Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
POESÍA DEL ALMA UNIDA 28
Quieto en Ti
El universo entero se rasga
La tierra se rompe
Y se abren los cielos
Tan firmemente anclado en Ti
Como un golpe preciso
Que todo conmueve
Tan contundente y seco
Como reverberante
Tan sujeto me tienes
Cuando yo te tengo
Eucaristía
Entre mis manos
Y me postro pequeño
Junto a Ti me has clavado
Quieto en Ti
Anclado en Ti
Sujeto y clavado a Ti
Ya no puedo dudarlo
Tú eres el más poderoso
En tu Amor
Entregado
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 36
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 36
LOS GOZOS POR BIENES NATURALES, DAÑOS Y REMEDIOS
“Por
bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire, complexión
corporal y todas las demás dotes corporales; y también en el alma, buen
entendimiento, discreción, con las demás cosas que pertenecen a la razón.
Por
ellos puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y caer en vanidad,
debe tener recato y vivir con cuidado. Que por su vana ostentación, no se
aparte un punto de Dios su corazón.” (SMC L3, Cap. 21,1)
Sabio maestro, San
Juan de la Cruz, te diré en primer lugar que en estos días casi miro con
agrado a las personas que hacen gala de
sí mismas. Te explico: no es masiva, más bien extraña, la experiencia de
personas que se hallen contentas consigo mismas. Por diversos motivos son
épocas de depresión, de fracaso y frustración. Si bien vivimos centrados en
nuestro yo personal como si fuésemos el centro del cosmos, por lo general se
trata de un egocentrismo sufrido y penoso. ¿Dónde hallar un varón o una mujer
que se tengan a sí mismos por una serena comprensión y aceptación de su propio
misterio? Claro que los hay, empero no abundan. Pastoralmente me resulta
novedoso hallar personas que hablen bien de sí mismas y de la vida que llevan.
Más bien me toca alentarlas, levantarles la autoestima, ayudarles a reconocer
los dones que Dios ha puesto en ellas y creer que son una obra de su Amor. ¡Y
es tan penetrante el ambiente de este siglo que invita a la chatura, al
descreimiento y a la derrota, impidiendo grandemente el crecimiento personal y
el deseo de superación! Es otra esclavitud, mental y anímica, la de estos días.
El reino de la superficialidad y del vacío de sentido se ha extendido por
doquier. Más bien es la falta de amor por sí mismos lo que impide a los humanos
encontrarse con el Amor divino. Vivimos en una era epidémica de
acomplejamientos. El hombre que se ha vanagloriado de matar a Dios ahora
percibe que sin Él todo es pura decadencia. El nihilismo va vaciando de humanos
la faz de la tierra.
Pero lo que tú
enseñas tiene valor imperecedero. Porque seguiremos encontrando quienes se
jacten desordenadamente de sí mismos. “Vanidad de vanidades y todo vanidad”,
siempre se podrá exclamar con el autor sapiencial. Se regodean en sí mismos y
se ensalzan y se exhiben para la admiración ostentando sus dotes y se entronizan
por encima de todos. Mas se han olvidado que todo cuanto tenemos lo hemos
recibido. Y en el culto de sí mismos se auto-divinizan falsamente como el Adán
terrestre, a costa de destronarte a ti, el Único Dios Verdadero. Aquí
ciertamente el exceso en la consideración de sí mismos les hace distraerse
narcisisticamente y olvidar tu Amor.
Desde ya nos
recomiendas cuidado y recato en el vivir como antídotos a la vana ostentación.
Pensándolo un poco
más –sin caer en simplismos generalizadores-, el mundo actual ha enfatizado
quizás algo permanente del mundo de antaño: suele la pequeña elite de los
encumbrados amarse a sí mismos en exceso y ponerse por encima, mientras la
masividad de los comunes suelen amarse en demérito y aceptar su posición de
inferiores. Obviamente es una caricatura, que no importa cuan encumbrado se
esté mundanamente: ¡vaya uno a saber si se está contento consigo mismo! Y por
debajo que te pongan, quien sabe quién es, vive libre y en paz.
