Oseas: el profeta del Dios Esposo (4)



Habiéndonos introducido ya en lo más medular de su profecía, donde se compara su propia vida matrimonial con la relación de Dios con su pueblo, veamos algunas otras características de su ministerio.

 

Temas recurrentes:

 

Podríamos identificar algunas temáticas como más relevantes.

a) Desposorio de Dios con su Pueblo (Alianza) e infidelidad de Israel (prostitución-idolatría).

b) Amor paterno de Dios: una mirada al pasado y recuerdo del éxodo-desierto.

c) El desierto como lugar de encuentro-seducción, del amor primero, de la Alianza fundante de la identidad.

d) Santidad de Dios.

 

Estructura literaria:

 

El libro de la profecía de Oseas podría ser subdividido del siguiente modo:

a) Caps. 1-3 Núcleo biográfico-histórico.

b) Caps. 4-10 Descripción de los crímenes y anuncio del castigo (substanciación del juicio).

c) Cap. 11 Oráculo de salvación.

d) Cap. 12-14,1 Oráculos de juicio-castigo.

e) Cap. 14,2 Oráculo de salvación.

El esquema de fondo es una pelea de enamorados (querella-reconciliación); un gran canto del amante empedernido (Dios) que busca motivos para seguir amando a su esposa infiel (Israel). Un amante que mira al pasado, al tiempo del matrimonio (Alianza en el Sinaí) y no puede sostener el juicio de condena sino prometer un futuro de conversión.

 

Substanciación del juicio o los crímenes de Israel

 

Los Caps. 4-10 pueden ser leídos como la enumeración de las acusaciones que el Dios-Esposo tiene contra el pueblo-esposa infiel.

La primera mirada da cuenta de una corrupción generalizada con sus consecuencias. El pecado del pueblo arruina la tierra prometida e introduce en ella la esterilidad y la muerte.

 

“Escuchen la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre. Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita…” (Os 4,1-3ª)

 

Cultos paganos, idolatría y mal desempeño del ministerio sacerdotal

 

Una acusación grave se dirige a la casta sacerdotal por el mal desempeño de su ministerio.

 

“¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote, es mi pleito! En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la noche, y yo haré perecer a tu madre. Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.” (Os 4,4-6)

 

La madre que perece es el pueblo, del cual sacerdote y profeta son hijos. La falta que se denuncia es que no han anunciado ni enseñado la Palabra del Señor, se han olvidado de sus mandatos. Se insinúa lo que yo llamaría “demagogia pastoral”. El pueblo se inclina hacia los cultos paganos que lo fascinan y atraen. La casta sacerdotal, en lugar de corregirlos y reeducarlos en la verdadera fe, termina convalidando y acompañando sus prácticas idolátricas con tal de garantizar su manutención. En este sentido la prostitución consiste en el culto a los ídolos que celebra el pueblo; pero también es prostitución este mal uso del ministerio sacerdotal, priorizando el beneficio propio por sobre la misión de celebrar el culto al Dios verdadero y único, omitiendo enseñar su Ley.

 

“Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria por la Ignominia. Del pecado de mi pueblo comen y hacia su culpa llevan su avidez. Mas será del sacerdote lo que sea del pueblo: yo le visitaré por su conducta y sus obras le devolveré. Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no proliferarán, porque han abandonado a Yahveh para dedicarse a la prostitución.” (Os 4,7-11ª)

 

El profeta Oseas describe una situación que no es para nada nueva. Ya el profeta Elías había combatido la idolatría, intentando que el pueblo volviera al Dios único y verdadero que los había liberado de Egipto. La realidad histórica es que el pueblo asentado en la tierra prometida rápidamente se desvía hacia los cultos paganos. Podríamos afirmar que la devoción religiosa popular se inclinaba masivamente hacia los baales –con complicidad sacerdotal y monárquica-, mientras que la fe yavista se conservaba pura en el movimiento profético auténtico y vocacional –no en los profetas falsos de corte atados a la paga del rey-.

 

“Mi pueblo consulta a su madero, y su palo le adoctrina, porque un espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su Dios. En las cimas de los montes sacrifican, en las colinas queman incienso, bajo la encina, el chopo o el terebinto, ¡porque es buena su sombra! Por eso, si se prostituyen sus hijas y sus nueras cometen adulterio, no visitaré yo a sus hijas porque se prostituyan ni a sus nueras porque cometan adulterio, pues que ellos también se retiran con esas prostitutas y sacrifican con las consagradas a la prostitución; ¡y el pueblo, insensato, se pierde!” (Os 4,12-14)

 

Se alude a los ritos de “orgía sagrada” y se denuncia que el mal espíritu de la prostitución idolátrica se ha instalado en el pueblo. Se hace especialmente responsable de esta desviación religiosa a la monarquía y al sacerdocio. Una sentencia final sobre este tema:

 

“No les permiten sus obras volver a su Dios, pues un espíritu de prostitución hay dentro de ellos, y no conocen a Yahveh.” (Os 5,4)

 

¿Piedad popular sincretista y sacerdocio corrompido?

