Un símbolo vocacional
Continuando con
su semblanza vocacional, es sin duda la imagen del “centinela”, la que tan bien
define la auto-comprensión que Ezequiel tiene de su misión profética. Veamos dos
pasajes al respecto: Ez 3,15-21; 33,1-9.
“Llegué donde los deportados de Tel Abib que
residían junto al río Kebar - era aquí donde ellos residían -, y permanecí allí
siete días, aturdido, en medio de ellos. Al cabo de los siete días, la palabra
de Yahveh me fue dirigida en estos términos: «Hijo de hombre, yo te he puesto
como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les
advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si
tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala
conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su
sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado y él
no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero
tú habrás salvado tu vida.»” (Ez 3,15-21)
Tras la visión
vocacional del carro de la Gloria de Yahvéh y del “libro de los ayes” o lamentaciones,
ya habíamos anticipado que el profeta vuelve junto a los deportados en una
semana de aturdimiento personal que expresa tanto la excedencia del encuentro
con Dios como el tiempo de una nueva creación. La primera Palabra que Dios le
dirige lo confirma en su vocación y la clarifica: “Tú, Ezequiel, eres como un
centinela”. El profeta debe escuchar la Palabra y comunicarla al Pueblo y será
juzgado según su desempeño. Todo está centrado en la conversión del malvado a
quien Dios quiere rescatar y quitar del pecado. Ezequiel es llamado a
participar de esta iniciativa divina y se le requiere fidelidad.
En el otro
texto a considerar se explicita mejor la parábola del centinela describiendo
las acciones que realiza. Se insiste en la idea que Dios ha puesto a Ezequiel
como centinela de su Pueblo y le pedirá cuentas. Él debe “tocar el cuerno de la
Palabra del Señor”, hacer resonar con integridad sus advertencias y pedidos de
conversión.
Aquel “libro
de las ayes” que contenía “cantos fúnebres, lamentos y amenazas” y que sin
embargo en la boca “su sabor era dulce como la miel” significa la profecía. Ezequiel
debe anunciar un mensaje que no es fácil de aceptar pero que si no lo pronuncia
traerá muerte y perdición sobre el Pueblo y sobre él mismo a causa de su omisión
culposa. En cambio se anuncia lo que el Señor le manda salvará su propia vida más
allá de la respuesta del Pueblo, quien podrá salvarse si escucha la Palabra de Dios
y la pone en práctica.
“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos
términos: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago
venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos
y le ponen como centinela; y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca
el cuerno para advertir al pueblo: si resulta que alguien oye bien el sonido
del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la
sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza. Ha oído el sonido del
cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho
caso, salvará su vida. Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y
no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada
sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su
sangre yo pediré cuentas al centinela.
A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo
centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les
advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin
remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él,
el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si
por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no
se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu
vida.»” (Ez 33,1-9)
Cuida como centinela fiel la fe y el camino del
Pueblo
Creo que esta
profecía es intensamente actual. Ya venimos estableciendo el parangón posible
entre aquel momento del exilio y nuestra hora. También la Iglesia se encuentra
inmersa en una cultura que globalmente se va descristianizando ya por ateísmo
ya por nuevo paganismo. Y seguramente el Señor querrá de su esposa que
permanezca en medio del mundo de los hombres como “centinela y vigía fiel”,
replicando la Voz de Dios y su Palabra de Salvación. Pero, ¿es ésta nuestra
auto-comprensión de la misión que nos toca en el presente? A veces me temo que
no.
Porque al
menos en algunas temáticas que la agenda mundial desea imponer parecemos
permisivos, no en todas claramente. Más bien tengo la impresión de una ciudad
sitiada por donde el enemigo ha logrado abrir algún boquete en la muralla y va
infiltrando sus ejércitos progresivamente. Sé que esta imagen puede ser
controvertida pues la Iglesia no pretende ya emprender una cruzada en contra de
nadie sino un amistoso diálogo evangelizador con todos. (Expectativa colmada de
ingenuidad a mi ver.) Lo que sucede es que los poderosos de este mundo quieren
atacarla y lo hacen.
Ni hablar de
ejercer hoy la Iglesia su misión profética. La misma parece coincidir apenas
con algunas expresiones congruentes con la agenda 2030 acerca de ecología
sustentable y fraternidad humana global. Algunos tópicos históricos, como el
servicio y defensa de los más pobres y vulnerables, más bien aparecen tratados
con tendencia ideológica y lenguaje político que con auténtico talante evangélico.
Difícil hallar
hoy eclesialmente aquella predicación que movía a la conversión del corazón y
al cambio de vida. Más bien se extiende un ejercicio de convalidación bajo
camuflaje de compasión comprensiva y misericordia entrañable. Pero ese
ejercicio produce un efecto difícil de explicar: nos deja enfangados en el
pecado y no apunta sino a disminuir la culpa o anestesiarla en cuanto sea
posible. Porque verdaderamente raro es encontrar cristianos que aspiren a la
santidad y a la Vida Eterna. La “soteriología intramundana” –como suelo
llamarla- lo va permeando casi todo. “El mayor bienestar posible en el mundo y
durante la vida histórica”, es la consigna supuesta y a la cual la fe cristiana
debe alinearse. ¿Qué es esto sino el antiquísimo plan estratégico de eliminar a
Dios y su Revelación?
¿Quién cuidará
como centinela fiel de Dios, la fe y el camino de su Pueblo y de la humanidad
entera? Como el profeta Ezequiel, mi querida Iglesia, escucha la Palabra que el
Señor te dirige:
“Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás
de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no
le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá
por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario
adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte,
morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.»”
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