Ya me urge rogar la
virtud inestimable de la humildad. Solo en humildad se hace posible y fecunda
una relación de Amor con Dios. Su Amor nos hace humildes, es decir: nos ayuda a
mirarnos en verdad, agradeciendo cuanto somos porque es don Suyo; al igual que
nuestra maduración, que no sin nuestra cooperación, depende del preeminente
auxilio de su Gracia. El Amor de Dios nos enseña a amarnos rectamente a
nosotros mismos, evitando la vanagloria y rescatándonos de todo
acomplejamiento.
“Los daños, pues, espirituales y corporales
que derecha y efectivamente se siguen al alma cuando pone el gozo en los bienes
naturales, se reducen a seis daños principales. El primero es vanagloria. El
segundo daño es que mueve el sentido a complacencia y deleite sensual y
lujuria. El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas. El cuarto
daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu. El quinto daño, que es distracción de la mente
en criaturas. Sigue la tibieza y flojedad de espíritu, que es el sexto daño.” (SMC
L3, Cap. 22,2)
Los tres últimos
daños que describes son generales a todo gozo desordenado. Los tres primeros
más afines a este gozo impropio en los bienes naturales: vanagloria,
complacencia y deleite en sí mismo que lleva a la lujuria junto a una búsqueda
vanidosa de la adulación.
No hay mucho que
agregar. Será fácil reconocernos a nosotros mismos u a otros semejantes
caminando extraviados por estos derroteros.
“Apartar
su corazón de semejante gozo… dispone para el amor de Dios y las otras
virtudes, derechamente da lugar a la
humildad para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos;
porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que son
engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y
espiritualmente, como Dios quiere que sean amados.” (SMC L3, Cap. 23,1)
Humildad consigo
mismo y caridad con los demás. Que el Amor de Dios nos enseñe a mirarlo todo
como Él lo mira. Bajo su Luz de Verdad y Bondad se alumbra nuestra esperanza.
Podremos ser una obra maravillosa de su Amor. Solo debemos aprender a amar
correctamente como Dios quiere incluso que nos amemos a nosotros mismos. ¿Y
cómo podremos vivir el mandato de amar al prójimo como a uno mismo si nuestro
amor por nosotros mismos está desordenado y no es según Dios?
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 35
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 35
REMEDIOS PARA LOS GOZOS POR BIENES TEMPORALES
“Ha,
pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir el corazón y el
gozo a las cosas temporales. Y nunca se fíe por ser pequeño el asimiento, si no
le corta luego, pensando que adelante lo hará; porque, si cuando es tan poco y
al principio, no tiene ánimo para acabarlo, cuando sea mucho y más arraigado,
¿cómo piensa y presume que podrá?” (SMC L3, Cap. 20,1)
Aunque seamos
repetitivos, queridísimo hermano: primero antes que nada practicar el
desasimiento. Frente al mínimo pegoteo: ¡cortar y cortar ya! Sin dubitaciones y
sin demoras. Si no cortas de cuajo el asimiento a los bienes temporales apenas
lo detectas, se aferran a tu carne y se adhieren como ventosas a tu alma. Si
postergas la desapropiación creyendo que controlas el proceso y tienes dominio
sobre él… ¡te engañas! Desde el principio y sin concesiones:¡cortar y cortar
ya!
“…libertar
perfectamente su corazón de todo gozo …el gozo anubla el juicio como niebla …la
negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro.” (SMC L3, Cap. 20,2)
El gozo que
experimentas en la conquista de bienes temporales es siempre peligroso. No porque
Dios no quiera que goces. Sino porque el fin que eliges no es el Fin Último.
