Oseas: el profeta del Dios Esposo (2)

 



Contenido general

 

A grandes y primeros rasgos adelantamos que Oseas critica a los cultos baalistas (dios de las cosechas y de la fecundidad) a favor de Yahvéh. En este sentido desarrollará toda su teología espiritual de la Alianza como bodas o nupcias entre Dios y su pueblo.

En medio de las alianzas políticas recuerda la Alianza anterior que sigue vigente y nunca caduca, Alianza fundante que es superior y está por encima, la única Alianza en la que el pueblo puede apoyarse para hallar salvación, la Alianza con su Dios. Podríamos decir que en cierto sentido hace teología política.

 

Profecía y vida personal

 

En Oseas se mezclan dramáticamente las peripecias de su vida con el mensaje de Dios a su pueblo. Al comienzo del libro, en los caps. 1-3, se narra ese momento clave de su vida que es signo de la profecía que Dios le encarga predicar.

 

Comienzo de lo que habla Yahveh por Oseas. Dijo Yahveh a Oseas: «Ve, tómate una mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh.»”  (Os 1,2)

 

Debemos notar que lo que “habla Dios por Oseas” no se trata de un oráculo pronunciado en palabras, se trata de un signo realizado con su propia vida. La vida del profeta con su esposa es símbolo del vínculo de Dios con su pueblo. El Señor le manda tomar por esposa a una prostituta.

Esta “mujer dada a la prostitución” parece que puede entenderse de dos maneras. Por sorprendente que parezca la opción menos escandalosa, la primera que con sentido común se deduce del texto, sería que fuese una mujer dedicada al comercio sexual de su cuerpo. ¿Y Dios le manda que la despose?

La segunda opción es más escandalosa aún. Se trataría de una “hieródula”, una servidora de lo sagrado en los cultos baálicos. Vayamos despacio…

Los cultos religiosos cananeos, ligados a la fecundidad en una economía netamente agrícola-ganadera, suplicaban a sus dioses por la lluvia que garantizaba buenas cosechas y pastizales que les permitían alimentar al ganado como incrementar su reproducción. Dependían del clima benéfico para su tarea. Y baal –que se puede traducir por dueño, propietario, esposo, amo- es una divinidad localizada en un territorio y vinculada a la naturaleza. De hecho se habla de los baales en plural, como las divinidades dominantes de las regiones. Pero además, con mixtura de diversos acentos de religiosidad cananea, baal es también un principio masculino y femenino. En cuanto masculino simbolizado por la lluvia fecundante y en cuanto femenino por la tierra fecundada. Por eso en los ritos sagrados, las profetizas-sacerdotisas tras entrar en trance extático, se unían sexualmente a los varones en orgías sagradas como forma de transmitir la fecundidad que donaba baal a sus fieles y a sus campos. Somos adultos y podemos hablar de estas cosas, ya entendemos en parte la gran atracción que ejercían estos cultos.

Pues la segunda opción es entonces que Dios mandara al profeta tomar por esposa a una de estas profetizas sagradas de los cultos cananeos.

Como vemos ambas posibilidades de interpretación del símbolo que Dios manda actuar en la vida de Oseas son tremendamente escandalosas. Oseas representa a Dios, el esposo amante y fiel; en tanto Gomer señala a Israel, el pueblo prostituido e infiel.

Y como si esto ya no fuera inquietante en extremo, el símbolo avanza sobre los frutos de esa fecundidad corrompida.

 

“Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a luz un hijo. Yahveh le dijo: «Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel. Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.» Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas: «Ponle el nombre de "No-compadecida", porque yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía. (Pero de la casa de Judá me compadeceré y los salvaré por Yahveh su Dios. No los salvaré con arco ni espada ni guerra, ni con caballos ni jinetes.)» Después de destetar a «No-compadecida», concibió otra vez y dio a luz un hijo. Y dijo Yahveh: «Ponle el nombre de "No-mi-pueblo", porque ustedes no son mi pueblo ni yo soy para ustedes El-Que-Soy.»” (Os 1,3-9)

 

Se evidencia pues una ruptura creciente entre Dios y su pueblo, una Alianza matrimonial que se fractura.

El nombre del primer hijo es una condenación de la matanza llevada a cabo por Jehú contra la casa de Ajab; un pecado que pesa sobre la historia de Israel, que aun cuando intenta obrar lo que Dios quiere lo realiza de un modo que el Señor no aprueba. El valle de Yizreel, símbolo de fertilidad y locación bíblica del combate escatológico definitivo, ahora sirve de contra-signo, como profecía de esterilidad futura pues se han arruinado sus campos y juicio condenatorio sobre el pueblo por la sangre derramada.

La segunda hija expresa con su nombre que el pueblo ya no goza de la compasión de Dios, que el Señor ya no está dispuesto a soportar los pecados de Israel, que sobrevienen tiempos de juicio. Y finalmente el tercer hijo declara que la Alianza se ha roto; que Dios ya no puede ser Aquel que se reveló y los liberó de Egipto, que los educó e hizo Alianza con el pueblo en el Desierto. Ahora simplemente han dejado de elegirlo yéndose tras la prostitución de los baales. Se han auto-excluido de la Salvación por sus idolatrías, se han apartado del Señor y puesto a distancia de su acción benéfica. Esta traición es la causa de sus males presentes y tendrá consecuencias en el futuro.

 

La Misericordia no excluye las consecuencias del pecado

 

Nuestras acciones libres y responsables tienen consecuencias que hay que aceptar y asumir. El perdón dado por Dios y el arrepentimiento de sus hijos abren la posibilidad de nuevos caminos, pero las heridas del mal a veces no cierran tan fácilmente y el peso de la oscuridad se puede seguir cargando sobre sí algún tiempo. Parece ser parte de la pedagogía del Dios Santo y Misericordioso dejar que el pueblo mastique y saboree la hiel de sus malas decisiones, de tal forma que recuerde de Quien se ha apartado y quede grabada en su paladar la amargura del pecado.

A veces me parece que hay entre los creyentes una imagen pueril y desencarnada de la Misericordia divina. Algo así como un “vale todo que al final igual habrá Misericordia”. Pero el pecado lastima y nos lastima, deja huellas y afea todo lo que toca. No es gratis el pecado, impone su precio. Salir del pecado no es algo automático, se trata de un proceso de conversión a veces duro y sufrido. La purificación que Dios obra, aunque sostenida y animada por el Amor, no está para nada exenta de sufrimientos como de parto y de exigentes renuncias. En conclusión: mejor no apartarse de Dios y perseverar en santidad de vida según nos lo posibilita la gracia de su Espíritu.

 


1 comentario:

  1. MUY BUENO !!!GRACIAS ...PORQ LO EXPLICAS BIEN Y PUEDO ENTENDER .EL ANTIGUO TESTAMENTO ME CUESTA ,NO PUEDO AVANZAR .
    GRACIAS PADRE SILVIO

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