La profecía y la esperanza de la restauración

 



Situación histórica

Siguiendo con nuestra presentación histórica del desarrollo de la profecía en Israel, ahora nos adentramos en un momento especial de producción. Es el tiempo que conocemos como “exilio”.

La caída del reino de Judá se concretó por dos ataques y dos deportaciones bajo Nabucodonosor. En el 597 los ejércitos babilónicos toman Jerusalén, destruyen la muralla y deportan a la casa real, los nobles, los sacerdotes, los sabios y los artesanos. La lógica del invasor percibe que si no hay líderes tampoco habrá posibilidad de organizar al pueblo, evitándose cualquier contraofensiva. Gobernará sobre ellos Sedecías, quien con el tiempo reconstruirá las murallas fortificadas de Jerusalén y en el 588, observando una aparente recuperación de Egipto con el faraón Necao, intentará rebelarse contra el Imperio. Finalmente en el 587 Nabucodonosor se impone con sus fuerzas y no sólo destruye las murallas, sino también el Templo y la ciudad entera. Se ordena una segunda deportación, tras la cual quedan en el país solo los más pobres para que paguen tributo trabajando la tierra. El resto de la población resulta deportada a Babilonia para que trabajen en la construcción, lo cual simbólicamente es leído en comparación con la dura servidumbre de fabricar ladrillos para las construcciones del Faraón de Egipto. Babilonia está en su máximo esplendor e Israel ha vuelto a la situación de opresión de sus orígenes.

En este contexto el Pueblo vive una situación extrema: ya no queda en pie ninguno de los signos de la Alianza, ya no tienen tierra, ni rey, ni templo. Ahora de nuevo deben soportar vivir como esclavos en medio de un pueblo pagano y en una tierra extranjera. ¿Yahvéh los ha abandonado y se ha olvidado de ellos cansado de su infidelidad? ¿O Yahvéh habrá sido vencido por dioses más poderosos? ¿Cómo continuar siendo un Pueblo en esta situación? ¿Habrá alguna esperanza de salir del desastre o será éste el fin de Israel, condenado a la disolución? ¿Será la pedagogía de Yahvéh anunciada por Oseas: hacerlos volver al desierto para purificarse y recuperar el amor primero? ¿Cómo seguir siendo el Pueblo de Dios cuando ya no queda ningún signo de su Presencia entre ellos? ¿Cómo conservar la fe siendo un pequeño pueblo exilado entre muchos otros pueblos en un ambiente de fe religiosa tan pluralista? ¿Cómo celebrar la fe en medio del destierro y qué esperar de Dios? Innumerables interrogantes, todos ellos surgidos de una inquietante crisis que aún no se sabe si será terminal. ¿Se ha acabado todo o nos queda alguna esperanza?

 

Vivir con Dios en el exilio del mundo

 

En el siglo XX, los tiempos del posconcilio Vaticano II, vieron emerger la gesta liberadora del Éxodo de Egipto como paradigma teológico-espiritual sobre el cual se pensaba la situación y servicio de la Iglesia en medio del mundo. Hacia fines de aquel siglo, con una creciente descristianización y en el marco de un intento de refundación de la Vida Religiosa, comenzó a instalarse el Exilio como el paradigma más pertinente a la hora que aún atravesamos.

La Iglesia peregrina también se pregunta hoy, en medio de una crisis de calibre aún no calculado y del abandono o apostasía masiva de creyentes, en el marco de un mundo insensible y desvinculado de las cuestiones más centrales de la fe cristiana, si éste no será el final de todo. Pues un cristiano, mucho más si es católico, se siente perdido y desorientado en medio de un mundo indiferente o entregado a un paganismo pluralista, con el marco de un relativismo extenso que quita toda posibilidad de objetivación y pretensión de verdad. Tal situación o se ha infiltrado o ha sido introducida al interior de la dinámica del Pueblo de Dios en camino generando confusión, ambigüedad, incertidumbre y disolvencia de la propia identidad. ¿Vive la Iglesia en el exilio? ¿Ha sido desterrada por el imperio de este mundo? ¿Se desespera por encontrar alguna torsión postural que la deje dentro del mundo de su tiempo negociando quizás su identidad? ¿Dónde está Dios y por qué nos hace atravesar esta hora? ¿Dónde apoyar la fe en estos tiempos? ¿Quién le mostrará a la Iglesia un horizonte nuevo y caminos de esperanza?

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