Has de aceptar que los gozos por los bienes temporales son el primer escalón y
el menos valioso en el orden jerárquico de los bienes posibles. ¡No te
detengas! Es tu medicina la esperanza de bienes mayores. No los que tú consigas
sino los que Dios te da gratuitamente y sin merecimiento tuyo. El tiempo es
criatura que de ser idolátricamente absolutizada nos esclaviza. El camino del
tiempo es bueno solo en cuanto conduce a la Eternidad. También la temporalidad
debe ser purgada, es decir, ordenada hacia su propio fin.
¡Libera tu corazón!
Deja que Dios te sane de quedar aprisionado entre gozos efímeros que con los
días se disuelven en el pasado que no vuelve. ¡Oh Señor, te ruego y clamo por
mí y por mis hermanos: forma en todos tus hijos un corazón para la Gloria
Eterna!
“…en
tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor.
6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad
asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón;
por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las
criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido
y poseído corazón. Al desasido no le molestan cuidados, ni en oración ni fuera
de ella, y así, sin perder tiempo, con facilidad hace mucha hacienda
espiritual; pero a esotro todo se le suele ir en dar vueltas y revueltas sobre
el lazo a que está asido y apropiado su corazón, y con diligencia aun apenas se
puede libertar por poco tiempo de este lazo del pensamiento y gozo de lo que
está asido el corazón.” (SMC L3, Cap. 20,3)
Donde tengas tu
tesoro tendrás tu corazón, nos enseñaba el Señor Jesús. Y agregaba que
acumulemos tesoros en el Cielo donde la polilla no roe ni el ladrón irrumpiendo
por sorpresa nos arrebata cuanto acumulamos dejándonos más vacíos que al
comienzo. ¿Dónde tiene asidero tu corazón? Porque si tu lazo más fuerte es con
los bienes temporales debes preguntarte dos cosas: ¿cómo lograrás que dejen de
ser temporales ya que tu sed parece infinita? o ¿ya has aceptado que no existe
salvación ni rescate y que todo se diluye finalmente en la nada? Hazte estas
preguntas y busca tu paz.
DIÁLOGO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 34
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 34
LOS
GOZOS POR BIENES TEMPORALES Y SUS DAÑOS
“El
primer género de bienes que dijimos son los temporales, y por bienes temporales
entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras pretensiones.” (SMC L3, Cap.
18,1)
“El
hombre ni se ha de gozar de las riquezas cuando las tiene (él) ni cuando las
tiene su hermano, sino si con ellas sirven a Dios.” (SMC L3, Cap. 18,3)
“Aunque
todas las cosas se le rían al hombre y todas sucedan prósperamente, antes se
debe recelar que gozarse, pues en aquello crece la ocasión y el peligro de
olvidar a Dios.” (SMC L3, Cap. 18,5)
“No se
ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a servir a Dios, porque lo
demás es vanidad y cosa sin provecho, pues el gozo que no es según Dios no le
puede aprovechar (al alma).” (SMC L3, Cap. 18,6)
No creo amigo mío que
en este punto debamos abundar demasiado pues es doctrina harto famosa de
nuestro Señor Jesucristo el peligro inherente a las riquezas. Porque es más
fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino
de los Cielos. Porque no se puede servir a dos señores al mismo tiempo, a Dios
y al dinero. Porque ¿de qué te servirá cuanto has acumulado en tus graneros si
esta noche te pediré la vida? Pues la vida del hombre no está asegurada por sus
riquezas. Y podríamos continuar… De hecho el consejo que Cristo da a quienes llama al seguimiento es que si
quieren ser perfectos vendan todos sus bienes, den limosna a los pobres y
después se pongan a caminar con Él.
Tal vez para la
susceptibilidad de mis coetáneos haya que aclarar que el Señor no está en
contra de que poseamos bienes temporales y disfrutemos de ellos. Obviamente la
idea madre es que estén referidos y ordenados a Dios, a la comunión con Él y a
su servicio. Aquello también tan consabido acerca de que no nos creamos dueños
sino aceptemos ser humildes administradores. La liturgia de la Iglesia reza a
Dios pidiéndole que “sepamos usar de los bienes temporales de modo que nos
permitan adherirnos a los bienes eternos”.
