Perfil del profeta
Comencemos
pues a transitar la profecía de Ezequiel. Él es un sacerdote de la primera
generación de deportados (597 a.C.). En Kebar, río canal que unía Ur y
Babilonia, tiene la visión vocacional. Su misión es el consuelo de los
deportados y el sostén de la identidad nacional. Debe defenderlos del paganismo
babilónico.
El Resto de Yahvéh o Resto Santo será identificado por Ezequiel con la primera oleada
de deportados, aquellos que resistieron a Babilonia y fueron llevados al
castigo purificador (Oseas).
La profecía de
Ezequiel es el germen de la llamada “tradición sacerdotal”, centrada en el código de santidad como purificación y renovación.
El profeta es algo así como el maestro de
novicios de Israel, colocado como centinela-guardián
(Ez 3,16-21; 33,1-9).
No es un
profeta profesional de la palabra pues su predicación es monótona, sin brillo y
hasta cansadora. Es sobre todo un profeta de la visión y de la acción que
anuncia su propia vida y que se revela como un dramaturgo extrovertido.
Su vocación
El libro se
introduce con un extenso relato vocacional contenido en 1,1-3,15. Hagamos un
repaso de su estructura y contenido.
- Presentación (1,1-3)
En 1,1-2 nos
da algunos datos de ubicación en tiempo y espacio. El profeta se asume como un
deportado y nos indica que ha tenido una visión.
En 1,3 se
afirma que la Palabra de Dios le fue dirigida.
- Visión del carro de Yahvéh (1,4-28)
La narración
de la visión inicia con la fórmula “la mano del Señor fue o se posó o apoyó
sobre él”. Esta expresión “la mano del Señor sobre mí” será típica de este
profeta para mostrar la intervención de Dios en su vida y ministerio. ¿Qué contempla
el profeta? Una teofanía divina con simbólica al estilo de la apocalíptica. Viento
impetuoso, nubes densas, rayos y fuego. Cuatro seres vivientes y misteriosos,
alados cual serafines o querubines, criaturas angélicas que avanzan siempre de
frente junto a cuatro ruedas de un carro que obedecen a sus movimientos. Los
cuatro vivientes sostienen una plataforma como de cristal sobre la cual se
asienta un trono que sirve de sede a otra figura misteriosa. Hacia el final, en
el v. 28, se develará que se trata de una aparición de la Gloria de Dios. ¿Qué quiere
anunciar esta visión? Digamos que afirma la “movilidad de Dios”, es decir que
el Señor se traslada al destierro con su Pueblo y no lo abandona. Su Presencia
no está atada al templo, a la tierra y al rey. Ahora que se han perdido todos
los signos de la Alianza, el profeta comunica la buena noticia que el Señor es
el Dios de este Pueblo y que van con él al exilio. Obviamente desde el comienzo
del libro profético ya se prepara el anuncio novedoso de que en verdad el
templo de Dios debe ser el Pueblo mismo.
- Visión del libro (2,1-3,15)
En 2,1-8 interviene el Espíritu que penetra en el
profeta, lo toma y arrebata, lo levanta. El Señor le comunica su Palabra y
arranca un estribillo que se prolongará durante toda la sección: “escuchen o no
te escuchen”. Esta fórmula quiere dar cuenta de que Israel es un pueblo
rebelde, “tercos de cabeza y duros de corazón” (v. 7). Al mismo tiempo se le avisa a Ezequiel que no
debe tener miedo pues Dios le hará fuerte en medio de ellos para que sepan que
les fue enviado un profeta. El v. 8 expresa el mandato de comer lo que se le ofrecerá.
En 2,9-10 se suma
la visión de una mano que extiende un rollo escrito por ambos lados y que
contiene “cantos fúnebres, lamentos y amenazas”.
En 3,1-3 se
reitera el mandato de comer el libro, nutriéndose y llenando sus entrañas con él,
y al hacerlo el profeta experimenta que en la boca “su sabor es dulce como la
miel”. Se trata obviamente de la Palabra del Señor, que será Palabra de
corrección y exhortación a la conversión pero que obedecida producirá salvación.
En 3,4-12 Dios
habla a Ezequiel explicitando su misión profética, insistiendo tanto sobre la
dificultad con aquella fórmula “te escuchen o no te escuchen”, como en la
fortaleza que le da para que predique fielmente la Palabra de Dios a los
deportados.
Finalmente en
3,13-15 cierra la visión con otro rasgo teofánico, en este caso un terremoto y
el revoloteo de las alas de los cuatros seres vivientes que ponen en marcha el
carro de Yahvéh. Entonces Ezequeil es conducido por el Espíritu entre los
deportados. “El Espíritu me tomó y me arrebató y marche decidido y enardecido,
mientras la mano del Señor me empujaba” (v. 14). El último versículo afirma que
permaneció con los deportados junto al río durante “siete días aturdido en
medio de ellos”, lo cual constituye la señal de una nueva creación por el obrar
fuerte y desbordante de Dios.
Verás la Gloria de Dios
Un comienzo
tremendo y consolador para este libro profético. Cuando las cosas están muy mal
y el Pueblo siente que todo está perdido, se le anuncia que Dios es fiel y no
abandona pues permanece en medio de ellos en cuantas tribulaciones deban
atravesar. No será el exilio un tiempo sin Dios y menos un tiempo de derrota. Al
contrario será el tiempo propicio para redescubrir su cercanía, para tratar con
Él familiarmente y para contemplar su mano poderosa. El exilio que en principio
parece el final del proyecto de la Alianza llegará a ser un nuevo comienzo,
otra gesta liberadora donde contemplar la Gloria del Señor. La dificultad estridente
será la cerrazón y rebeldía del Pueblo. La oportunidad nueva será el ministerio
profético de Ezequiel si permanece fiel al Dios Fiel.
Al comenzar a
desarrollar este período profético que coincide con el exilio babilónico afirmamos
que podría ser un paradigma válido y actual. Aquella situación de destierro que
hacía convivir a Israel con una pluralidad de culturas y religiones es comparable
con este cristianismo que se enfrenta a un nuevo orden mundial que pretende
extenderse globalmente, donde todavía sigue pujante el ateísmo pero donde también
emerge un nuevo paganismo con diversidad de propuestas cuasi-religiosas. Ya se anuncia por aquí y por allá la muerte
del cristianismo pues parece ser un objetivo básico su erradicación de la faz
de la tierra.
Así están las
cosas y parece que todo se ha perdido o se terminará pronto. Y justo en este
punto vale recordar que Dios no abandona a su Pueblo y que lo acompaña al
destierro pues persevera en habitar en nosotros ya que nos ha elegido como casa
y templo de su Presencia en medio del mundo de los hombres. Hora pues de
retomar nuestra fe acerca de que en nuestra debilidad se mostrará perfecta su Gloria.
Como en aquel exilio bíblico el más grave peligro será la testarudez de una Iglesia
que para intentar preservar adeptos negocie la santidad en aras de una mediocridad
disolvente que convalide el pecado bajo pretexto de falsas misericordias ideológicas
y mundanas. La creciente concesión a los poderosos lobby de moda más que una
medida de auto-preservación no tardará en revelarse como una traición a la
propia identidad y como una entrega a los manipuladores poderes del mal. ¿Quiénes
podrán en la Iglesia peregrina apoyarse en Dios, celebrar la Alianza, contemplar
su Poder y anunciar su salvación en medio de las tinieblas que amenazan
cubrirlo todo? Yo te digo lo que Jesús: “Si crees verás la Gloria de Dios”.
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