EXHORTACIÓN
A PERSEVERAR HASTA LA META
Estimado
padre y hermano, augusto San Pablo, atleta de Dios, ¡que bien nos hace tu
exhortación fuerte y cruda para que no abandonemos la carrera iniciada hacia
Cristo!
“¿No
saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el
premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso
¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así
pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando
golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que,
habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.” 1 Cor 9,24-27
“Corran
de manera que consigan el premio.” ¿Y cuál es el premio, me preguntas? Lo sabes
bien: Jesucristo es nuestro premio, la comunión plena e inextinguible con Él y
con su Padre en el Espíritu Santo, la Vida Eterna que es participación consumada
en la Gloria de Dios.
A
veces pienso que aquella primera generación cristiana experimentaba a un tiempo
la potente y asombrosa novedad del Evangelio como el peligro real que los
amenazaba –de corriente agazapado e inminente-, el alto riesgo que significaba
seguir a Cristo. El contexto no permitía tibiezas y todo discípulo rápidamente
era formado en la espiritualidad martirial y en el anhelo escatológico.
Podríamos
discutir si ese contexto adverso no se ha estado reproduciendo en nuestros días
con creciente evidencia. Probablemente la diferencia que hallemos es que no son
tantos los cristianos que aspiran a un premio en el horizonte escatológico,
sino que más bien están cooptados por la efímera temporalidad, viviendo cabisbajos,
embotados en la escena de este mundo que pasa. La cultura del bienestar y el confort
accesibles por consumo y la ilusión de los paraísos terrenales tampoco ayudan
evidentemente, por lo contrario desestimulan el desarrollo de la dimensión
ascética. ¿Han dejado un importante número de cristianos de correr la carrera?,
¿ya no hay una meta ardua por alcanzar enfrente?, ¿solo existe también para
ellos cuanto se ofrece disponible en el mundo?
El
Apóstol a sus contemporáneos les daba el ejemplo del atleta y del púgil,
quienes se entrenan disciplinadamente y someten a un duro adiestramiento su
cuerpo. Sabedores de la corona a la que aspiran no corren como si nada a lo
tonto sino que buscan ganar, no dan golpes en el aire sin más sino que intentan
ser certeros para salir victoriosos. Y San Pablo habla de sí mismo para que
vean sus discípulos al maestro y padre que los engendró en la fe dar ejemplo de
perseverancia.
Ya
no quisiera abundar y repetirme en el olvido casi absoluto que la Iglesia de
nuestro tiempo ha hecho de la dimensión ascética y de las prácticas
penitenciales. ¿Así desentrenados y en mala forma queremos correr la carrera y
pelear el combate? Sería realmente absurdo.
“No
quiero que ignoren, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube
y todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y
el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la
misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la
roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues
sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura
para nosotros para que no codiciemos lo malo como ellos lo codiciaron.” 1 Cor
10,1-6
¡Cuánto
realismo pastoral y educativo! Yo al menos escucho en el transfondo al Señor Jesús
anunciando: “muchos son los llamados pero pocos los elegidos” y “el camino es
angosto, la puerta estrecha”. ¿No te gusta que te lo recuerde? Mi querido
hermano, tú como yo al ponernos a intentar vivir el Evangelio –más temprano que
tarde- hemos descubierto que es tan alto, grande y luminoso que parece fuera de
nuestro alcance y no en pocas propuestas. Sin el auxilio de la Gracia y sin un
fiel y permanente ejercicio de conversión y purificación simplemente no
podremos sostener la vida cristiana. No debemos engañarnos más ni permitir que
nos engañen. La carrera es larga y el combate es rudo, y después de incontables
pero parciales triunfos en un solo momento podemos perderlo todo.
Me
doy licencia para recrear el pasaje paulino. Egipto es la esclavitud del pecado
de la que hemos sido rescatados por el Bautismo. La peregrinación por el
desierto es esta vida terrena, histórica y finita. La tierra prometida es el
Cielo. Pues entonces podría resonar así:
“No quiero que ignoren,
hermanos, que también otros cristianos estuvieron todos bajo la voz de Dios en
su Palabra y cruzaron el puente de la conversión; y todos fueron bautizados en Cristo,
por el Espíritu Santo y el agua; y todos comieron el mismo alimento espiritual,
el Cuerpo del Señor; y todos bebieron la misma bebida espiritual, la Sangre del
Señor. Pero aún así quizás no todos fueron del agrado de Dios, pues algunos de
sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto de este mundo ya que sus almas
retornaron a las cadenas del pecado.”
Estoy
seguro –así lo demuestran las fuentes- que muchos santos han predicado con este
estilo sus sermones. Tristemente hoy se oye poco tan incómoda pero caritativa
exhortación entre nosotros.
“No
se hagan idólatras al igual de algunos de ellos, como dice la Escritura:
«Sentóse el pueblo a comer y a beber y se levantó a divertirse.» Ni forniquemos como algunos de ellos
fornicaron y cayeron muertos 23.000 en un solo día. Ni tentemos al Señor como
algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes. Ni murmuren
como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el Exterminador. Todo esto
les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la
plenitud de los tiempos. Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No
han sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá
sean tentados sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación les dará modo de poderla
resistir con éxito. Por eso, queridos, huyan de la idolatría. Les hablo como a prudentes. Juzguen ustedes
lo que digo.” 1 Cor 10,7-14
La
actitud de la Iglesia que peregrina a inicios del siglo XXI quizás podría describirse
con esta simpática pero aterrorizadora frase: “están bailando, bebiendo y
festejando en la cubierta del Titanic”. ¿Será una exageración? Lo que antes era
pecado ahora parece convalidarse bajo pretexto de compasión. La salvación se
ofrece automática e inclusiva sin necesidad alguna de conversión, sin un proceso
intenso de purificación y crecimiento. Ya no son necesarias por tanto las medicinas
penitenciales, los sacramentos son relativos y han sido sobrestimados, la
Sagrada Escritura puede reescribirse en traducciones más ajustadas al espíritu
de la época y el cultivo del trato con Dios por la oración resulta una pérdida
del valioso tiempo que debemos dedicar a los avatares del mundo. Prefiero
equivocarme por exagerado pero igual que San Pablo no quisiera que Dios me
regañara por no haber dado la voz de alarma, ya que me ha puesto en el atalaya –al
decir del profeta Ezequiel-. No sea que sea cierto que algún cristiano corra
desmotivado sin querer llegar a la meta o se encuentre dando golpes y golpes al
puro aire. Dios no lo permita. Mejor dicho, nosotros no lo permitamos.