Ya es innecesario
proseguir en este tema tan vasto y tan predicado. Obviamente los bienes
temporales pueden ser tanto una escala como un obstáculo. Aquel joven rico se
volvió entristecido pues aunque tenía intención de ser discípulo no pudo
desprenderse de cuanto poseía.
Ahora nos explicarás,
Fray Juan, que daños se siguen de un mal uso y apetencia por los bienes
temporales, poniendo en ellos el gozo al que aspira el alma.
“Un
daño privativo principal que hay en este gozo, que es apartarse de Dios.” (SMC
L3, Cap. 19,1)
“El
empacharse el alma que era amada antes que se empachara, es engolfarse en este
gozo de criaturas. Y de aquí sale el primer grado de este daño, que es volver
atrás; lo cual es un embotamiento de la mente acerca de Dios, que le oscurece
los bienes de Dios, como la niebla oscurece al aire para que no sea bien
ilustrado de la luz del sol.” (SMC L3, Cap. 19,3)
Soy testigo de
personas empachadas y atiborradas de bienes temporales y cómo esta glotonería
materialista les va cerrando el corazón, los torna insensibles a la dimensión
espiritual. Los hay que han vivido siempre así porque su ambiente familiar y
social los influyó grandemente desde el comienzo. ¡Cuánto sufrirán estas
personas cuando les toque pasar por privaciones, cuando la suerte se les vuelva
adversa, cuando no puedan retener todo lo que han acumulado como falsa seguridad!
¡Qué pesar experimentarán cuando les arrebaten su posición de privilegio,
pierdan sus prerrogativas y desciendan al llano del no-poder! Y lo peor sin
duda es que buscarán ayuda y se verán tan discapacitados para abrirse a la
dimensión espiritual donde encontrar un sentido para seguir viviendo. Pues los
bienes temporales van y vienen, caprichosos, y no se mantienen sino a fuer de
despiadadas batallas que matan nuestra humanidad. ¿Quién es tan torpe como para
colocar aquí su esperanza? Lamentablemente multitudes.
Más triste es el caso
de personas que habiendo conocido a Dios y las maravillas de su gracia,
retroceden y se vuelcan a estos nefastos ídolos. ¿Acaso cambian el tesoro por
baratijas? Sea la tentación constante de la civilización consumista o las
propias heridas de la historia que buscan compensaciones impropias, hay quienes
empezando a conocer el Amor de Dios se revuelcan de nuevo en un mar de bienes
temporales que pasan y no llenan verdaderamente el alma. Penosamente lo digo,
he visto este mal muy arraigado entre algunos eclesiásticos que son voraces de
prestigio y poder como de una vida acomodada.
“Este
segundo grado es dilatación de la voluntad ya con más libertad en las cosas
temporales. Y esto le nació de haber primero dado rienda al gozo; porque,
dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice allí, y aquella
grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más la voluntad en las
criaturas.” (SMC L3, Cap. 19,5)
“Este
segundo grado, cuando es consumado, quita al hombre los continuos ejercicios
que tenía, y que toda su mente y codicia ande ya en lo secular. Y ya los que
están en este segundo grado, no solamente tienen oscuro el juicio y
entendimiento para conocer las verdades y la justicia como los que están en el
primero; mas aun tienen ya mucha flojedad y tibieza y descuido en saberlo y
obrarlo.” (SMC L3, Cap. 19,6)
En un segundo momento
la primera afición e inclinación se vuelve más intensa, diríamos adictiva. Y
las personas ya se sumergen en un estilo de vida mundano, dejando atrás el
estilo de vida evangélico. Como cegados por la avidez de tener y poseer,
siempre insatisfechos quieren más. Ya se desdibujan los parámetros de la
justicia y la verdad en aras de una desatada codicia. Ya no solo no se
comprenden los bienes posibles según recta jerarquía sino que se debilita y
apaga cualquier cuestionamiento ético. “Vale todo por conseguir lo que quiero”.
