Río y abundancia. Sobre el inicio de la contemplación


"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


Contemplar es bañarse en los días cada vez más momentos en el río de amor del Amado.

 



Abriendo un cauce de hermosura

tus aguas recorren

mi tierra reseca y agrietada

reverdeciendo lo marchito,

perfumando las riberas,

renovando sonidos y silencios.

 

Aguas de amor, desbórdense;

aguas de amor, inúndenme;

aguas de amor, rebálsense;

aguas de amor, empápenme.

 

Tu río de amor es mi vivir,

en él me bañaré hasta el fin.

 

           


Contemplar es bañarse en los días cada vez más momentos en el río de amor del Amado.

            Y este río de amor que el Amado es, abre cauces de hermosa fertilidad en la tierra del contemplador; así el alma de reseca pasa a refrescada, de agrietada a fecunda, y lo mustio es reanimado, lo muerto revive. Las riberas del corazón se cargan de aromas y así  perfumado destila olores de Cristo. Y se hacen nuevos los sonidos con los que decir el amor del Señor, y se hacen nuevos los silencios de la intimidad con el Amado. Por la afluencia de este río todo es refrescado y devuelto al seno amoroso del Padre; el alma es así reanimada para el camino de retorno a la casa donde eternamente se celebra el banquete de bodas del Cordero, el desposorio eterno.

            Contemplar es entonces tener por horizonte este río de amor que vivifica la vida. Tener por hábitat este río y sus cercanías. Vivir del contacto con este río. Bañarse en él anhelando la unión con él. Desear ser uno y participar en cuanto criatura de esta correntada de amor y de vida infinita. Bañarse hasta el fin para que el fin sea un inicio: ser en este río.

            Y este anhelo de unión, que es un verdadero don del cielo, agigantado desde que el alma se ha puesto en fuga, no puede menos que llevar al corazón a querer ser desbordado por un tal amor; deseando que no sólo sea río, sino mar y todos los océanos juntos, y más, un diluvio interminable, aguas torrenciales y copiosas, incontenibles, imparables.

            Contemplar es querer recibir al Señor de modo desbordante; entrar en comunión con el Amado hasta ser alcanzado “en arras y primicia” por esa intensa y sobreabundante comunión solo propia de la Bienaventuranza eterna.


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