 

Esta parece ser una clave emergente de la temática de esta apartado. Como siempre intentaré actualizarla trayéndola al presente. Arranco advirtiendo de un modo especial su filosa complejidad. Esto dado a que he convivido un tiempo de mi vida con el pueblo mapuche en el Sur Chileno y tengo experiencia en la misión llamada “de frontera” en el Norte y Litoral Argentino. Yo mismo conozco esa delgada línea que separa la inculturación del Evangelio de la convalidación del sincretismo. He visto a miembros de los pueblos originarios bautizar a sus niños, celebrar la Eucaristía y acudir al sacramento de la Reconciliación; y al mismo tiempo seguir recurriendo a sus representantes religiosos (chamanes, machis, brujos, etc) frente a situaciones de enfermedad, de sequía o pestilencia y obviamente para celebrar antiquísimos rituales religiosos y rogativas en trance como en el Guillatún o el culto a la Pachamama. ¿Dónde se fija el límite para la paciencia del evangelizador que respeta caritativamente los procesos de maduración de la fe, que además tiene que llegar a expresarse inhiriendo transformadoramente en la cultura propia? ¿Cuándo se debe anunciar y solicitar dejar atrás costumbres y prácticas religiosas incompatibles para abrazar radicalmente una Vida Nueva en Cristo? Supongo que cada misionero sabe en su interior las motivaciones que lo llevan a actuar como lo hace: una sana caridad con su pedagogía, una convalidación de una fe mixturada para no entrar en conflictos y tantas posibilidades más. La actividad misionera, allí donde poco o nada se ha anunciado el Evangelio y aún no se ha podido implantar la Iglesia, es un desafío fascinante y complejo.

Pero es más fácil creo realizar esta actualización del mensaje profético. A fines del siglo XX, con la llamada “New Age”, se ha inaugurado creo un renovado paganismo mundial. El fenómeno de la primera ola globalizadora coincidió con la conciencia del fenómeno posmoderno y su proclama del fin de la historia como de los grandes relatos.  En ese humus creció un “nuevo mercado de las religiones” y la posmodernidad con su “vida a la carta” se tradujo al ámbito de la fe como un “sírvase ud. mismo lo que más le apetezca”. Hasta nuestros días se ha tornado habitual que una misma persona solicite a la Iglesia los Sacramentos, pero acuda al culto evangelista porque “le llega más”, a la vez que consulte a la tarotista y viva pendiente de las predicciones astrológicas. Lo mágico como lo esotérico oscuro y extraordinario ejercieron una antigua atracción en vastos períodos históricos; atracción reeditada ahora con fuerza entre nuestros contemporáneos. Lo religioso se ha vuelto pues por un lado “funcional” por así decir: “tomo lo que más me sirva”; además “mixturado”, pues que todo va medio batido y mezclado como en un alucinante cóctel de deidades extravagantemente convivientes.

Claramente los grupos religiosos más dogmáticos plantean la exclusividad y unicidad de la fe junto a la ruptura con todo lo demás que es falso e idolátrico. ¿O alguien piensa que un imán musulmán o un rabino judío ortodoxos tendrán dificultad en resolver la situación pidiendo la conversión total a sus fieles? ¿Un pastor evangélico vehemente no dudará de acusar de idolatría a los católicos por su culto a las imágenes de la Virgen y de los Santos?

¿Y los cristianos católicos? He aquí nuestro problema. La ambigüedad parece ser un mal de los últimos tiempos. Por ser demasiado tolerantes y dialoguistas a veces parecemos convalidar lo que debe ser purificado. Bajo pretexto de caridad y respeto en la misión evangelizadora a veces escondemos otra motivación: haremos lo que haga falta para evitar los conflictos y para adaptarnos con tal de ser admitidos en el concierto del mundo y de sus agendas culturales. El más grande peligro para mí se encuentra en ese “buenismo pastoral” que promedia siempre para abajo, que sacrifica la santidad en el ara de una falsa misericordia y que simplemente quisiera erigir una religiosidad del bienestar humano sin Cruz. Se intenta bendecir todo lo que tenga cierta popularidad. Se olvida la predicación sobre la santidad y la Vida Eterna. A veces parece que nuestro Dios ya no exigiera ser creído como el único y Verdadero fuera del cual no hay otros dioses. La piedad popular no es educada, sino más bien sobre-elevada y priorizada por encima de la lex orandi, lex credendi celebrada en la Liturgia de la Iglesia. Y por estos lados del mundo resuena aún aquella sentencia de un tiempo de la formación sacerdotal: "la teología es una cosa y la pastoral es otra”, y obviamente la pastoral es buena porque se acomoda al mundo y es práctica y la teología es para puros debates estériles de la academia. En definitiva hemos perdido la noción de Misterio y con ello ya no percibimos lo Sagrado en toda su Bondad, Belleza y Verdad. ¿Quién animará y educará al Pueblo de Dios cuando quienes han sido constituidos pastores por diversas razones ya no ejercen su misión?

 


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