¡Cuán importante es
estar claros sobre los fines! El fin al que aspiramos marcará nuestro camino.
No descuidar algunos medios parece crucial: llevar una vida penitencial, capaz
de ayuno y de austeridad. Pero claro, este tipo de medicina es inadmisible en
nuestros días.
“El
tercer grado de este daño privativo es dejar a Dios del todo, dejándose caer en
pecados mortales por la codicia. En este grado se contienen todos aquellos que
de tal manera tienen las potencias del alma engolfadas en las cosas del mundo y
riquezas y tratos, que no se dan nada por cumplir con lo que les obliga la ley de
Dios; y tienen grande olvido y torpeza acerca de lo que toca a su salvación, y
tanta más viveza y sutileza acerca de las cosas del mundo.” (SMC L3, Cap. 19,7)
¿Crees que será
difícil hallar personas de este tipo? Cuando joven, uno de mis primeros trabajos
remunerados me llevo a estar en contacto con personajes y ambientes así, solo
obsesionados con las riquezas y los puestos de poder, en medio de un mar de
traiciones, corrupción y lucha sin códigos. Me refregaba los ojos no pudiendo
creer lo que veía y al cabo de pocos meses, temiendo por el bien de mi alma y
asqueado de tanta cruel banalidad, me aparte para siempre de tales lodazales.
Aunque tengo amigos que se han sumergido bastante en tales cumbres del averno y
que hoy se lamentan del tiempo perdido a la vez que no extrañan en nada cuanto
mundanamente han perdido en pos de la paz de su alma. Porque en aquellos sitios
y con esas gentes no hay lugar alguno para la Salvación de Dios. Me temo que
cuanto más encumbramiento en este mundo mayor servilismo al Príncipe oscuro que
le instiga y conduce a los abismos.
Me preocupa además
que en esta ciudad de necesidades estimuladas y renovadas, consumo creciente y
búsqueda de confort, ya pocos consideren la eternidad. La temporalidad parece
haberse devorado a la Gloria. Incluso gravemente en la Iglesia que peregrina se
sostiene que la Salvación está asegurada sí o sí a pesar de cuanto vivas y ya
el Cielo no interesa demasiado. Ahora el “valle de lágrimas” es la aburrida
Jerusalén Celeste de los santos.
Sin embargo los
poderosos de este mundo serán rechazados y despedidos con las manos vacías,
mientras los humildes y pequeños serán ensalzados, canta el Magníficat de la
Virgen María.
“El
cuarto grado de este daño privativo viene el alejarse mucho de Dios según la
memoria, entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no fuese su Dios.”
(SMC L3, Cap. 19,8)
“De
este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las cosas sobrenaturales
a las temporales como a su dios.” (SMC L3, Cap. 19,9)
¡Dios me libre y
libre a mis hermanos de semejante atrocidad! ¡Dios libre a su Iglesia que
camina en la historia –perdón por la crudeza- de aquellos eclesiásticos
encumbrados que busquen negociar lo
sobrenatural para satisfacer su avidez de poder y su voracidad mundana! Porque
Satanás sabe tentarnos habitualmente por los bienes temporales, a todos los
hombres como a los hijos de la Iglesia.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 33
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 33
EL GOZO
¿A qué llamamos
felicidad? ¿En qué nos gozamos? ¿Cuál es el origen y el destino de nuestras
alegrías? Querido Doctor Místico, hermano mío Fray Juan, abordaremos finalmente,
en la purgación de la voluntad para el amor de Unión, un tema tan central de la
existencia humana. Pues no conozco –a no ser por enfermedad anímica- quien
desee ser infeliz. Todos andamos corriendo por así decirlo detrás de nuestros
gozos. Hay alegrías empero tan resbaladizas y efímeras como otras fraudulentas
cual espejismo de oasis en el desierto. Casi me parece escuchar a Fray León que
en las Florecillas decía: “Dime, Hermano Francisco: ¿en qué consiste la verdadera
alegría?”.
