a ejercitarlos, un muro parece levantarse delante impidiendo crecer más. La corriente carismática pone su vivacidad en fenómenos y le cuesta tanto integrar el horizonte del silencio y de la quietud contemplativa.

 

“El espiritual, en cualquiera gusto que de parte del sentido se le ofreciere, (debe) aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a él el gozo del alma para que su gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que todo gozo que no es en negación y aniquilación de otro cualquiera gozo, aunque sea de cosa al parecer muy levantada, es vano y sin provecho y estorba para la unión de la voluntad en Dios.” (SMC L3, Cap. 24,7)

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 104


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 103


 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 28

 



Quieto en Ti

El universo entero se rasga

La tierra se rompe

Y se abren los cielos

 

Tan firmemente anclado en Ti

Como un golpe preciso

Que todo conmueve

Tan contundente y seco

Como reverberante

 

Tan sujeto me tienes

Cuando yo te tengo

Eucaristía

Entre mis manos

Y me postro pequeño

Junto a Ti me has clavado

 

Quieto en Ti

Anclado en Ti

Sujeto y clavado a Ti

Ya no puedo dudarlo

Tú eres el más poderoso

En tu Amor

Entregado

 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 102


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 101


 

EVANGELIO DE FUEGO 23 de Enero de 2025