Los profetas y su vigencia hoy (2)

 


Cuando pensamos en los profetas supongo que nos vienen a la memoria los “profetas escritores”, es decir aquellos cuyos oráculos leemos en la Biblia. Sin embargo no debemos olvidar que el fenómeno profético es más amplio y antiguo. El profeta por excelencia es Moisés y se deberá esperar un Profeta semejante a él pero definitivo, ya figura del Mesías (Dt 18,18). Como tampoco debemos obviar a esos grandes profetas, más de la acción que de la palabra: Samuel, Elías y Eliseo. Ellos comenzarán la gran campaña de purificación del pueblo, aún no convertido plenamente al monoteísmo yavista y todavía atraído por un politeísmo idolátrico.

 

La profecía en Israel

 

Otro dato inquietante tal vez para algunos. Israel toma de los pueblos circundantes géneros literarios y vías de comunicación con lo divino. Aún en la época de los Jueces era un pueblo politeísta: Él, Yahvéh, Astarté y Baal. Ciertamente hubo en el exilio y pos-exilio una depuración de los textos por las redacciones deuteronomista y sacerdotal en favor del yavismo, intentando argumentar una situación monoteísta antigua y original. Los únicos textos exentos de retoques fueron las colecciones proféticas –ya consideradas como textos sagrados-, que siendo claramente yavistas, nos dejan sin embargo un impresionante testimonio acerca de ese Israel todavía politeísta e idolátrico.

Los profetas son concebidos como en otros pueblos: no todos son vocacionales, los hay cortesanos y profesionales. En la Biblia se los nombra de diversos modos:

1) Roéh / vidente. Tienen una percepción desde un objeto de concentración, una percepción extrasensorial aumentada por un don de Dios (Samuel). Son más comunes en la época de los Jueces cuando el Yavismo aún no es preponderante. Son profetas urbanos que obtienen recompensa.

2) Hozéh / visionario. Reciben visiones en éxtasis. Se trata de un estado alterado de conciencia que hace más patente la libertad de lo divino y el carácter de la persona (Eliseo). Los hallamos al comienzo de la sedentarización-monarquía. Están vinculados al yavismo de Judá, en ese momento clan hegemónico.

3) Ish Elohim / hombre de Dios. Jefes de escuelas proféticas (profetismo grupal); presiden las comidas, son encargados de la providencia, convocan a la asamblea extática (Elías-Eliseo). El contexto es de lucha entre el Yavismo y el Baalismo. El profeta es algo así como un misionero popular yavista  del Sur (Judá), propagandista contra el mimetismo-sincretismo religioso que triunfa en el Norte (Israel). En Yahvéh se destaca, sobre todo, su poder. Estos profetas llegan a ser líderes políticos.

4) Nabí  / profeta. Caracterizados por la conciencia de su vocación y de la trascendencia de su misión (Isaías, Jeremías, Ezequiel, etc). Predican un Dios que denuncia actitudes personales y sociales contrarias a la Alianza, un Dios que sana y reconcilia. Son mediadores entre Dios y su Pueblo. Son mediadores suscitados por Dios dado la decadencia de otros mediadores (reyes,  sacerdotes, falsos profetas, etc) y que entran en conflicto con estos grupos de poder hegemónicos. La profecía es individual y no grupal. Dios se les manifiesta mediante oráculos auditivos (experiencia profética por excelencia). Sus alocuciones-oráculos las comienzan y cierran con 2 fórmulas: Palabra de Yahvéh y Así dice Yahvéh; con ellas indican que hablan una Palabra que no es suya sino que la han recibido de Dios, que cumplen un mandato. El profeta no dispone de esa palabra a voluntad porque Dios es libre; a veces le sorprende, a veces se retrasa inexplicablemente. Pero el profeta también es libre y puede rechazar la Palabra que se le dirige.  La profecía es una respuesta de Dios a la realidad que vive su Pueblo; una palabra clara, dura y exigente. A veces esa palabra, desagradable y difícil de aceptar, les hace incomprendidos, solitarios y perseguidos.

El profeta y el pueblo saben que existen falsos profetas, oportunistas del poder de turno,  predicadores a conveniencia. El profeta sabe que de la Palabra de Dios él solo recibe una fracción, la Palabra total se desvela en la historia; por eso el cumplimiento histórico del oráculo es la señal de su autenticidad, de que Dios realmente le envió.

 

Los profetas versus los predicadores oportunistas y a conveniencia

 

Pienso que esta coexistencia de profetas falsos y verdaderos se ha mantenido a lo largo de la historia y es vigente también hoy. Siempre hay quienes dicen lo que se quiere escuchar. Predicadores oportunistas que se presentan de parte de Dios para justificar las ideologías imperantes, para endulzar y sobar el lomo de los que no quieren ser interpelados o corregidos, para convalidar las prácticas de los poderosos de turno, para mantener el status quo dominante y para básicamente anestesiar cualquier esfuerzo de purificación tendiente a la santidad. Los falsos profetas buscan aprobación y popularidad personal; suelen manejarse digamos con habilidad política para contentar a todos. Son pues serviles a cierto relativismo que les permita diluir la verdad y sostener contradicciones.

Los verdaderos profetas, quienes realmente escuchan y comunican la Palabra del Señor, deberán sufrir inexorablemente. Uno podría dirigir la mirada inmediatamente a Jesucristo, el Justo. Pero también podríamos contemplar a los santos. Nuestra devoción por ellos es bastante inmadura creo. Los vemos hoy en una estampita y contamos asombrados sus acciones legendarias. ¿Pero nos damos cuenta de lo incómodos que los santos fueron para sus contemporáneos? Eran de Dios, ¡demasiado de Dios!. Parecían locos o fanáticos, exagerados y exigentes en su forma de vivir la fe y sobre todo su testimonio cuestionaba la forma de creer de tantos cristianos. No la pasaron bien los santos muchas veces, no solo de parte del mundo sino de la propia Iglesia. Podríamos ver en los santos los verdaderos profetas que Dios nos ha regalado en la historia.

Otro dato inquietante. ¿Es posible que en nuestra Iglesia hoy coexistan predicadores oportunistas y a conveniencia con verdaderos profetas santos? ¿Cómo discernir y distinguirlos? O mejor aún: ¿queremos conocer la verdad que interpela y purifica?

 

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