“El
gozo no es otra cosa que un contentamiento de la voluntad con estimación de
alguna cosa que tiene por conveniente…
Esto es
cuanto al gozo activo, que es cuando el alma entiende distinta y claramente de
lo que se goza, y está en su mano gozarse y no gozarse. Porque hay otro gozo
pasivo, en que se puede hallar la voluntad gozando sin entender cosa clara y
distinta, y a veces entendiéndola, de qué sea el tal gozo, no estando en su
mano tenerle o no tenerle.” (SMC L3, Cap. 17,1)
Es verdad que nos
gozamos en aquello que nos parece conveniente y nos entristecemos por lo
contrario. Pero claro… ¿siempre lo que juzgamos conveniente lo es? No hace
falta supongo que repitamos que todo gozo debe estar ordenado al proyecto
salvífico de Dios. Venenosa alegría sería aquella que al procurarla y causarnos
deleite nos alejara de Dios y de su santa voluntad. Uno puede encontrar gozo en
el pecado, pues en muchas ocasiones se presenta como algo sabroso y nos
inclinamos seducidos a sus mortales delicias. Sin embargo por el mordisco de un
pequeño bocado de fugaz y huidiza dicha… ¡cuánta amargura sobrevendrá después!
Pero como dices, esto
vale en el terreno ascético para el gozo activo: aquel que buscamos o
intentamos producir según la consecusión de ciertos fines. Pero la vida en el
Espíritu es un camino colmado de gozo infuso. Esa alegría honda y desbordante,
exultante diría, fruto de lo que Dios obra y comunica. El contemplativo se
alegra profusamente en la Gracia que Dios le hace y se alegra por el Señor
mismo. Se alegra por la Unión y no espera mayor gozo que el desposorio con su
Amado.
Seguramente nos
seguiremos adentrando en el gozo infuso, siempre sorpresivo e incontrolable,
que el Espíritu Santo que procede de la comunión de Padre e Hijo, introduce en
el corazón de los enamorados que caminan y le buscan. Es excedente gozo de amor
sin duda. Pero a veces me pregunto: ¿cómo anunciarles a mis hermanos los
hombres que existen alegrías tan desbordantes que no parecen de este mundo,
quizás porque ya son primicias de la Gloria? Y los veo gastar sus vidas
ajetreados y obnubilados por alcanzar
unas pobres metas, unos insustanciales trofeos y unas baratijas deleznables. O
tal vez poniendo su esperanza ilusamente en lo que es bueno pero no está en sus
manos asegurar y no puede sino estar seguro en las manos del Padre Eterno y
según su misteriosa y sabia Providencia. ¿Dónde hallar la verdadera alegría,
esa alegría que no pasa y permanece para siempre?
“El
gozo puede nacer de seis géneros de cosas o bienes, conviene a saber:
temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales.
…que la
voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y honra de Dios, y
que la mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfección
evangélica; y lo que es fuera de esto es de ningún valor y provecho para el
hombre.” (SMC L3, Cap. 17,2)
Evidentemente aquí
nos trazas un camino y una escala ascendente cuya orientación certera es la
honra y gloria de Dios. El Señor nos conceda al analizar de aquí en más los
diversos gozos del alma una clara y firme intención de aspirar al gozo del
desposorio con Jesucristo, Amado y Señor. Pues la voluntad debe purificarse en
cuanto desea, apetece y quiere. Querer todo según Dios y quererle a El sobre
todo.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 32
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 32
LA
PURGA DE LA VOLUNTAD
Esclarecido maestro,
temo quizás que al ir seleccionando algunos textos tuyos más al compás de mi
interés y oración personal, haya descuidado un tanto cierta prolijidad
sistemática. Aunque en verdad no estaba prevista, pues esto se trata tan solo
de un diálogo que va fluyendo entre compañeros de camino y con deseo de
ilustrar un poco a quienes dan primeros pasos. Ya son muchos los entendidos que
han estudiado tu obra y la han presentado didácticamente. Aquí solo vamos
conversando mientras subimos al monte.
Pero a fin de poner
algunas claridades me permito este breve comentario. Hasta ahora hemos estado
siempre subiendo al monte de la Unión por el camino de la nada, nada y más
nada. ¿Hasta ahora? Bueno, adelanto que seguiremos igual. Y vamos describiendo
la acción purificadora de Dios sobre las potencias del alma. Recién terminamos
de considerar el camino que hará la memoria.
“…que
el alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que se espera
es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de otras cosas, más
capacidad hay y más habilidad para esperar lo que se espera y consiguientemente
más esperanza, y que cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y habilidad
hay para esperar, y consiguientemente menos esperanza, y que, según esto,
cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables que
no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para
esperar de él el lleno de su memoria.” (SMC L3, Cap. 15,1)
La desapropiación o
desasimiento o renuncia –o sea lenguaje pobre y desnudo de la Cruz- es la clave
constante. La memoria purgada acrecienta la virtud teologal de la esperanza.
Pero antes hablamos de la purgación del entendimiento que permite fundarnos en
pura fe. Obviamente trataremos de aquí en más de la purificación de la voluntad
para que sea vivo el amor.
“No
hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de
la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la
voluntad acerca de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras
hechas en fe son vivas.” (SMC L3, Cap. 16,1)
"Ir siempre quitando
quereres y no sustentándolos”. Ya en los inicios del camino meditamos este
axioma. Si dura parece la purificación del entendimiento en oscura fe e
inquietante la desnudez de la memoria
para la esperanza… ¡cuán abrasador será el cauterio ardiente que se aplique
sobre la voluntad para el amor!
“La
fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual
es gobernado por la voluntad… purgar la voluntad de todas sus afecciones
desordenadas, de donde nacen los apetitos, afectos y operaciones desordenadas…
Estas
afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. De
manera que el alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de
Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto
tocare, ni tema sino sólo a Dios.” (SMC L3, Cap. 16,2)
¡Vaya tarea por
delante! Poner orden en nuestras pasiones que no será desapasionarnos, aunque
así lo pareciese, sino ponerlas todas en Dios y bajo su mando.
Tremendo desafío Fray
Juan para mis contemporáneos. Hoy rige un masivo culto al emocionalismo. Desde
hace tiempo un marcado anti-intelectualismo reina y se sospecha de todo aquel
que piensa y piensa demasiado. Si se considera alguna inteligencia es sobre
todo la inteligencia emocional que en teoría nos conduce a vivir bien en la
práctica. La racionalidad se figura áspera y gélida como la muerte; entonces se
usa de ella como a cuenta gotas por su alta toxicidad. Y por supuesto se
propugna dar libre cauce a las pasiones. El ello freudiano es dios, lo
instintivo pulsional debe ser liberado, ¡muerte al super-yo esclavista de la norma,
de la razón, de la verdad y de la fe!
He pintado el
panorama con sarcasmo de caricatura aunque la realidad no pasta muy lejos.
Contracorriente será decirle al hombre de la posmodernidad –líquido en su
afectivismo incontrolado- que es necesario ordenarlo todo a Dios.
¿Qué el alma viva
solo para la honra y gloria de Dios? ¿Qué no viva para sí misma sino para Otro?
¿Y qué lo haga en gratuidad amando a Dios por sí mismo? ¿Pues qué rédito saca?¿Qué
ha sido creada por y para su Amor que la hará libre y plena?¿Qué no hallará
vida fuera de Dios quien es la Vida?
Me hubiera gustado
verte, hermano, como director espiritual en estos días. ¡Que te goces solo en
Dios! Pues el Apóstol nos exhortaba a alegrarnos siempre en el Señor. “Yo he
puesto en Ti toda mi alegría, Amado mío.” “Tus planes y proyectos, tu santa
voluntad son la dicha de mi corazón, Padre mío.” ¡Que lo esperes todo en Dios y
sobre todo lo esperes a Él mismo que viene para llevarte a su Casa! ¡Que todas
tus expectativas y tus búsquedas converjan en el Señor y se aquieten saciadas a
la sombra de su Alianza! ¡Y no tendrás mayor dolor que el Amor no sea amado,
que el Esposo no sea recibido, que el Dios pobre y humillado en Pesebre y Cruz
resulte ignorado y ofendido! ¡Y tu único temor será apartarte de sus senderos y
perder su amistad porque si perseveras ofuscadamente en vivir lejos de su
Presencia correrás el peligro de la muerte eterna! “Dame tu Espíritu, Señor,
que me pastoree y me conduzca en Cristo a pastos tiernos y aguas transparentes
pues quiero saciar el hambre y la sed de mi alma!
“…todo
el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus
afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser
voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.” (SMC L3, Cap.
16,3)
¡Ley de oro! Ya la
hemos enunciado Fray Juan tantísimas veces: Unión con Dios es conformidad sin
reserva con la voluntad divina. Que el alma quiera todo lo que Dios quiere y no
quiera nada que Él no quiere. Obviamente esta Unión es un camino, un proceso
creciente y elevante hasta la cumbre, si el Señor lo concede, donde el alma sea
alcanzada por la pura transformación en Amor del matrimonio o desposorio
espiritual. “Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos”. “Cuando reparas
en algo, dejas de arrojarte al todo. Porque para venir del todo al todo has de
negarte del todo en todo.Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo
sin nada querer. Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios
tu tesoro.”
“Estas
cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad
está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas.” (SMC L3, Cap. 16,4)
No dejemos de
insistirlo, como ya enseñaba San Agustín con su propia confesión de vida: hay
una forma de lanzarse a las criaturas bellas que Dios creó que las convierte en
ídolos por nuestra afección desordenada; a ellas las opaca con la sombra de
nuestro deforme pecado y a nosotros nos separa de Dios. Es habitual que hagamos
mal negocio: que intentemos adquirirnos las criaturas despreciando al Creador,
olvidando la Fuente sin la cual no tendríamos nada ni siquiera a nosotros
mismos. Reordenar las pasiones supondrá una tarea de integración de “todo lo
nuestro” en Dios y bajo Dios. Pues “lo nuestro” que no coincida con la voluntad
divina y sea incapaz de ser reorientado a ella, viene del pecado cuyo autor
principal es el Demonio. Y más nos vale entrar al cielo arrancándonos un ojo o
cortándonos una mano que irnos tuertos y mancos al Infierno. Más “lo nuestro”
que sintoniza con Dios bajo su Ley de Alianza o está en camino de converger, en
verdad es Suyo, un don que con nuestra cooperación va madurando en Gracia.
“De
estas afecciones nacen al alma todos los vicios e imperfecciones que tiene
cuando están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas
y compuestas.
…están
tan aunadas y tan hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde
actualmente va la una, las otras también van virtualmente.
…si la
voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente, a esa misma medida, la ha
de esperar, y virtualmente (va) allí incluido el dolor y temor acerca de ella;
y a la medida que de ella va quitando el gusto, va también perdiendo el temor y
dolor de ella y quitando la esperanza.” (SMC L3, Cap. 16,5)
Lo que gozo, lo que
espero, lo que sufro y lo que temo: he aquí cuatro grandes correntadas que
provienen de la Fuente y corren hacia el Mar. Sin embargo a campo traviesa de
la historia se van enturbiando si se miran a sí mismas y se entretienen en los
paisajes. Si se olvidan de la Fuente y del Mar que son uno, principio y fin de
todo lo creado, su derrotero no será otro que convertirse en aguas detenidas.
Se traicionan a sí mismas fundándose en sí mismas. Del estancamiento tarde o
temprano se iniciará el proceso de la evaporación.
“…dondequiera
que fuere una pasión de éstas, irá también toda el alma y la voluntad y las
demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres
pasiones en aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no
la dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión.” (SMC
L3, Cap. 16,6)
DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 42
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